De narrar los capítulos de Juegos de Tronos a meditar, las tácticas contra las torturas de El Chipote

Un activista recuerda una y otra vez en su cabeza las ocho temporadas de su serie de televisión favorita. Dos mujeres amarran unos calcetines a unas botellas de agua para que sirvan de mancuernas. Un sociólogo y un exembajador debaten y crean en un espacio de cinco metros de ancho conferencias magistrales que bien podrían dar en los salones de una universidad. Todos ellos tienen la particularidad de haber sido apresados por el régimen Ortega-Murillo. Confinados durante más de un año en la cárcel de una dictadura, crearon estrategias para mantener sus cuerpos y mentes activados, a pesar del horror del aislamiento y la soledad.

Ilustración de Divergentes.

La hora de contar historias ocurría en algún momento antes de que los carceleros le dieran a Alex Hernández sus medicinas. El hombre de 32 años no tenía un reloj, pero sí un sistema para adivinar en qué momento del día estaba. Sabía que la última actividad de la jornada consistía en recordar series o películas que había visto, y las narraba a sus compañeros de celda. Alex se convertía en una especie de Sherezade, la narradora de las Mil y una Noches. Se sentaba en su camastro y reanudaba, cada noche, un capítulo más de “Juego de Tronos”, el alabado programa de televisión que se transmitía en todo el mundo a través de HBO. 

Cada noche, recordaba un capítulo y lo narraba en voz alta. Desde las brutales escenas de luchas contra dragones, hasta las subtramas cargadas de traición y asesinatos que definieron las ocho temporadas de una de las series más sonadas en la última década. Le gustaba tanto, que recordaba la mayoría de detalles. 

“Todo eso nos ayudó para que nuestra cabeza no estuviera perdida en tantas cosas que nos hacían falta, y sin duda, fue una herramienta para mantenerte positivo y sentir que el tiempo avanza”, cuenta el excarcelado vía llamada telefónica desde Maryland. Alex pasó 536 días en la nueva Dirección de Auxilio Judicial (DAJ, mejor conocida como El Chipote), bajo una sentencia y acusación de “conspirar para cometer menoscabo contra la integridad nacional”.

A unos 100 metros de la celda en la que se recreaba “Juego de Tronos” en la cabeza de Alex, en el pabellón de mujeres, Violeta Granera, de 71 años, se repetía a ella misma algunos diálogos que recordaba de conversaciones con amigos y familiares. “Se corrió la bola entre los policías que estaba un poco loca. ¡Qué va! Yo sabía que era un esfuerzo de imaginación creativa”, asegura en una entrevista vía telefónica desde Los Ángeles, ciudad en la que vive el destierro impuesto por la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo desde el 9 de febrero.

Recibe nuestro boletín semanal

En los diálogos que repetía en voz alta recordaba la promesa que le hizo a sus hijos en medio de la cacería a liderazgos opositores a partir de junio de 2021: “Resistiré y algún día saldré, de pie y cuerda”, juró. “Algunos días tuve que suspender (los diálogos) porque me resultaba doloroso”, agregó. 

Ambos, de manera espontánea, acudían a sus recuerdos y a imágenes que representan momentos felices como un mecanismo de resistencia. Es una herramienta emocional que el psiquiatra y filósofo austriaco Victor Frankl menciona en su libro “El hombre en busca de sentido”, un relato que surgió luego de su internamiento en un campo de concentración nazi. Para Frankl, quienes encontraban un sentido o algo a lo que pudieran aferrarse, solían lidiar mejor con el entorno hostil. “Quien tiene un para qué vivir encontrará casi siempre el cómo”, menciona el experto en su obra.

Alex lo encontró en sus historias, pero también en el desarrollo de una habilidad con la que podía medir el tiempo sin tener un reloj. El aislamiento dentro de El Chipote, al que estuvo sometido desde el 23 de agosto de 2021 hasta el 9 de febrero de 2023, era total. Incluso, los custodios del pabellón tenían la orden de no portar reloj, con el fin de evitar que les dieran la hora. 

“Uno de sus objetivos era que el tiempo se te hiciese lo más pesado posible”, asegura Alex. “¿Qué hacés con todo ello?”, cuestiona.

Una hora en una celda sin reloj, celular, ni periódico parece una eternidad. La noción se deforma y se pierde. Antes de estar en prisión, una de sus aficiones consistía en conocer las formas que los exploradores y navegantes encontraban para determinar el tiempo a través de la posición del sol. Estos conocimientos le sirvieron dentro de la celda. 

“Cuando me apresaron estábamos en agosto, así que amanecía más o menos un poco antes de las seis de la mañana. Empecé los primeros días a calcular que una hora después nos traían el desayuno. Trataba de fijarme en la posición del sol y recordaba las cosas que antes había leído sobre ese tema”, explica Alex.

