Luis Enrique Mejía Godoy calcula que la María, el personaje de una de sus canciones más emblemáticas, tendrá un poco más de cincuenta años. No cree que siga siendo prostituta y que, en cambio, tuvo hijos que logró educar después de años de sacrificio en las calles de Managua. Los muchachos se graduaron de la universidad, pero todo el esfuerzo de la mujer se perdió de un tajo cuando sus hijos fueron asesinados por policías y paramilitares…
El cantautor, uno de los más importantes de Nicaragua, recurre a la alegoría para hablar de las madres de abril quienes, en una diversidad de trabajos, se esforzaron para educar a sus hijos, en un país donde ese empeño resulta una hazaña y sacrificio insondable. Mujeres que estaban a punto de realizarse al ver a sus hijos graduarse –o recién los habían visto promocionarse–, en una dicha que fue truncada por la masacre de abril de 2018, comandada por Daniel Ortega y Rosario Murillo. “¿Vos sabés lo que es eso? El esfuerzo de esas madres, el dolor de esas madres, ver truncado todo: sus vidas, sus hijos, sus futuros… Entonces, Pobre la María es un caso”, compara Luis Enrique desde su exilio en Costa Rica, donde este domingo 30 de abril brindará un recital junto a la poeta y escritora Gioconda Belli, días antes de partir a una gira de conciertos con sus sobrinos de La Cuneta Son Machín.
Luis Enrique cuenta que Pobre la María es una historia que tiene que ver con la sociedad que él habita. No puede abstraerse de ella porque, insiste, es un cantor de las realidades del pueblo. “La conciencia me toca. Yo soy una persona muy sensible a todo lo que significa la vida social y económica de un pueblo”, insiste en esta entrevista en la que ahonda sobre el exilio impuesto por la dictadura Ortega-Murillo y la reinvención musical en Costa Rica. “No soy un francotirador político, yo soy un artista consciente”, se auto define.
¿Cómo nace la idea de colaborar entre Luis Enrique y La Cuneta, siendo música nica pero con estilos tan diferentes?
Soy un músico de mente abierta totalmente. Siempre he pensado, en primer lugar, que la música es una sola: vos tenés influencias y confluencias, que es otra cosa. Uno define un estilo, una personalidad y la gente lo puede identificar fácilmente por la armonía, la melodía y los ritmos. En mi obra hay mazurca, sones, calipso, palos de mayo, boleros, valses y baladas. Desde que yo estaba en Costa Rica empecé a experimentar con algunos elementos hasta de la música clásica. No era muy común en aquel tiempo que los cantores llamados de la Canción Política o de la Nueva Canción utilizaran siquiera instrumentos que no fueran latinoamericanos. Entonces usar sintetizadores, batería, bajo eléctrico y todo eso no fue una revolución, pero sí una cosa medio novedosa. Cuando yo hice el Mancotal en Nicaragua, la gente pudo ver cosas diferentes, como Un gigante que despierta, Un son para mi pueblo, Yo soy de un pueblo sencillo… Inclusive versiones del folclor como La Mora Limpia. En ese disco había gente de rock, de la música clásica, del folclor, de la música popular, de la salsa… Es decir, una fusión que ayudó a que Mancotal tuviera ese sonido. Era mi música, mi sonido con ellos. Y yo seguí haciendo eso con Tierra Fértil y con Pancho Cedeño. Por eso, Pobre la María para mí no es ninguna rareza. Por eso para mí, no porque sean mis sobrinos, hacer música con ellos o con Los de Palacagüina, que tampoco tenían nada que ver con mi formato musical, siempre fue una experiencia muy importante y constructiva. Me plantea comunicarme con otras generaciones.
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Habla mucho de Costa Rica y pareciera que este país ocupa un lugar cardinal en su vida y carrera. ¿Por qué estás aquí de nuevo?
En 1967 me vine a estudiar medicina, pero me ganó la música. Tres años después dejé la carrera y me dediqué a ser cantor popular. No tenía un representante, no tenía un manager, no tenía nada… Yo había grabado con un grupo de rock and roll aquí en Costa Rica, que es con el que me inicié como músico profesional, porque vengo de una familia en la que todo era música: mis padres, mis tíos y mis hermanos. En esos 12 años que viví aquí, los últimos cuatro de exilio, toqué con esa banda, porque no podía regresar a Nicaragua por mi compromiso con mi hermano Carlos de cantar por la liberación de los presos políticos. Cada año yo iba a Nicaragua y nos juntábamos con otra gente, con el Grupo Gradas, con poetas, con músicos, con bailarines, etcétera. Resultó que en el 74 ya no pude regresar.
