Dos días antes de que Óscar Martínez, jefe de redacción de El Faro, inaugurara en Costa Rica el Foro Centroamericano de Periodismo (ForoCAP), en El Salvador se produjo una imagen que, hasta ahora, puede ser la más clara de lo que este periodista lleva tiempo denunciando: que el gobierno de Nayib Bukele es ya “una dictadura sin careta”. La escena muestra a la abogada Ruth López siendo llevada a un juzgado, donde le abrieron un juicio bajo secreto total y con la defensa legal severamente limitada. Un proceso denunciado como “viciado y carente de pruebas” que cruza, sin retorno, el umbral de la represión política en el país más pequeño de Centroamérica.
Han sido semanas intensas en El Salvador. “Mayo fatal”, me dice Martínez, antes de comenzar esta entrevista con DIVERGENTES. El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca ha envalentonado el autoritarismo de Bukele, quien —tras ofrecerse como carcelero del presidente republicano— siente que ya no hay nadie en Estados Unidos dispuesto a reprenderlo.
Desde entonces, Bukele ha redoblado su ofensiva contra las voces incómodas: El Faro denunció órdenes de captura contra sus periodistas tras publicar una entrevista con líderes de pandillas que revelaron los entresijos del pacto con el presidente más popular de América Latina. También ha impuesto una Ley de Agentes Extranjeros, calcada del régimen de Daniel Ortega, y encarcelado a figuras prominentes como la abogada de Cristosal.
Hoy en El Salvador vuelve a escucharse una expresión que no se oía desde la posguerra —y que en Nicaragua ya es cotidiana—: hay presos políticos. Óscar Martínez, una de las voces más potentes del periodismo latinoamericano, sabe que él o sus colegas podrían convertirse en los próximos. Antes de regresar a su país, conversa con DIVERGENTES sobre el “mayo fatal”, el pacto con Trump y la deriva autoritaria de Bukele. “Acabó con las pandillas”, enfatiza, “y con la democracia de El Salvador”.
¿La dictadura “cool” de Nayib Bukele ya no tiene careta?
Creo que ya no, pero todavía le falta represión. Es decir, se quitó la careta. El mismo Bukele dijo en su discurso de este domingo pasado que no le importa que le llamen dictador. Ruth López es el mejor ejemplo de una captura política. Es la más célebre presa política que tiene el régimen, pero no la única. Capturan de noche a una mujer que siempre ha estado en su casa. Una abogada que se presentó decenas de veces a la Fiscalía a presentar denuncias, de modo que sabían dónde estaba. La obligan a cambiarse en la calle, la desaparecen durante 15 días y después en un juzgado le ponen secreto absoluto a su juicio, hasta el absurdo de que los abogados defensores sólo pueden consultar en físico el expediente dentro de la Fiscalía y no pueden sacarle fotocopia. Evidentemente por presión política. ¿A qué me refiero con que todavía puede ser más brutal? Con Ruth, Bukele ha mandado un mensaje que ‘ya no me voy a medir. Ya entiendan que deben callarse’. A quienes no entiendan les va a seguir mandando mensajes también.
En las últimas semanas se ha hecho más fuerte una comparación —salvando distancias— entre Bukele y Daniel Ortega. ¿Creés que Bukele ha replicado el modelo represivo de Ortega y Murillo?
Creo que hay unas diferencias marcadas que son grandes. En primer lugar, Bukele es muy popular, entonces él no ha tenido que usar tanto la represión en algunos niveles, en otros totalmente; pero todavía no ha tenido que desatar toda la represión que, por ejemplo, Ortega desató desde el 2018. Porque la gente todavía le concede un capital político enorme. Pero lo que sí estoy seguro es de que una de las razones por las que Bukele ha hecho lo que hace —e hizo y sigue haciendo lo que ha querido hacer— es porque entendió a través de ejemplos tan cercanos como el de Nicaragua, que se puede… Y que la comunidad internacional, aunque va a meter de alguna manera las manos, no va a impedir que un proceso autoritario se ejecute en Centroamérica.
Es decir, sin que haya existido el ejemplo de hasta dónde Nicaragua puso la barrera, posiblemente Bukele hubiera actuado de una manera diferente. Y me refiero contra todo: contra la prensa, contra los activistas, contra la oposición política. Bukele entendió que era posible. Bukele vio algunas partes del manual del nicaragüense y yo creo que lo que hizo es adaptarlo a El Salvador.
Ortega tardó más de una década en consolidar su dominio. ¿Bukele está logrando lo mismo en apenas un mandato y un poco más del segundo?
Bukele ha sido muy rápido en esto, lo ha logrado de una forma fugaz. O sea, imagínense que para el año 2018, cuando empezó la represión en Nicaragua, Bukele ni siquiera tenía todavía un partido con el que competir en las elecciones presidenciales que ganó en 2019. Bukele tuvo que ocupar un vehículo de un partiducho corrupto que se llama Gana, que prácticamente ahora es un cascarón vacío que le dieron a Bukele la posibilidad de competir ahí. Bukele tiene todo el poder en sus manos desde mayo de 2021. Es decir, hace cuentas desde que logra ser candidato en 2018 hasta 2021, Bukele consigue todo el poder: jueces, fiscales, policía. El control absoluto de un ejército que le es fiel. Una Corte Suprema de Justicia y, evidentemente, la Asamblea Legislativa que, como los mismos diputados han dicho, están dispuestos a aprobar sin estudio todo lo que el Presidente les presente.
Entonces Bukele concentró el poder de una forma rapidísima y sigue manteniendo una gran popularidad con sus métodos que son exóticos. Imagínate cómo pasó de negociar con las pandillas a generar un Régimen de Excepción; de asegurar que el Bitcoin era la solución a aceptar un préstamo del Fondo Monetario Internacional. Bukele es capaz de cambiar la narrativa y las decisiones de un momento a otro. Depende de cómo eso ocurra, pero va a ir perdiendo popularidad. Fíjate que esta misma semana ya hay una señal de su pérdida de popularidad.
¿Cuál?
Bukele continúa teniendo, según la última encuesta creíble, el 85% de la aprobación de la gente en El Salvador, pero sus diputados ya llegaron al 50%… Y sus alcaldes están en el 38%. Ya pasó el primer fenómeno de la pérdida de popularidad. Ya la popularidad de él ya no es sombrilla para los demás.
¿Y a qué crees que se debe esa pérdida de popularidad?
Mira, yo creo que sobre todo en las poblaciones locales, es decir, la gente relaciona un montón de problemas con los políticos cercanos, con los políticos que representan a su departamento, a su municipio. En primer lugar, en El Salvador hay 357 000 familias más en pobreza desde que Bukele llegó al poder. La vida es evidentemente más cara. El deterioro de todos los fondos que antes se entregaban por ley a los municipios dejó de entregarse y el Gobierno centralizó todas esas actividades. Las alcaldías en muchos casos son entidades completamente desfinanciadas, que no tienen cómo ejecutar la reparación de una calle de tierra. Y eso lo ha notado la gente.
Pero esta misma semana apareció un argentino diciendo que El Salvador es como “Disney”, donde todos cumplen sus sueños…
Sí, este nuevo argentino al que ahora han reclutado para esta especie de tejido social que quieren armar. O lo que hacen son unas concentraciones ahí de jóvenes y no nos explican exactamente cómo eso va a cambiar las cosas. Pero yo no sé si esto es una mala señal para Bukele o no del todo: su popularidad ya no alcanza para los demás. Pero es que yo no sé si él quiso construir la popularidad para los demás. Te voy a poner un ejemplo, en las elecciones últimas municipales la única propaganda que los alcaldes hicieron era un cartel con una enorme N, Es decir, lo que te estaban pidiendo es vote por Bukele, no por nosotros.
Un proyecto personalista…
Es un proyecto eminentemente personalista, donde el hombre está en el centro y el hombre tiene todo el poder rodeado de una cúpula familiar. Quien tiene poder en El Salvador no es el gabinete de ministros, es primero un círculo familiar y después un círculo, curiosamente, armado con venezolanos de la oposición.
Suena como Nicaragua: círculos íntimos de poder, lealtad absoluta…
Suena como Nicaragua.
¿Qué diferencia hay entre el primer gobierno de Bukele y este segundo, marcado por una reelección inconstitucional?
En primer lugar, Bukele llega al poder por decisión popular. La gente lo eligió masivamente en el 2019 y cuando la gente lo elige es porque lo querían como presidente. Bukele destruyó el bipartidismo presidencial que en El Salvador había existido desde la firma de los Acuerdos de paz en 1992 destruyó al FMLN y ARENA. No solo le ganó en las elecciones, sino que lo redujo a nada. El mayor cargo que ahora tiene el partido histórico de la izquierda es una concejal en la alcaldía capitalina. Los convirtió en nada. La diferencia es que Bukele ya empezó a concentrar poder en su primera administración. Bukele se concentró en concentrar poder, es decir, poner una ley muy absurda, que es la ley de depuración de jueces y lo que decía es que todos los jueces mayores de 60 años tenían que ser retirados porque eran corruptos, como si ser corrupto tuviera que ver con la edad. Y ahí puso en todos los juzgados importantes a los jueces que quería. Cuando su Asamblea Legislativa es electa por decisión popular, aunque en asocio con las pandillas, como lo hemos demostrado, Bukele ocupa en la primera sesión plenaria su asamblea para tomarse lo que le faltaba: la Fiscalía y la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia.
