Encuestas de todo color y analistas de todo signo coinciden en que este domingo 28 de febrero, Nuevas Ideas, el partido político hecho a medida del presidente salvadoreño, arrasará en las legislativas. Los comicios resultan una especie de plebiscito sobre Bukele y el bukelismo. Los arrebatos autoritarios del mandatario y los cada vez más numerosos casos de corrupción destapados no parecen haber afectado el deseo de la sociedad de enterrar el sistema de partidos construido en torno a Arena y el FMLN. Pero existe el riesgo de que el control del Parlamento profundice la vocación autocrática del presidente salvadoreño
San Salvador-. Nuevas Ideas es un partido político salvadoreño que nunca ha participado en unas elecciones. Legalizado en agosto de 2018, afronta su primera cita electoral el domingo 28 de febrero, y lo hace como el favorito indiscutible no solo a ganar, sino a arrasar. Nuevas Ideas (NI) es el partido creado ad hoc por el polémico presidente de El Salvador, Nayib Bukele.
Hay unanimidad casi absoluta en todas las encuestas publicadas: dos de cada tres salvadoreños aseguran que darán su voto al instituto político primerizo, cuyo logo es “la N de Nayib” –frase convertida en un lema de campaña–, y que se identifica con el color cian.
Esta avasalladora irrupción de una nueva fuerza está ocurriendo en El Salvador, considerado hasta hace apenas tres años uno de los países latinoamericanos con un régimen de partidos más estable, en torno al binomio surgido de la guerra civil (1980-1992): el derechista Alianza Republicana Nacionalista (Arena) y la exguerrilla del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN).
Nuevas Ideas es el partido de Bukele, un político de 39 años que sobresale en cuanta encuesta se hace pública sobre su gestión presidencial, iniciada el 1 de junio de 2019, pero que también colecciona señalamientos de autoritario, nepotista, tolerante con la corrupción de sus allegados, promilitarista e irrespetuoso con la institucionalidad.
Las elecciones de este 28 de febrero no son presidenciales, pero basta ver las vallas publicitarias en las calles de San Salvador, o encender la televisión y mirar los anuncios, para inferir que esta cita con las urnas se ha convertido en una especie de plebiscito sobre Bukele y sobre el bukelismo.
“En lo que ha sido magistral, la verdad, es en la construcción de su marca personal; yo me atrevo a decir que, sin Nayib, Nuevas Ideas sería un cascaroncito”, dice Cristian Villalta, periodista y gerente editorial del Grupo LPG, que edita La Prensa Gráfica, uno de los diarios impresos más influyentes y críticos con la administración Bukele.
Además del periodista Villalta, DIVERGENTES entrevistó largo a otros tres reconocidos analistas salvadoreños para tratar de responder qué está realmente en juego el 28 de febrero, y por qué el país parece estar dispuesto a dar un vuelco radical a su sistema de partidos y enviar al ostracismo a Arena y sobre todo al FMLN.
“El escenario político dominante es de odio, de rencor y de rechazo hacia los partidos políticos tradicionales, y el 28 de febrero va a predominar ese odio”, dice Dagoberto Gutiérrez, analista político y excomandante guerrillero. El analista Gutiérrez cree que Arena y el FMLN “se olvidaron de cómo hablar con la gente, porque durante décadas los trataron como simples votantes, y hoy no entienden que cuando a un salvadoreño se le habla del Estado de derecho o de los derechos constitucionales, no se le está diciendo nada, porque para el pueblo sus problemas son el pan y el salario”.
Nayda Acevedo, politóloga y activista defensora de los derechos humanos, cree que la consolidación del bukelismo tiene a la base que “ha sabido manejar la agenda-setting, y ha logrado que no se hable del manejo real de la pandemia, de la pérdida de empleos o de las carencias técnicas de sus funcionarios”.
Arena y el FMLN son “actores políticos desgastados que no han tenido posibilidad de volver a conectar con la población”, dice la politóloga Acevedo, y el vuelco que las encuestas vaticinan a favor de Bukele “es mérito de un comunicador por excelencia que ha sabido aprovechar todo este descrédito en función de un proyecto político”.
Para Óscar Picardo, académico y director de Instituto de Ciencias, Tecnología e Innovación de la Universidad Francisco Gavidia (UFG), las elecciones del 28 de febrero suponen “un relevo generacional que nos cuesta entender”, que se da porque “hay un agotamiento de los modelos”, y porque “Nayib ha hecho cosas que los demás gobiernos nunca hicieron; o sea, él ha tenido un acercamiento, que unos llaman populismo, y otros, sensibilidad social”.
Los cuatro analistas entrevistados dan por hecho un triunfo arrollador de NI, y tres de ellos –el analista Gutiérrez se desmarcó– creen que existe el riesgo de que el control del Poder Legislativo profundice la vocación autoritaria del presidente Bukele, expresada en episodios como la militarización y toma de la Asamblea Legislativa, el 9 de febrero de 2020.
