La ciudad de Roma, en el Estado de Texas, se ha convertido en un paso frecuente para cientos de migrantes que huyen de la violencia y la pobreza extrema de Centroamérica. Del otro lado del río Bravo, abordan balsas en la ciudad de Tamaulipas, México, donde los “coyotes” los entregan para que aborden las balsas. Al caer la noche comienzan a pasar. Lo que ocurre en esta ciudad es una nueva imagen de la migración centroamericana hacia Estados Unidos. La llegada a la presidencia de Joe Biden ha flexibilizado el discurso anti-inmigrante del que hacía alarde Donald Trump. Por esa razón, miles de familias centroamericanas han vuelto a llenar las fronteras de Estados Unidos y México no para pasar de forma irregular o esconderse de los oficiales, sino para entregarse a la patrulla fronteriza bajo la esperanza de conseguir asilo.
La patrulla fronteriza instala su puesto a unos 1000 metros de la orilla del río cada noche y espera a que comiencen a entregarse familias enteras con niños y adolescentes y menores no acompañados. La noche del 26 de marzo cerca de 400 personas se entregaron de las 9 de la noche a la 1:10 am. El día 27, 62 personas se entregaron de las 7 p.m. a las 10 p.m de la noche. Al entregarse, los agentes de migración les piden que coloquen sus pertenencias en bolsas plásticas. Dinero, joyas, ligas para el cabello y cintas de zapatos son retiradas. Luego abordan unidades de transporte de la patrulla fronteriza y son trasladados a centros de detención.
De acuerdo a la agencia de noticias AP, las autoridades estadounidenses reportaron solo en el mes de febrero más de 100,000 mil cruces irregulares de migrantes. Aunque la administración Biden es más dócil con los migrantes, no todos los que llegan a ese país obtienen asilo. El gobierno del demócrata expulsa a los migrantes adultos antes de que logren gestionar asilo. Los datos indican que seis de cada diez familias de migrantes permanecen en Estados Unidos y tienen la posibilidad de pedir asilo.
Lo que sucede en Roma es muy distinto a los migrantes que llegaban a la frontera asustados y con la esperanza de burlar a los oficiales fronterizos escondiéndose. Lo de hoy es la entrega voluntaria de miles de familias centroamericanas, en su mayoría hondureños, salvadoreños y guatemaltecos que huyen de la pobreza y la violencia.
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Según medios estadounidenses, los centros de albergue están repletos, sobre todo de menores de edad no acompañados que cruzan la frontera norteamericana. Hasta este viernes se hallaban bajo custodia del gobierno federal unos 17.000 menores indocumentados no acompañados, de los cuales unos 5.500 se mantienen en centros de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, en inglés), de acuerdo a cifras dadas a conocer por la Administración del presidente Joe Biden.
El congresista demócrata por Texas Henry Cuellar señaló que las instalaciones de CBP permanecen saturadas a causa de la “gran cantidad de personas que todos los días cruzan la frontera”. En declaraciones a la cadena CBS News, el legislador señaló que la Patrulla Fronteriza no quiere mantener a los indocumentados en los centros en la frontera por más de 72 horas, el plazo que tienen antes de ponerlos a disposición del HHS.
El legislador dijo que el 71 % de indocumentados que cruzaron la frontera en el mes de febrero son adultos, los cuales son retornados de inmediato, al igual que algunas familias con hijos mayores de 13 años. En la frontera, dijo, “las ciudades, los condados, las ONG, estamos sintiendo el peso de lo que está pasando con las familias” de indocumentados.
En su primera conferencia de prensa desde que tomó el control de la Casa Blanca el 20 de enero, Biden dedicó varios minutos para hablar de la crisis en la frontera. Reconoció que su gobierno se ha visto sobrepasado en su capacidad de respuesta, culpó a Trump por los problemas y aseguró que la situación mejorará en las “próximas semanas”. Biden reconoció un aumento significativo del número de personas que estaban llegando a la frontera, pero descartó que el incremento se deba a su política migratoria basada en la reversión de las medidas implementadas en los últimos cuatro años por el gobierno de Trump y en el respeto del debido proceso migratorio.
La política migratoria de Biden se dio de bruces con una infraestructura inadecuada para responder prontamente al reto de atender a miles de migrantes que llegan en busca de asilo en la frontera con México, obligando a la Casa Blanca a utilizar dos herramientas que el gobierno anterior activó como parte de su política de ‘tolerancia cero’ y para controlar la pandemia del covid-19: los Títulos 8 y 42, que afecta principalmente a inmigrantes adultos solteros y unidades familiares.