El sandinismo es una corriente política de izquierda que llegó al poder por las armas después de derrocar a la dictadura somocista en 1979. Durante su primera estancia en el poder hasta 1989, se caracterizó por la instauración de un proyecto revolucionario comunista, de corte dictatorial y asesino, sin respeto a las leyes. Llevó al paredón a miles de nicaragüenses sin un juicio. Tuvo un ejército al servicio del partido, una juventud obligada a defender dicho proyecto llevándolos a la muerte a través del servicio militar obligatorio. Además de una destrucción total de la economía, el Estado era dueño de todos los medios de producción incluyendo la banca. Hubo una expropiación masiva a través de confiscaciones a todos los ciudadanos, junto con una persecución a todo aquel opositor al proyecto revolucionario sandinista.
El sandinismo es, en síntesis: muerte, cárcel, exilio y división de la familia nicaragüense. Y como si no fuera poco, también hubo persecución a la libertad de expresión y prensa, cerrando medios de comunicación como La Prensa. Configuraron un sistema judicial al servicio del proyecto sandinista, dejando en indefensión a los ciudadanos. Como hoy, bajo Daniel Ortega y Rosario Murillo, hubo una Iglesia perseguida y acosada. Asesinaron a comunidades indígenas enteras en la denominada “navidad roja”.
Es un rosario de atrocidades largo. Sigo: Realizaron actos de terrorismo en varias partes del mundo, como en La Penca, un sitio limítrofe con Costa Rica; o el asesinato de Anastasio Somoza en Paraguay. El sandinismo envió a miles de nicaragüenses al exilio, dejó en la pobreza absoluta a todo un pueblo, dirigió la educación nacional con el mayor adoctrinamiento de la historia de Nicaragua en favor del proyecto sandinista… en fin podría continuar con la sarta de atrocidades que se cometieron en nombre del proyecto revolucionario sandinista, violando todos los derechos humanos y religiosos de todo un pueblo.
Cabe mencionar que todos los abusos cometidos fueron realizados por un cuerpo colegiado muy cohesionado desde la Presidencia de Daniel Ortega y Sergio Ramírez, el general del Ejército Humberto Ortega, el ministro del Interior Tomas Borge y el presidente de la Asamblea Nacional Carlos Núñez.
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Aparte del control absoluto del Poder Judicial, se orquestó en los ochenta una aplanadora informativa con los medios de comunicación del sandinismo que ya conocemos: Barricada y El Nuevo Diario, entre otros. La consolidación del proyecto sandinista que iba rumbo al control totalitario y dictatorial al estilo de Cuba se vio truncado por la rebelión de los nicaragüenses de la Contra en una guerra que costó más de 50 000 nicaragüenses muertos.
Esa presión de la guerra civil de los años ochenta dio paso al triunfo de la democracia a la cabeza de doña Violeta Barrios de Chamorro, logrando revertir el proyecto sandinista e iniciar el proceso de democratización de Nicaragua. Sin embargo, al proyecto sandinista no le bastó perder el poder, sino que se repartieron el país entre ellos mismos, robándose casas, carros, propiedades, fincas, empresas, dinero, etc., en la famosa “piñata”. Dejaron al país en la peor crisis económica de su historia.
Durante los años noventa, después de la pérdida del poder, muchos sandinistas se separaron del partido e incluso se dividieron, pero como dice el dicho: “El zorro pierde el pelo, pero no las mañas”. Unos pasaron a ser millonarios con el dinero robado, otros se fueron a ser oposición destructiva gobernando desde abajo, otros se convirtieron en supuestos defensores de derechos humanos, algunos dirigiendo oenegés de izquierda. Mientras un puñado se dieron cuenta que fueron engañados.
Lo que nunca cambió fue la recuperación del proyecto revolucionario sandinista, un proyecto inconcluso que inició su recuperación en los años noventas. En ese lapso, vimos a muchos sandinistas disfrazarse de ovejas, haciéndose pasar por demócratas, defensores de la libertad, los derechos humanos y la propiedad privada; llegaron a pedir perdón a la Iglesia, aliándose con el gran capital. Todo lo hacían con el fin de recuperar el poder y recuperar el proyecto inicial de la revolución sandinista, sabiendo que llevarían la misma dirección de instaurar en el país una dictadura asesina, represiva, absoluta y atornillada al poder.
