Han transcurrido 58 años desde la masacre de la Avenida Roosevelt en Managua, un lugar que no conocí, pero cuyo horror me transmitieron los relatos del padre Xema Sacedón, del colegio Calasanz. En 1967, miles de nicaragüenses fueron víctimas de la violencia política estatal. Hoy conmemoramos a esos miles de nicaragüenses que anhelaban la libertad igual que nosotros.
También honramos la memoria de tres figuras centrales de nuestra identidad nicaragüense: Rubén Darío, Pedro Joaquín Chamorro Cardenal y el padre Ernesto Cardenal. Me corresponde evocar la figura de Pedro Joaquín Chamorro, a quien conocí inicialmente como esposo de doña Violeta Barrios de Chamorro. Ella, la insigne “mujer de blanco”, simbolizó para mí, desde mi infancia, la paz y la esperanza en un momento de transición y dolor para nuestro país. Fue a través de ella y de mi nana, una mujer humilde llamada Erlinda Lezcano, que se vio marcada por sus discursos y su voz en su juventud que conocí la historia de Pedro Joaquín y su trágico asesinato.
Más tarde, en mi adolescencia, escuché a su hijo, el periodista Carlos Fernando Chamorro, quien cada domingo nos convocaba desde la pantalla chica como familia para analizar la realidad nacional con una voz crítica. Posteriormente, profundicé en su figura a través del libro Pedro Joaquín ¡Juega! del doctor Edmundo Jarquín.
Pedro Joaquín Chamorro es reconocido como el mártir de las libertades públicas, una expresión que, sin restarle trascendencia, no agota la dimensión de su legado. A 47 años de su asesinato el 10 enero de 1978, su pensamiento sigue vivo, quizás precisamente porque las taras del pasado han regresado. Es en su obra donde encontramos respuestas, caminos e incluso atisbos de esperanza, recordando que la noche nunca está más oscura que justo antes del amanecer.
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No pretendo extender este homenaje, sino compartir la vigencia de su voz y pensamiento, para que nos sirvan de reflexión e iluminen el camino de incertidumbre que transitamos.
En el diario La Prensa, el 8 de septiembre de 1966, Pedro Joaquín escribió sobre soluciones prácticas para una alianza, comparto sus palabras y cito:
“Nicaragua necesita una gran Alianza de sus buenos hijos, no para exaltar a fulano o perencejo, sino para producir la exaltación de la dignidad del nicaragüense, barrida del panorama nacional por la corruptela política. Nicaragua necesita una reforma social y económica que responda al rumbo de una reforma moral. Juntos, todos los nicaragüenses que deseamos esto, podemos vencer fácilmente a ‘don dinero’ que se disfraza de todo, y que con sus billetes pone a muchos anteojos que enturbian la verdad y pintan panoramas inexistentes. Pero es necesario hacer sacrificios para lograr nuestra Alianza, y sobre todo es necesaria la revisión de muchas equivocaciones, y permitir el paso franco y abierto a nuevos planteamientos. No se puede menospreciar a nadie, si se trata de una Alianza, sino al revés, buscar a todos los que desean una meta simple: Que haya un cambio, un cambio pacífico y honorable, pero verdadero y profundo”.
Este mensaje de alianza sigue vigente hoy; no sobra ni falta una coma ni una palabra.
La vida de Pedro Joaquín resume la realidad actual de muchos presentes: periodista, narrador, poeta, político, padre, esposo, abuelo, exiliado en Costa Rica, preso político, torturado, desterrado y sobre todo ciudadano. Su magnicidio encarnó la suma de todas las injusticias que se pueden cometer contra una persona y una familia.
En las notas del 22 de septiembre de 1959 del Diario de un Preso, Pedro Joaquín escribió su autorretrato:
“El acusado Pedro Joaquín Chamorro cumple mañana 35 años de edad. De estos ha gastado 3 en prisiones y 2 en exilios. Tiene experiencia en estos juicios porque ya lo han llevado a 2 Consejos de Guerra anteriores. Ha sido acusado varias veces por escribir en los periódicos, dos de rebelión, una de asesinato, y ahora por ‘TRAICIÓN A LA PATRIA’.
Sólo ha sido condenado por rebelión y cargado de penas exóticas que van desde el ‘destierro’, forma de castigo originada en la vida política de Roma, hasta el confinamiento, pérdida de los derechos ciudadanos, patria potestad, inhabilitación civil, etc”.
Espero que esto les resuene, porque hoy más de 451 personas hemos sido desnacionalizadas y acusadas también de traición a la patria, y nuestros derechos civiles y políticos conculcados a perpetuidad. Además de los miles desterrados de facto y miles de exiliados… ¡Cuánta similitud con el pasado!
Pedro Joaquín tenía razón al afirmar:
“Cuando alguien intenta escalar una tapia para robar dentro de una casa, es obligación de la Fuerza Pública detener al ladrón… pero jamás, al dueño de la casa. El voto, ordenado y reglamentado por la ley, es una propiedad del sufragante, y quienes tratan de burlarlo, hacen lo mismo que quien intenta escalar la tapia de una propiedad para robar dentro de ella”.
Sin embargo, hoy como ayer, somos los propietarios del derecho a quienes nos han robado la casa.
De acuerdo con la concepción humanista cristiana, nos dice Pedro Joaquín, “la paz es una consecuencia de la justicia. No hay pues paz sin justicia, ni puede producirse la paz, apaleando a quienes claman justicia. La verdadera paz, la paz anhelada por todos los nicaragüenses es inseparable de la justicia”.
Y finalmente quisiera compartir una última frase: “Tenemos derecho a ser libres, tenemos derecho a que se nos respete como personas humanas, y debemos ejercer estos derechos en todo momento y en toda circunstancia”.
Paz, justicia y libertad es parte del legado vigente de Pedro Joaquín Chamorro.
ESCRIBE
Edipcia Dubón
Actualmente es directora ejecutiva de Puentes para el desarrollo y directora del programa de televisión ContraPoder, coordinadora del Diálogo de Mujeres por la Democracia. Exdiputada de la Asamblea Nacional por el Movimiento Renovador Sandinista. Participa activamente en diferentes espacios de articulación con la sociedad civil nicaragüense, tanto a nivel nacional como en el exilio. Despojada de su nacionalidad nicaragüense por el régimen Ortega-Murillo.