Entonces Bukele tuvo todo el poder, pero entonces empezó a maniobrar para ejecutarlo. Empezó a ordenar la Fiscalía, a limpiar todas las acusaciones que había en su contra. A destruir la unidad antimafia que estaba compuesta por fiscales, quienes le habían abierto un caso contra el gobierno de Bukele, llamado Catedral, que incluía negociaciones con pandillas y varios casos de corrupción. Todos esos fiscales están ahora en el exilio. En este segundo mandato no solo se pasó por el arco del triunfo cuatro puntos de la Constitución de la República, que prohíben expresamente que alguien esté un día más que cinco años en la presidencia de forma consecutiva, sino que además, ahora lo que toca, habiendo tenido todo el control, es eliminar cualquier resquicio de oposición y de crítica. Eso es lo que se viene en estos otros cinco años y los que le falten.
En 2018, Ortega dijo en una entrevista que no le importaba que le llamaran dictador. Bukele acaba de decir lo mismo. ¿Qué narrativa usa para justificar su poder absoluto?
Mira, esta es una opinión personal. Yo creo que es lo que hace es mentir y maximizar logros o de sustanciar logros. Por ejemplo, la explicación de que acabó con las pandillas. Eso es un hecho. Bukele acabó con las pandillas y quien lo niegue lo negará por razones ideológicas. La pregunta es, ¿cómo y a costa de qué? Bueno, en parte logró acabar con ellas después de pactar durante cuatro años con los pandilleros, incluyendo la regulación de los homicidios y de las extorsiones que seguían ocurriendo. Pero después con un Régimen de Excepción bajo el cual, en El Salvador, hay uno de cada 57 salvadoreños presos. La tasa carcelaria de El Salvador es de 1612 por cada 100 000 habitantes. Esa tasa, el país que nos sigue es Cuba con 974, es decir, a costa de que se destruyera el debido proceso, cualquier balance de poderes, etcétera. Es decir, Bukele siempre ha construido esas narrativas simplonas que le dan sentido. Por ejemplo, su narrativa, no así dicha, ha sido: ‘Denme todo el poder si quieren que les solucione el problema de las pandillas’. Con esa condición. Entonces, Bukele acabó con las pandillas… y con la democracia en El Salvador.
Pero yo también creo que por lo demás, Bukele aún le habla a un pueblo que considera devoto. El mejor ejemplo de sincretismo de la expresión de Bukele ocurre cuando él gana estas elecciones, en las que compite inconstitucionalmente, y sube al Palacio Nacional y desde el balcón le dice a la gente que levanten la mano en un acto medio religioso. Les dice que juren que ‘van a seguir al pie de la letra todo’ lo que él les pida y les pide que además repitan. Y la gente lo repite en la plaza como si fuera un culto. ‘Sin quejarse’. Y la gente dice sin quejarnos. ‘Y nunca escuchar a los enemigos del pueblo’. Esa fue la declaración de intenciones de este segundo gobierno de Bukele: destruir cualquier rastro de oposición, cualquier rastro de crítica.
¿Cómo se fabrica hoy la persecución política en El Salvador? ¿Qué rol juegan la Fiscalía, los jueces, los medios, los troles?
Pues mira, ahí no hay que matizarlo. Es decir, la Fiscalía es un órgano de persecución política. Eso para empezar. El fiscal Rodolfo Delgado es un lacayo de Nayib Bukele y lo ha demostrado cuántas veces ha podido. Y Bukele lo trata como lacayo cuando da sus discursos. Dice ‘ahorita el fiscal está allanando tal cosa’ como si él fuera su jefe. Los jueces, los pocos jueces valientes que quedaban en el país, o han sido enviados a juzgados del Interior, que no tienen ninguna trascendencia más que dirimir pequeños conflictos vecinales o están exiliados fuera del país. Los fiscales que intentaron investigar a Bukele están exiliados del país. La prensa se partió en una actitud comprensible, quizás que no es la que nosotros tomamos. Muchos medios decidieron dejar de informar de manera crítica y convertirse en una especie de narradores de la realidad: ‘hubo una conferencia de prensa, chocaron dos carros, Bukele hablará mañana, la temperatura es de tanto’. Es decir, sanitizar de cualquier especie de interpretación o de crítica, cualquier posición, sobre todo los medios de televisión. Hay que decirlo desde hace mucho tiempo, para cuidar sus finanzas y sus espacios informativos han tenido una actitud periodísticamente pusilánime.
