María Xavier Gutiérrez
12 de marzo 2024

Relato de una exiliada (y migrante)

Una foto en la que aparece la autora en sus clases de barro.

Un millón de nicaragüenses hemos dejado el país en los últimos cinco años. Nos hemos ido por razones económicas o políticas. Con una población que apenas rozaba las siete millones de personas, me estoy imaginando que somos como un gran desprendimiento de tierra que se llevó del suelo al volcán Momotombo junto con el volcán Masaya, al Macizo de Peñas Blancas, la reserva Bosawás y los lagos Cocibolca y Xolotlán. Somos demasiados… Sin embargo nos anteceden cientos de miles que migraron en la década de 1980. 

Si hablamos del movimiento poblacional de otros países, los migrantes somos una cifra infinita que va a incrementar… Ojo, se calcula que por cada grado de calor que aumente en el planeta se desplazarán mil millones de personas. Migramos de forma colectiva todos los días, somos una masa humana en movimiento en la que también voy yo. Y no soy un número frío dentro de las estadísticas, soy de carne y hueso, tengo sueños, aspiraciones, familia, posesiones materiales, tengo una vida.  

Hace poco pasó por mi casa un grupo de personas que iban en tránsito; en el camino iban llenando sus maletas, decidiendo qué llevar en ellas y qué dejar, eligiendo entre los objetos prácticos y los afectivos. Algunos iban con un ojo viendo atrás y otro viendo adelante. Así es ese rollo de arrancarse del suelo como los volcanes. Personas que igual a mí tienen alma y corazón. Para ellos y ellas, para los migrantes del mundo, dejo acá mis lecciones aprendidas sobre el desarraigo, el exilio y el restablecimiento. Espero que mi experiencia pueda ayudar a otras personas. 

Desde estas letras te acompaño porque sé lo que estás sintiendo:   

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Primero comentarte que adaptarte al nuevo lugar toma tiempo, según las razones por las que te fuiste puede que llores mucho o patines en recuerdos, todo eso es normal. Sin embargo yo hice un “stop” cuando sentí que ni las lágrimas ni los recuerdos me estaban ayudando a adaptarme. Entonces tomé la decisión radical de enfocarme en lo nuevo que me ofrecía mi presente: por ejemplo, salía a trotar en los parques, probé frutas nuevas, hablé con los vecinos y hasta con los perros, visité mercaditos locales y subí alguna montaña. Veía todo lo nuevo como un regalo de la vida. Una oportunidad fresca para reiniciar desde aquí. 

Lo segundo va de la mano con lo anterior, puede que tu mente esté más adelantada que tu cuerpo. Yo deseaba adaptarme rápido pero mi cuerpo se enfermó: bajé de peso, mi digestión se dañó, la comida me sabía amarga, me dio tinnitus, boté cabello, tenía ataques de ansiedad, tenía miedo. Me ayudó a nivelarme realizar yoga y meditación, la dieta adecuada, también la homeopatía y otras alquimias. Supe que había mejorado cuando empecé a subir de peso, gané 16 libras, pero me lo había pasado tan mal que esas libras extras las sigo celebrando. Mi cuerpo alcanzó a mi mente quince meses después del traslado de país. Mi cuerpo y de seguro el tuyo tiene sus propios duelos, es que las emociones están impregnadas en los tendones, músculos, en las paredes de órganos internos, en las células, y cada parte se expresa hasta que van superando el trauma de haberte ido. Dale tiempo a tu cuerpo.            

Un tercer aprendizaje en dos años y medio siendo extranjera es que el mundo me pertenece, que las fronteras son separaciones políticas que no deben interferir en mi adaptación a las nuevas tierras. El mundo es grande y donde yo esté habrá un lugar adecuado para mí. Mi consejo en esto es abrir la actitud, que aspires y desees integrarte, que no te enfoques en las diferencias, en las comparaciones, que no te sientas superior o inferior culturalmente, que absorbas todo lo nuevo, idioma, expresiones orales, gestos, comida, direcciones, temperatura, fauna y flora; todo lo que puedas. Eso te ayudará a sentirte integrado. 

Lo siguiente, recién habíamos llegado a este nuevo país y compré una planta, de esa manera estaba personalizando mi nuevo ambiente… Crear tu nuevo espacio, es el cuarto consejo, esa cueva que te contiene para ser vos mismo, misma, por eso al margen de lo que nos haya dolido dejar casas y patios te aconsejo comprar plantas, colocar fotos significativas u otros objetos que te hagan sentir aterrizado. Para mi esposo fue importante contar con su cafetera y taza, para mí fue tener mi bowl tibetano y encontrar una esquina donde colocar un cojín para meditar.  

Mi quinto consejo es que despertés la alegría interior, de manera que vayas poco a poco sintiendo la dulzura de la vida, para eso ayuda mover tu cuerpo, caminatas, oxigenarte, asolearte, bailar dos canciones cada día, cantar en la ducha, usar las manos para hacer manualidades, dibujar, aprender algo nuevo, podés guiarte con videos de YouTube y si podés pagarte algún curso presencial es mucho mejor. Yo entré por un año a talleres de barro y pasé horas amasando y dando formas a picheles y platones, pero lo mejor es que conocí a mujeres fantásticas y las conversaciones eran alegres. A propósito, tejer nuevas redes de conocidos y amistades es la mejor manera para volver a florecer, como dicen: “solo, llegás rápido, pero acompañado llegás lejos”.

Las actividades lúdicas también van a ayudarte a reducir el estrés que te genere el cambio de país y otra forma es alejarte de esos detonantes, pueden ser redes sociales o personas, en mi caso por ejemplo decidí limitar mi exposición a algunas noticias porque simplemente yo no podía con todo. 

En medio de ese período, también me ayudó mucho recitar el lema: no se fuga uno para atrás, se fuga para adelante”,  frase de la canción Soy Todo Lo Que Recuerdo de Gabo Ferro. Este lema y esa canción me sostuvieron, me hacían caminar erguida con el sol a favor, la cantaba sola y en familia, en el carro o caminando.   

Quiero comentarte que aún hay ocasiones en las que me da cierta inquietud, como que me falta algo, un no sé qué, me gustaría abrazar más de lo que tengo, quizá es la necesidad de regresar a mi viejo país, entonces dejo que la sensación se quede un rato y luego la suelto, eso lo aprendí meditando. Es posible que esa inquietud me acompañe muchos años y está bien, también es lindo llevar mi historia impregnada por dentro. 

Finalmente, ahora sé que soy más fuerte de lo que imaginé, igual que vos, y esa fuerza también radica en ser vulnerable, en reconocerme sensible. Un día simplemente dejé de llorar y empecé a abrazar el cambio, siendo migrante por voluntad propia o porque algunas razones te obligaron –como a mí–, siempre es más fácil ir a favor de las circunstancias que en contra. 

Es muy posible que algún día regresemos al país aquel, junto a los volcanes y los lagos, pero por ahora te cuento que adoro donde estoy y me siento otra vez en casa.  

ESCRIBE

María Xavier Gutiérrez

Comunicadora social y creadora del Blog Mujer Urbana desde 2012.