En las nueve elecciones legislativas celebradas en El Salvador desde que se firmaron los Acuerdos de Paz, nunca un partido político ha alcanzado las 40 diputaciones. Nunca. El registro más alto lo obtuvo Arena, y hay que remontarse hasta 1994, cuando cosechó 39 diputaciones con el 45 % de los votos.
Para el 28 de febrero, casi la totalidad de las encuestas publicadas otorgan a Nuevas Ideas intenciones de voto entre el 60 % y el 70 %, y ninguna otra fuerza política llegaría al 10 %.
En la última que se hizo pública, la de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA), el 68.8 % de los entrevistados respondió que votará por el partido de Bukele en las legislativas, mientras que la segunda opción –Arena– cosechó un pírrico 5.3 % de las simpatías. El Instituto de Opinión Pública de la UCA realiza sondeos de opinión desde hace 35 años, y es una de las encuestadoras más respetadas. Cabe reseñar también que, en el ámbito académico, la universidad jesuita es uno de los actores sociales que mantienen una actitud más crítica con la administración Bukele.
“Vamos a tener un escenario de entre 40 y 50 diputados de Nuevas Ideas”, dice el académico Picardo, quien dirige el Centro de Estudios Ciudadanos de la UFG, que también se dedica a medir la opinión pública.
Muy pocos en El Salvador dudan que Nuevas Ideas obtendrá al menos 43 diputados, la mitad más uno de las 84 curules que conforman la Asamblea Legislativa. Ese escenario, inédito desde que el país es formalmente una democracia, permitiría al partido de Bukele aprobar, reformar y derogar cualquier ley sin tener que negociar con ningún otro partido.
Pero esta, hoy por hoy, es una preocupación menor para la oposición.
“Cuando nosotros hemos encuestado, mucha gente nos dice: yo ni sé quiénes son los candidatos, pero voy a votar por Nuevas Ideas”, dice el académico Picardo.
Las encuestas advierten que el bukelismo podría incluso sumar los 56 diputados que representan los dos tercios de la Asamblea, sumadas las curules de Nuevas Ideas y GANA (Gran Alianza por la Unidad Nacional), el partido-taxi con el que Bukele ganó la presidencia, plegado completamente al Ejecutivo, y que por su apoyo incondicional al presidente algunos sondeos incluso ubican como la segunda fuerza política.
Un Legislativo con dos tercios de diputados afines al bukelismo podría designar –sin necesidad de negociar con la oposición– al fiscal general, al procurador general, al procurador de Derechos Humanos y a cinco de los 15 magistrados que integran la Corte Suprema de Justicia, además de aprobar préstamos internacionales y suspender las garantías constitucionales.
Tal cual están hoy las cosas, y en un análisis estrictamente numérico, sumar 29 curules –un tercio más uno– entre todos los partidos podría considerarse un éxito para la oposición, ya que obligaría al bukelismo a negociar en la legislatura 2021-24, que coincide con los tres últimos años del quinquenio del presidente Bukele.
El periodista Villalta matiza este análisis numérico al recordar la larga tradición de trasfuguismo entre la clase política salvadoreña: “Siento que hay un enamoramiento con las cifras de las curules, pero creo que eso es dar demasiado crédito a una oposición que dudo bastante que se mantenga granítica, porque la historia nos ha enseñado que la oposición en El Salvador tiende a ser de convicciones muy débiles”.
Las campañas electorales en El Salvador, sobre todo aquellas en las que hay posibilidades de alternancia –como es el caso–, suelen saturarse de mensajes apocalípticos que, de momento, nunca se han cumplido. En la primera década del presente siglo, cuando el FMLN comenzó a ser una amenaza real para Arena, por ejemplo, se repitió hasta la saciedad que con un gobierno efemelenista peligraba el envío de remesas desde Estados Unidos, o que el país pasaría a ser una marioneta de Hugo Chávez. Nada de eso ocurrió.
La politóloga Acevedo cree que lo que está en juego el 28 de febrero es el sistema de partidos, no el sistema político. Para facilitar la comprensión, recurre a un juego de palabras en torno a uno de los eslóganes promovidos por Bukele: ella cree que las urnas castigarán a “los mismos de siempre” –en alusión al exitoso eslogan–, pero mantendrán “lo mismo de siempre”. En su opinión, Bukele no representa una ruptura, ni mucho menos, “y en temas como la corrupción hay una continuidad”.
El académico Picardo tampoco prevé un escenario de rompimiento abrupto: “El Salvador está enclavado en un entramado geopolítico, y somos un país pequeñito, con una relación muy estrecha con Estados Unidos, con dos millones de migrantes allá, y el nuevo gobierno estadounidense parece que va a estar más vigilante de Centroamérica; yo confiaría en que Nayib no va a hacer locuras”.
