Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en 2020 la economía mundial tendrá una contracción del 5.2%. “Es la mayor caída observada desde la Segunda Guerra Mundial”, advierte el organismo. El coronavirus arrasó empleos y cambió la forma de trabajar de millones de personas alrededor del mundo. La pandemia también quebró empresas, dejó legiones de desempleados, e instaló un panorama económico incierto. Sin embargo, en medio de esa catástrofe económica hay quienes vieron en la crisis oportunidades… y no les fue tan mal. Todo lo contrario, les fue viento en popa, pero para eso hay ciertas fórmulas nada convencionales que aplicar: Quienes van a la cabeza en Nicaragua son emprendimientos impulsados por jóvenes.
Tres emprendedores nicaragüenses de diferentes rubros explicaron a DIVERGENTES cómo sus empresas dieron un enorme salto positivo a raíz del primer caso de COVID-19 en el país. Se sinceran y devela qué han hecho para mantenerse e innovar en esta época de dificultad sanitaria y socioeconómica. Que parafraseando a Luis Enrique, nuestro salsero, “para aprender a vivir (en tiempos de pandemia) hay que buscarle la vuelta”.
Enfocados en las áreas de higienización, delivery y elaboración de mascarillas, estos tres jóvenes han sabido permanecer a flote, invertir en sus negocios y tener perspectivas de futuro. Estas son sus historias.
Clean Up: “Nuestro promedio de ventas se quintuplicó”
Álvaro Chévez tiene 31 años y habla con seguridad. Para él la pandemia causada por el coronavirus ha sido “una oportunidad”.
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Clean Up, la empresa creada por Chévez en 2015 en Managua, se enfoca en limpieza profesional a domicilio. Inicialmente se dedicaban a limpiar muebles y alfombras en casas y oficinas y también hacían lo mismo con automóviles. En cinco años, lograron una base de clientes fijos y jamás imaginaron lo que pasaría en marzo de 2020.
El coronavirus despertó una urgente necesidad de desinfectar espacios, principalmente en compañías y algunas residencias, con el objetivo de hacerlos más seguros para los colaboradores y visitantes. De manera que emprendimientos como Clean Up de pronto tomaron una gran relevancia.
“Había una o dos empresas que ofrecían el servicio (de higienización) y nosotros decidimos invertir en el equipo necesario. Nos informamos bien para poder brindar un servicio de calidad tanto en el uso de productos químicos como en el equipo que se utiliza. Nuestro promedio de ventas se quintuplicó, nos catapultó económicamente”, narra Chévez.
De brindarle su servicio a diez clientes grandes, pasaron a tener quince… todos ellos fijos y su abanico se amplió a supermercados, tiendas, embajadas, algunas instituciones del Estado y también empresas de transporte que necesitaban desinfectar sus furgones. Fue tanto el éxito que tuvieron que contratar a cuatro personas más para dar abasto. Además compraron un vehículo para ampliar la cobertura del negocio.
Una persona cubierta de pies a cabeza con un traje blanco impermeable carga una amplia mochila plástica en su espalda. Utiliza una máscara antigás y sus manos están cubiertas por guantes negros. De la mochila sale un tubo con apariencia de aspiradora, pero lo que realmente hace es rociar una mezcla de amonio cuaternario sobre todas las superficies de un lugar.
El buen ritmo de Clean Up se mantuvo por “tres, cuatro meses”, pero en los últimos dos ha habido un bajón del 50% en la demanda de higienización de espacios. No obstante Álvaro no luce preocupado.
“Esto no nos afecta porque nuestro rubro inicial de limpieza de muebles y vehículos se mantiene sólido. Hemos ganado clientes fijos, además que aprovechamos el ingreso económico que hemos tenido, que fue muy bueno, para brindar otros servicios que por falta de dinero no se había podido comprar equipos para darlos. Por ejemplo, ahora tenemos limpieza de pisos, pudimos comprar una máquina que cuesta entre 1,500 y 2,000 dólares”, puntualiza.
Así transcurren las jornadas de esta empresa de ocho empleados. Algunos días reciben treinta llamadas solicitando servicios de higienización, otros días diez llamadas, otros cinco y otros ninguna. “Pero seguimos con un promedio de diez empresas fijas que todavía es un buen ingreso para nosotros”, finaliza Chévez.
Jumpers, la empresa que creció “en un 300%”
Elman Amador tiene 27 años y no duda al decir que la pandemia ha hecho crecer su empresa “en un 300%”.
Jumpers, la empresa cocreada por Amador en 2016 cuando recién salía de la universidad, inicialmente se llamaba Clickeats. Se enfocaba en delivery de comidas, pero a raíz de la crisis de 2018 amplió sus opciones a supermercados, farmacias, tiendas, y comercios idems. En mayo de 2019 el emprendimiento fue relanzado bajo su nombre actual y puso a disposición de los usuarios una aplicación para teléfonos celulares desde donde hacer sus órdenes y pagar.
Hasta antes de marzo de este año, Elman afirma que Jumpers había tenido “obstáculos” por el lanzamiento de dos nuevas aplicaciones que hicieron que la competencia estuviera “súper dura” y esto, sumado a cambios en su sistema, se traducía en que no les iba tan bien. Entonces apareció la COVID-19.
