Ha muerto un ciudadano:

Fallece Carlos Tünnermann Bernheim

Intelectual, académico, renovador de la Universidad, pero ante todo un ciudadano nicaragüense ejemplar, así quiso ser recordado Carlos Tünnermann Bernheim. En vida fue testigo de dos dictaduras que asesinaron a estudiantes y pisotearon la autonomía universitaria, una de sus más fervientes luchas

Carlos Tünnermann
Carlos Tünnermann, participa en la firma de una proclama de la Coalición Nacional para potenciar la lucha contra el gobierno de Daniel Ortega. Archivo | EFE

El académico y jurista Carlos Tünnermann Bernheim falleció el 26 de marzo de 2024 en un hospital de Managua. Sus familiares informaron que el intelectual nicaragüense murió a causa de una larga dolencia médica. A lo largo de su vida, presenció y fue parte de varios momentos históricos que transformaron el país. El más reciente estuvo relacionado con el estallido social de las protestas de abril de 2018 y su rol fundacional dentro de la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia, uno de los grupos opositores surgidos en medio de la crisis. También formó parte de la Comisión de Buena Voluntad, conformada por nicaragüenses que intentaron unir a la oposición de cara a las elecciones de 2021, sin éxito alguno, debido a que los movimientos que adversan al régimen quedaron fragmentados tras la escalada represiva de dicho año y el proceso electoral sin competencia de Daniel Ortega. 

Tünnermann vivió a lo largo de su vida en dos regímenes autoritarios que asesinaron estudiantes y pisotearon la autonomía universitaria, lucha por la que dedicó parte de su juventud. Esta se materializó a mediados del siglo pasado, con la redacción de la propuesta de ley que finalmente aprobaría Luis Somoza Debayle, el segundo de la dinastía. Tenía 25 años cuando en 1957 colaboró con Mariano Fiallos Gil en la redacción de una ley que garantizaría la autonomía de la educación en Nicaragua.

El estudiante

Carlos Tunnermann
En los años treinta, Carlos Tünnermann López con sus hijos Guillermo y Carlos Tünnermann Berheim (der). (Álbum familiar de C.T.B).

En su biografía titulada “Memorias de un ciudadano”, el doctor Tünnermann, como es llamado, relata que con un grupo de compañeros de clases formó parte del Círculo de Estudios Jurídicos y Sociales (CEJIS), con quienes se reunían a estudiar las distintas doctrinas y filosofías del Derecho. “Por medio del importador de libros por encargo, profesor Lino González, pedimos a España e Italia los textos de los comentaristas más famosos del Derecho Civil, del Derecho Procesal, del Derecho Penal y del Derecho Mercantil”, narra y sirve como ejemplo de su dedicación intelectual. Dicho clan sería el semillero de ideas para la renovación de la Universidad en Nicaragua.

Antes de que se materializaran estas luchas, un grupo de estudiantes de Derecho de León, entre ellos incluido Tünnermann, realizaron un plantón en 1955 en la sede de la Cámara de Diputados para exigir y presentar lo que sería el primer borrador del proyecto de autonomía universitaria. La protesta obtuvo cobertura mediática y apoyo entre la población. El 25 de marzo de 1958, Somoza Debayle firmó un decreto presidencial con el que concedió autonomía docente, administrativa y económica a la Universidad Nacional. 

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Las universidades eran tan solo un apéndice del Ministerio de Educación. El Ejecutivo tenía el control absoluto de la educación superior y elegía a las autoridades académicas. Todo cambió con la autonomía: se ampliaron las carreras y se modernizó el recinto académico. 

“La falta de autonomía había conducido al Alma Mater a un completo estado de vasallaje en relación con el Poder Ejecutivo y el partido político en el poder, el Partido Liberal Nacionalista, dominado por Anastasio Somoza García. Como consecuencia, la política partidista se había entronizado en ella”, narró el académico en sus memorias. 

El decreto fue refrendado con fuerza de ley por René Schick Gutiérrez, quien en aquel entonces era ministro de Educación. Así fue cómo se reconoció la importancia de una formación humanista, que a la vez sirvió como nido de rebeliones y movimientos revolucionarios que surgirían en las décadas siguientes contra el somocismo. 

“La autonomía desempolvó y revitalizó los viejos claustros, sacó la Universidad del arrinconamiento provinciano donde el gobierno intencionalmente la había situado y le permitió colocarse, como correspondía, en medio de la vida nacional, preocupada por su acontecer”, escribió Tünnermann.

