Comprar alimentos cada día es más caro en Nicaragua. Eugenio, dueño de una pequeña fritanga en el barrio Monseñor Lezcano, inició su negocio en 2018 tras quedar desempleado a raíz de la crisis sociopolítica. Vio en la venta de comida una salida económica, pero se ha visto obligado a subir sus precios: cada mes, los productos que necesita aumentan de costo, pese al discurso oficial, que insiste en la estabilidad de la canasta básica y grandes avances económicos.
“Hemos venido caminando, hemos avanzado mucho más de lo que habíamos avanzado en esa Gran Alianza que tuvimos hasta el 2018”, dijo Daniel Ortega durante la ultima entrega de buses chinos. Aunque su discurso es de prosperidad, la gran interrogante es si la población realmente percibe una mejora económica y si les alcanza para cubrir el costo de la canasta básica.
Daniel es otro de los nicaragüenses que contradicen el discurso oficial. Señala que, aunque se pretende mostrar un ambiente de normalidad, en las calles se percibe lo contrario: la gente compra menos o reemplaza productos por opciones más económicas. Esta situación también se refleja en el bajo poder adquisitivo de los salarios, el alza constante en los servicios básicos y el aumento en el costo de los combustibles.
A Karina le gusta consumir la carne asada que vende Eugenio. Recuerda que en 2018 pagaba 100 córdobas por el plato completo con gallopinto, tajadas, carne y ensalada; hoy cuesta 170 córdobas y las porciones son menores.
Prosperidad oficial vs. realidad económica: la brecha sigue intacta
Hace siete años, según Ortega, Nicaragua estaba peor. Que hoy, con su “buen Gobierno”, todo ha mejorado. Así lo respalda la consultora afín al régimen, M&R, que en su Encuesta Sismo 80 indica que el 72.8% de la población considera que la situación económica está mejor que hace doce meses, frente al 76.5% que en 2018 la veía mucho peor.
Sin embargo, la misma encuesta revela que solo el 9.9% vive cómodamente. Un 58.1% apenas cubre sus necesidades básicas, y un 22.5% logra cubrirlas y permitirse algunos gustos. El 9.3% restante ni siquiera puede cubrir lo esencial. En resumen, menos del 10% vive con holgura en un país donde, según el discurso oficial, “hay prosperidad”.
Si se compara el salario mínimo promedio de 2018 (5935.92 córdobas) con el de 2025 (8930.23 córdobas), se observa un aumento del 50.45%. Por otro lado, el costo promedio de la canasta básica pasó de 13 564.66 en diciembre de 2018, a 20 303.32 en abril de 2025, un incremento del 49.68%.
Aunque a simple vista ambos aumentos son proporcionales, este aparente equilibrio no se traduce en una mejora real para las familias nicaragüenses. La brecha entre el salario mínimo y el costo de vida sigue siendo considerable, lo que evidencia que la capacidad de compra no ha mejorado. Por tanto, el discurso oficialista que asegura que el país está mejor, al menos, en términos de adquisición económica, no se sostiene frente a los datos.
La brecha entre el salario mínimo y el costo de la canasta básica persiste. En 2018, el salario mínimo cubría apenas el 43.7% del valor de la canasta básica; en 2025, cubre alrededor del 44%. Aunque ambos indicadores han aumentado, la proporción de cobertura se mantiene prácticamente igual, lo que evidencia que los hogares siguen necesitando más de un salario mínimo para cubrir sus necesidades básicas.
La inflación en productos esenciales —como alimentos, medicinas, transporte y energía— ha sido mayor que el promedio general, obligando a las familias a reducir el consumo o sustituir productos por otros de menor calidad.
El espejismo de la recuperación: datos oficiales desmienten la bonanza
Otro factor clave es el desempleo y el subempleo. Muchos trabajadores no reciben el salario mínimo legal, o sobreviven con ingresos informales más bajos. Las estadísticas oficiales no reflejan con precisión esta precariedad laboral, lo que oculta la verdadera magnitud del problema.
