El exprocurador Jordán Rodas está convencido de que su rostro estará junto al de Thelma Cabrera en las papeletas que el Estado imprimirá para las elecciones generales de Guatemala, cuya primera vuelta se celebrará el 25 de junio. “En estos días en Bogotá hice una sesión de fotos de cara a la campaña, pues”, dice, para explicitar su confianza.
Tras su salida del país en agosto de 2022, apenas unas horas antes de que se le agotara la inmunidad aparejada a su cargo como procurador de Derechos Humanos, Jordán Rodas está en plena gira por distintos países de América y Europa; entre otras cosas, para amarrar apoyos internacionales de cara a que su candidatura a la vicepresidencia sea también rechazada por la Corte Suprema de Justicia y por la Corte de Constitucionalidad.
DIVERGENTES coincidió con Rodas en Bogotá, la capital colombiana, y concedió esta entrevista, en la que también analiza el avance del populismo y el autoritarismo en Nicaragua, en Honduras, en su propio país y, por supuesto, en El Salvador. “Bukele es autoritario pero es muy chispudo, eso hay que reconocerlo”, dice.
Las elecciones son el 25 de junio. ¿Optimista sobre su participación?
Sí.
Recibe nuestro boletín semanal
Pero el Tribunal Supremo Electoral (TSE) rechazó no sólo su candidatura, sino el recurso que plantearon. ¿En qué basa ese optimismo?
En que la argumentación legal que aducen las autoridades que nos están negando el derecho a ser electos no tiene fundamento real alguno jurídico. Entonces, si se resuelve conforme a derecho…
Pero hablamos de Guatemala.
Sí, pero la justicia va más allá. Somos parte de la comunidad internacional, y agotaremos todas las instancias: las nacionales primero, lógicamente, y luego las internacionales. El domingo 5 de febrero presentamos un amparo en contra el TSE ante la Corte Suprema de Justicia, y los plazos que la ley marca para resolver los amparos son muy ágiles; esperamos que los cumplan.
¿Tiene esperanza en esta Corte Suprema?
Dicen que la esperanza es lo último que se debe perder. Los magistrados tienen que decidir de qué lado de la historia van a quedar. El Tribunal Supremo Electoral está secuestrando nuestra democracia, haciendo un fraude burdo, y la Corte Suprema puede rescatar la democracia y, de alguna manera, depurar su propia imagen, que está bastante desacreditada.
Son los mismos magistrados que, por poner un ejemplo, suspendieron en marzo de 2022 a Pablo Xitumul, uno de los tres jueces que condenaron en 2013 al general Ríos Montt.
Y ese tipo de medidas les ha supuesto un costo: hay miembros de la Corte Suprema señalados en listas de castigo de nuestro principal socio comercial, Estados Unidos, como la Lista Engel. Estoy convencido de que los demás habrán interiorizado ese costo, porque afecta a su prestigio, a su futuro, incluso a sus familias, pues. Imagínense que sus hijos no puedan viajar a Estados Unidos por alguna sanción que les apliquen.
Sí parece optimista usted. ¿Pero es un optimismo honesto o es lo que le toca decir?
En estos días en Bogotá hice una sesión de fotos de cara a la campaña, pues. Así de confiado estoy. Tengo suficiente autoridad moral, y me da mucha fortaleza el gran respaldo en las calles, en redes sociales, en mensajes, en llamadas. Yo siento que la sociedad guatemalteca está viendo nuestra candidatura como la única alternativa real de cambio. Las otras propuestas pueden ser light, más de lo mismo.
El TSE alegó que usted tiene investigaciones pendientes en la Contraloría.
Pero ese no es argumento.
De momento lo está siendo.
Pero es un argumento ilegal, porque el finiquito que me dio la Contraloría General de Cuentas es válido; tiene seis meses de vigencia, hasta mayo.
Eso mismo argumentó su partido en el recurso que interpusieron y fue desestimado.
Hay que ser claros: el Tribunal Supremo Electoral es una vergüenza nacional. Tiene a dos magistrados que inventaron títulos de doctorado, algo que ya está en el Ministerio Público porque la propia Universidad Da Vinci lo ha dicho, para limpiar su imagen. ¿Qué se puede esperar de ese Tribunal?
Usted cree que la Corte Suprema avalará su candidatura.
Lo que yo espero es que tomen conciencia de lo que está en juego, porque hay sectores que quieren robarse la democracia. Y si la Corte Suprema también fallara en nuestra contra, iríamos a la Corte de Constitucionalidad.
¿Quién cree que está detrás de lo que usted considera un fraude?
