Enrique Sáenz
15 de abril 2023

Después de cinco años de abril, ¿qué hemos aprendido?


Cinco años es bastante tiempo, y a la vez poco tiempo. Todo depende del cristal con que se miren las jornadas de protesta que estallaron en abril del 2018. Es un tiempo corto, desde el punto de vista histórico. Es un tiempo largo si lo consideramos desde la perspectiva del sufrimiento que el dictador ha impuesto al pueblo nicaragüense. En todo caso, sí es un tiempo suficiente para extraer enseñanzas que puedan ayudarnos a iluminar el presente y, sobre todo, la ruta hacia el futuro de nuestro país.

Comencemos con abril del 2018 ¿Cuáles fueron los hechos que necesitamos rememorar?

  1. La chispa que encendió la mecha fue un reclamo de carácter económico y social: Ortega quiso imponer unas reformas a la seguridad social para evitar el naufragio de las finanzas de esa institución, provocado por el despilfarro, la corrupción y la incompetencia.
  2. La respuesta represiva de las fuerzas de choque de la dictadura despertó la solidaridad inmediata de sectores juveniles que enfrentaron a las fuerzas represivas. El salvajismo con el que fueron atacados los jóvenes rápidamente contagió a las familias y las protestas se extendieron a lo largo y ancho del país. Corresponde subrayar dos factores imprevistos: el papel de los celulares y las redes sociales, y el impacto de las emociones.
  3. Las movilizaciones masivas registran a su vez varias características: en primer lugar, la espontaneidad. Por primera vez en nuestra historia la gente desbordó las calles sin seguir a un caudillo o una bandera partidaria. No obstante, a pesar de lo masivo, fueron manifestaciones pacíficas. Por supuesto no vamos a esconder la cara ante algunos focos de violencia que acontecieron, pero lo primordial fue el carácter pacífico de las protestas.
  4. Si bien el motivo inicial fue una reivindicación concreta, resulta claro que la masividad y espontaneidad son indicadores concluyentes de que estaban agotados tanto el modelo de dominación política, basado en un marco opresivo y represión selectiva, como el modelo económico y social, sustentado en el subsidio petrolero y prebendas clientelares. Por esta razón, las banderas que prontamente se enarbolaron fueron libertad, elecciones libres, democracia. Cuando los asesinatos comenzaron, se empuñó también la bandera de la justicia.
  5. Se registró una fractura en el bloque de poder. En efecto, los grupos económicos aliados de Ortega y las cúpulas empresariales se distanciaron de la dictadura. Además, sectores afines al régimen comenzaron a marcar distancia, incluso connotados voceros recularon o se metamorfosearon ante el torbellino del movimiento social.
  6. Hay otros rasgos fundamentales que es preciso destacar: el carácter pluri clasista; en las marchas participaron familias de todos los sectores sociales; el carácter plural, pues las identidades políticas, partidarias o ideológicas quedaron sepultadas ante la avalancha de las reivindicaciones nacionales amparadas por la bandera azul y blanco. El carácter pluri sectorial, en términos de oficio, sexo, edad. Todavía no se ha reconocido lo suficiente el papel que desempeñaron las mujeres de todas las edades. En mi opinión fue el segmento social decisivo con su energía, alegría, decisión, valentía y colorido.
  7. El principal protagonista de ese episodio fue el pueblo nicaragüense. La comunidad internacional, que estuvo ajena al proceso de implantación de la dictadura, primero con perplejidad, después con tibieza y finalmente con lentitud.
  8. En resumen, por primera vez en nuestra historia el movimiento de cambio se expresó de forma masiva, pacífica, espontánea, cobijada por la bandera nacional.

¿Cuáles fueron los factores que intervinieron en el desenlace de ese primer episodio de la lucha? 