Yo nunca fui militante del Frente Sandinista hasta después del triunfo de la Revolución. Yo milité aquí en el Partido Vanguardia Popular, en el Partido Comunista. Por eso mi vida sociopolítica es muy fuerte en este país, porque se trataba de huelgas de maestros, de obreros en las bananeras, en las cañeras… Y toda la actividad musical dentro de ese contexto que se llamó la Nueva Canción Latinoamericana. Yo soy fundador del Movimiento de la Nueva Canción Costarricense y soy fundador de la Universidad Nacional, donde trabajé seis años como director de Cultura. Por eso considero mi segunda patria a Costa Rica y por eso fue más fácil para mí, al momento que decido salir de Nicaragua el primero de agosto de 2018, venir aquí y regresar hasta que haya condiciones: hasta que yo pueda cantar, hasta que yo pueda hablar, hasta que pueda expresarme… Es la realidad la que me obliga a no regresar hasta el día de hoy. Entonces, primero me voy a hacer una gira por Estados Unidos, Canadá, Centroamérica, hasta que decido venirme a Costa Rica y pedir residencia e instalarme. Reinsertarme de nuevo en esta sociedad como un músico nicaragüense más, pero que no está de turista.
¿Alguna vez te imaginaste volver a repetir el exilio?
Absolutamente nunca. Es más, cuando yo regresé en el 79 a Nicaragua, yo me dije ‘no quiero volver a salir nunca más de Nicaragua, nada más que a giras y cosas; solo quiero vivir en Nicaragua’. Entonces por eso hicimos casa, nuestro nido y decidimos hacer la Fundación Mejía Godoy, la casa de los Mejía y todo lo que significa decidir para el futuro.
Y ahora es un exilio que se extiende a tu familia, tus sobrinos y tu hermano Carlos. ¿Por qué crees que hay tanto odio contra la familia Godoy?
No creo que haya un odio contra la familia. Hay un odio contra toda la gente que se expresa contra el gobierno y exige libertad, ya sea que se apellide Mejía Godoy o Vargas. Lo mismo pasa con los periodistas. Si no es un problema con los Chamorro, es un problema con los Montenegro o con Miguel Mendoza. No es una cosa personal. Yo no estoy diciendo que sería mejor que así fuera, pero lo toman con tanta rabia, con tanto odio, con tanto rencor… Claro, yo creo que sí tienen razón, entre comillas, porque nosotros fuimos parte activa del proceso revolucionario. Hicimos canciones para la Revolución antes, durante y después, pero fuimos disidentes desde 1990. Desde ese entonces nosotros no tenemos nada que ver con el Frente Sandinista. La gente lo sabe porque nunca volvimos a ir a las a las actividades del Frente, porque prohibimos que usaran nuestras canciones. Más claro no puede quedar. Sin embargo, pasó el tiempo, regresaron los Ortega-Murillo, se instalaron el poder y se enrrancharon. Y ahora no quieren bajarse. Eso hace que sea otra cosa: una dictadura. Y con los acontecimientos de 2018 se convirtió en una dictadura criminal.
Comenzaste a hacer música sobre lo que pasaba en la rebelión cívica en 2018…
Yo siempre estaba haciendo música. Es decir, yo siempre he cantado la realidad. La conciencia me toca. Yo soy una persona muy sensible a todo lo que significa la vida social y económica de un pueblo. Pobre la María es un problema, uno de migración de una muchacha del campo. Cuando se publicó la canción, los que estaban instalados en el poder en ese momento eran los neoliberales. Si Arnoldo (Alemán) hubiera querido decirme, ‘idiay diaverga, ¿qué es lo que te pasa?’, pues le hubiese contestado, ‘idiáy, sí es cierto’.
¿Qué tiene la música que irrita a dictadores pero inspira a los pueblos?
Qué tiene la música, que es uno de mis temas, dice precisamente que la música es capaz de borrar las heridas de la guerra y del amor. La música para mí es mi forma de expresarme. No soy un francotirador político, yo soy un artista consciente. Un artista consciente como muchos miles que hay en América Latina, en Europa y en todas partes.
En tus actuales perspectivas, ¿vislumbras el retorno a una Nicaragua en libertad?
Lo digo con toda honradez: Sé que va a ser difícil, complejo. Pero esto no es para siempre. ¡Ahuevo tiene que amanecer! Lo que yo no sé es si voy a estar con vida, porque no soy ni vidente, ni profeta, ni nada que se le parezca. Y lo desearía porque soy muy optimista. Pero tampoco, si mañana el régimen cae, si supuestamente se abre un proceso democrático, voy a volver al día siguiente. Estoy haciendo vida en Costa Rica. Soy una persona responsable conmigo mismo, con mi familia y hasta con este pueblo. Te voy a contar una anécdota: cuando triunfó la Revolución, a lo mejor fui uno de los últimos que se fue a Nicaragua. Me fui en septiembre. ¿Por qué? Porque me quedé en este país agradeciéndole a la gente la solidaridad. Me fui por Liberia, Upala y Los Chiles para cantar por donde la gente había convertido sus casitas en casas de seguridad y en hospitalitos, porque este país fue una retaguardia. Viví eso y me negué a darme el gusto de irme al triunfo de la Revolución. No fue fácil para mí. Fue un sacrificio, pero un sacrificio que tiene que ver con una actitud muy mía, porque soy honesto en ese sentido: Yo no voy a decir una cosa si no la pienso. Después venía cada año a Costa Rica porque tengo una base social. La gente me conoce, me respeta, me quiere y también quieren a La Cuneta y a Perrozompopo. Y a Carlos, mi hermano, y a Luis Enrique, mi sobrino.