Por otro lado, hay un montón de medios, principalmente medios digitales y los dos impresos, que han tenido una actitud muy crítica… Y hemos pagado las consecuencias y estamos claros de que las vamos a seguir pagando. Por lo demás, Bukele se ha rodeado de todo una corte de expolíticos cínicos que venden su opinión a quien sea. Se han vendido periodistas que se dedican a ubicar información como Bukele la quiera. Policías que actúan con grupos al margen de la institución para dar seguimiento y amedrentar gente. supongo que cosas muy parecidas a las que pasan en Nicaragua.
“Bukele se siente todopoderoso con Trump”
Abramos el foco: ¿Qué papel juega el regreso de Trump al poder en el fortalecimiento del autoritarismo de Bukele?
En primer lugar, Bukele está viviendo su periodo más maravilloso con la actual administración estadounidense. Te voy a recordar que Bukele durante la primera presidencia de Trump, tuvo un pequeño periodo en el que le tocó y tuvo una relación extraordinaria con el embajador Ronald Johnson, que ahora es embajador en México. Fue tal la relación que tuvieron, que cuando Johnson se fue del país, Bukele se inventó una medalla, la Francisco Morazán, solo para dársela a él… Y le llamó amigo y se tomaron unas fotos comiendo patas de cangrejo, paseando en lancha. Entonces entró Biden y en los primeros nueve meses de esa administración, la encargada de la embajada terminó dando una conferencia de prensa en la embajada estadounidense diciendo que era imposible dialogar con Bukele, comparándolo con Hugo Chávez y abandonó el país. Y la embajada quedó acéfala. Y poco a poco, los demócratas, que en estos términos suelen rendirse muy rápido, empezaron a construir una diplomacia mucho más soft. Enviaron a otro embajador que empezó a tener gestos de reconciliación con Bukele.
Supongo que Estados Unidos hace una lectura de Centroamérica y ven en Nicaragua a un dictador; en Guatemala, un presidente sin poder; en Honduras, a un gobierno que sigue estableciendo lazos con Venezuela y Cuba, y dirán no podemos perder a El Salvador. Supongo que esa es la manera en la que evalúan las cosas. Pero definitivamente ahora que Trump ha entrado y que Bukele le ha dado las cárceles, que Trump lo ha recibido en la Casa Blanca, entonces Bukele se siente todopoderoso.
Es decir, el gesto de Trump con los primeros tres vuelos de venezolanos deportados, que llegan enviados a ese limbo jurídico que es el CECOT, a pagar penas de delitos que no han cometido, a un país que no los está acusando de nada… Y envían también a uno de los ocho líderes pandilleros de la Mara Salvatrucha que Estados Unidos, el FBI, capturó en México y con los que están construyendo un caso penal en la corte de Long Island contra 27 líderes. Pero en los indictment de la Corte, la Fiscalía menciona que esos pandilleros pactaron con el gobierno de Bukele.
¿Y eso es lo que quiere borrar Bukele?
Bukele siempre quiso borrar eso y Trump se lo está concediendo de alguna manera. Bukele sabe que de llegar a demostrarse en un juicio que pactó con las pandillas, sería un precedente jurídico que a Bukele lo perseguiría por años. Esa sería una investigación que de facto la fiscalía estadounidense podría abrir con el paso de los años, cuando Bukele quizás, quién sabe cuando, algún día deje el poder.
¿Qué le dirías a quienes todavía apoyan a Bukele en América Latina, argumentando que lo importante es que “dio seguridad”, aunque viole derechos humanos o destruya instituciones?
Mira, yo lo que les diría es que sean honestas. Es decir, la gente tiene derecho a hacer lo que le da la gana y Latinoamérica es un buen ejemplo de que la gente apoya a quién quiere apoyar. Pero si a usted le gusta Nayib Bukele, usted no es demócrata. Reconózcalo, a usted le gustan los dictadores. Dígalo y vaya por la calle y dígaselo a la gente y a su familia. Si a usted le gusta que un hombre tenga todo el poder del Estado sin contrapesos y puede encarcelar a quien quiera cuando quiera, como lo ha hecho con uno de cada 57 salvadoreños; si ese hombre puede violar la Constitución y a usted le gusta, entonces a usted le gustan las dictaduras. No le gusta la democracia. Está bien. Yo no tengo ningún tipo de poder para obligar a alguien a que cambie la manera de apoyar a Bukele. Mi trabajo es revelar información y la información que hemos revelado es concluyente. Ese hombre es un dictador. Otra cosa es que no haya tenido que aplicar toda la crueldad que podría aplicar, porque aún sigue siendo popular.
