“¡Unidad, unidad!”: el escurridizo pendiente que la oposición no logra concretar seis abriles después

El destierro de 222 presos políticos en Estados Unidos significó en febrero de 2023 un nuevo hálito de esperanza para la oposición nicaragüense: por fin los principales líderes estaban fuera de la cárcel y lograrían la unidad. Sin embargo, ese anhelo sigue siendo escurridizo, castrado por diferencias ideológicas, desconfianzas mutuas y la incapacidad de los diferentes sectores para ponerse de acuerdo sobre cómo enfrentar al régimen Ortega-Murillo. La oposición es como un archipiélago, sin barcas que comuniquen sus islotes entre sí. La comunidad internacional pierde la fe en ellos y la ciudadanía mantiene su decepción, huyendo hacia Estados Unidos

Nicaragüenses marchan por el sexto aniversario de la rebelión de abril en Miami, Estados Unidos. Foto de Wilfredo Miranda Aburto | Divergentes.

Son centenares los que marchan sobre la calle Flagler; vienen bailando, otros brincando, gritando consignas contra Daniel Ortega y Rosario Murillo. Es una marejada azul y blanco que se concentra en dos de los tres carriles de esta arteria principal de Sweetwater, la ciudad de Miami con mayor concentración de nicaragüenses. 

Marchan porque conmemoran el sexto aniversario de la Rebelión de Abril. Lo hacen con determinación, sin importar la insolencia del sol que vaporiza el sur de La Florida.Van con banderas de Nicaragua y filarmónicos, enarbolando la esperanza de que la caída de la dictadura podría ser “más temprano que tarde”.  Una esperanza que, sin embargo, la frena la realidad sociopolítica: el régimen ha logrado asentarse en el poder, reacomodando sus fichas a nivel nacional e internacional y, a la postre, hay una oposición nutrida y diversa que –seis abriles después de 2018– no logra concretar el escurridizo pendiente de la “unidad”. 

La esperanza de la “unidad” es persistente entre los exiliados y la diáspora nica que converge en Flagler, una avenida que es también epicentro de la gastronomía pinolera. Si uno abre la puerta de alguno de estos módulos en esta calle, el olor a queso, pinol, chancho frito, rosquillas, pinolillo y otras delicias de nuestro país solventan la nostalgia de la patria. Después de la misa dominical presidida este 21 de abril por el padre Marcos Somarriba en la Iglesia Santa Agatha (de donde ha desaparecido del púlpito el obispo Silvio Báez), centenares de nicaragüenses salieron hacia la Flagler a pie y en una caravana de autos. Andaron unas dos millas, hasta llegar al parque Rubén Darío donde yace, con el libro Azul sobre el pecho, una estatua de nuestro poeta modernista. 

La marcha, aseguran, fue convocada por el exilio y la diáspora de Miami. Un bloque opositor de línea dura, posicionado muy a la derecha, ultra a ratos, cuyo origen se encuentra en la primera oleada de somocistas que huyeron cuando la Revolución Sandinista derrocó a la dinastía en 1979. 

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Algunos lo llaman como “el tranque de Miami”, en referencia a las barricadas que la ciudadanía alzó en Nicaragua durante las protestas de 2018. Es un grupo, coinciden muchos, bastante hostil políticamente: no se caracterizan por tender puentes con quienes piensan diferente y su lógica parte de una visión histórica muy “sesgada”. De esa postura surge –y se mantiene– una polémica ideológica que ellos azuzan con fuerza, y que ha afectado en buena medida la convergencia entre los opositores de toda índole. 

Para el tranque de Miami, todo “lo que huela a izquierda” debe ser exterminado… a pesar de que la represión Ortega-Murillo no ha hecho distingos ideológicos. Ha arrasado a todos por igual, sean de derecha, izquierda, católicos, evangélicos, sociedad civil, feministas, creyentes, defensores de derechos humanos, partidos políticos, campesinos, empresarios… En fin, toda la ristra de víctimas que se ha cargado un régimen señalado de cometer crímenes de lesa humanidad, con énfasis desde abril de 2018, cuando asesinaron a más de 350 personas

El acto en Miami fue presidido por los jóvenes de la Alianza Universitaria Nicaragüense (AUN). Lesther Alemán, cuya vida cambió cuando increpó a Ortega en el Diálogo Nacional, dio el discurso central al finalizar la marcha. Usando un Panama hat para protegerse del sol (que le da más un aire de viejo político que a aquel joven desgarbado con gruesos anteojos de 2018), Alemán reconoció en su intervención “errores” de la oposición. No obstante, no ahondó en ellos, como por ejemplo cuando la oposición en 2021 se fraccionó en dos bloques, lo cual impidió una candidatura unificada para enfrentar a los Ortega-Murillo en las presidenciales.

