Peter solo tiene menos de dos meses para solicitar asilo en Estados Unidos si quiere extender su estancia de manera regular. En el caso que no logre realizar la solicitud antes de diciembre, tendrá que regresar a Nicaragua en noviembre de 2025, fecha en que finaliza su permiso de permanencia temporal, que le brinda el parole humanitario o Programa CNHV.
Ante las escasas probabilidades de obtener una visa de estudio o de trabajo que le permita estar más tiempo en el país norteamericano, la única opción que le queda es solicitar asilo, lo cual debe realizar dentro del primer año de su llegada. Con muy pocas excepciones, solo se permite la solicitud de asilo a personas que tienen más de un año de estar en Estados Unidos.
Aunque era un trámite que debía realizar en algún momento desde que llegó, la noticia de que la estancia permitida por el parole no va a ser extendida hizo que Peter —nombre que utiliza para garantizar su anonimato—, agilizara el proceso. “Tengo planificado solicitar el asilo a finales de octubre. Cumplo el año de estar acá el 28 de diciembre, así que tengo estos meses de gracia, pero lo voy a hacer pronto”, dice el joven de 24 años.
El pasado 4 de octubre, el Servicio de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos (Uscis) confirmó que no habrá extensión del tiempo del parole, ni excepciones para los beneficiados. Actualmente se encuentran amparadas con el programa 110 000 personas cubanas, 210 000 haitianas, 117 000 venezolanas y 93 000 nicaragüenses, según cifras del Departamento de Seguridad Nacional (DHS, por sus siglas en inglés).
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Regresar a casa o lidiar con el temor a una deportación
De este más de medio de millón de personas que no hayan regularizado su estadía fuera del parole, es decir, que no hayan conseguido alguna visa, solicitado asilo, contraído matrimonio con alguna persona estadounidense, o haber sido pedidos por algún familiar en Estados Unidos, tendrán que regresar a su país de origen o enfrentar una deportación.
“Aquí las personas estamos con bastante intriga y miedo. Estábamos esperanzados en que la estadía se pudiera extender”, expresa Peter. Intriga por lo que sucederá si no logra regularizar su estancia en Estados Unidos, y miedo por volver a un país del cual se fue por la falta de oportunidades.
En los once meses que ha estado viviendo en Estados Unidos, Peter ha logrado adaptarse a su nuevo país y ahorrar lo que nunca logró ahorrar en Nicaragua, donde solía trabajar en un Call center.
Ahora trabaja como cajero en una gasolinera y como planchero en un restaurante cubano. Aunque no tiene tiempo libre, ya que pasa de un trabajo al otro, ha podido conseguir un poco de dinero que le da esperanzas para construir un futuro, señala.
También ha podido establecer planes para él, su pareja y su hijo de 16 meses que lo aguardan en Nicaragua. “Quiero traer a mi niño y a mi pareja el próximo año, para que puedan gozar de las oportunidades que hay aquí. Y así, tratar de desarrollarme personal y económicamente acá”, expresa.
Nicaragüenses buscan casarse con sus parejas estadounidenses
Abigail, de 24 años, se ha mentalizado en que si no se casa con su actual pareja, un ciudadano estadounidense, tendrá que regresar a Nicaragua cuando se cumplan los dos años de su aprobación del parole. Ella también solicitó el anonimato.
Desde que llegó a California, Estados Unidos, en abril de este año, fue con los planes de concretar el matrimonio, otra de las opciones que tienen las personas beneficiadas con el parole para extender su permanencia en el país. Sin embargo, el dinero que ella y su pareja han recogido en todos estos meses lo han utilizado para pagar deudas. Deudas que traía desde Nicaragua y deudas que surgieron al momento de su llegada.
“Los boletos de avión costaron 900 dólares, el permiso de trabajo costó 500 dólares. Cuando vine tuve que comprar cosas para mis necesidades básicas y las deudas se hicieron más grande”, explica Abigail.