La María sigue siendo tan pobre…
Ya mencionaste a Pobre la María que, de alguna manera, es una alegoría a Nicaragua. Te quiero preguntar, ¿sigue siendo tan pobre la María?
Desgraciadamente, sí… Aunque no me planteé una segunda parte de Pobre la María, al final en la canción no hay una conclusión. La conclusión es: ‘los aretes que le faltan a la luna los tengo guardados en el fondo del mar’. Esa es una figura que yo utilicé y si vos analizás eso, es una utopía. ‘Los aretes que le faltan a la luna los tengo guardados en el fondo del mar’. ¡A la gran puta¡, ¿cuándo vamos a sacar esos aretes de allí? No sé. Pero después, en determinado momento, me puse a pensar que la canción se publicó hace 30 años y la María tenía 20 años de edad en ese entonces, y ahora que tendrá algo así como 50, ¿qué será de la María?, ¿seguirá siendo prostituta? Y me digo que no. Seguramente educó a sus hijos y son universitarios. Esa es una historia que se repite en Nicaragua todos los días. Las madres, como la María, lucharon por estos muchachos que fueron asesinados en 2018. Esas madres que decían ‘tanto que nos costó la escuela, la universidad y cuando ya estaba o graduado o se iba a graduar, los matan’. ¿Vos sabés lo que es eso? El esfuerzo de esas madres, el dolor de esas madres, ver truncado todo: sus vidas, sus hijos, sus futuros… la realización como madres. Entonces, Pobre la María es un caso.
Ahora que cantaste la canción en el mercado, la gente de inmediato se detiene, reconoce el estribillo y la canta. ¿Qué sentís?
Es una canción que acá se escuchó primero que en Nicaragua. Se hizo un éxito en Costa Rica y la gente empezó a decirle Marías a las mujeres migrantes.
(La entrevista es interrumpida por un joven que se desconecta los audífonos de las orejas. Se acerca emocionado y le dice a Luis Enrique “soy su admirador”.
– Mucho gusto conocerlo.
– El gusto es mío. De dónde sos, ¿nicaragüense?
– No, salvadoreño. Y lo comencé a escuchar a los 15 años.
– Muchas gracias, mucho gusto hermano.
El joven le estrecha la mano al cantautor y se va complacido, volviéndo los auriculares a cada oreja).
Ahí está la respuesta. También en El Salvador, Honduras y Guatemala hay Marías. Escribí esa canción hace muchos años porque yo escribo cuentos y había pensado en un cuento de una muchacha que estaba oyendo una roconola y lloraba. Y digo yo, ¿qué le pasará a esa muchacha? Cuando se me ocurrió primero no iba a ser la Sonora Matancera lo que María escuchaba, iba a ser Julio Jaramillo, que es otro cantante de cantinas, de prostíbulos y todo eso… Pobre la María se volvió un ícono mucho más allá de mis posibilidades. Es una canción atípica porque dura seis minutos, larguísima, un poquito más pequeña que Pedro Navaja.Yo no puedo dejar de cantar esa canción. Hay canciones que siempre están en mi repertorio y la otra es El Cristo de Palacagüina. Yo la grabé primero que Carlos acá y todo el mundo creía que era una canción mía, y me la piden todos los días. Y la otra es la Nicaraguita por toda esta situación. Aunque es una canción de los años 80, volvió a tener un replanteamiento. Un reforzamiento en los años 90 y ahora nos pertenece como resistencia, como oposición al régimen.
Casi la mayoría de los músicos nicas, me atrevo a decir, están en el exilio rehaciendo su vida. Vos que tenés experiencia en estas lides, ¿qué le podrías recomendar?
En primer lugar, no renunciar… No solamente a la música, a la poesía o al periodismo. No renunciar a lo que vos crees que es tu forma de expresarte. Defenderla con los dientes. Ser consecuente con eso. Luchar y no ser cerrado. Abrirse. Dejarse tocar para poder insertarte, porque no sabemos cuándo vamos a regresar. Y aún cuando supiéramos, por dónde vos vas pasando tenés que dejar una huella. Para los artistas, particularmente, es muy difícil; inclusive para mí. Tengo 78 años y ahora es más difícil conseguir trabajo, porque bueno, siempre la juventud es la que tiene la palabra para todo. Sin embargo, de alguna manera es reinventarse y no le tengo miedo a eso. No le tengo miedo sin dejar de ser lo que yo soy, y lo que yo pienso. Mucho me ha costado defender esta posición y creo que hay un pueblo que me respalda, porque la gente me lo dice. Me siento orgulloso y eso es impagable. Entonces ese es mi compromiso y espero no defraudarlos nunca.