Era medianoche, después de cinco horas de iniciado el conteo de votos de las elecciones generales de Guatemala este domingo 25 de junio. Sandra Torres, candidata presidencial de la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), salió al frente para expresarse contenta por mantenerse en el primer lugar de las votaciones con un 40% de las actas procesadas, pero sin nombrar aún con quién pasaría a segunda vuelta. Su semblante acomedido contrastaba con sus declaraciones emitidas durante un escrutinio que rompió todas las proyecciones, catapultando a un factor inesperado en el panorama: el socialdemócrata Bernardo Arévalo.
“Estamos seguros de que vamos a ganarle a cualquiera, no importa quién sea”, expresó Torres. En ese momento, el candidato del oficialista Vamos, Manuel Conde, pulsaba el tercer sitio de la contienda cerca de Bernardo Arévalo, del Movimiento Semilla, quien marcó una tendencia constante en el segundo puesto desde los primeros minutos. Arévalo se terminó convirtiendo en la sorpresa de la noche: con más del 75% del escrutinio, se alejó cada vez más del partido gobernante y consiguió la estafeta para pasar al balotaje.
Con el 98.3% de las actas procesadas, Torres lidera de forma pírrica la elección con un 15.7%, seguida por Bernardo Arévalo con un 11.8%. La distancia que los separa es de apenas unos 219 mil votos. Aunque el Tribunal Supremo Electoral (TSE) no ha oficializado una segunda vuelta hasta agotar impugnaciones, los magistrados sí aseguraron que existe una tendencia clara. Estos resultados resultan inéditos en los procesos electorales de Guatemala, pues ninguna encuesta o sondeo de intención de voto auguró que Arévalo lograría catapultarse al balotaje con unos 649 mil votos válidos.
Arévalo explicó a DIVERGENTES que “el cansancio generalizado con el sistema de corrupción y los niveles de descaro con el que opera” fue un factor clave para propulsar su candidatura de manera sigilosa. El político de 64 años contempla que la manera de abordar ese reproche ciudadano desde el partido fue dándole respaldo, pero con mensajes de politización para vencer la indiferencia.
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“El problema es que se había dado una actitud de rechazo que se manifiesta negativamente con indiferencia para no participar en política. Nosotros nos dedicamos a decir que compartimos el rechazo, pero no podemos replegarnos, porque les estaríamos dejando los espacios a ellos”, dijo Arévalo. Tenía un tono sereno. Un entusiasmo bastante controlado por la incredulidad frente a los resultados.
Otro parámetro que el partido de Bernardo Arévalo examina como fundamental para este resultado es la reacción de la generación joven. “Los electores más jóvenes se niegan a perder la esperanza y reaccionaron con mucho entusiasmo… En las últimas semanas hubo una movilización intensa”, dice Arévalo. Asegura que en las calles las personas adultas les comentaban que sus hijos o sobrinos les habían explicado sobre Semilla y su candidatura. A partir de eso, agrega, toda la casa votaría por la organización. “Movilizaron la esperanza”, dice el candidato.
La última encuesta publicada cuatro días antes de la elección por el diario Prensa Libre, elaborada por ProDatos, le asignó una intención de menos del 3%, mientras que registró que Torres debatiría la primera magistratura contra Edmond Mulet del partido Cabal con un 13% y en un tercer lugar ubicaba a Zury Ríos de la coalición Valor-Unionista con un 9%. El oficialista Conde quedaba relegado a una cuarta posición junto a otros tres candidatos que rondaban el 5%.
Sobre el contraste entre las encuestas y los resultados de la elección, el presidenciable reveló que nunca creyeron en ellas por esa distancia entre las mediciones y lo que encontraban en los recorridos de campaña. “La segunda vuelta representa un reto enorme porque nos va a tocar duro”, concluyó Arévalo.
Arévalo ha sido diputado de Semilla desde el año 2020 y tiene experiencia en el ámbito diplomático y académico. Es escritor e investigador social. Su apellido resuena fuerte entre los movimientos progresistas, pues es hijo de Juan José Arévalo Bermejo, el primer presidente de la Revolución de Octubre que desembocó en una década (1944-1954) de ampliaciones de los derechos sociales de la población. Un gobierno que fue intervenido por el gobierno estadounidense en el primer golpe de Estado patrocinado por la CIA fuera de sus fronteras.
A los dos gobiernos de la Revolución los acusaron de comunistas. En las horas posteriores al triunfo en segundo puesto de Bernardo Arévalo, ya comienzan las voces que recuerdan esos calificativos para desinformar a los votantes.
Entre el rechazo y el clientelismo
Los resultados de la votación del 25 de junio mostraron que la sociedad guatemalteca reprocha a la clase política: sin tomar en cuenta a los candidatos, el voto nulo superó el 17% y el blanco obtuvo un 9% de la preferencia de los electores. Además, la afluencia a los centros de votación fue del 60%, un punto menos que en la elección de 2019. Ese año, el voto nulo alcanzó tan sólo el 3.8% y el blanco, el 9%.
En contraste, llama la atención que fuerzas como la del partido oficial han logrado un resultado tan abultado para la Presidencia, el Congreso, las alcaldías y el Parlamento Centroamericano. La gestión del presidente Alejandro Giammattei puntúa un 22% de aprobación, según el sondeo realizado por CID Gallup. No obstante, los datos preliminares de la elección, evaluados por Sigüenza & Carrascosa, arrojan que el partido Vamos será la bancada mayoritaria en el Congreso con 38 curules. Mientras que la UNE lograría 28 y Semilla 23 escaños. El partido de Mulet, Cabal, obtendría unos 18 diputados, al tiempo que la coalición Valor-Unionista, que postuló a Zury Ríos, ganaría unas 12 sillas en el parlamento.
El catedrático universitario y analista político independiente, Luis Mack, considera que existen varios factores para comprender los resultados contrastantes entre el voto al partido oficial y el voto en blanco y nulo. “Las personas diferencias su voto entre las cinco papeletas. Diferencian el ámbito territorial y el presidencial que es más nacional. El interés local y el interés nacional se distancian y se suma que algunos candidatos a nivel regional formalmente se van con el partido oficial, pero no se comprometen a promocionar al candidato presidencial para evitar desgastes”, comenta.
Sobre la discrepancia de las encuestas y los resultados electorales preliminares, Mack duda sobre la manipulación de estas. Les atribuye dos fallos sustanciales en materia de metodología. En primer lugar, explica, las encuestadoras pronostican un vaticinio sin tomar en cuenta lo volátil de la percepción de los guatemaltecos y la carencia de afiliación partidaria. “No hay arraigo político en los votantes a largo plazo. No es lo mismo que el caso estadounidense en el cual hay gente que pertenece claramente a un partido o a otro. Aquí la preferencia puede variar en días”, comenta.
En otro sentido, cree que el margen de error ha sido demasiado pronunciado entre los candidatos. Esto genera que las posiciones tengan tendencia de cambio al momento de la votación real. Además, coincide con Bernardo Arévalo al proponer que en alguna medida, la encuesta podría haber estimulado el voto de Semilla, en lugar de a los punteros.