Los femicidios son la muerte violenta de mujeres por razones de género, ya sea que tenga lugar dentro de la familia, unidad doméstica o en cualquier otra relación interpersonal; en la comunidad, por parte de cualquier persona, o que sea perpetrada o tolerada por el Estado y sus agentes, por acción u omisión.
Fuente: Comité de Expertas del Mecanismo de Seguimiento de la Convención de Belém do Pará (MESECVI)
En 2019, Nereyda Trujillo Blandón, de 36 años fue asesinada por su pareja Pablo Ramón Fitoria. Era madre de cuatro hijos. Dos años después, el vacío que ha dejado es palpable. Dos de sus hijas viven solas, ahora con un bebé de apenas unos meses de nacido. Adolescentes ambas, se acompañan en la casa donde vivían con su mamá, y donde también fue asesinada. El dolor de ese pasado está presente en la casa formada por láminas de zinc, y la ausencia de Nereyda es inconmensurable. Hablar de su mamá y de su asesinato relativamente reciente, es doloroso y las lágrimas son inevitables.
El femicida Pablo Fitoria ya tenía denuncias anteriores de sus exparejas, quienes también sufrieron violencia de su parte. Lo atestiguan familia y vecinos de Nereyda. Incluso Nereyda también llegó a denunciarlo, pero las autoridades hicieron caso omiso. Días antes que la matara, ella ya había decidido separarse de él, y se lo había comunicado.
Hace un año, “Isabel” decidió dejar a su pareja tras haber sufrido 20 años de maltrato físico, psicológico y patrimonial por parte de él. Él intentó quemarla viva junto a sus dos hijas de siete y ocho años, pero “Isabel” lo impidió. El hombre la amenazó de muerte poniéndole una navaja en el cuello mientras sus hijas lloraban pidiéndole que se detuviera. El hijo mayor de “Isabel” de 17 años salió a su defensa, mientras ella huía con sus hermanitas. Su expareja se encuentra prófugo de la justicia -aunque es un secreto a voces que merodea libremente el pueblo en busca de ella- mientras “Isabel” tiene que dormir en lugares diferentes para que él no la encuentre, porque sabe que es capaz de consumar el femicidio.
“Nos tienen miedo porque no nos callamos”:
La persecución a organizaciones de mujeres
Históricamente, las organizaciones de mujeres y feministas han sido consideradas como enemigas por el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, desde antes de tomar el poder. Actualmente muchas organizaciones de mujeres que se dedican a atender y acompañar a víctimas de violencia han sido despojadas de sus personerías jurídicas, las defensoras están bajo acoso y persecución, y quienes más sufren son las víctimas, al no tener dónde acudir, pues el Estado continúa siendo negligente en los casos de violencia hacia las mujeres.
Miles de víctimas de violencia -huérfanas y huérfanos, sobrevivientes de femicidio, familiares- han recibido apoyo y acompañamiento de las organizaciones de mujeres. Por ejemplo las terapias psicológicas, talleres de distintos temas, entre otros, que ayudan a las víctimas a sobrellevar el duelo, el dolor, el miedo o la injusticia. Muchas de estas ayudas ya no están disponibles, por falta de presupuesto consecuencia de la persecución y represión del régimen. Brandon e “Isabel” son ejemplos de esto.
Femicidios en cifras en Nicaragua
La organización de mujeres Católicas por el Derecho a Decidir lleva un registro mes a mes de los femicidios y femicidios frustrados, así como cantidad de huérfanos/as por femicidios, localización de los delitos, tipos de armas entre otros. La cantidad de femicidios e intentos de femicidios van en aumento, muy cerca de la cantidad final del año 2020.
El Estado de Nicaragua está en la obligación de atender y proteger a las mujeres y víctimas, así como de sancionar y prevenir los delitos que contempla la Ley 779. También está en la obligación de cumplir con las Convenciones internacionales firmadas. Pero ni la ley ni las convenciones se cumplen en Nicaragua. Estas son las dos más importantes: