Jose Denis Cruz

José Denis Cruz
26 de agosto 2024

El pantano ideológico de Nicaragua


En una de las viejas soleras de madera que cruza la casa de mi abuela materna cuelga un cuadro con una desabrida fotografía en la que aparece mi bisabuelo Doroteo Flores, de 102 años, recibiendo una condecoración por los más de 50 años de servicio al Partido Liberal Independiente de Nicaragua (PLI). El pie de foto de la imagen dice que mi bisabuelo era el “más viejo liberal independiente” hasta 1999 y que la persona que lo distingue es Virgilio Godoy, el fallecido presidente de esa formación política y exvicepresidente de Nicaragua entre 1990 y 1996.

La condecoración fue recibida con orgullo por mi abuela, su hija, que mandó a encuadrar la foto para presumirla hasta la posteridad. Mi bisabuelo fue un seguidor de la dictadura de Anastasio Somoza y un liberal hasta su muerte. No era extraño que en mi familia materna existiera una animadversión hacia la izquierda del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y se dijera, equivocadamente, que con el dictador Somoza se vivía mejor. En la década de paz que vivió mi bisabuelo (1990-2003) nunca se le ocurrió comulgar con las ideas comunistas ni socialistas. Era un acérrimo crítico del FSLN y a principios de los 2000 decía que si Daniel Ortega llegaba al poder, vendrían años oscuros para Nicaragua. Me habría gustado que se equivocara. Pero no. Tenía razón. 

Por el otro extremo, en mi familia paterna, mis abuelos tenían una convicción más de izquierda. Eran revolucionarios seguidores de Fidel Castro, el Che Guevara y Augusto C. Sandino. Creían en las cooperativas comunales y se organizaban para gestionar las tierras. En tiempos de campaña electoral en Nicaragua, la familia se volcaba para convencer a los vecinos de que votaran por el Frente Sandinista. En los domingos se leía El Nuevo Diario, un periódico con marcada agenda progresista, aunque yo prefería La Prensa, el periódico de la oligarquía conservadora de los Chamorro. Trabajé en ambos para gusto y disgusto de mi familia.

En mi familia paterna también se hablaba de sindicatos, de tierras para el campesino, de la lucha obrera, de salud y educación gratuita. Se cuestionaba la privatización de empresas públicas durante los gobiernos neoliberales (1990-2006) y se escuchaban muchas canciones de protesta latinoamericana. Esa izquierda idealista en la que creían mis abuelos paternos no se parecía en nada a lo que practicaba Ortega en su segundo mandato que empezó en 2007. 

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Cuando murió mi bisabuelo materno en 2003, la familia paterna no asistió a sus funerales. Ni siquiera hubo un pésame hacia mi madre. Había una marcada división por razones ideológicas que nunca lograron congeniar. 

Esa división ideológica, derivada de la polarización de la posguerra, ha sido dolorosa y trágica para Nicaragua. La reconciliación nacional después que terminó la guerra nunca llegó. No hubo justicia, tampoco, para los más de 50 000 muertos ni se juzgó a los responsables de aquel horror vivido en la década de 1980. Al contrario, el país se polarizó más, se dividió más. 

El fin de la guerra debió ser una oportunidad para lograr la unidad nacional e impulsar un “plan nación” que sentara las bases del progreso, dejando a un lado las diferencias ideológicas. La clase política de Nicaragua, sin embargo, nunca mostró interés en un proyecto como tal. La polarización posguerra lo corroyó todo. Y hasta cierto punto es comprensible teniendo en cuenta que no hubo interés político porque la sociedad sanara las heridas de la guerra de los 80, y sin haber sanado llegamos en 2018 a otro proceso doloroso que dejó más de 355 muertos, a manos del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, y miles de familias divididas por el exilio. Y otra vez encallamos, la sociedad encalló, en cuestiones ideológicas. 

La ansiada unidad de la oposición, entre otras cosas, no ha sido posible porque prima el factor ideológico. En 2021, Kitty Monterrey, expresidenta del desaparecido partido Ciudadanos por la Libertad, me dijo que el tema ideológico sí importaba: “[…] Y en este momento la importancia de la ideología es asegurarnos que no vamos a tener imposición de agendas de colectivos aprovechándose de una situación que es querer salir de una dictadura”.

No obstante, lo que no han entendido los líderes de la oposición es la urgencia de la unidad. No importa si es con líderes de izquierda o de derecha, lo imprescindible ahora es que haya unidad porque es una cuestión entre democracia y dictadura. Todos, tanto los de derecha como los de izquierda, queremos que Ortega se vaya del poder. Los líderes y organizaciones de la oposición de Nicaragua no deben seguir enfrascados en esas discusiones ideológicas ni vetando a otros opositores. Es el momento de que se den las manos y avancen en una estrategia común para salir del régimen. Si no lo hacen, se hundirán en un pantano ideológico absurdo, como en el que decidieron vivir mis antepasados, y alargarán más la crisis.  

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José Denis Cruz

Periodista nicaragüense exiliado en España. Actualmente, es fact-checker del verificador español Newtral.es. En 2019 fundó el medio digital DESPACHO 505. Inició su carrera periodística en 2011 y pasó por las redacciones de La Prensa y El Nuevo Diario. También colaboró para El Heraldo de Colombia y la revista ¡Hola! Centroamérica.