Los horarios del desayuno, el almuerzo y la cena no eran siempre los mismos. En ciertos días el almuerzo lo entregaban a las 11 y en otros a las una. Todo esto, según Alex, para confundirlos y mantenerlos en una sensación de desorden. “Ni siquiera el relevo de ellos lo hacían a la misma hora”, agrega. 

Un día de tantos, uno de los custodios que hacía guardia en el pabellón portó un reloj en su muñeca izquierda. Alex se sorprendió. Antes no había visto un reloj a un funcionario. En alguna ocasión un preso político había pedido que le dieran la hora, pero le habían dicho que eso estaba prohibido. Pacientemente esperó detrás de los barrotes a que el oficial pasara frente a su celda. Con una mirada disimulada leyó la posición de las manecillas. Luego observó hacia el pasillo, en busca de alguna sombra que se formara afuera, en el patio, para calibrar el horario que había establecido en su cabeza. 

De narrar los capítulos de Juegos de Tronos a meditar, las tácticas contra las torturas de El Chipote
El preso político Alex Hernández, desterrado por la dictadura Ortega-Murillo. Foto: Wilfredo Miranda | Divergentes.

El resto de presos políticos supieron pronto de su nueva capacidad. Se convirtió en quien daba la hora dentro del pabellón que albergaba a unos 28 presos políticos. “Son las 11:00. La hora en radio Chipote”, gritaba Alex simulando la voz de un locutor de radio cuando los custodios estaban distraídos, o dejaban el pabellón en solitario al momento del cambio de turno. 

Gracias a esa noción del tiempo pudo crearse una rutina. Fue una parte esencial en la sobrevivencia diaria de los presos políticos, según cuentan cuatro de ellos a este reportaje. “Si no buscas qué hacer con tu mente, te terminás trastornando”, reflexiona.

Su rutina consistía en pasar toda la mañana haciendo ejercicios. A esto lo inició el general en retiro Hugo Torres, fallecido en prisión por problemas de salud el 12 de febrero de 2022. Alex hacía pechadas y caminaba por los cinco metros de largo de la celda una y otra vez. 

Sin libros ni nada que estimulara su cerebro, midió cuántos kilómetros podía caminar en una mañana en ese diminuto cuadrado de espacio. Recorrer la celda de ida y vuelta daba una suma de diez metros. Al dar 100 vueltas podía hacer un kilómetro. Luego, se propuso calcular cuántas calorías quemaba por cada kilómetro. “Llegué a la conclusión que en un kilómetro y medio se queman 100 calorías, tenía por meta quemar las 2000 calorías que consumía en una dieta común, pero eso fue un error, porque había gente que no consumía ni eso. Así que llegué a un déficit calórico que me llevó a una pérdida de peso excepcional”, narra.

En el pabellón de mujeres de El Chipote, Violeta Granera también hacía ejercicio junto a María Oviedo, una abogada nicaragüense que antes de su detención era defensora de presos políticos. Su encarcelamiento fue considerado como una “venganza” del régimen Ortega-Murillo, debido a que Oviedo fue funcionaria del Poder Judicial.

Además de caminar, ambas mujeres amarraban un calcetín a una botella que empleaban como pesas. En eso consistía su rutina de ejercicio. “Llegamos a tener una rutina diaria de cerca de cinco horas”, relata Violeta, quien previo a su detención formaba parte de la Unidad Azul y Blanco (UNAB), uno de los grupos de oposición que se enfrentaron al régimen de Ortega-Murillo. 

La idea era mantenerse ocupada y saludable. A pesar de ello, enfrenta ahora en libertad los efectos del encierro y del aislamiento que les impuso el régimen. Los ataques de ansiedad siguen siendo constantes. Accedió a brindar esta entrevista, pero enfatizó que no está suficientemente preparada para hablar abiertamente a los medios de comunicación. “No he logrado superar el efecto tobogán en mis estados de ánimo y lloro cuando recuerdo o tengo que hablar de ciertos episodios. Me cuesta un poco dormir. A veces me siento aturdida y desbordada. Pero sobreviví y seguiré caminando con la ayuda de Dios”, agrega. 

Béisbol, China y la lluvia

De narrar los capítulos de Juegos de Tronos a meditar, las tácticas contra las torturas de El Chipote
El preso político Irving Larios en las afueras del hotel proporcionado por Estados Unidos. Foto: Miguel Andrés | Divergentes.

