Iota fue más mortífero que Eta: arrasa el Caribe Norte e inunda Nicaragua

El huracán se degradó a tormenta tropical, pero sigue siendo letal con la estela de lluvia que ha dejado tras destruir viviendas, matar a seis personas y provocar 63.000 evacuados. Lo peor de su golpe sucedió la madrugada del martes. Un equipo de Divergentes viajó a la zona de impacto y conoció de primera mano la queja de los afectados por la falta de asistencia gubernamental


Siuna, Nicaragua-. Andrés Rocha está en la cima de esa colina de tierra colorada –que se deslava al pisarla por tanta lluvia que ha traído el huracán Iota– en cuclillas y con las manos apretándose la cabeza. Se lamenta. En menos de doce horas, uno de los proyectos insignias de su finca fue anulado en casi un 50% por el trepidante ciclón que ha causado devastación en el Caribe Norte y severas inundaciones en el resto de Nicaragua. Las ráfagas y el aguacero mataron a 750 de 1.300 pollos de engorde que criaba en un gallinero que, este martes por la mañana, terminó como un revoltijo de tablas, malla y lodo. 

“Unos pollos se ahogaron y a otros las rafagas del huracán les causó arritmia cardíaca”, dice Rocha. El joven treintañero dirige a sus primos y sobrinos en la labor de recoger los cadáveres emplumados. “La arritmia les dio por el susto”, dice el finquero originario de la comunidad La Bomba, en el municipio de Siuna, una de las zonas más golpeadas por las rafagas y las lluvia de Iota. 

A decir verdad, Rocha también sintió mucho susto como sus pollos. Nada más que a la medianoche del lunes él estaba en otra colina, en la casa de la finca, tratando de que un árbol derribado por las ráfagas de Iota, y que partió el techo  de la cocina, no destruyera más el inmueble. Fue una madrugada en la que todo se estremeció. El vendaval, la lluvia y esos relámpagos que pintaban de azul metálico las nubes cargadas en realidad infundían susto al ambiente.    

Iota fue más mortífero que Eta: arrasa el Caribe Norte e inunda Nicaragua
Andrés Rocha perdió al menos el 50% de los pollos que estaba criando. Carlos Herrera | DIVERGENTES

Horas antes de que los vientos de Iota impactaran La Bomba, el huracán irrumpió en categoría 4 en el litoral caribeño norte, con vientos sostenidos de 250 kilómetros por hora, muy cerca de Bilwi. Esta ciudad volvió a recibir en primera instancia, y en menos de 15 días, la bofetada de dos ciclones bautizados con letras del alfabeto griego, como si de un capricho de Zeus y sus truenos se tratara. 

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Bilwi volvió a ser arrasada por Iota que, al menos en territorio nicaragüense, terminó siendo más mortal que Eta. Al contrario que su predecesor, Iota no se degradó de inmediato al tocar tierra, sino que se internó con sus rágafas, rayos y aguaceros hasta el Triángulo Minero, conformado por los municipios de Bonanza, Rosita y Siuna. 

Aunque Iota se degradó después de golpear Siuna y Rosita a tormenta tropical, las copiosas lluvias que se mantienen a nivel nacional han provocado graves inundaciones, y más destrozos y víctimas mortales que Eta. Los últimos datos proporcionados por la vicepresidenta Rosario Murillo la noche de este martes adjudican a Iota seis muertes y 63.000 evacuados. 47.000 familias sin agua potable y 85.000 sin energía eléctrica.

Un huracán “más rudo”

A eso de la medianoche, el primer frente ventoso de Iota comenzó a remecer el follaje de Siuna y la comunidad de La Bomba. A las 3:30 de la tarde, la rudeza del ciclón inició su derribe implacable de árboles… y no árboles cualquiera, sino que ejemplares maderables y de gran envergadura, cuyas raíces quedaron totalmente expuestas, como profusas terminaciones nerviosas cortadas de un tajo del corazón de una tierra incapaz de absorber más agua.    

Cuando el árbol cayó en la cocina de su pequeña hacienda, y luego escuchó el crujir de otras copas al ceder, Andrés Rocha supo que Iota no era nada parecido a Eta. Era un huracán “más rudo”. Esa madrugada todo fue trastocado en Siuna, en especial en La Bomba: cultivos destrozados, casas fracturadas por los árboles caídos, techos de zinc desprendidos, deslaves de colinas, ramas cortando caminos, ríos fuera de sus caudales, mujeres y niños desangelados en albergues… La Bomba parecía literalmente su nombre: un estallido huracanado que dejó un reguero de estragos. 

