Nadia Ramos Briceño
13 de diciembre 2024

El valor que se esconde en la economía: las mujeres


A lo largo de la historia las mujeres han afrontado una cruda realidad: han atravesado una opresión sistemática y a la vez cultural en el ámbito público y privado. La escritora costarricense Yadira Calvo en su libro La mujer, víctima y cómplice expresa una frase que lo refleja cabalmente: “si la mujer tradicionalmente no ha gozado de auténticos derechos de persona humana ni en la intimidad misma de su familia, fuera de ella no ha contado absolutamente para nada más que como botín de guerra”. 

Toda mujer ya sea en su niñez, juventud y en su vida adulta ha enfrentado experiencias de control estructurado de terceros y, por tanto, se ha sometido a actividades que por años han sido importantes para la reproducción de la vida, pero dichas actividades han socavado parte de la suya. 

Todas las mujeres al nacer se ven expuestas a vivir cierto tipo de esclavitud, pero esclavitud en el sentido de asumir de forma natural el papel de cuidadora de la vida que culturalmente se le ha otorgado. Una de las primeras ideas que surgen en la exposición de este tema es la forma en que la sociedad ha pasado por alto cómo se preserva la vida en sí misma: desde el cuidado que se nos da en la infancia hasta en el bienestar que se necesita para que la composición de una sociedad como un todo perdure. Se desestima el ser que existe detrás del mantenimiento de la vida cotidiana de cualquier persona.

A partir de lo anterior, los cuidados que se requieren para vivir una vida plena se han reflejado como obligaciones para las mujeres, dando paso a la división sexual del trabajo. Por ejemplo, Sullerot (1988) menciona lo siguiente:

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La mujer transforma la lana de las ovejas en hilos, los hilos en tejido, el tejido en vestidos; transforma los granos que machaca en harina, la harina en galletas, etc. Sin embargo, si todos los filósofos que he releído piensan en citar el ejemplo del panadero tan preciado por Jean Aicard, nadie piensa en tomar como prototipo del trabajador a la mujer que hace el pan o la comida (p. 20). 

Se tiene la idea aún en la actualidad de que el trabajo doméstico les concierne a las abuelas, madres, tías e hijas, y a pesar de que el progreso por romper el ciclo en el quehacer diario de esos miembros de la familia siempre está presente el cuidado de los terceros que la componen. Por ello, a raíz de acontecimientos históricos la conducta de la mujer ha sido por el compromiso de obedecer la educación que se le inculcó de generación en generación. 

Alrededor del mundo, la manera que cada una de las sociedades organiza el trabajo de cuidados entre hombres y mujeres poseen diferencias significativas, por ejemplo, en Latinoamérica y el Caribe “las mujeres en edad escolar, de entre 15 y 24 años, ya destinaron 4,01 horas diarias al cuidado, y los varones del mismo rango etario, 1,9” (Oxfam International, 2020, p. 20). Es inevitable desvincular el hecho de que es una actividad notablemente feminizada, y un rol asignado por defecto. Sin embargo, esa obligación está presente debido al sentimiento de culpa de proteger y cuidar de su hogar. Aquella idea del hogar que es más representativa, ya que este es parte de la composición global de los procesos de producción de bienes para el mercado: que su dicho valor monetario es no contabilizado.

En el caso de Costa Rica un indicador clave es la tasa de participación de las mujeres en la producción de bienes y servicios, la tasa de ocupación de los hombres fue de 63,1%, mientras que, las mujeres presentan un 39,9% para el I trimestre 2023 y 2024 según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censo (INEC). La imposición del trabajo de cuidados a las mujeres refleja que es posible que muchas de ellas dediquen tiempo al trabajo de cuidado y no a un empleo remunerado.

Después de todo, es posible que el trabajo de cuidados sea el más importante para el desarrollo de nuestro cuerpo, nuestra identidad, nuestras relaciones sociales, el fundamento de nuestro conocimiento y, en última instancia, nuestra vida. ¿Por qué la sociedad rebaja dicha labor como si no fuera digna de mérito y aplausos? El cuidado es parte del día a día de todas las personas ¿por qué no aprender a cuidar la vida de la cual somos dueños independientemente de nuestro sexo? 

Todas las mujeres del pasado y presente que cargan en sus hombros la lucha por ser valoradas permite cambiar el futuro que se está escribiendo, son necesarias la educación y las políticas correctas para impulsar una nueva concepción del trabajo de los cuidados. Particularmente, estrategias que alientan la cultura para cuidar la vida que se nos ha sido otorgada. Probablemente no sea tan simple tomar completo control sobre la conducta humana ante tal conflicto, se debe reconocer lo que significa en sí el trabajo de cuidados para todos los seres humanos, ya que la naturaleza de la vida requiere de ese acto.

ESCRIBE

Nadia Ramos Briceño

Guanacaste, Costa Rica (2001). Estudiante de Economía y Educación Primaria con concentración en inglés en la Universidad de Costa Rica. Explora la investigación y la escritura para aportar a la construcción del pensamiento reflexivo.