Rector de la Universidad Nacional

Carlos Tunnermann
Carlos Tünnermann Bernheim, como secretario general del Consejo Superior Universitario Centroamericano, a principios de los sesenta. – Fotografía de Archivo de La Prensa

Tras el fallecimiento de Mariano Fiallos Gil en 1964, el joven intelectual asume la rectoría de la Universidad Nacional. El antiguo rector había dicho en su lecho de muerte que le gustaría que el puesto fuese dado a Tünnermann. Varias Facultades de la Universidad Nacional también apoyaron su nombramiento. 

No todo fue un camino de rosas. Las campañas de desprestigio no se hicieron esperar. Ciertos sectores lo tachaban de marxista, le decían que iba a perjudicar la Universidad… Pero en medio de ello, logró una mayoría de votos con los cuales obtuvo la elección a su favor. 

Sus primeras acciones como rector fueron darle continuidad al legado de Fiallos Gil. Tünnermann tachó esos años como los más difíciles, pues el país se encontraba bajo el control de la dictadura somocista. “Casi todo mi periodo rectoral me tocó lidiar con el más férreo de los Somoza, el general Anastasio Somoza Debayle”, escribió. El último de la dinastía somocista se caracterizó por la persecución a opositores y la tortura a disidentes. En este periodo también el Frente Sandinista se consolidó como una guerrilla cuyo fin fue derrocar a la dictadura a través de las armas.

“Somoza Debayle me veía a mí como un enemigo, y había dicho que el día en que yo dejara de ser rector me iba a pasar la factura”, aseguró en una entrevista de 2013 para el programa televisivo Esta Semana. 

Con ello vino el acoso a la autonomía universitaria y las amenazas del dictador hacia el rector. A pesar de ello, toda la comunidad universitaria había cerrado filas en torno a él. De esta forma, el lema “a la libertad por la universidad se mantuvo incólume”.

El compromiso político del intelectual daría un vuelco al incorporarse al Grupo de los Doce, lo cual implicaba apoyar de alguna forma la lucha armada del FSLN contra la dictadura. En sus memorias asegura que su implicación en este movimiento significaba una “obligación ética”.  

Tras el triunfo de la revolución, cuando los sandinistas llegaron al poder, Tünnermann se convirtió en ministro de Educación y una de las figuras más relevantes en una iniciativa popular que consistía en reducir los índices de alfabetización en Nicaragua: la Campaña Nacional de Alfabetización, reconocido por organismos internacionales como la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

Luego, entre 1984 y 1988 fungió como embajador de Nicaragua en los Estados Unidos. La tensión con el gobierno presidido por Ronald Reagan se acrecentaba. En el país se había formado la Contrarrevolución, financiada por Washington para quitar del poder a los sandinistas. En 1988, el académico fue expulsado del país, como acción de expulsión al embajador estadounidense Richard Huntington Melton. Finalmente, renunciaría a su militancia a inicios de los noventa, tras la elaboración de la Ley N° 89, Ley de Autonomía de las Instituciones de Educación Superior que el gobierno de Ortega se encargaría de violar tras su regreso al poder en 2007.

Sus últimas acciones

Carlos Tunnermann
Foto de Archivo | Carlos Tünnermann, participa de una rueda de prensa, en junio de 2019, durante una reunión con los testigos de negociación para informar que faltan presos políticos por liberar, en Managua. Archivo | EFE

Carlos Tünnermann fue una de las personalidades escogidas por parte de la sociedad civil para la Mesa de Diálogo con el régimen de Ortega y Murillo llevada a cabo el 15 de mayo de 2018, y cuyo fin era ponerle fin a la crisis sociopolítica que se estaba cerniendo en el país. También fue una de las voces que criticó el discurso del mandatario y dijo que le había parecido “decepcionante”.

“Don Daniel Ortega, su discurso ha sido decepcionante porque usted no trajo aquí un mensaje de paz”. También demandó el cese inmediato a la represión policial y el desarme a las fuerzas de choque afines al Gobierno. “Dé la orden como jefe supremo de la Policía”, sentenció.

A pesar de su edad, estuvo inmerso en los procesos políticos más recientes que ha vivido Nicaragua, y las luchas de la oposición por salir de la dictadura de Ortega-Murillo. Uno de sus últimos actos fue conformar la Comisión de Buena Voluntad, junto con el empresario radial Fabio Gadea y el ex grandes ligas Dennis Martínez. Este grupo de ciudadanos nicaragüenses hicieron el intento de unir a los bloques opositores para enfrentar al FSLN en un proceso electoral, pero debido a la falta de voluntad política de las partes la unidad no pudo concretarse. 

Tras su fallecimiento, la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo reconoció su legado a través de una nota de prensa, en la que remarcaron que sus aportes dentro del Ministerio de Educación durante el primer gobierno sandinista y, sobre todo, en la Cruzada Nacional de Alfabetización, “serán recordados con gratitud”.


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