“A raíz de la crisis esto se disparó y supimos aprovechar, posicionarnos y no hemos dejado de crecer. Hemos ampliado nuestro equipo y hemos hecho una inversión gigante en el desarrollo de la aplicación”, explica Amador. Atrás quedó el tiempo en el que muchas veces él mismo debía ponerse el casco, conducir la moto y hacer las entregas, ya que pasaron de tener veinte motorizados antes de la crisis del coronavirus a tener más de setenta en la actualidad.
En mayo, el “boom” para Jumpers fueron los supermercados y las farmacias debido a que las personas tenían más temor de salir a las calles, sobre todo a ese tipo de establecimientos. Así que preferían el servicio a domicilio ofertado por la aplicación, pero Amador afirma que la comida sigue siendo el punto fuerte de la empresa y que, según su experiencia, “durante una pandemia los nicas consumen tres cosas: carne asada, pupusas y pizza”.
Fue tal el auge de Jumpers, que para las oficinas se contrataron tres personas más hasta llegar a doce colaboradores. Mientras que las órdenes en promedio pueden ser 400 en día de semana y subir hasta 800 los sábados y domingos. Al día de hoy, además, tienen más de 23 mil seguidores en Facebook.
Pero después de unos meses excelentes, en septiembre hubo una baja en la actividad de Jumpers. Elman reconoce que “ya no se está creciendo como al comienzo”, pero no tiene miedo a lo que pueda pasar en el futuro. “El hábito ya está creado, se trata de seguir desarrollándolo, educando a más personas”, dice. Aparte existe la idea, en algún momento, de expandir el servicio de Jumpers fuera de Managua.
Elman habla con orgullo de su personal. Dice que “mueren por la causa”. Y así ha sido, en los días más duros y de calles vacías, estos motorizados iban y venían llevando y trayendo comida, compras del supermercado o mascarillas y alcohol mientras la población de Managua que podía resguardarse del virus se quedaba en casa.
Yasuka Shop, las mascarillas que se venden “como pan caliente”
Yanexi Castillo tiene 26 años de edad y sonríe cuando comenta que las mascarillas que produce junto a su mamá se venden “como pan caliente”.
“Yasuka Shop, manualidades, artes y más”, la empresa creada por Yanexi en 2019 empezó con un capital de 120 córdobas, y sus primeros productos fueron pegatinas de foamy de temática asiática y cómics que la joven originaria de Santo Tomás, Chontales, subió a Facebook y a estados de Whatsapp. Inmediatamente vendió.
Gracias a las redes sociales y a amistades con sus mismos intereses, pronto llegaron más pedidos. “Todo iba súper genial: empezamos a vender en expo anime casi todos los meses a finales de 2019; también trabajamos con el MEFCCA (Ministerio de Economía Familiar, Comunitaria, Cooperativa y Asociativa) en ferias y concursos. Pasamos de vender 1,500 córdobas a más de 10,000 en menos de seis meses”, recuerda Yanexi entusiasmada. Pero entonces llegó la pandemia.
El 15 de marzo de este año fue el último evento en el que Yasuka Shop participó. Su propietaria comenta que las ventas fueron bajas y hubo poca asistencia porque “ya andaban rumores del virus aquí en Nicaragua”. La siguiente actividad, prevista en los siguientes quince días, se movió de fecha y Castillo se quedó con casi todo listo en su casa en Santo Tomás.
“No había encargos ni envíos, pasaba sin hacer nada en la casa con toda la mercadería elaborada en espera, pero obviamente había otras prioridades así que las ventas eran nulas. Mi mamá hizo unas cuantas mascarillas para uso personal porque teníamos que ir al súper, pagar los recibos y hacer otras diligencias, de ahí los amigos le empezaron a encargar, se hicieron populares por los acabados que ella les da y luego que yo viniera de Managua a finales de mayo las subí a mis redes y en cuestión de días teníamos pedidos para todo el mes”, resume Yanexi.
Nuevamente las redes sociales y las recomendaciones de persona a persona jugaron un papel vital para Yasuka Shop. De esa manera diferentes empresas y organizaciones de Chontales, Managua, Granada, Carazo, León, Chinandega y Masaya han adquirido las coloridas mascarillas de tres capas finamente bordadas con caricaturas, logotipos y distintos diseños por Griselda Méndez de 62 años, la mamá de Yanexi, quien es costurera y bordadora desde que tenía diez años de edad.
Según la joven emprendedora, actualmente elaboran entre 12 y 20 mascarillas diariamente, en dependencia de la cantidad de encargos y la complejidad del producto, luego estas son enviadas en buses a las diferentes partes del país desde donde las solicitan. Además también están disponibles en la tienda Frikigrafía ubicada en San Judas, Managua y en su casa en Chontales.
Yanexi sonríe al acordarse de que incluso antes de “todo esto” ella ya vendía mascarillas, porque el público al que su tienda estaba orientada al inicio era “la comunidad otaku y friki”. “Esa comunidad por costumbre y por seguir modas asiáticas, usan el cubrebocas desde hace mucho tiempo y es un producto que se vendía, pero antes las compraba y nunca nos imaginamos que nosotros las íbamos a hacer”, relata.
No obstante, Yanexi no se ha quedado solo con las mascarillas y sigue ofertando lacitos para niñas, pegatinas, termos, broches “y otros productos coreanos populares”. Mientras tanto, sigue trabajando fuertemente en promover su producto estrella. “A veces trabajamos hasta las tres, cuatro de la mañana todos los días”, expresa mientras espera el bus que transportará un pedido a Juigalpa, luciendo una mascarilla de Yasuka Shop.