Uno de los errores más grandes de los que ahora puede arrepentirse Nicolás Maduro es haber condenado a María Corina Machado a “Venezuela por cárcel” en 2014. La “dama de hierro” de Venezuela, como se le conoce, está al frente de un fuerte movimiento político capaz de dinamitar en las urnas al chavismo de Hugo Chávez este 28 de julio. Aunque no es la que aparece en la boleta electoral —sino el exdiplomático Edmundo González — la unidad de la oposición y su respaldo no habría sido posible sin ella.
Machado desde el año pasado ha emprendido un periplo por toda Venezuela para lograr el respaldo popular de cara a las elecciones, sorteando decenas de obstáculos impuestos por Maduro, desde arrestos arbitrarios de su personal hasta un intento de asesinato en su contra. Y lo ha seguido haciendo de la mano de González a quien ha convertido en un político conocido en apenas unos cuantos meses. Al final, la imagen que queda de la campaña electoral es la de una mujer imbatible, vestida de blanco, a los que niños, ancianos, mujeres y hombres ven como la esperanza de Venezuela.
Cuando observo esas imágenes de personas llorando y rogando por un cambio en Venezuela, mientras sujetan las manos de una Machado atestada de rosarios en su cuello, me es inevitable no pensar en doña Violeta Barrios de Chamorro en 1990, cuando también se convirtió en la esperanza de Nicaragua. Contra todo pronóstico, por el control absoluto que ejercían los sandinistas sobre el Estado, logró que la mayoría de los nicaragüenses la respaldaran en su cometido de poner fin a 10 años de sandinismo, lo que en letras mayores representaba racionamiento, guerra y miseria.
Y cuando Maduro se describió así mismo como un “gallo pinto”, automáticamente llegó a mi cabeza el estribillo de la canción El gallo ennavajado, usada por Ortega en 1990 como metáfora de su personalidad durante la campaña electoral. Ortega estaba convencido de que aquella convocatoria no pondría en riesgo su poder y se equivocó. Guardando las distancias, Venezuela afronta un proceso difícil como el que ya vivió Nicaragua a finales del siglo pasado. Maduro aceptó ir a elecciones confiando que la oposición se iba a diluir en sus diferencias o que llamaría a la abstención como en las pasadas elecciones presidenciales de 2018, que no contaron con la participación de las principales fuerzas opositoras.
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Nada de eso ocurrió para mala suerte de Maduro, que en su afán de minar el proceso electoral inhabilitó a Machado e impidió que la académica Corina Yoris se inscribiera ante el Consejo Nacional Electoral (CNE). Pese a todas las maniobras antidemocráticas del chavismo para evitar entregar el poder, González cuenta ahora con el respaldo de casi el 60% de los electores, según diferentes encuestas independientes. La pregunta que salta es si Maduro va a aceptar los resultados. Algunos analistas políticos venezolanos con los que he hablado en los últimos días me han expresado su optimismo en el resultado a favor de la oposición y creen que a Maduro no le quedará de otra que aceptarlos por la holgura de la victoria de González.
En Nicaragua muy pocos creían que Ortega aceptaría la derrota electoral en 1990. Al final, aceptó la voluntad popular emanada de las urnas en la mañanita de 26 de febrero, convirtiéndose en el único gesto democrático suyo que se le conoce desde entonces: “El Presidente de Nicaragua va a respetar y acatar el mandato popular”, dijo. Maduro, en cambio, amenaza con una guerra civil si no gana las elecciones este domingo, aunque su verborrea puede ser parte de una estrategia desesperada para infundir miedo en los venezolanos y que no salgan a votar. O dicho de otra forma, el cacaraqueo de un gallo en apuros. Siempre hay gallos más envalentonados que otros. El de Nicaragua, dicen que lloró.
ESCRIBE
José Denis Cruz
Periodista nicaragüense exiliado en España. Actualmente, es fact-checker del verificador español Newtral.es. En 2019 fundó el medio digital DESPACHO 505. Inició su carrera periodística en 2011 y pasó por las redacciones de La Prensa y El Nuevo Diario. También colaboró para El Heraldo de Colombia y la revista ¡Hola! Centroamérica.