Damnificados en Bilwi: “No tenemos para comer, menos para comprar mascarillas”

La emergencia sanitaria impuesta por la pandemia de COVID-19 es ignorada en el Caribe Norte de Nicaragua, a la luz de la desgracia provocada por el huracán Iota. En los escombros de los barrios de Bilwi y comunidades indígenas hay hacinamiento, y nadie porta mascarillas. Las necesidades de los damnificados son otras: matar el hambre o reconstruir sus viviendas.

Una casa que quedó en pie en el barrio El Muelle, en Bilwi, alberga a tres familias damnificadas. Wilfredo Miranda | Divergente.

Sobre la costa de la ciudad de Bilwi, ahora tapizada por los escombros provocados por la potencia del huracán Iota, hay mucha gente reunida. Son miles de damnificados que, en grupos familiares, buscan algo que salvar entre las tablas y los pedazos de bloques que aplastan todo tipo de enseres y ropa. Trabajan muy de cerca, sin guardar distancia y mucho menos usan mascarillas que reduzcan el riesgo de contagiarse de coronavirus. 

En medio de esta catástrofe huracanada tan reciente, a los damnificados no les da tiempo para pensar en la pandemia de COVID-19. Los posibles contagios o un rebrote no pasa por la cabeza de esta gente, atribulada por la miseria en la que los hundió más Iota. Rubí Rigby solo llora y espera que su esposo logre volver a casa con 15 láminas de zinc y una libra de clavos que está dando el gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo. 

La mujer hurga con sus hijos y otros familiares sobre los escombros de su casa, mientras su madre, una matrona de origen miskito, cocina lo que queda de una bolsa de frijoles que les donaron. Todos están hacinados en una champa. No portan mascarillas y cuando les preguntamos por qué, Rigby contesta con severidad, amonestando al periodista por su impertinencia en un momento de otras preocupaciones más urgentes para ellos. “No tenemos para comer, menos para comprar mascarillas”, sentencia la mujer. 

Al igual que la familia de Rigby, nadie en los barrios costeros de El Muelle y Didylandia de Bilwi usan mascarillas. En este pedazo de mundo azotado por el huracán, la emergencia sanitaria del Coronavirus ni siquiera se percibe en segundo plano. Tampoco el lavado de manos es una opción, porque la poca agua dulce que estas personas pueden conseguir a falta del suministro es usada para beber y cocinar. En algunas viviendas que quedan en pie, algunos vecinos se refugian para no ir a albergues. Son reducidos espacios en los que hay, a veces, más de 15 personas, entre niños y adultos.

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Centenares de personas esperan recibir ‘Plan Techo’ en el barrio El Muelle, Bilwi. Carlos Herrera | Divergentes.

Así como no hay mascarillas en estas zonas golpeadas, tampoco lo hay en los mercados de Bilwi o en sus bancos atestados de personas buscando efectivo. Otra de los puntos más llenos en Bilwi son donde el gobierno entrega el ‘Plan Techo’. Desesperados, cientos de personas se agolpan sin ningún tipo de distanciamiento. Tampoco hay funcionarios del Ministerio de Salud (Minsa) advirtiendo al respecto. En esta cabecera del Caribe Norte de Nicaragua, así como en las comunidades miskitas visitadas por DIVERGENTES, el miedo a la epidemia –como las casas– se lo llevaron los vientos de Iota.  

Los únicos que portan mascarillas en Bilwi son los funcionarios del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de Naciones Unidas y los soldados del Ejército de Nicaragua. Si no fuese por las mascarillas de ellos, uno olvidaría por completo que el coronavirus sigue rondando debido a la magnitud del desastre. 

Combinación fatal

La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) advirtieron que la combinación de una temporada de huracanes “activa y larga” y la pandemia de la COVID-19 afectarán duramente a las personas migrantes, principalmente a las que son forzosamente desplazadas a consecuencia de desastres, como el huracán Eta y Iota. Ambos ciclones dejaron al menos 100 mil refugiados, según una suma de cifras oficiales. 

“De las 32 mil 117 familias que estuvieron albergadas, hoy tenemos en Waspam todavía 964, en Bilwi, 560 y en Prinzapolka 225 para un total de 1 mil 749 familias y 8 mil 746 hermanos y hermanas que atendemos con amor cristiano, solidario”, dijo este lunes la vicepresidenta Rosario Murillo. 

Las organizaciones especifican que “las medidas que suelen ser tomadas para efectuar las evacuaciones chocan con algunas indicaciones para contrarrestar el COVID-19”. “Es por lo tanto necesario el diseño de protocolos de evacuación y de albergue que tomen en consideración medidas de prevención del contagio”, remarca Naciones Unidas.

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Una familia que perdió su vivienda en Siuna, Triángulo Minero. Carlos Herrera | Divergentes.

Otra dificultad de la población desplazada será el acceso limitado a servicios de salud. Las infraestructuras pueden sufrir daños, quedar destruidas después de una catástrofe natural o sufrir cortes de energía, tal como sucede en la ciudad de Bilwi, la más afectada por Eta y Iota en Nicaragua. 

Una muestra de esa alarma es el mal estado del hospital de Bilwi luego del impacto de ambos huracanes. Informes del gobierno mencionan que las atenciones se están brindando en un hospital provisional y en el Silais de Bilwi.

OIM y Unicef también manifiestan temor por el reducido acceso a agua limpia y segura que impedirá la aplicación de una importante medida preventiva contra la COVID-19, como lo es el lavado frecuente de las manos. 


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