“Hay errores cometidos y los hemos reconocido. La convicción de los nicas es mayor y ese es nuestro compromiso para quienes hoy no pueden manifestarse. Hay necesidad de liderazgo; ¡no le tengan miedo a eso!”, dijo Alemán en el parque. “Hay un país que nos espera. Nuestra resistencia es el retorno”.  

Los de AUN estaban en 2021 del lado del partido Ciudadanos por la Libertad (CxL) y eran de los más enérgicos detractores contra los aspirantes de la Coalición Nacional. Al final, cuando entendieron el pedido sin ambages de unidad de la ciudadanía, los dos bloques a regañadientes intentaron unirse. Pero era tarde, Ortega y Murillo decidieron meterlos a todos –sin distingos– en la cárcel El Chipote. 

Todos fueron desterrados, confiscados y desnacionalizados –sin distingos– en febrero de 2023. Su llegada a Estados Unidos suscitó esperanza. El terrible paso por las prisiones, de cierta forma, los hizo madurar políticamente. Eso se pensó, eso también dijeron ellos. Muchos hablaron de una unidad sin demora, pero como dice el refrán popular, del dicho al hecho ha habido mucho trecho. 

Pasado más de un año desde el destierro, la unidad sigue en sala de espera donde, otra vez, siguen corriendo las diferencias políticas. Muchos se abrazan para las fotos públicas, pero luego en sus espacios se arremeten los unos contra otros. 

Esto por ejemplo quedó claro con los audios filtrados de Félix Maradiaga, en los cuales despotricaba contra sus pares opositores. Tamañas desconfianzas, intestinas, castrantes para ese anhelo de unidad cuyo antecedente es la Unión Nacional Opositora (UNO) en 1990. 

Archipiélago sin barcas 

“¡Unidad, unidad!”: el escurridizo pendiente que la oposición no logra concretar seis abriles después
Los nicaragüenses se congregan en el parque Rubén Darío, en Miami, a escuchar al líder estudiantil Lesther Alemán. Foto de Wilfredo Miranda Aburto | Divergentes.

Varios asistentes en la marcha de Miami gritaron “¡unidad, unidad, unidad!” durante el discurso de Lesther Alemán. Un grito al que se le prestó breve atención. Viendo la esperanza del exilio y la diáspora en el parque Rubén Darío –todas estas personas añorando volver a Nicaragua, conmovidas entonando el himno nacional– me pregunté que cómo no era posible coordinar una sola coalición opositora contra un enemigo tan claro para todos ellos: la dictadura Ortega-Murillo. 

Realmente, como periodista, no tengo la respuesta. Me distraje del discurso del líder universitario y me detuve a ver la estatua de Darío (que por cierto no está a la altura de la belleza que el poeta siempre procuró). Recordé un pasaje de España Contemporánea, un libro en el que el poeta y cronista critica a los políticos españoles por no hacer más por restaurar el país tras la guerra hispano-estadounidense, la cual dejó a la península en la miseria. Es un contexto muy diferente, pero en cuanto a actitudes podría aplicar… Escribió Darío: “los políticos del día parece que para nada se diesen cuenta del menoscabo sufrido, y agotan sus energías en chicanas interiores, en batallas de grupos aislados, en asuntos parciales de partidos, sin preocuparse de la suerte común, sin buscar el remedio al daño general, a las heridas en carne de la nación”. 

No sé si sea el caso de la oposición nicaragüense, porque todos reconocen a las víctimas de abril, de las que ellos también son parte. El daño irreparable que la dictadura ha infligido a Nicaragua. Sin embargo, hay un hartazgo general de la ciudadanía a sus vaivenes. 

Todo el capital político surgido a partir de abril de 2018, desde los nuevos liderazgos a los que ya existían, lo han venido dilapidando. La oposición y la diáspora es un “archipiélago de 250 siglas”, me dice Manuel Orozco, politólogo del reconocido centro de pensamiento Diálogo Interamericano. Creo que más bien un archipiélago sin barcas –o con pocas dispuestas– a navegar entre islotes para entenderse sin suspicacias ni triquiñuelas. 

“Compiten por la emisión de comunicados y no en la acción política”, sigue Orozco, también desnacionalizado. “Es un movimiento que está secuestrado por un reduccionismo político y revanchismo histórico terrible de parte de una minoría que grita. Reducen alianzas a ideologías no existentes y reclaman el desquite frente a una historia inconclusa. Mientras, los nicas no miran en lo de hace 40 años, guste o no. Miran en el presente y políticamente lo que tienen claro es democracia y no repetición, pero no están hablando de democracia de derecha y desquite”.  

Después del destierro de los 222 presos políticos, el bloque opositor más creíble que ha nacido es Monteverde, “una concertación democrática” que ha sido atacada por los derechistas por “estar llena de izquierdistas”. Algo, ha de decirse, poco cierto al ver la composición de la plataforma. 