El analista Gutiérrez ve incluso un elemento positivo en el Legislativo pro-Bukele que auguran las encuestas: al presidente se le agotará una de sus excusas más recurrentes, el presunto boicot que desde la Asamblea hacen los partidos tradicionales. “El pueblo va a votar contra Arena y el FMLN, pero no está dando un cheque en blanco, ¡no! Cuando Nuevas Ideas controle la Asamblea, ya no habrá pretextos para no hacer las transformaciones necesarias. ¿Ves el diseño del pensamiento político de la gente? ¡Y no está equivocada en eso!”, dice.
La Constitución salvadoreña es tajante en cuanto a la prohibición de la reelección de un presidente de la República. “El período presidencial será de cinco años y comenzará y terminará el día primero de junio, sin que la persona que haya ejercido la Presidencia pueda continuar en sus funciones ni un día más”, reza el artículo 154. “No podrán reformarse en ningún caso los artículos de esta Constitución que se refieren (...) a la alternabilidad en el ejercicio de la Presidencia de la República”, remata el 248.
Aunque Nuevas Ideas ganara los dos tercios de las curules, la Constitución vigente no da espacios legales para avalar la reelección de Nayib Bukele en el período 2024-2029. Además, toda reforma constitucional, por mínima que sea, debe ser aprobada por una legislatura y refrendada por la siguiente.
Incluso con una Asamblea sumisa y plegada a sus designios, que Nayib Bukele siga siendo presidente el 2 de junio de 2024 pasa inequívocamente por romper el orden constitucional.
“Yo sí veo muy probable una escalada de autoritarismo, y me preocupa porque el autoritarismo no solo puede afectar el sistema de libertades, sino porque puede ocurrir también que la sociedad mayoritariamente abrace el autoritarismo”, advierte el periodista Villalta.
Este reportaje se ha centrado en el Poder Legislativo, pero en las elecciones del 28 de febrero los salvadoreños elegirán también a los 262 alcaldes y concejos de igual número de municipios, y a los políticos que ocuparán las diputaciones del Parlamento Centroamericano (Parlacen) que corresponden a El Salvador.
Las encuestas también vaticinan que NI será la fuerza política dominante en ambas elecciones, lo que permitirá al partido de Bukele asumir las riendas de la mayoría de los gobiernos locales, que en la actualidad están en manos del FMLN y sobre todo de Arena.
Otras aristas interesantes de la noche electoral serán, por un lado, el impacto que tendrá la consolidación del bukelismo en el FMLN, el partido que vio nacer políticamente al presidente Bukele, y bajo cuya bandera fue alcalde en dos períodos consecutivos. El analista Gutiérrez está convencido de que el FMLN –partido del que formó parte recién finalizada la guerra– “va a desaparecer políticamente, aunque no lo haga electoralmente”, y lo atribuye a que en sus dos quinquenios en el Ejecutivo (2009 a 2019) abrazó “el proyecto neoliberal” de Arena.
Por otro lado, el 28 de febrero también permitirá conocer el grado real de aceptación de los otros dos nuevos proyectos políticos que concurren. Los partidos Nuestro Tiempo y Vamos se han esforzado por presentarse como la verdadera opción para quienes están hartos de ‘los mismos de siempre’, pero las encuestas, en el mejor de los casos, apenas les conceden una o dos de las 84 diputaciones.
“Son partidos que no tienen un caudillo, y en este país está muy instalada la idea de que una sola persona puede cambiar las cosas”, dice el periodista Villalta.
“Nuestro Tiempo tiene candidatos muy interesantes, bien formados, pero como que nuestra gente no compra ese tipo de proyectos, algo así como en su día le ocurrió al partido Cambio Democrático de Héctor Dada Hirezi, de Héctor Silva, de Jorge Villacorta... gente muy valiosa, crítica, con principios, pero con un proyecto que nunca pegó”, dice el académico Picardo.
Otros partidos minoritarios pero de larga data, como el Partido de Concertación Nacional (PCN, fundado en 1961) y el Partido Demócrata Cristiano (PDC, 1960) también se jugarán su supervivencia en la Asamblea ante el previsible tsunami cian.
Las urnas hablarán el 28 de febrero. Pero desde ya, y al margen del resultado final, sí cabe adjetivar como histórica la cita electoral. Desde los Acuerdos de Paz, El Salvador ha vivido tres décadas en las que la principal incógnita en las legislativas era conocer si el primer y segundo partidos más votados eran Arena o el FMLN. Con la irrupción de Nuevas Ideas, esa etapa de la historia reciente ha quedado atrás, quizá para siempre.
“Nayib es el producto de lo que hicieron Arena y el FMLN por 30 años; entonces, calátela, soportalo, aguantalo, porque tú creaste eso”, reflexiona el académico Picardo. Una Asamblea abiertamente bukelista “tal vez hasta sea necesario, para que esta sociedad madure políticamente un poco más”, dice resignado el periodista Villalta.