En el mausoleo refrigerado donde vivo o quizá, más bien muero sin pausa, sujeto, en invierno y verano, a 4 “tsunamis” diarios de polvo denso que entran implacables por los elevados “respiraderos” rectangulares de la pared frontal de mi suntuoso sepulcro, han secado y ardido mis ojos e inundado mis oídos, narices, poros, pulmones, que sumados a la luz pobre y sobre todo a los insecticidas poderosos que utilizo — el Baygon y Oko son simple aperitivos para los voraces insectos que asedian el lugar — una vez introducidos no se pueden eliminar del cuerpo. En conjunto, esta nueva realidad de 12 meses ha dañado mi vista, casi ha desaparecido mi voz, causado reflujo y alergia perenne.

En ciertos momentos del día, la densa y asfixiante polvareda se asemeja a una nube estática, en buena medida porque no corre aire. Solo el frío es una constante debido a que el sol se introduce por altos y elevados respiraderos rectangulares entre 4:30 p.m. y las 5:15 p.m. dependiendo la época del año.

No todo es malo: una hora al día salgo a caminar en una banqueta de 12.50 metros, encerrado en una especie de gallinero hermético con grandes candados, vigilado por cuatro cámaras de alta resolución, posiblemente dos de estas cámaras con audio, resguardado por seis guardias bien armados las 24 horas y finalmente rodeado de una pared de metal de unos 2.80 a 3 metros de alto, coronados por un alambre espigado enrollado.

A las 11 a.m. camino mi hora de luz y recorro según estimo seis kilómetros, semejante a la distancia que hay entre el monumento al Papa, al final de las Américas, hasta el Banco Industrial, pasando por Yurrita.

En las tardes hago estiramientos y ejercicios y suelo leer entre 300 y mil páginas al día, evidentemente, dependiendo del entusiasmo que despierte el libro. Mis manos y dedos están tullidos por el uso frecuente de esposas. Pero no me vencerán. Aunque los aconsejen sus más feroces enemigos, aquí estaré esperando el momento de la justicia y la verdad.

Mis más altas muestras de consideración y afecto para mis estimados amigos lectores.