Sin que sean todos, anoto los siguientes:

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  1. La falta de conducción política y de organización. Lo que en un momento fue la principal virtud, esto es, lo espontáneo, después se transformó en un déficit. Surgieron nuevos rostros, pero no nuevos liderazgos. Ninguna de las organizaciones existentes estuvo en capacidad de orientar el desborde popular. El poder de representación nació agujereado.
  1. El diálogo fue, sin duda, el principal factor mediatizador. Por un lado, ver sentados en el bloque democrático a quienes hasta pocos días antes habían sido aliados de la dictadura resultaba, al menos, desconcertante. 

Que conste, esta anotación no encierra señalamientos personales, pero ¿cuánto influyeron los ex aliados de Ortega en las posiciones del bloque democrático? No lo puedo decir porque no estaba ahí, pero se requiere ser adivino para concluir que, teniendo más organización, más experiencia, más claridad de objetivos e intereses, y mayor cohesión, este sector pudo inclinar la balanza hacia sus posiciones. Las imágenes y pronunciamientos reflejaron que rostros y movimientos emergentes rápidamente se plegaron al sector dominante.

  1. Las expectativas de una solución pronta que nacieron en la población y se alimentaron desde los escenarios y desde el discurso, comenzaron a desvanecerse ante el divorcio entre las proclamas y las realidades. Y la energía del movimiento social se fue diluyendo. Cuando se revisan los análisis sobre movimientos sociales en otras latitudes se constatan comportamientos semejantes.
  1. Una pésima lectura del momento político, de la correlación de fuerzas y de las características del régimen condujo a tácticas y líneas de acción que a la postre resultaron catastróficas. Y aquí hay que incluir la mediación de la Iglesia Católica. Ni podemos, ni debemos esconderlo. La agenda, el método, las acciones y el talante de los actores dejó patente que subestimaron la voluntad y el aferramiento al poder de Ortega, su falta de escrúpulos y su capacidad represiva. Las consecuencias fueron fatales.

Ortega ganó un tiempo precioso para salir del desconcierto, reorganizar sus fuerzas y preparar su embestida criminal. El resultado lo sabemos todos.

¿Cuál es la situación en el presente?

La crisis política sigue viva. El recrudecimiento de la represión es la principal prueba de que la crisis ahí está, más profunda todavía. Y Ortega es incapaz ya de superarla. Solo le queda la palanca represiva. Después de cinco años, la impotencia del dictador se expresa en los lloriqueos repetidos sobre el “golpe de Estado”, la intervención extranjera, las conspiraciones, en revoltijo con la invasión de Walker, la esclavitud y las bombas nucleares. Incluso, en su más reciente discurso confesó que viven “tensos” ante el temor de un nuevo estallido social con ocasión del quinto aniversario.

A la crisis política se une la crisis económica, la crisis social y el aislamiento internacional. 

Pero Ortega sigue en el poder. La dictadura es como un enfermo incurable que ni se levanta, ni se muere porque todavía está conectado a respiradores que le mantienen con vida.

¿Y por qué sigue en el poder?

Para explicarlo tenemos que analizar algunos episodios acontecidos en estos cinco años y, principalmente, analizar el papel desempeñado por liderazgos y organizaciones opositoras. ¿Cuál es su cuota de responsabilidad? ¿Han podido hacer más o hacerlo mejor? ¿Qué rutas tienen ante sí? Esto será tema de otro comentario. 

Por ahora solo adelanto que la dictadura, con sus embestidas recientes, ha servido en bandeja un conjunto de oportunidades que es imperativo aprovechar, porque son oportunidades que no permanecerán indefinidamente.

ESCRIBE

Enrique Sáenz

Es licenciado en Derecho y licenciado en economía, y cuenta con estudios superiores en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, Caracas) y estudios superiores en Historia Latinoamericana (UNAN, Managua). Fue diputado de la Asamblea Nacional de Nicaragua (2007-2016) y gerente de proyecto para asuntos de cooperación y gobernabilidad en la Delegación de la Unión Europea para América Central en Managua. Se desempeñó también como Director Ejecutivo de la Fundación Siglo XXI (1996-1997) y Oficial Ejecutivo en la Representación del PNUD en Nicaragua, entre otros puestos en el gobierno de Nicaragua y organismos regionales.