Hoy, 26 de noviembre de 2024, cumplo 6 años de haber sido desnacionalizada, apresada y expulsada de la tierra que escogí para vivir y luchar por ella. Ese día cambió mi vida y la de mi familia. Fue un día tenso, doloroso, de mucho temor e incertidumbre. Pero también, y no lo he dicho suficiente, un día de mucho amor, cariño, solidaridad y de sentirme acompañada. Sin ese amor, la experiencia hubiera sido casi imposible de sobrellevar.
Me acompañaron decenas de hermanas, amigas, colegas de lucha que estuvieron conmigo; que me escucharon y me abrazaron hasta el último momento antes de ingresar a Migración y ser llevada a El Chipote. Estuvo conmigo siempre el colectivo del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh), el Movimiento Autónomo de Mujeres (MAM), las feministas y hermanas de mil batallas.
Incluso, en El Chipote, me acompañaron hermanas que no conocía personalmente; me acogieron en la celda a la que me llevaron, me abrazaron y compartieron conmigo lo poco que tenían. Ese gesto siempre me quiebra la voz. Ellas no tenían nada y me dieron aunque sabían que les haría falta. Frente a las agresiones de las funcionarias y los guardias, esos gestos se convertían en un bálsamo que me cubriría por todo ese duro caminar.
Nunca llegar a Peñas Blancas me había dado tanto alivio. Ver cuando demandaron a las autoridades ticas que les firmaran un acta de entrega, como si yo fuera un fardo, me hizo caer en la cuenta de lo ridículos que son Daniel Ortega y Rosario Murillo.
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Para nosotras, no había pasado todo. Tres días después nos quitaban nuestra organización que tenía ya 35 años de sobrevivir, CISAS, dándonos una distinción como primera personería cancelada, que se sumó a ser la primera persona herida en 2018; la primera desnacionalizada, la primera expatriada…
Pero nunca he dejado de decirlo: fue posible sobrevivir todo eso gracias a esos abrazos que recibí; a ese cariño que me expresaron. Ese último beso que me dio nuestra hermana del alma que nunca volvería a ver pero no dejo de extrañar, la Maga, la malbozaleada, la Magaly Quintana. Esos abrazos y apapachos siguen impregnados en mi piel, como parte de mi identidad, de quién soy y quién quiero seguir siendo.
Igual tengo que agradecer a quienes en Costa Rica me esperaban con los brazos y los corazones abiertos. A mis amigas y amigos del colegio, a las feministas, a colegas que tuvieron que salir de Nicaragua antes que yo, a mi familia.
Todo eso nos permitió no sólo sobrevivir, sino también seguir comprometidas con la lucha por la libertad de Nicaragua y volver a empezar, surgiendo de las cenizas para abrir nuestras alas y alzar vuelo nuevamente.
Mi eterno agradecimiento a quienes me han acompañado en este proceso. Nunca podré agradecerles lo suficiente. Sin ustedes, quién sabe qué hubiera sido de mí.
ESCRIBE
Ana Quirós
Costarricense y nicaragüense, feminista, defensora de derechos humanos, especialista en salud pública, educadora, investigadora, promotora de la organización ciudadana, especialmente de mujeres, directora de la organización no gubernamental CISAS que se dedica a la defensa de los derechos humanos, especialmente de salud. Integrante del Movimiento Autónomo de Mujeres, de la Articulación Feminista de Nicaragua y de la Unidad Nacional Azul y Blanco.