Yo lo que le diría a la gente que apoya a Bukele es que no sean ingenuos. Están apoyando a alguien que es dictador y eso implica que, por ejemplo, si un día en el régimen de excepción, como le ha pasado a mucha gente, vos apoyas a Bukele, pero de repente se llevan a tu hijo injustamente, sin antecedentes penales, sin tatuajes de pandillas, sin más información que como la que aparecía en los 600 expedientes ocultos que encontramos del régimen, y en el que los policías solo habían escrito: mostró nerviosismo. El día que se lleven a tu hijo por nerviosismo, entenderás que se lo llevaron por la dictadura que te gustaba. Y ese día no digas que no te gusta la dictadura, porque eso es lo que hacen las dictaduras.
“Bukele va a seguir en el poder”
¿Qué tanto espacio le quedan a las voces críticas como ustedes para resistir dentro de El Salvador?
Honestamente, el espacio de lo que le dé la gana a Bukele. Bukele nos va a meter presos cuando le dé la gana. Esa es la respuesta sencilla y eso lo tenemos claro. No hay debido proceso, no va a haber necesariamente alertas. Si pasado mañana que entremos al país a Bukele le da la gana de capturarnos, nos va a capturar. Si dentro de un mes le da la gana de capturarnos, esa noche nos van a sacar de las casas y si le da la gana de hacerlo en un año así va a pasar. No hay ninguna frontera. No hay ni siquiera una delgada línea, una barrera de papel entre el deseo de Bukele y el encarcelamiento nuestro.
Finalmente, ¿vos crees que Bukele se perfila hacia un tercer mandato o se va a quedar afincado indefinidamente en el poder, como lo ha hecho Daniel Ortega en Nicaragua?
Yo creo que Bukele va a seguir en el poder y hay dos gestos concretos. Los periodistas tenemos algunos verbos: elucubrar no es uno, pero interpretar sí. En primer lugar, Bukele está ampliando su casa privada. Ha invertido 1.4 millones de la presidencia para ampliar un proyecto de su residencia privada. Y a ese proyecto que nosotros descubrimos y publicamos se le llama ampliación de la nueva residencia presidencial. Nadie se pone a ampliar la casa para irse dentro de dos años. Segundo lugar, la Asamblea Legislativa de Bukele acaba de reformar la manera de reformar la Constitución. Antes necesitabas que una gestión legislativa reformara la Constitución y la siguiente lo ratificara. Es decir, para reformar la Carta Magna necesitabas dos asambleas electas en elecciones diferentes. Ya modificaron eso. Hoy ellos pueden modificar y ratificar en una tarde. Yo creo que Bukele hizo eso para modificar la Constitución y incluir la reelección indefinida y creo que lo va a hacer entre finales de este año. Su Asamblea Legislativa y principios del otro. Y Bukele va a anunciar que va a volver a competir, supongo, antes de que Donald Trump deje el poder en 2028.
¿Esa es su gran ambición?
Bukele es un hombre que cree que él es un mesías. Bukele es un hombre que tiene un proyecto personalista de alguna manera, y eso es así, lo ha demostrado. Te voy a recordar una anécdota: cuando Bukele sintió que no le aprobaba la Asamblea Legislativa, antes de que él ganara ese órgano en las elecciones y lo manipulara ilegalmente como lo ha manipulado, Bukele sintió que la Asamblea Legislativa, que todavía tenía oposición, no le era suficientemente expedita a sus deseos. Y alguien había solicitado unos préstamos en seguridad que no le concedieron rápidamente.
Entonces Bukele le pidió a la gente que los acompañara. Marcharon hacia la asamblea y rodeado de militares y de camarógrafos, se sentó en el sillón del presidente del Parlamento, el primer órgano de Estado y dijo a la gente, ‘solo espérenme, voy a hablar con Dios’. Rodeado de soldados y con las cámaras filmando, Bukele le habla a Dios y Dios le contesta inmediatamente, porque Bukele tiene una conexión inmediata con Dios… y Dios le dice, ‘paciencia’, que por favor no dé un golpe al primer órgano del Estado. Por suerte Dios estaba de buen humor en ese momento y no le dijo ‘disuelve el primer órgano de Estado’. Y Bukele sale y le dice a la gente, ‘ya hablé con Dios, calmémonos de momento’. Esa es una escena muy sincrética de Bukele: baño de masas, mentiras a la gente, muchas redes sociales, militares y Dios. Ahí tenés la composición de un hombre con un proyecto personal.