A esto se suma que incluso entre quienes tienen empleo formal, muchos reciben menos del salario mínimo promedio. Por ejemplo, en el sector agropecuario el salario es de 5950.02 córdobas, en las industrias manufactureras 8000.46, en la micro y pequeña industria artesanal y turística nacional 6268.83, y en el Gobierno central y municipal, 7419.90. Estos montos, todos por debajo del promedio nacional, agravan la situación de miles de familias.
En este contexto, el discurso del régimen que asegura que el país está mejor que hace siete años tampoco se sostiene. No se han registrado mejoras sustanciales, ya que los propios datos oficiales evidencian que la situación económica de las familias nicaragüenses sigue prácticamente igual.
Ortega compara con el colapso, pero ignora el retroceso real
La situación se vuelve más clara al comparar el número de asegurados activos en el Instituto Nicaragüense de Seguridad Social. En 2017, antes de la crisis sociopolítica, se registraban 914 196 personas con empleo formal. Para abril de 2025, según datos del Banco Central de Nicaragua, esa cifra se redujo a 823 052, lo que indica que el país no ha logrado recuperar los niveles de empleo formal previos a 2018.
Esto significa que hay menos personas trabajando en el sector formal y, por tanto, menos trabajadores con acceso al salario mínimo legal y beneficios laborales. El régimen de Ortega insiste en comparar la situación actual con 2018, un año marcado por el inicio de la crisis y la pérdida masiva de empleos, lo que distorsiona el análisis real. El uso de cifras posteriores al colapso laboral de 2018 no solo es impreciso, sino engañoso: el país ni siquiera ha vuelto a los niveles de empleo formal de 2017.
Lejos de mostrar una recuperación, los datos evidencian un estancamiento económico y laboral. A siete años de la crisis, Nicaragua sigue sin superar los niveles de empleo formal que tenía antes de abril de 2018.
Más de la mitad cree que Nicaragua está peor que hace un año
El más reciente informe de la Fundación Sin Límites, presentado en febrero de 2025 bajo el título “Pulso Nacional. Perspectivas de la ciudadanía nicaragüense”, también contradice el discurso oficial que promueve avances y prosperidad en el país.
Según el estudio, más de la mitad de la población mantiene una percepción negativa sobre el rumbo del país. El 51.5% considera que Nicaragua va en la dirección equivocada, una leve disminución de 2.3 puntos porcentuales respecto a octubre de 2024 (53.8%). Esta visión pesimista es especialmente marcada entre mujeres y jóvenes.
El alto costo de la vida y el aumento de la pobreza siguen siendo identificados como los principales problemas del país. Aunque se registró una baja en la inflación durante 2024 y en el primer mes de 2025, el 16.5% de la población aún los señala como su principal preocupación, en comparación con el 17.6% registrado en octubre de 2024.
El informe también revela que el 43.6% de las personas encuestadas considera que sus ingresos no son suficientes para cubrir sus necesidades básicas. Además, se destaca una reducción de 18.8 puntos porcentuales en el número de personas que reportaron haber comido solo una vez al día o haberse quedado sin alimentos en los tres meses previos a la encuesta (de 49% en octubre de 2024 a 30.2% en enero de 2025).
Por su parte, la empresa encuestadora CID Gallup, que colaboró con Fundación Sin Límites en este estudio, expone que cinco de cada diez personas afirman tener ingresos insuficientes para cubrir lo básico, y siete de cada diez creen que el costo de vida aumentó en los últimos cuatro meses. Según datos publicados por Confidencial, el 55% señala que sus ingresos no alcanzan para lo esencial, un 35% dice que son suficientes, un 8% afirma que puede cubrir sus necesidades y darse algunos gustos, y un 2% no respondió.
Además, el 55% de los encuestados considera que la situación económica del país ha empeorado respecto al año anterior, y el 53% opina lo mismo sobre la economía de su hogar. En cuanto al costo de la vida, siete de cada diez dijeron que ha subido, tres de cada diez creen que se mantiene igual, y dos de cada diez no respondieron.
El discurso oficial insiste en una Nicaragua próspera, pero los datos muestran otra realidad: la mayoría de la población enfrenta dificultades económicas, con ingresos que no cubren el costo de vida, precariedad laboral y percepciones negativas sobre el rumbo del país. La supuesta estabilidad económica no se traduce en mejoras reales para la vida cotidiana de las familias nicaragüenses.