Juan Sebastián Chamorro, preso político desterrado y excandidato presidencial:

“La libertad la siento en los pequeños detalles”

Bajo el silencio forzado de 20 largos meses en la prisión de “El Chipote”, por haberse atrevido a postularse como candidato presidencial, Chamorro sobrevivió gracias a la oración, y a un estrecho rayo de luz por el que adivinaba la hora. Explica a DIVERGENTES su experiencia entre rejas y el significado que adquiere la libertad junto a su esposa e hija. Necesita tiempo para recuperarse, pero está convencido de que el futuro inmediato está en lograr conformar, con unidad y fuerza, una oposición que sirva para contrarrestar el régimen de Ortega-Murillo. Y asegura que esa oposición está más hermanada que nunca


4 de marzo 2023

El ex precandidato presidencial nicaragüense Juan Sebastián Chamorro, uno de los presos políticos nicaragüenses expulsados de su país, tras su llegada a Estados Unidos. Foto: EFE.

Juan Sebastián Chamorro no tiene una rutina definida. Después de estar 20 meses preso en “El Chipote” prefiere fluir y hacer lo que el cuerpo y la mente le pidan. Si quiere salir a caminar por el bosque, no lo duda ni un segundo. A veces lee, otras duerme. En ocasiones, se pone al día con lo que ha ocurrido en el mundo durante el tiempo que estuvo en prisión. “Y también tengo reuniones políticas”, dice a DIVERGENTES desde Estados Unidos, país en el que actualmente reside después de que el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo lo expulsara del país y le quitara, vía decreto, su nacionalidad.

“Además de mi familia, extrañé un montón de cosas. Caminar libremente en la naturaleza, andar en bicicleta, correr, leer y escribir”, expresa Juan Sebastián. “La libertad la noto en los pequeños detalles. En poder estar viendo al cielo, agarrar un tenedor, un cuchillo, comer en un plato normal”, continúa. Durante su estancia en “El Chipote”, se mantuvo comiendo con dos cucharas de plástico en un plato rojinegro todos los tiempos de comida.

Juan Sebastián fue uno de los presos políticos que más compañeros de celda tuvo en “El Chipote”, pero casi no podían hablar entre ellos. Primero, pasó con el periodista Miguel Mora; después, con Pedro Vásquez y Marcos Fletes, ambos empleados de la extinta Fundación Violeta Barrios. Luego, lo cambiaron y compartió prisión con el líder estudiantil Max Jerez durante un año.

La rotación que ejecutó el régimen sandinista hizo que compartiera celda con Luis Rivas, el expresidente ejecutivo del Banpro, y Michael Healy, expresidente del Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep). Y un mes antes de salir de prisión, estuvo con Álvaro Vargas, exvicepresidente del Cosep, y el abogado Roger Reyes. 

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“Esto me ayudó a tener un conocimiento, una relación y una amistad fuerte. Creo que Ortega cometió un gravísimo error al echarnos presos porque el nivel de hermandad con el que salimos es inmenso. Nuestro compañerismo se solidificó, nuestro afecto. Ahora somos más solidarios”, expresa Juan Sebastián, quien confiesa que aunque tenían prohibido hablar entre compañeros de celda, siempre encontraban la manera para comunicarse por señas o simplemente bajando el tono de voz por la madrugada.

¿Juan Sebastián cómo estás? ¿Cómo te sentís después de más de un año en prisión? 

Estoy bien de salud. Me hice una batería de exámenes médicos y, aparentemente, todo está normal. Estuve 20 meses preso. Es todo un proceso regresar a la vida civil, poder caminar en la calle libremente. No es normal estar en una jaula. Antes de estar en “El Chipote”, yo pasé ocho meses con persecución policial. Entonces esta es una sensación de libertad que no tenía desde, más o menos, octubre del 2020. En términos espirituales también estoy bastante bien.

¿Qué significa la libertad para vos ahora que lo estás experimentando después de 20 meses en prisión?

La libertad la noto en los pequeños detalles. En poder estar viendo al cielo mientras voy caminando; agarrar un tenedor, un cuchillo, comer en un plato normal. En la prisión los platos eran rojinegros y solo usé dos cucharas de plástico en todo este tiempo. Es un gran alivio respirar aire fresco. Aunque desde el punto de vista político es una situación agridulce, porque estoy libre pero desterrado.

¿Qué recordás del día que la Policía Nacional llegó a tu casa a capturarte?