En el caso más económico, casarse implica gastar alrededor de 3 000 dólares solo en el pago de abogados y la solicitud de residencia por matrimonio. Por lo que no es posible casarse de manera inmediata, explica.
Aunque Abigail confiesa que a ella no le gustaría casarse de manera rápida en una oficina, otra razón por la que no se ha casado. “He visto que en algunos Estados te hacen una celebración pequeña en un juzgado, con el abogado, los testigos y un pastel. Yo quisiera que saliéramos de deudas y hacer algo bonito para nosotros. Quisiera hacer una comida con la familia, por lo menos, no hacerlo a lo loco. Por eso lo hemos postergado”, expresa.
También señala que otra de las razones por las que no ha contraído matrimonio es porque su novio no le ha hecho la propuesta formalmente, no más allá de las pláticas en las que hacen los planes de hacerlo. Ella quiere la propuesta de matrimonio de forma tradicional, con un anillo y una declaración.
“Él dice que sí se quiere casar, pero yo no veo que sea así”, manifiesta mostrando su dedo anular izquierdo vacío. “Yo quiero que sea formal, no que ni siquiera me lo pida. Si mi novio no se decide, me tocará irme de vuelta a Nicaragua”, señala.
A diferencia de otras personas, Abigail no quiere solicitar asilo, la forma más efectiva que ha resultado para muchas personas para quedarse en Estados Unidos. Pues, realizar el trámite significa pagar abogados y hacer trámites más largos, algo en lo que no quiere implicarse.
El precio que cobran los abogados por realizar la solicitud de asilo varía en dependencia del Estado. Los costos van desde los 1 000 y 1 400 dólares. Y aunque ella pudiera pagarlos, no es la alternativa que ella desea.
Visas son difíciles de conseguir
Abigail, quien trabaja en una institución financiera, también preguntó a su jefe si la empresa podía solicitar una visa de trabajo para ella, pero el jefe le dijo que no creía que fuese posible. En primer lugar, porque él no toma ese tipo de decisiones en la empresa, y en segundo lugar, porque lo que hace la empresa es reemplazar a sus trabajadores cuando expire su permiso de trabajo.
“Si no me caso, tendría que seguir insistiendo con mi jefe, pero arriba de él, hay como seis superiores más. Pero como él mismo me dijo: a la empresa no le va a importar cuando termine mi parole, simplemente me van a decir adiós y van a contratar a alguien más”, relata.
Peter también señala que conseguir una visa de trabajo no es tan fácil, ya que la mayoría de los empleadores les resulta más sencillo reemplazar al personal que tienen permisos de trabajos temporales, ya que los trabajos que ofrecen son de bajas cualificaciones y de constante rotación de empleados.
Y aunque las personas migrantes cuenten con estudios universitarios, es muy difícil para ellos ejercer en sus carreras por los obstáculos institucionales y las faltas de oportunidades que encuentran por su condición de migrantes.“No ha sido como esperaba, pero me ha ido bastante bien en este tiempo. He encontrado trabajo, aunque sea de cajero, y he visto el avance. Por eso me quiero quedar”, cuenta.
Otra de las razones por las cuales Peter no quiere regresar a Nicaragua es porque tendría que volver a trabajar en un Call center, en el que laboró al menos tres años, sin ver avances en sus ahorros y en su progreso económico. Ese fue el único espacio laboral que consiguió, luego de dejar la universidad por dificultades económicas en 2021.
“Quiero crecer con mi familia y no creo tener esas oportunidades en Nicaragua”, expresa.
Por su parte, Abigail, dice que salió de Nicaragua porque sentía que se estaba desperdiciando como joven profesional en un país sumergido en una crisis sociopolítica. “La migración es difícil, pero necesaria. Desgraciadamente vivimos una situación política difícil en nuestro país, que no fue nuestra culpa, pero está en nosotros decidir si queremos seguir en eso o no”, señala.