Hace unas semanas se celebró el décimo aniversario del Movimiento de los Paraguas en Hong Kong, un hito que definió la identidad moderna de la ciudad y su resistencia frente al control autoritario de Pekín. Durante 79 días, del 28 de septiembre al 15 de diciembre de 2014, miles de valientes hongkoneses tomaron las calles exigiendo sufragio universal y gobernanza democrática. Los manifestantes utilizaron paraguas amarillos para protegerse de los gases lacrimógenos y el espray de pimienta de la policía, transformando los paraguas en un símbolo de resistencia pacífica. Pero el movimiento no se limitaba a reformas electorales; era un grito desesperado por preservar las libertades garantizadas por la Ley Básica de Hong Kong, libertades que Pekín ha ido socavando constantemente.
Como nicaragüenses que vivimos las protestas masivas de 2018, donde estudiantes valientes también se tomaron las calles para exigir justicia, libertad y democracia, es imposible no sentir una profunda admiración por movimientos no violentos como el de Hong Kong. En ambas naciones, la juventud se convirtió en el rostro de la resistencia, enfrentándose a dictaduras que utilizan la fuerza brutal para silenciar cualquier voz de disenso. Tanto en Nicaragua como en Hong Kong, los gobiernos tiránicos respondieron a las protestas pacíficas con represión salvaje, convirtiendo el clamor popular en una lucha por la supervivencia.
Desde la entrega de Hong Kong de Gran Bretaña a China en 1997, los hongkoneses han sido testigos de una invasión gradual pero persistente por parte de Pekín, que ha desmantelado el principio de “un país, dos sistemas” prometido en la entrega. El Movimiento de los Paraguas fue una respuesta a esa invasión, una demanda por “sufragio universal genuino” y el fin del control de Pekín sobre la elección del jefe ejecutivo de Hong Kong. Las protestas de 2014 expusieron profundas divisiones en la sociedad, encendiendo una lucha que continúa hasta el día de hoy.
Una de las líderes que emergió de esta batalla es Joey Siu, una activista estudiantil de Hong Kong, ahora exiliada en Washington, D.C., tras ser forzada a huir a fines de 2020. He tenido el honor de conversar con Joey y escucharla reflexionar sobre su activismo y las consecuencias de haberse sumado a las protestas. El régimen del Partido Comunista Chino en Hong Kong ha puesto precio a su cabeza: “El 13 de diciembre, me desperté con la noticia de que las autoridades de Hong Kong emitieron una orden de arresto y una recompensa de $1 millón de HK sobre mí. Desde que me exilié, sabía que esto podría pasar… Pero esta recompensa es como una sentencia de muerte: realmente nunca podré volver”, dijo. A pesar de las amenazas, Joey sigue firme, continuando su defensa de los derechos de Hong Kong desde el extranjero, sin dejarse intimidar por los esfuerzos del régimen por silenciarla.
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La historia de Joey Siu es inquietantemente similar a la de muchos jóvenes nicaragüenses que, en 2018, alzaron su voz contra la dictadura de Daniel Ortega y fueron recibidos con violencia mortal. Ortega, igual que el Partido Comunista Chino (PCCh), respondió a las protestas pacíficas con brutal represión. En Nicaragua, Ortega ordenó disparar contra personas que marchaban pacíficamente, tal como lo hizo el régimen chino en Hong Kong. Aunque separados por geografía y cultura, hay una conexión profunda entre los estudiantes hongkoneses y los estudiantes nicaragüenses: ambos se enfrentan a dictaduras que temen la verdad y que responden a las demandas de libertad con violencia despiadada.
Desde 2014, el Movimiento de los Paraguas ha evolucionado en una lucha más amplia por la libertad, ya que Pekín ha intensificado su control sobre Hong Kong. La Ley de Seguridad Nacional, impuesta en 2020, criminalizó la disidencia y permitió a las autoridades reprimir activistas, periodistas y legisladores. En 2024, la aprobación del Artículo 23 consolidó aún más el control de Pekín, dejando a los hongkoneses con aún menos libertades civiles.
Lo que resulta más perturbador es cómo la dictadura de Daniel Ortega está acercando peligrosamente a Nicaragua a China, tejiendo afinidades perversas entre su régimen y el del Partido Comunista Chino. Ortega ha buscado el apoyo de Pekín para consolidar su poder, en un giro que denigra aún más la soberanía de Nicaragua y la esperanza de libertad. Así como el Partido Comunista Chino reprimió a los estudiantes de Hong Kong, Ortega utilizó las mismas tácticas brutales contra los jóvenes nicaragüenses que solo pedían justicia y democracia en las protestas de 2018.
Las tácticas represivas del régimen chino no se limitan a Hong Kong. Como señaló Joey: “En los últimos años, el PCCh y las autoridades de Hong Kong han intensificado su represión transnacional… Han establecido estaciones secretas de policía en todo el mundo, incluso en Estados Unidos, para silenciarnos”. Esta represión transnacional no solo afecta a los hongkoneses, sino también a uigures, tibetanos y otros disidentes que desafían al gobierno autoritario de China. La sombra del PCCh se extiende globalmente, y las democracias deben confrontar estas amenazas a sus propios ciudadanos y valores.
La comunidad internacional debe actuar. Mientras la lucha en Hong Kong continúa, existe una obligación moral de apoyar a quienes luchan por sus derechos contra un régimen cada vez más autoritario. Desde el World Liberty Congress (WLC) hemos pedido investigaciones independientes sobre la brutalidad policial, y organizaciones de derechos humanos como End Arbotrary Detention (Fin de la Detención Arbitraria) han exigido que Pekín respete la autonomía que una vez prometió y libere a los presos políticos. Si las democracias no se posicionan ahora a favor de Hong Kong, corren el riesgo de permitir que el autoritarismo se extienda sin control.
Frances Hui, otra activista estudiantil y defensora de la autonomía de Hong Kong a quien tuvimos el gusto de escuchar en un panel sobre periodismo en el exilio organizado por Freedom House, capturó la esencia de la crisis de identidad de la ciudad al decir: “Soy de una ciudad que pertenece a un país al que no pertenezco”. Este sentimiento refleja la creciente desconexión que muchos hongkoneses sienten hacia China continental. Una encuesta de 2018 reveló que el 40% de los ciudadanos se identifican como “hongkoneses”, mientras que solo el 15% se identifica como chino. Para las generaciones más jóvenes, esa brecha es aún mayor, con menos del 4% de los jóvenes de entre 18 y 29 años viéndose a sí mismos como chinos.
Los paraguas amarillos ya no llenan las calles, pero el espíritu del Movimiento de los Paraguas sigue vivo. La lucha por el futuro de Hong Kong está lejos de terminar, y el coraje de quienes continúan resistiendo —como Joey Siu y Frances Hui— es un recordatorio del combate global por la libertad. En este décimo aniversario, estamos llamados a recordar que la democracia es frágil pero es posible rescatarla, y que el mundo no debe desviar la mirada mientras los hongkoneses y los nicaragüenses continúan su lucha contra la tiranía. Su lucha es un testimonio del poder de la esperanza, y merece nuestro apoyo inquebrantable.
ESCRIBE
Félix Maradiaga
Presidente de la Fundación para la Libertad de Nicaragua. Es académico, emprendedor social y defensor de derechos humanos nicaragüense. En el año 2021 fue candidato presidencial en las primarias de la oposición por parte de la Unidad Nacional Azul y Blanco. Por ser una de las voces más críticas contra el régimen de Ortega, fue arbitrariamente encarcelado por más de veinte meses.