María Xavier Gutiérrez
6 de noviembre 2023

No me olvides

Una foto que la autora de este artículo conserva de su familia.

Dedicado a quienes hemos migrado, alguna vez en la vida.

He olvidado tanto que ya no sé si lo que cuento es verdad…

Tengo muchos tíos y tías, más de las segundas que de los primeros. Es que los miembros de las familias en mi cultura se cuentan por docena. Del lado de mi mamá, mi abuela con sus hermanos sumaban ocho, y la descendencia fue de treinta y un chavalos quienes en su mayoría eran muy unidos, como hermanos. ¡Hay familias más grandes! De todos esos parientes hay un tío que yo recuerdo de forma especial, el que estaba en las reuniones de familia, en esas tardeadas sencillas con todos siendo súper jóvenes. Era el tío de ojos gatos que era muy sonriente y cariñoso, Eliseo, primo de mi mamá.

Fui creciendo junto a mi hermano y a las primas de mi edad esos sábados en las casas de mi abuela María o de sus hermanas, casas de pueblo y quintas donde también había algún caballo, gallinas, perros y gatos; comíamos carne asada, helados de bolsita o panes de pulpería con coca cola. Recuerdo la presencia del tío Eliseo hasta quizá mis doce o trece años.

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Sin embargo, mi familia grande, esa manada con la que empecé mi vida, se fue deshilachando por la emigración política y económica en Nicaragua, en los años ochenta del siglo pasado. A mi me tocó quedarme en Nicaragua, me tocó saber que se habían ido sin despedirse y me tocó ­–sin yo saber– cerrar esos capítulos. Mi tío Eli también se fue y fueron tantos que hasta yo me fui… décadas más tarde.

Mi esposo, Fran, tiene muchos archivadores en los cuales, casi por orden alfabético, encuentra sus recuerdos dentro de su cabeza. Es casi capaz de replicar una conversación o los precios que pagó por un cóctel hace 20 años. Yo en cambio metí casi todos mis recuerdos en un bolsón, salvo ciertos años que son claves en mi vida o algunas imágenes de eventos importantes, todo lo demás me es impreciso, no por eso inexistente. Yo recuerdo en versión emocional, vibraciones, alegrías o tristezas, creo que por eso amo hacer fotos a mi alrededor, para no confundirme y para no olvidar.

En ese afán a veces me pregunto ¿Qué es la memoria y los recuerdos? ¿Serán solo impulsos energéticos? ¿Cuáles son las emociones que contienen a nuestro corazón? ¿Son esos canales que se abren cuando huelo aquello que me regresa al pasado? ¿Serán esas historias que no existieron pero que mi cerebro las construyó como una narración creíble para mí?

Con la aparición de las redes sociales, la familia deshilachada de mi mamá se empezó a remendar, fueron apareciendo en chats y fruto de ello hubo una reunión familiar casi 30 años después, en 2013. También regresó el tío Eli, doctor, gran promotor del encuentro. Me alegró tanto verlo, tan cariñoso como lo recordaba.

En este contexto, la rueda de la vida me acercó a ellos de forma insospechada y me reveló una sorpresa dentro del bolsón de mi memoria. Hace unos meses, después de la última publicación en mi blog, cuando en Nicaragua le negaron la entrada al país a mis dos hijos, entre las personas que me retroalimentaron sus experiencias de migración estaba el tío Eliseo:

Reviví en forma de relámpago mi salida de casa, en Nindiri, mi partida de la Centroamérica a mis 11-12 años (por el terremoto de 1972) y terminé sin cerrar puertas. Sin empacar mis dibujos sobre vidrio. Mis esqueletos de gatos y perros armados con alambres y mucho menos mi colección de paquines. Jamás volví a vivir en Nicaragua.

Mi venida a Honduras (a los 16 años) tuvo una anécdota…. Al llegar a la primera ciudad cercana a la frontera con Nicaragua , Choluteca, encontré en la gasolinera a un señor que vendía plátanos en una camioneta… cuando él vió las placas del microbús rojo con blanco de mi mamá donde venían mis hermanos también a dejarme a Tegucigalpa, nos preguntó que si éramos de Nicaragua. Le contesté que sí. Y al decirle que solo venía a estudiar medicina y que regresaría a trabajar a Nicaragua se sonrió y me dijo: ‘eso dije yo, que venía a dejar una carga de Plátanos y me casé y me quedé 40 años en Honduras’. Me reí y le dije que jamás me quedaría a vivir acá, que a Nicaragua jamás la dejaría… Vino la guerra…  María Xavier, cumpliré en marzo del 2028, 50 años de ese momento. Es decir llevo 45 años queriendo un día volver a Nicaragua… siento que Mi Nicaragua un día me dará la oportunidad de volver. Jamás he perdido esa fe.

Se me olvidó contarte que tengo una camioneta Mitsubishi Nariva desde el 2008. Tiene para seis discos CD. Y jamás los he sacado desde el primer día que los puse. Los seis discos son solo de cumbia Chinandegana, Poneloya, Mejia Godoy Guitarra Armada. Etc…Nadie me los toca y camino a mi clínica siempre los escucho. Nicaragua corre en todo el viento que entra por las ventanas del carro”. 

Cuando leí el testimonio de mi tío me conmovió mucho, pero me sorprendí aún más porque él se fue del país cuando yo tenía solo seis años, entonces ¿cómo es posible que mi memoria elaborara un relato tan creíble para mí de su presencia en las tardeadas familiares a mis diez o doce años? El tío Eliseo que entonces era un adolescente ya no estaba, pero yo crecí creyendo que sí. Mi mamá y sus hermanas hablaban siempre de él y yo consolidé esas imágenes fantasmas para completar al miembro ausente, un juego emocional que puede aplicarse a cada aspecto de mi vida. Me pregunto, ¿qué otras narraciones fantasmas conservo de personas importantes para mi?, ¿qué es cierto o no?, ¿debo desmontar parte de mis recuerdos?, ¿le doy deshacer o backspace a las imágenes de mi tío? La verdad, prefiero seguir conservando la narración ficticia de mi memoria, con sus claroscuros, aceptar y soltar.

Cuando nos marchamos dejamos en los otros las emociones vividas juntos, dejamos las marcas en la piel de los abrazos, nuestras historias, dejamos la vida que habría sido, dejamos la estela como los cometas, dejamos el viento. Nos convertimos en un recuerdo emocional, que vibra dentro del corazón –o tal vez afuera–. En 2021 me tocó irme, entonces mi deseo es que mi sobrino Tian de seis años no me olvide, y si va a suplantar mi presencia con relatos e imágenes dentro su memoria, que así sea.

ESCRIBE

María Xavier Gutiérrez

Comunicadora social y creadora del Blog Mujer Urbana desde 2012.