Samantha Jirón
17 de agosto 2024

Migrar una vez más


No debería de ser normal estar acostumbrado a hacer las maletas para irte nuevamente, ya no porque te persiguen, sino porque estás buscando mejores condiciones. Es natural el sentido de supervivencia de los seres humanos.  

Migrar no es nuevo. Se remonta desde antes de la actual división política. El ser humano siempre ha emigrado por busca de alimentos o a causa de desastres naturales, guerras, en busca de refugio, por razones económicas y de seguridad.

Se nos ha vuelto a los nicaragüenses “normal” preguntar, ¿seguís en Costa Rica? ¿En qué Estado estás? O comentar, “ya ni sabemos quién queda en Nicaragua”, principalmente jóvenes.

En seis años he vivido en dos países y estoy a poco tiempo de migrar al tercero. La primera vez no fue fácil, de hecho, nunca lo es, pero me sentí obligada a proteger mi vida y mi integridad en 2018. La segunda vez, no lo elegí, el destierro me tomó por sorpresa, y tuve dos opciones: aceptar o regresar a la cárcel desde la Fuerza Aérea del Ejército en el aeropuerto ese 8 de febrero del 2023. Ahora tomé nuevamente la decisión que no fue y no ha sido fácil: irme de Estados Unidos a España, por una razón de mucho peso: estudiar.  

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Algo sí sé y es que, a pesar de todo, esta vez voy más preparada que antes y dispuesta a construir un hogar que me fue arrebatado hace casi ya siete años.

Algo que sé por experiencia es que los exiliados, desplazados o migrantes, siempre sufrimos las problemáticas sociales del país al que llegamos.

Al migrar nos convertimos en un sector vulnerable de la población. Estamos expuestos al desempleo, la xenofobia, diferentes tipos de discriminación, explotación laboral; las mujeres al acoso laboral y sexual, las madres son aún más vulnerables, en su mayoría de veces siendo las responsables del hogar. Muchas veces no tenemos acceso a la salud y pocos accedemos a la educación. También somos víctimas de la delincuencia y muchos por desesperación delinquen, dañando a todo el sector.

La situación migratoria de muchos también determina la calidad de vida que tenemos, expuestos al maltrato laboral, la explotación y la discriminación por no tener “papeles”.

Los primeros exiliados que llegaron a Costa Rica en 2018 en su mayoría han migrado a Estados Unidos, recorriendo muchos la peligrosa ruta hacia Estados Unidos desde Costa Rica, pasando meses detenidos en la frontera, secuestrados, y viviendo el drama al que están expuestos.  Costa Rica ha sido el país que más ha recibido exiliados desde 2018, causando una crisis humanitaria y saturando los sistemas migratorios. 

Con el deterioro de la seguridad ciudadana, el Covid-19, el desempleo, la pobreza… muchos optaron por desplazarse nuevamente principalmente hacia Estados Unidos en busca del “sueño americano”. No son dos casos, ni tres, son docenas de casos, cercanos de amigos, conocidos y familiares que conozco que viven nuevamente el luto de migrar una vez más.  

Desde la década de 1980 a 1990, los nicaragüenses no habíamos emigrado de esta manera, y como tituló el New York Times en español un reportaje del año 2022, “Nicaragua no era un país de emigrantes. Ahora la historia es distinta”. Según el Diálogo Interamericano, el 22.1% del total de la población ha migrado. Eso corresponde a 1519.43 nicaragüenses en el exterior. El deterioro de los derechos humanos, la represión, la pobreza, la incertidumbre y la desigualdad son algunas de las razones.

Desde mi experiencia la migración ha sido compleja, no solo socialmente, también mental y emocionalmente, porque como toda migrante me ha tocado verle la cara a la cruda realidad de estar lejos de tu país.

Vicky Pérez es una psiquiatra colombiana que atiende a personas desplazadas por distintas razones. Explica que al migrar vivimos un duelo migratorio y que una de las particularidades de nuestro duelo es que vivimos duelos múltiples al mismo tiempo: la familia, el trabajo, los amigos, la comida, los espacios conocidos, toda una forma de vida que hace parte de la esencia del quien migra y que ya no está en el lugar donde empezamos una nueva vida.

Mi experiencia no es aislada: yo perdí ese hogar, todos mis amigos, mi nacionalidad, mis derechos en el país que me vio nacer y crecer, perdí a mi abuela paterna cuando estaba exiliada en Costa Rica, perdí a mi papá a los tres meses de ser desterrada hacia Estados Unidos, lo vi agonizar por la pantalla de mi celular, y vi cómo lo enterraban por una videollamada. He perdido muchas veces la fuerza y la esperanza y he tenido que volver a buscarla para continuar.

Me ha costado aceptar donde estoy y mi realidad, para mí es una pérdida que no termina, y hasta hace meses entendí que necesitaba ayuda de un especialista para continuar mi vida y para atravesar mis duelos.

La misma psiquiatra explica que la psicología existencial comprende tres preguntas fundamentales relacionadas con el propósito o el sentido de la vida: la primera es quién soy, la segunda es para dónde voy, y la tercera es quién me acompaña. En nuestro anhelo de libertad y dignidad, hay algo que sí tengo claro, y es que quiero sembrar un árbol y verlo crecer junto a quienes amo… y si me toca emigrar otra vez, que sea hacia Nicaragua.

ESCRIBE

Samantha Jirón

Era estudiante de Ciencias Políticas y Comunicación Social. Hizo activismo político en la Unidad Nacional en Nicaragua, UN, y la Alianza de Jóvenes y Estudiantes Nicaragüenses (AJEN). Es parte de la 7ma promoción de Formación de Liderazgo para personas jóvenes “Lidera y deja tu Huella” de la Fundación Konrad Adenauer Stiftung; FLACSO COSTA RICA; Consejo de la persona joven, y Ministerio de Cultura y Juventud. Fue presa política de la dictadura Ortega-Murillo.