El 8 de junio recibí una citatoria de la Fiscalía para presentarme al día siguiente (y) prácticamente echarme preso. Hice unas llamadas, hablé con mi abogado, estábamos preparándonos. De repente, en la noche me llamó un vecino y me dijo que habían entrado las patrullas al vecindario y, entonces, decidí sacar a mi hija de la casa y me quedé con Victoria (esposa). Yo no quería que entraran violentamente a la casa y, cuando se acercaron las patrullas, salí y me puse en la entrada frente al portón donde estaban los vehículos. Empecé a ver un montón de figuras oscuras saltando por el muro. Eso me impresionó mucho porque me sentí como cuando se te meten a robar a tu casa.

Fue una operación militar. Yo estaba prácticamente frente a ellos. Levanté los brazos y les dije “aquí estoy, no tienen que buscar, aquí estoy, me estoy entregando”. Llegó un capitán de la Policía, me agarró, me dio un manotazo en la cara, me esposó y me metió a la camioneta. Ahí me encontré con el comisionado general Vladimir Cerda.

Él fue el que me llegó a traer. Dentro de la camioneta iba con dos policías a cada lado. Cuando llegué a “El Chipote”, el comisionado mayor Victoriano Ruiz me preguntó sobre mi actividad política. Yo me acogí a la Constitución y le dije que no iba a responder ninguna pregunta sino hasta que estuviera con mi abogado. Me dijeron que me estaban deteniendo por el caso de la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social (Funides) y que me acusaban por ‘menoscabo a la integridad nacional’. Desde la captura y durante todo el tiempo que estuve en prisión, siempre me ordenaron que bajara la cabeza (cuando salía del reclusorio y lo llevaban a los juzgados), me ponían la mano en la nuca para no ver hacia arriba. Esa fue la tónica durante los 20 meses.

¿Cómo fue tu paso por la cárcel? ¿Qué fue lo más complicado que te tocó vivir?

La separación de mi familia y la incomunicación. Pasé incomunicado desde el 8 de junio hasta el 31 de agosto, que fue cuando pude ver a mi hermana. Yo no sabía absolutamente nada de lo que había pasado con mi esposa y con mi hija. Todo era nuevo para mí: la cárcel, te podés imaginar; los interrogatorios; la poca comida; la incertidumbre; pensar si iba a estar poco o mucho tiempo. Si iba a estar ahí hasta después de las elecciones presidenciales de ese año o más. Esa situación fue bastante dura. 

En prisión no podíamos hablar con nadie, ni con nuestros compañeros de celda. Aunque eso cambió en los últimos dos meses (Juan Sebastián explicó que durante las últimas semanas en prisión los guardias no fueron tan estrictos respecto a las conversaciones que tenían entre compañeros de celda). Teníamos un policía las 24 horas del día. No dormían, siempre estaba alguien ahí de pie o sentado en el pasillo, vigilando si nosotros estábamos haciendo señas o estábamos hablando. A diferencia de la mayoría de las cárceles nicaragüenses que son muy bulliciosas, esta era una cárcel bastante silenciosa.

“La libertad la siento en los pequeños detalles”
Juan Sebastián Chamorro antes de ser apresado en su casa de habitación, en Managua. Foto: Divergentes.
¿Qué hiciste para resistir mentalmente y no deprimirte?

Yo estaba en la celda 7 al final del pasillo. Por una rendija, entraba un rayito de sol y, dependiendo de la ubicación de la luz solar, hacíamos el ejercicio de precisar qué hora del día era. A veces, algunos policías entraban con relojes. Entonces, ahí medio echábamos un ojo y confirmábamos la hora. Competíamos entre todos, en la celda.

También hacía ejercicios. El 10 de junio, dos días después de mi captura, comencé con mi rutina. Recuerdo que, con una toalla que usaba para secarme las manos, pude medir la celda. Como la etiqueta de la toalla tenía la longitud de 1.25 metros, usé esa referencia y, entre pared y pared, calculé cinco metros. Entonces lo que hacía era dar una vuelta y regresar. Hacía al día 3,000 vueltas. Sacando mi cuenta, caminaba 15 kilómetros. A veces intercalaba y hacía pechadas y abdominales. Llegué a hacer 700 pechadas al día y 500 abdominales la primera vez. Hacía ejercicio en la mañana, luego me bañaba, almorzaba y tomaba una siesta para continuar los ejercicios en la tarde. Eso me distraía bastante.

Cuando me cambiaban de celda y tenía un nuevo compañero, había periodos en los que pasaba contando los mismos cuentos que le contaba a los otros que estaban en la celda anterior. Nos compartimos lo que hacíamos, lo que nos gustaba, cuáles eran nuestras aficiones. Eso sí, cuando hablábamos lo hacíamos con cuidado porque si nos encontraban hablando nos regañaban o nos castigaban. (Según Juan Sebastián conversaban entre ellos por la madrugada o a través de señas).

