Lo dicho:
“Los imperios atentan contra la paz en la forma en que están agrediendo a Rusia. No se puede olvidar de lo que aconteció hace unos años, no mucho, del golpe de Estado a Ucrania, ahí se produjo un golpe de Estado igual al que intentaron aquí en el año 2018, bañaron de sangre al pueblo nicaragüense, destruyeron, incendiaron, pero no lograron derrotar al pueblo”.
“Con Ucrania fue un baño de sangre que terminó en un golpe de Estado que no recibió la condena, ni la repulsa, ni la condena internacional de Europa y Estados Unidos, al contrario, un golpe de Estado que fue alimentado y alentado porque ahora quieren nuevamente atentar contra la paz”.
Clasificación:
Verificamos:
Daniel Ortega utilizó nuevamente la narrativa de golpe de Estado en su última aparición pero también afirmó que la situación en Ucrania es parecida a la de Nicaragua en el año 2018. Aunque ambas situaciones distan mucho en cuanto a los contextos, ninguna de las dos fue un golpe de Estado como asegura Ortega.
En el año 2008 Ucrania intenta acercarse a la Unión Europea y a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), esto provoca un gran descontento en Vladímir Putin al punto de forzar al entonces presidente ucraniano Víktor Yanukóvich a suspender el acuerdo de asociación con la Unión Europea en el año 2013. Sin embargo, los proeuropeos no tardaron mucho en protestar sobre la decisión.
En febrero de 2014 la represión estatal fue tal, que murieron cien personas. Este acontecimiento es conocido como el Euromaidán y fue el inicio de la “guerra” que hasta ahora prevalece. El descontento fue aprovechado por Putin para invadir la península de Crimea, luego inicia su intento de invasión a la región de Donbás, ubicada al este de Ucrania.
Desde el año 2014, Rusia ha suministrado armas a los grupos separatistas prorrusos, esto provocó la prolongación de la guerra en esa zona del país. En abril de 2021, el presidente ucraniano Volodímir Zelenski pide que se acelere el ingreso a la OTAN para atemorizar a Putin y terminar así con su apoyo a la guerra en el este del país.
No obstante, Putin ha exigido el compromiso de no expandir la OTAN a ese territorio por escrito. En enero de este año comenzó a entrenar soldados rusos cerca de la frontera con Ucrania, y envió tanques y aviones a la República de Bielorrusia.
Cabe resaltar que en noviembre de 2021, el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, aseguró que sus agencias de inteligencia habían descubierto que se preparaba un golpe de Estado respaldado por “representantes de Rusia” para el 1 y 2 de diciembre. El líder ucraniano eludió dar los detalles del supuesto plan y aclarar si el Kremlin estaba implicado de forma directa en el intento de asonada. En una conferencia de prensa en Kiev, Zelenski aseguró, además, que el poderoso oligarca ucraniano Rinat Ajmetov, con el que tiene una relación muy tensa, estaba siendo arrastrado al complot. El comentario sobre la preparación de una asonada elevó más la tensión en la región, ya en alerta por la concentración de tropas rusas a lo largo de la frontera con Ucrania.
El Kremlin negó cualquier participación en el supuesto plan golpista. “Rusia no tiene planes para tal participación. Rusia nunca participa en tales hechos”, afirmó Dmitri Peskov, portavoz del presidente ruso. Durante esas fechas, observadores y analistas como el veterano Volodímir Fesenko habían advertido no solo sobre la movilización militar de Moscú, sino también sobre otra posible fórmula de guerra híbrida, la que utiliza métodos de agresión no convencionales, en la que Rusia intentaría provocar una crisis aguda con un cambio de poder en Ucrania, un país de 44 millones de habitantes que está entre los más pobres de Europa.
Daniel Ortega aseguró también que ‘los imperialistas de la Tierra’ son los que quieren ‘expandirse’ y atentan contra la paz por la forma en la que están agrediendo a Rusia. Sin embargo, los hechos dejan claro que Rusia quiere invadir este país y no quiere permitir que pertenezca a la Unión Europea, mucho menos a la OTAN.
Ortega ha criminalizado las protestas cívicas y pacíficas en Nicaragua, hasta el día de hoy se contabilizan más de 170 presos políticos. De los apresados en el año 2021, 26 han sido juzgados y declarados culpables, algunos han recibido condenas entre ocho a 13 años de prisión; en su mayoría bajo el cargo de conspiración para cometer menoscabo a la integridad nacional y otros también acusados de propagación de noticias falsas.