Con mentiras y bajo la división de los demócratas, el proyecto sandinista izquierdista ganó las elecciones en el 2006 con una minoría del 34%, producto de un pacto con Arnoldo Alemán, quien traicionó la democracia nicaragüense cuando fue gobernante. Ahora, nuevamente, bajo la cabeza de Daniel Ortega inició de nuevo la reconquista del proyecto revolucionario sandinista izquierdista: con nueva sangre y unos antiguos miembros que aún le quedaban; con nuevos aliados como los empresarios; nuevos aliados internacionales como Venezuela, Ecuador, Bolivia, Argentina, Cuba, Irán, Rusia, China y otros más de corte dictatoriales bajo un nuevo orden mundial.
Pero eso no fue ningún obstáculo para reiniciar su proyecto revolucionario sandinista de izquierda. Poco a poco fueron de nuevo destruyendo el frágil Estado de Derecho que se había construido y la poca democracia ganada. De nuevo comenzó el deterioro total, primero robándose las elecciones en varias ocasiones, desde las municipales hasta las presidenciales extorsionando y comprando a gente en los diferentes Poderes del Estado para obtener votos. Lograron el control total tanto en el Poder Judicial, la Asamblea Nacional y el Consejo Supremo Electoral. Pusieron a andar de nuevo el proyecto revolucionario sandinista de izquierda y, sin escrúpulo alguno persiguieron incluso a sus propios excolaboradores sandinistas.
Vino después la cacería a los opositores y les fabricaron juicios sin sustento legal. Volvieron las amenazas de muertes. El uso de toda la maquinaria del Estado para poder obtener el control total y absoluto que venían adquiriendo desde los años ochenta. Nuevamente se apropiaron de todos los Poderes estatales y realizaron otra vez prácticas fuera de la ley. Fueron engañando a mucha gente que le dieron “calor a la víbora”.
Y sucedió la explosión social del 2018. Se dieron cuenta que el proyecto sandinista de izquierda aún estaba en riesgo y podría colapsar, por lo que aceleraron el proceso asesinando, reprimiendo, encarcelando y enviando a miles de nicaragüenses al exilio y, a algunos de nosotros, quitaron la nacionalidad.
El proyecto sandinista de izquierda se “llevó en el saco” a sus antiguos colaboradores de los años ochenta y noventas, ya que desconfiaban de ellos. En otras palabras, no porque no compartieran el mismo proyecto sino porque ponían en riesgo de quien quedase a la cabeza. Ya era una cuestión de poder y no una disputa del rumbo revolucionario sandinista de izquierda. Por eso vemos a unos sandinistas muy alineados al control hegemónico, igual que lo hicieron en los años ochenta. Es la misma receta, pero con nuevos personajes. Todo casi igual de como lo venían haciendo en los ochenta. Sólo que ahora más perfeccionado y con mayor experiencia para hacer el mal.
El fin de ese proyecto sandinista de izquierda que no lograron en los ochenta es la instauración de un Estado totalitario y dictatorial de ideología izquierdista; de permanencia absoluta en el tiempo… y es por eso que están promoviendo una nueva Constitución. Esta, pues, no es ninguna reforma; es una nueva Constitución, porque pierde todo el espíritu del rumbo de una nación democrática, aunque ya la habían herido y dañado en el pasado.
Esa nueva Constitución es la culminación del proyecto sandinista de izquierda que iniciaron desde hace décadas, y que hoy lo harán realidad con esa nueva Constitución. Los que conocemos al sandinismo no nos sorprende, sino más bien nos ratifica porque sabemos lo que fueron, lo que son y lo que harán en el futuro.
Por eso digo que el proyecto sandinista izquierdista se concreta con esa nueva Constitución, a lo que siempre han aspirado: ser el Gobierno tiránico, dictatorial, asesino y más déspota que jamás se haya visto. Ahora veremos si logran mantenerse en el tiempo. Sin embargo, estoy seguro de que caerán en algún momento y pagarán por todo el daño hecho al pueblo de Nicaragua.
ESCRIBE
Luciano García Mejía
Ingeniero y activista político. Expresidente de Hagamos Democracia. Miembro del Bloque Centro Derecha de la Concertación Democrática Nicaragüense, Monteverde.