Poca asistencia gubernamental

Muy temprano este martes, Juan Misael Machado trabajaba haciendo un recuento de los daños en La Bomba en su calidad de coordinador de la Juventud Sandinista. Lo acompañaba el secretario político de la comunidad Germán Leiva García. Ambos hombres se esforzaban, pero la tarea los sobrepasaba. Contabilizaban unas 49 familias evacuadas y más de 20 casas con afectaciones, pero a medida que se internaban en la comunidad, los daños se multiplicaban. 

Juan y Germán estaban solos en La Bomba. Aunque decían que estaban trabajando en conjunto con los Comités Municipales para la Prevención, Mitigación y Atención de Desastres Naturales (COMUPRED), lo cierto es que en la comunidad no había nadie más que ellos al mando. Nadie del Sistema Nacional para la Prevención, Mitigación y Atención de Desastres (Sinapred) u otra instancia con mayor capacidad para gestionar un desastre natural. Pero los hombres, sin duda, tenían toda la buena fe de ayudar a sus vecinos. “Estamos en contacto con ellos”, dijo Leiva García. Pero comunicaciones ni energía eléctrica había en Siuna luego del impacto de Iota.

En los dos albergues habilitados en La Bomba, en una escuela y una iglesia evangélica sin paredes, los damnificados no tenían víveres ni colchones, más que las escasas pertenencias que lograron sacar de sus viviendas en riesgo. Todos ellos se quejaban de que nadie del gobierno había llegado a visitarlos, pero era una queja que preferían hacer desde el anonimato. 

En otras comunidades al sur de Siuna, yendo hacia Mulukukú, la queja de que el gobierno o sus instituciones no se hicieron cargo de las evacuaciones o la gestión de los albergues era la misma. Por ejemplo, en la comunidad La Bodega, los propios ciudadanos con medios de transporte evacuaron a las familias con menos recursos. Era una evacuación auto gestionada ante la falta de asistencia estatal. 

Iota fue más mortífero que Eta: arrasa el Caribe Norte e inunda Nicaragua
Carlos Herrera | DIVERGENTES

“Nadie ha venido. Somos nosotros mismos. Aquí hemos sacado como cinco o seis familias, porque los ríos ya se desbordaron. No se puede más”, criticó José Santos Zelaya de la comunidad La Bodega. La respuesta gubernamental se concentró en cabeceras departamentales como Bilwi, Managua, Rivas o el mismo Siuna, pero no en las comunidades más alejadas, en especial las del Caribe Norte. 

No obstante, a nivel de propaganda, la vicepresidenta Murillo anunció este martes que ya tienen preparada asistencia para las comunidades damnificadas. El punto es cuánto demorarán en llegar ante las carencias que están viviendo las personas. “Ya tenemos allá los miles de planes techo, en el Caribe Norte, en las Minas, tenemos cocinas también para distribuir a las familias que han perdido sus enseres, tenemos también ya dispuestos a salir en cuanto bajen las aguas del río Wawa”, prometió la vocera de gobierno. 

Por ahora, el rastro de Iota son lluvias e inundaciones latentes. La mayoría de los ríos del Caribe Norte rebasaron su caudal. Todas las quebradas y ciénagas estaban desbordadas. Departamentos y ciudades como Managua, Carazo, Rivas, Matagalpa, y Wiwilí registraron graves inundaciones. Pese a que Iota comenzó a salir de territorio nacional hacia Honduras, la tormenta tropical no deja de ser un peligro… y si a eso se le suma otro sistema sospechoso que se gesta en el Caribe. El régimen Ortega Murillo mantiene todavía alerta roja en las Costa Caribe Norte y Triángulo Minero, y alerta amarilla al resto del territorio de Nicaragua. 

La jornada del martes en la Costa Caribe cerró con brisa pertinaz, sin energía eléctrica y con una desconexión de las redes de comunicación. Se sabe poco de lo que sucede en Bilwi, y en Siuna, en La Bomba, Andrés Rocha no solo lamenta lo de sus pollos de engorde, la cocina de la finca, sino que tenía otra preocupación: No había encontrado a las vacas que estaban pastando en un potrero allá, más arriba de la colina de tierra colorada, el lunes por la noche cuando Iota azotó.


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