Después de casi un mes sin comparecer públicamente, Daniel Ortega reapareció este sábado 24 de mayo en un acto de entrega de 100 autobuses donados por China. Lo hizo para descargar nuevamente una retahíla de ataques y ofensas contra los opositores.
En una nueva exhibición de su discurso de odio, se burló de los 222 presos políticos que su régimen encarceló y luego desterró a Estados Unidos en febrero de 2023, los llamó “conspiradores” y aseguró que su expulsión fue para “dar vuelta al golpe de Estado” que, según él, intentaron consumar en 2018 a través de las protestas sociales de la población autoconvocada.
“Montamos a 222, entonces los mayores conspiradores, que decían que ya íbamos en el avión nosotros para allá, los mandamos para allá, a los 222 conspiradores. Fue un mal trago para ellos ya que querían que nosotros viajáramos ahí. Los mandamos a viajar a ellos. Allá están”, dijo Ortega con sorna, burlándose de los opositores desterrados, entre quienes se encontraban excandidatos presidenciales, defensores de derechos humanos, periodistas, sacerdotes y líderes universitarios.
Durante el acto, Ortega lanzó insultos directos contra los participantes del fallido diálogo nacional, en el que su régimen se sentó a negociar con representantes estudiantiles, empresariales y de la Iglesia católica.
“Era basura la que teníamos enfrente, era basura. Todos eran basura”, dijo refiriéndose a los interlocutores de la mesa negociadora, que incluyeron al entonces presidente del Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep), José Adán Aguerri, líderes universitarios del Movimiento 19 de Abril y obispos de la Conferencia Episcopal de Nicaragua.
El dictador reapareció públicamente luego de casi un mes de ausencia en actos oficiales. Su última aparición fue el 30 de abril, cuando arremetió contra el expresidente estadounidense Donald Trump, criticando su política antimigratoria, la guerra arancelaria, los delirios expansionistas y los ademanes autoritarios del republicano.
Esta intervención ocurrió justo después de que el Departamento de Estado de EE. UU. publicara un informe que cataloga al régimen Ortega-Murillo entre los “adversarios a combatir” por su carácter autoritario y violaciones sistemáticas a los derechos humanos, en un contexto en que Trump había cumplido 100 días de su segundo mandato.
“Nicaragua está mejor que en 2018”
En su discurso, Ortega también aseguró que Nicaragua está “mejor que en 2018”, cuando mantenía una alianza con el gran capital. “Veníamos muy bien en esa gran alianza… pero vinieron y la atropellaron”, dijo. “Ahora Nicaragua está mucho mejor que en aquel período de la alianza. Está mucho mejor preparada”, añadió, afirmando que su gobierno ha logrado una “reconciliación” con empresarios, trabajadores y diferentes partidos políticos que en realidad responden a los intereses del régimen.
Las afirmaciones de Ortega sobre una supuesta mejora en la situación de Nicaragua contrastan con la realidad del país, que enfrenta un creciente aislamiento internacional. Desde 2022, el régimen ha retirado al país de múltiples organismos internacionales, incluyendo la Organización de Estados Americanos (OEA), el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y, más recientemente, la UNESCO .
Estas decisiones han limitado significativamente la cooperación internacional y el acceso a programas esenciales en áreas como educación, salud, migración y derechos humanos. Además, operadores de la dictadura sandinista que tienen sometida a Nicaragua han sido objeto de sanciones por parte de la Unión Europea, Estados Unidos y otros países, debido a las continuas violaciones de derechos humanos y el estado policial impuesto en el país. Además, la nación enfrenta un severo declive económico derivado de una escala alcista en los precios de los principales productos básicos
Informe de la ONU desmiente a Ortega
El discurso de Ortega contrasta con las conclusiones del más reciente informe del Grupo de Expertos en Derechos Humanos sobre Nicaragua de la ONU, publicado el 26 de febrero de este año. Este reporte señala que el régimen sandinista dirigió una estrategia represiva “diseñada para conservar el poder a toda costa” desde el inicio de las protestas en abril de 2018.
Por primera vez, el informe documenta como el Ejército de Nicaragua participó directamente en la represión, utilizando armas letales junto a la Policía Nacional y grupos paramilitares.
“El uso sistemático y deliberado de armas letales, la intervención de francotiradores, y el elevado número de víctimas con heridas de bala en partes vitales del cuerpo sugieren que su intención no era dispersar a los manifestantes, sino matarlos e infundir miedo”, señala el informe de la ONU. Además, los expertos establecieron que el comandante en jefe del Ejército, Julio César Avilés, ordenó la participación militar a pesar de no tener competencias en seguridad pública, y que Ortega instruyó a los altos mandos a “neutralizar” a los manifestantes.
En lugar de responder a estos señalamientos con argumentos o pruebas, Ortega se limitó a reactivar su discurso confrontativo, victimizándose y atribuyendo a los obispos, estudiantes y empresarios una supuesta conspiración internacional.
Acusó a los religiosos de pedirle la renuncia en una reunión privada, con el respaldo de Estados Unidos. “Nos pidieron que desmontáramos todo: Consejo Supremo Electoral, Asamblea, Ejército, Policía… y que nos fuéramos del país. ¡Estaban mal de la cabeza!”, exclamó en tono burlesco.
El discurso del dictador sandinista no solo dejó en evidencia su desprecio por quienes enfrentaron al régimen en las calles y en la mesa de negociación en 2018, sino que reafirmó la narrativa de revancha y negación que sostiene su dictadura.
Convirtió un acto oficial en una tribuna para burlarse de los desterrados, deshumanizar a los líderes estudiantiles, religiosos y glorificar una “estabilidad” construida sobre la represión, el exilio forzado y el aislamiento internacional.