No obstante, Monteverde también se ha engolosinado y sus comunicados no tienen mayor acción o incidencia política. Les está pasando lo peor que le puede pasar a una organización política que aspira a convertirse en alternativa de cambio: la intrascendencia. El reto para la oposición es mayúsculo, sobre todo cuando la organización territorial en Nicaragua está anulada por la brutal persecución política. 

El exdiputado y exiliado político, Eliseo Núñez, es parte de Monteverde. Cuando le pregunto por los retos de una oposición perseguida y diezmada, dice que recurre a la “autocrítica”: “Es una oposición de personalidades y vacía de estructuras orgánicas (…) y no se ha entendido que la clave es organizarse. Algunos siguen operando desde pedestales y, en determinados momentos, ofrecen soluciones mágicas. Entonces las pocas organizaciones que hay son atacadas porque son muy de izquierda o muy de derecha. La oposición en Nicaragua la tiene complicada porque no tenés una base sobre la cual montarte, a diferencia de Venezuela, donde los partidos políticos todavía tienen cierta capacidad. En Nicaragua, desde antes de 2018, los partidos políticos no tenían ninguna capacidad”.

Núñez insiste en esa idea: que el régimen desmontó toda capacidad de hacerle oposición desde antes de 2018. Primero se alió con los empresarios, destruyó las instituciones y maniató a los partidos políticos. Eso limitó mucho los liderazgos que surgieron a partir de las protestas de abril. 

“Hay una frase que dice que es más fácil enojarse que organizarse. Es lo que calza aquí: en el 18 hubo mucha frustración, mucho enojo, pero muy poca capacidad organizativa. Los liderazgos que surgieron no tuvieron la fuerza suficiente como para empujarlo. Pero otra vez vuelvo: eso no es culpa de los liderazgos que surgieron en ese tiempo, sino que ningún liderazgo tenía donde caer, no había nada… ni un partido con una estructura y una penetración suficiente como para generar un liderazgo adecuado. Había partidos políticos, pero todos estaban ya debilitados para 2018”, insiste Núñez. 

Desinterés de la comunidad internacional

“¡Unidad, unidad!”: el escurridizo pendiente que la oposición no logra concretar seis abriles después
Félix Maradiaga y Juan Sebastián Chamorro testifican ante el Subcomité de Asuntos Exteriores de Estados Unidos. Foto de archivo de EFE.

Fuentes diplomáticas consultadas coinciden que la comunidad internacional ha ido perdiendo la fe en la oposición nicaragüense. Después de seis años no han logrado formular un bloque claro contra la dictadura, y más preocupante aún, no han logrado constituirse como una “alternativa para los nicaragüenses”. 

Es decir, que si al día de mañana en Nicaragua llegara a haber algún imprevisto político que implique transición o elecciones creíbles, la oposición no estaría organizada para hacerle frente. Sin embargo, las fuentes no dejan por fuera los “imponderables”, es decir que en esas circunstancias excepcionales suelen surgir liderazgos, pero es “una moneda al aire”. “¿Qué liderazgos quedan en Nicaragua? ¿Quiénes son los que están en Nicaragua? ¿Se conoce quién puede surgir de adentro o surgirá en el exilio? No sabemos”, dijo una fuente diplomática. 

Otro problema es que la crisis de Nicaragua sale cada vez más a menudo de las prioridades de la comunidad internacional. Hay muchos conflictos abiertos, desde la invasión de Rusia a Ucrania, el conflicto de Israel y Palestina y diversas crisis políticas en las Américas. 

“La comunidad internacional gradualmente volcó su apoyo entre los años de 2018 y 2022, pero con la guerra en Ucrania, y otros conflictos, más la ausencia de una voz democrática, ésta ha disminuido, pero no ha desaparecido. Existe consenso sobre el tipo de régimen que existe en Nicaragua y que hay que seguir presionando”, plantea Orozco. En ese sentido el politólogo recomienda a la comunidad internacional, en particular a Estados Unidos, revisar el tratado de libre comercio (CAFTA-DR), que hasta ahora no posee una cláusula para expulsar a países que violen derechos humanos.

“Pero la duda, lo que está en duda a decir verdad, es la credibilidad de los líderes en la causa democrática de Nicaragua. De nuevo, el problema es el revanchismo político que hace del pasado una excusa para dividir, y el revisionismo histórico para confundir justicia con desquite. Si los dirigentes creyeran que se trata de democratizar Nicaragua, no estarían en estos asuntos. Estos no serían temas prioritarios, sino se darían por dados”, critica Orozco. “Lamentablemente, algunos de los que quisieron ser presidentes en 2021 son populistas sin convencimiento del credo democrático”. 

Los consultados para este artículo coinciden que, en tanto esas condiciones se mantengan, el régimen Ortega-Murillo seguirá gobernando y llenando las cárceles de presos políticos, en un efecto de puerta giratoria que no cesa. Hasta abril de 2024, el Mecanismo para el Reconocimiento de Personas Presas Políticas contabiliza 138 ciudadanos detenidos por razones políticas.


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