Muchos excarcelados han dicho que Dios y la oración fueron un pilar fundamental para resistir en prisión. ¿Cuál fue tu experiencia en este sentido?

Yo creo que la oración te da una enorme fortaleza. Rezábamos bastante. Le pedíamos a Dios resistir un día a la vez, que nos diera fuerza, que nos diera fe y que nos diera esperanza en nuestra liberación. La oración fue fundamental en mantener esa lucidez mental. 

Antes de estar preso, iba bastante a misa y rezaba pero, en prisión, encontré a Dios de una manera mucho más profunda, mucho más íntima. Lo que ocurrió, nuestra salida de la cárcel, es un milagro que se nos cumplió porque nosotros pedíamos eso y lo hacíamos de todo corazón. Y cuando se da, realmente sentí que estaba siendo testigo de algo, de una fuerza divina, celestial, que tuvo misericordia con nosotros. 

¿Cuál es tu rutina ahora que estás en libertad? 

Bueno, en realidad no he querido mantener ninguna rutina, sino dejarme llevar por los acontecimientos. Obviamente, ha sido una experiencia muy linda de reencontrarme con grupos de amigos, de hermanos, de compañeros de colegio, compañeros de maestría, compañeros de licenciatura, doctorado, hablar por reuniones de Zoom, hablar con Victoria. Estoy corriendo dos horas, en la mañana. Pero, si de repente quiero tomar una siesta, la tomo. Si quiero ver un programa de televisión, lo veo. Y también hago trabajo político. Tengo reuniones con grupos o distintas agrupaciones opositoras.

Una de tus últimas entrevistas fue la que diste a DIVERGENTES para la serie “Presidenciables”. ¿Continúas con la idea de ser presidente de Nicaragua, o tenés otros planes? 

Es importante que todos nos tomemos un tiempo por salud mental, física, emocional. Pero la verdad es que si yo estaba comprometido con la justicia, con la democracia, antes de caer preso, puedo decir que salí más comprometido. No sé cuál va a ser mi rol en el futuro, pero sí me veo como activista político, como persona interesada en la democracia y, sobre todo, en la justicia. Todo este proceso fue bien injusto. Y yo vi a un juez violentando todas las reglas del debido proceso. Y cuando vivís en carne propia esa injusticia no te podés quedar indiferente. Obviamente, ahora, que no existe ningún proceso electoral en el horizonte cercano, podemos analizar, con detenimiento, cómo se puede colaborar con la democratización y liberación de Nicaragua. 

¿Cuál es el reto que tiene la oposición desterrada que está en el exilio?

Ortega nos destierra por una razón y un objetivo bien claro. No quiere tener a ningún disidente en Nicaragua. La dictadura quiere desarticularnos y por eso es que nos envía a Estados Unidos. Eso conlleva o supone desafíos importantes, el principal es construir una unidad de propósito entre todos los líderes opositores.

Si nosotros nos concentramos, nos enfocamos en la ruta de la transformación que requiere Nicaragua, yo creo que nos va a ir bien. Eso sí, no tenemos que desgastarnos tanto en discusiones de que si uno dijo esta cosa o que si el otro dijo la otra cosa. 

Yo siempre he sostenido que, en febrero del 2021, cuando firmamos los precandidatos aquel acuerdo de que iba a haber un candidato único, ya se mostraba ese interés de tener un proceso primario, amistoso. Eso lo hablamos mucho en la cárcel y creo que se consolidó. El nivel de hermandad con el que salimos, el nivel de unidad, es inmenso. Ahora, nos entendemos mejor y somos más solidarios. 

¿Cómo te impactó lo del destierro y perder tu nacionalidad?

Fue un error garrafal de Daniel Ortega hacerlo. Lo hizo con saña, con odio y, realmente, provocó que todos los gobiernos reaccionaran ofreciéndonos la nacionalidad. Y mirá cómo es la vida. Ahora tenemos hasta de dónde escoger. El tema de ser nicaragüense no te lo quita un decreto. No es algo que en particular me haya afectado dramáticamente. Sí tiene implicaciones prácticas en términos de documentos legales y ese tipo de cosas. Pero la nacionalidad es un derecho humano inalienable. Nadie te la puede quitar.

¿Estás pensando en optar a una de estas nacionalidades? 

Mi plan es quedarme aquí en Estados Unidos. Mi esposa vive acá, mi hija es americana y está estudiando acá. La prioridad ahorita es regularizarme y posteriormente ver cuál de estas nacionalidades podría ser conveniente.