La alianza criminal que nos gobierna, encabezada por el presidente Alejandro Giammattei y sus aliados políticos. ¿Con el apoyo de quiénes ha ejercido el poder estos cuatro años? ¿Qué partidos le han dado oxígeno con sus votos: aprobando presupuestos, haciendo barrabasadas en el Congreso? Y todo eso el pueblo lo sabe.
The Economist acaba de presentar su Índice de Democracia, y Guatemala es el segundo país peor evaluado de Centroamérica, sólo arriba de Nicaragua.
Nos ponen en la categoría de régimen híbrido, que es una calificación muy tecnócrata, muy doctrinaria, políticamente correcta, para no pelearse con los Estados; pero la gran mayoría de los centroamericanos vivimos bajo regímenes autoritarios. ¿Quién que conozca un poco de democracia no va a decir que Bukele es un autoritario que ahora mismo está desarrollando una política de seguridad que violenta los derechos humanos? Los delincuentes tienen derechos humanos, como cualquier persona, y afirmar esto no es defender a los delincuentes; son garantías universales mínimas.
Ahora regresaremos a Bukele, pero antes, veamos primero la región en su conjunto: Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua.
A mí me gusta que ya no hablemos del Triángulo Norte (Guatemala, Honduras y El Salvador), sino que hablemos del Cuadrado Norte, si vamos a figuras geométricas, porque hay que mencionar también a Nicaragua. Quizá por el romanticismo que algunos tuvimos cuando el Frente Sandinista derrocó a Somoza, y ahí me incluyo yo, creímos que era la panacea y que todo iba a cambiar, pero ha sido un fiasco, evidentemente.
El referido Índice de Democracia etiqueta a Nicaragua como régimen autoritario, el único en esa categoría.
Podría decirse que Nicaragua es el mentor del autoritarismo en Centroamérica. Daniel Ortega puso las planas: persecución a oenegés, persecución a periodistas, eliminar prácticamente la oposición política… y los otros tres países van repitiendo lo mismo, con sus matices.
¿Pero cuándo hemos vivido en democracia en estos cuatro países?
Yo sí creo que estamos viviendo un momento especialmente delicado.
¿Ni Honduras se salva?
Honduras tiene sus propias complejidades y aún le otorgo el beneficio de la duda, por el bien de Centroamérica. Porque no puede ser que todo esté tan malo, que solamente se salven, y hay que darles su crédito, a Panamá y Costa Rica.
Hoy sí: El Salvador. Su presidente es populista y autoritario, pero con una peculiaridad: más del 80% de los salvadoreños respalda su gestión.
Tiene una estrategia de comunicación impecable para sociedades como las nuestras, con muy poca cultura política y permeables cada vez más a las redes sociales. Pero Bukele ataca a los medios independientes, que cada vez tienen menos cobertura, y ya hay periodistas que han tenido que salir del país.
¿Un apoyo tan masivo no habla también de aciertos en su gestión?
Bukele ha sido eficiente.
Las cifras de homicidios están más bajas que nunca, y ya se discute si ha logrado acabar con las maras tal cual las conocíamos hasta 2022.
Ha sido eficiente en el tema de la seguridad pública, pero lamentablemente está violando los derechos humanos. Y ha tenido otros aciertos, como regalar computadoras y tabletas a todos los estudiantes del sistema público. Si lo comparamos con Guatemala, donde la mayoría de las escuelas están en condiciones precarias, con goteras y sin pupitres, y vemos que a la par, un presidente de un país más pequeño muestra eficiencia, como también ocurrió en el tema de la Covid, que la gestión en El Salvador fue mucho mejor, hay que reconocérselo. Entonces… en el país de los tuertos, el ciego es rey. Y Bukele es muy chispudo, eso hay que reconocerlo.
Los regímenes autoritarios están ganando terreno en nuestros países, pero es legítimo plantearse si lo que había podía considerarse democracia.
Se hablaba de democracias incipientes.
Para determinados estratos sociales, matizaría yo, pero para los sectores empobrecidos…
En las últimas décadas, una característica de los gobiernos del Cuadrado Norte, casi sin excepción, ha sido la incapacidad de resolver los problemas que agobian la vida diaria de sus ciudadanos. Eso explica la migración, pues. Casi 4 millones de guatemaltecos viven en Estados Unidos, y el presidente Giammattei presenta las remesas que envían como un logro de su gestión. ¡Vergüenza le debería de dar!
Fuera de Centroamérica cuesta aún más comprender la consolidación del autoritarismo.