El sociólogo Irving Larios, de 63 años, salió de la prisión siendo casi un experto en dos temas que eran lejanos para él: béisbol y China. El primero lo aprendió a través del cronista deportivo Miguel Mendoza, al momento en que ambos compartieron celda entre septiembre y diciembre de 2021. En cuanto a China, Larios fue “entrenado” por el excanciller y exembajador Francisco Aguirre Sacasa, de 74 años, cuando los funcionarios de la DAJ los juntaron en otra celda. 

Larios, quien pasó 507 días de prisión en El Chipote y fue sentenciado a 13 años por el delito de “conspiración para cometer menoscabo a la integridad nacional”, le pidió al excanciller que le explicara a fondo sobre las relaciones entre Estados Unidos y China, dos superpotencias que en los últimos años han competido por la hegemonía global. Sacasa, un veterano experto en relaciones internacionales, era una de las fuentes de cabecera de los periodistas que recurrían a él en busca de análisis sobre los entresijos de la geopolítica, y el papel de las relaciones de Nicaragua con el resto de países de la comunidad internacional. 

“Me dio unas seis conferencias y aprendí cómo es China y su relación con Estados Unidos, que no siempre es de conflicto”, relata Irving al recordar ese episodio. Tal y como pasaba con Alex y sus recuerdos sobre la serie Juego de Tronos, Larios y Sacasa conversaban por las tardes sobre los temas que, cada uno de ellos en sus ramas, dominaban. 

Larios le explicaba cómo funcionaban las oenegés y la sociedad civil, áreas en las que ha trabajado casi toda su vida. “Yo les contaba de cómo era mi sector, y que muchas veces la gente no entiende que en la sociedad civil no hay jefes, no somos como los partidos o el Estado. Les explicaba que la sociedad civil no es única, sino que es muy diversa”, recuerda el sociólogo, quien también luchó contra la dictadura de los Somoza entre 1975 y 1979. 

Las charlas sobre China terminaron el 19 de febrero de 2022, cuando Sacasa fue trasladado a su vivienda en un nuevo régimen de casa por cárcel, tras la muerte del general Torres, una semana antes. La edad del excanciller era un factor de riesgo que se agudizaba en las condiciones carcelarias que mantenía la dictadura a este grupo de presos políticos.

De narrar los capítulos de Juegos de Tronos a meditar, las tácticas contra las torturas de El Chipote
Ilustración de Divergentes.

Larios se inició en largas jornadas de meditación, que consistían en permanecer sentado, con los pies sobre el piso, las manos sobre las piernas y una atención permanente en la respiración. Asegura que entró en verdaderos estados de calma y conciencia, en los que visualizaba a sus familiares y le decían palabras de ánimo. “Una de esas miré el rostro de mi madre, me sonreía. Fue algo muy bonito. Ella está muerta, pero nunca sentí una cosa fea al tener esas visiones. Me daban mucha esperanza”, recuerda Larios.

Lo que narra Larios ha sido estudiado ampliamente por la ciencia. Diversos estudios científicos realizados a monjes budistas que han practicado toda su vida la meditación han arrojado que las partes de sus cerebros relacionadas con la memoria y la atención están más activas en comparación con quienes no suelen meditar. El simple ejercicio de exhalación e inhalación de aire ayuda a reducir el estrés. Cuando esto es acompañado de una visualización placentera, los efectos de bienestar son casi instantáneos. Esto explicaría por qué muchos presos políticos se refugiaron en la meditación, la oración, o cualquier actividad espiritual.

Sin embargo, el ejercicio, la meditación, o el contar historias no evitaba la depresión que muchos sintieron en las celdas. No todas las mañanas eran de ejercicio constante, ni todo el tiempo se sentían con fuerza. Cuando llovía, y las gotas se estrellaban en el techo del pabellón como cuchillos, les invadía un letargo que no podían explicar. No tenían ganas ni de contar historias ni de escuchar charlas magistrales. 

“El módulo se ponía en silencio, porque la lluvia tiene un efecto extraño. Te hace volverse hacia vos”, remarca Alex Hernández. En sus camastros, con la lluvia de fondo, algunos lloraban en silencio, pensando en que el tiempo allá afuera transcurre para el resto del mundo de una forma muy diferente que para ellos.


La información que publicamos en DIVERGENTES proviene de fuentes contrastadas. Debido a la situación en la región, muchas veces, nos vemos obligados a protegerlas bajo seudónimo o anonimato. Desafortunadamente, algunos gobiernos de la región, con el régimen de Nicaragua a la cabeza, no ofrecen información o censuran a los medios independientes. Por ello, a pesar de solicitarlo, no podemos contar con versiones oficiales autorizadas. Recurrimos al análisis de datos, a las fuentes internas anónimas, o las limitadas informaciones de los medios oficialistas. Estas son las condiciones en las que ejercemos un oficio que, en muchos casos, nos cuesta la seguridad y la vida. Seguiremos informando.