Enrique Sáenz
8 de mayo 2023

La herencia más nefasta de la dictadura


Voy a comenzar este escrito leyendo un párrafo del libro de texto de ciencias sociales que utilizan actualmente los muchachos de primer año de secundaria en Nicaragua. Dice así: Hoy Nicaragua vive en libertad y en democracia, las autoridades son respetuosas de la ley y de las instituciones públicas, sin persecución política, ni presos políticos, ni torturas en las cárceles, sin exiliados ni golpes de Estado, sin represión militar o policíaca. Todos los partidos y organizaciones gozan de libertad de pensamiento, de expresión, de organización, libertad de culto y libertad para trasladarse de un lugar a otro. 

Eso dice el libro. Pueden buscar el párrafo en la página 265.  

Por supuesto, no es el único párrafo. Es el contenido entero: fotografías, lecturas, ejercicios y trabajos en clase y en casa. Se trata de un testimonio elocuente del “trabajo” que realiza la dictadura para adormecer o manipular mente y entendimiento. Todos los días, la niñez, adolescentes y juventud nicaragüense es sometida a lidiar con textos del mismo tenor, que falsifican la realidad presente y la historia, mutilan el espíritu crítico y domestican la conciencia. Centenares de miles transitan diariamente por este siniestro túnel. Con los años que lleva la dictadura resulta claro que muchos de estos jóvenes se encuentran cursando estudios universitarios y otros con seguridad son ya profesionales. 

¿Qué juventud nos deja este lavado de cerebro? ¿Qué futuro puede avizorarse? 

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Por supuesto, no todo está perdido. Estos lavados colectivos de cerebro no siempre son efectivos, ni por tiempo indefinido. Nuestra propuesta de historia es un ejemplo. Pero no podemos subestimar la función perniciosa que cumplen estos tratamientos, pues algo queda de este veneno diabólico.

Comencé con este ejemplo para asociarlo con cuatro hechos que ocurrieron en días recientes.

Vamos con el primero. El medio de comunicación Divergentes publicó una investigación sobre el nuevo “método” impuesto por el Ministerio de Educación para evaluar a los estudiantes. Más que un método se trata de una artimaña cuya finalidad es aprobar a todos los alumnos, estudien o no estudien, aprendan o no aprendan. Todos aprueban. Es el complemento del adormecimiento que procuran con la manipulación de los contenidos. De esta manera la dictadura podrá mostrar altísimos rendimientos educativos, en el papel, pero con chavalos y familias estafadas. Aunque en realidad la estafa es a la sociedad entera, porque es la sociedad entera la que pagará el precio de sufrir con médicos mediocres, ingenieros mediocres, economistas mediocres. Técnicos y profesionales mediocres. Y ciudadanos anestesiados. 

Lisa y llanamente es una demostración de que a la mafia en el poder le importa un bledo la educación de los nicaragüenses. Seguramente el dictador dirá para sí mismo: si yo soy un bachiller y soy el mandamás de este país, ¿para qué sirve estudiar? Por esta razón resultan cómicas las fanfarronadas de la dictadura que hasta de energía atómica hablan. 

El segundo hecho que quisiera citar es otra publicación periodística, esta vez del diario La Prensa. El reportaje se refiere a la cancelación de 17 universidades privadas por parte de la dictadura. Unas fueron canceladas, otras asignadas a las universidades públicas, otras simplemente fueron robadas a sus legítimos propietarios sin ningún tipo de asidero legal o procedimiento. Estos atropellos dejan a buena parte de la juventud nicaragüense en manos de los paniaguados y vividores que acatan los designios de la dictadura en las universidades públicas. 

El tercer hecho es sin duda el más doloroso en este recuento: una fotografía que está circulando en las redes sociales. Aparece un niño de más o menos cinco años, vestido de policía, que lleva prisionero a otro niño de la misma edad, vestido de azul y blanco. Las caritas inocentes, abusadas, sin siquiera darse cuenta. 

No acostumbro a utilizar esta palabra, pero es tan odioso el hecho que debo señalar de malditos a quienes se llaman maestros y promovieron esta escena. Maldito también el sistema educativo impuesto por la dictadura. Porque el hecho registrado en la fotografía es sencillamente satánico.

Finalmente, el cuarto hecho. La cereza del pastel satánico: los hijos del tirano fueron enviados a dictar cátedras inaugurales en universidades públicas sin mérito moral o académico alguno. Solamente por ser hijos del dictador, quien, a toda costa quiere imponernos una nueva dinastía. 45 años sufrimos a la dinastía somocista y Ortega quiere imponernos otra. 

Y aquí debo citar los sarcasmos que nos ofrece la historia: Luis Somoza, en pleno somocismo, concedió, por medio de ley, la autonomía a la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN). Y es un hecho que no puede negarse: Luis Somoza respetó esa autonomía. También es un hecho acreditado que la UNAN alcanzó prestigio internacional por su calidad académica, su función social y la libertad que campeaba en sus recintos. El colmo es que hasta Anastasio Somoza Debayle respetó la autonomía universitaria. 

Ahora el bachiller Ortega no solo aplastó la autonomía de las universidades, sino que las convirtió en antros donde medra la mediocridad, el servilismo y el fanatismo.

¿Por qué me refiero al desastre educativo en que la dictadura está sumiendo a la niñez, la adolescencia y a la juventud nicaragüense?

Porque es una de las mayores heridas que está infligiendo la dictadura a la sociedad nicaragüense. Y la herencia más nefasta.

Una herencia que encierra implicaciones sociales, políticas, económicas, humanas y morales.

Porque en el mundo actual la educación es la única oportunidad que tienen los pobres para romper las cadenas de la pobreza. En el mundo actual la base del conocimiento y de la tecnología es la única oportunidad para que una sociedad supere el atraso y genere progreso y prosperidad. La educación es, además, condición esencial para cultivar valores, afianzar la libertad y el comportamiento democrático.

Por supuesto que son crímenes de lesa humanidad las ejecuciones extrajudiciales, las torturas, la persecución, el despojo de nacionalidad, las confiscaciones. Pero también es un crimen sentenciar a la pobreza, al atraso, a la ignorancia y el desamparo perenne a generaciones enteras de nicaragüenses.

El proyecto de cambio democrático que debe empeñarnos debe colocar como centro una verdadera revolución en la educación. No hay que tener miedo a la palabra.

ESCRIBE

Enrique Sáenz

Es licenciado en Derecho y licenciado en economía, y cuenta con estudios superiores en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, Caracas) y estudios superiores en Historia Latinoamericana (UNAN, Managua). Fue diputado de la Asamblea Nacional de Nicaragua (2007-2016) y gerente de proyecto para asuntos de cooperación y gobernabilidad en la Delegación de la Unión Europea para América Central en Managua. Se desempeñó también como Director Ejecutivo de la Fundación Siglo XXI (1996-1997) y Oficial Ejecutivo en la Representación del PNUD en Nicaragua, entre otros puestos en el gobierno de Nicaragua y organismos regionales.