Es una vergüenza que, por ejemplo, después de lo que habíamos avanzado en Guatemala en un derecho tan importante como la justicia independiente, ahora tengamos un retroceso como el que estamos viviendo.
Y aún así, usted dice estar optimista sobre su participación en las presidenciales.
Soy optimista porque el tema no se agota en Guatemala. Hay instancias como la Comisión Interamericana o la Corte Interamericana. Lo que sí es una ganancia para el Movimiento para la Liberación de los Pueblos (MLP) y el CODECA es que, hoy por hoy, son quizá de los pocos organismos y partidos políticos con capacidad para movilizar masivamente a la gente. La Corte Suprema y la de Constitucionalidad tienen una oportunidad para lavar un poco su imagen. Pero si no la aprovechan, esta batalla apenas empieza.
¿Y si el MLP optara por participar con Thelma Cabrera y otro candidato a vicepresidente?
Existe esa posibilidad, pero ya lo hemos hablado con la dirigencia del partido, y está totalmente a favor del binomio Thelma-Jordán, porque incluso las encuestas están reflejando ya el impacto, y no le vamos a dar gusto a los de siempre ante este golpe a la democracia.
Hay otras fuerzas políticas progresistas en Guatemala. ¿Por qué no fue posible una candidatura única?
Eso habría sido lo mejor, pero para eso se necesita mucha madurez y dejar a un lado los egos.
Es obvio que no ha ocurrido.
Algunos liderazgos de izquierda prefieren tener sus parcelas de micropoder, sus minibancadas y están más acomodados en sus reductos, pero todo esto también está dejando lecciones, especialmente al interior de los partidos democráticos, que deberían ser más coherentes. Aquí se trataba de demostrar que no se es racista ni machista. ¿Quién en la izquierda tiene más liderazgo que Thelma Cabrera? ¡Absolutamente nadie! A mí no me cuesta reconocer el liderazgo de Thelma. Hay quienes dicen que no tiene formación, pero esto no es cuestión de títulos universitarios, sino que lo que más importa es la representatividad, y ella la tiene.
Sí extraña esa dispersión de iniciativas que se autoproclaman progresistas en un sistema político en el que sumar el 20% de los votos prácticamente te garantiza la segunda vuelta.
Por eso es tan importante que reflexionemos todos los que creemos que son necesarias políticas públicas que beneficien a los más necesitados, pero hay personajes en la izquierda que valoran más que en su currículo diga que han sido candidatos a la Presidencia de la República, aunque sus posibilidades de ganar sean cero.
Usted ha dicho que lo buscaron el Movimiento Semilla, el URNG y WINAQ. ¿Por qué terminó eligiendo el MLP?
Esas otras fuerzas me ofrecieron ser candidato a una curul por mi departamento, Quetzaltenango, pero preferí dejar a un lado las comodidades personales, salir de la zona de confort y opté por acompañar el liderazgo de Thelma Cabrera, que es más fuerte que el mío. Yo le reconozco ese conocimiento político y esa amplia base social entre los pueblos indígenas, pero también entre los excluidos, los marginados.
¿Cree que el voto indígena será clave en estas presidenciales?
Si nos dejan participar a Thelma Cabrera y a su servidor, pienso que sí, porque ya es evidente que muchos se dieron cuenta de que el sistema ha utilizado a algunos indígenas que se han prestado. Y ser indígena también requiere coherencia, ser diferentes y no aspirar a un gobierno únicamente para indígenas. Tenemos que tener la capacidad de gobernar para todos los guatemaltecos.
¿Se puede hablar de un despertar del voto indígena en Guatemala, como ocurrió años atrás en países como Bolivia o Perú?
Amplios sectores del movimiento indígena ya se han dado cuenta de que han sido utilizados por décadas, y de que tienen que poner más atención e interés en la política, porque su vida cotidiana depende de la política. Y no sólo los indígenas, repito; también los ladinos empobrecidos y la clase media, que está desapareciendo en Guatemala. Todo tiene un límite, y yo pienso que se está llegando ya a ese límite.
¿Ese despertar estará maduro para el 25 de junio?
Esperamos que así sea, pero tenemos que ponerle todo el empeño, como lo hemos puesto en estos días, en estos meses. Y no hay que olvidar que MLP es el instrumento político del CODECA, una organización campesina de agricultores indígenas que en su día optó por no tomar las armas y participar en el proceso democrático. Y si los de la clase dominante fueran un poco inteligentes, sería mejor que nos dejaran participar en las elecciones, porque si no, Guatemala va a ser una olla a presión, y sólo hace falta mirar hacia el sur para saber qué pasa cuando eso sucede.