María Teresa Blandón o la revolución de ellas
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María Teresa Blandón o la revolución de ellas
Por Wilfredo Miranda Aburto
San José, Costa Rica
Sábado, 03 de agosto de 2024

Nacida en 1961 en una familia numerosa en Matiguás, un pueblo donde aquel entonces no había energía eléctrica siquiera, la Tere Blandón se nutrió del campo desde su infancia: fue testigo de la miseria de los campesinos durante la dictadura somocista y eso la llevó a empoderar a los obreros agrícolas durante la Revolución Sandinista. Fue en ese interín, a fuerza de una realidad violenta y machista, que descubrió la defensa de los derechos de las mujeres, un camino que la condujo sin retorno al feminismo. Activista y política, se convirtió en una intelectual feminista transversal e insoslayable para Nicaragua y Centroamérica desde La Corriente, la oenegé que, después de ser confiscada y cerrada por el régimen Ortega-Murillo, todavía empuja desde su exilio en Costa Rica

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María Teresa Blandón en su apartamento en San José, Costa Rica, donde vive exiliada. Foto de Carlos Herrera | DIVERGENTES
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El apartamento es cómodo y frugal a la vez. Hace apenas unos pocos meses fueron colgados unos cuadros en las paredes blancas, unos sofás comprados de segunda mano; unos sartenes y ollas que uno de sus sobrinos le envió desde Nicaragua. La casa del exilio de María Teresa Blandón ya tiene más forma. En el pequeño cuarto que hace de oficina hay unas cajas arpilladas, también recién venidas de Nicaragua. Dentro de ellas libros de ensayos, folletos y documentos feministas, recuerdos… Cuando te destierran de golpe, te desarraigan de tu país, te arrebatan tu casa, es bien difícil volver a llamar hogar a un sitio donde uno no quiere estar. 

Creo, y esto es mera suposición mía, que eso fue lo que le pasó a María Teresa Blandón… a ver, mejor con más confianza, a la Tere Blandón, insoslayable líder e intelectual feminista nicaragüense y a quien, después de muchas rabias, le cuesta aún aceptar este exilio forzado. Aunque tuvo casa desde que llegó a Costa Rica, cuando asumió la tutela de este apartamento con ventanales que cuelan el frío aire josefino, amueblarlo, decorarlo, darle su toque, no fue prioridad quizá por pura negación o mera protesta diaria. Lo de protestar, sea una pequeña o una gran protesta, no me extrañaría viniendo de alguien que toda su vida ha protestado contra lo que considera injusto e inhumano, en específico y con énfasis contra la violencia de género. Después que me sirve una taza de café con rosquillas (inequívoca característica de su hospitalidad) le pregunto cómo ha sobrellevado este destierro, tras ver el apartamento lleno de vitalidad. Una orquídea blanca florece sobre la pequeña mesa del comedor.

–Te voy a decir una cosa me dice enérgica, rotunda como es ella – me dio mucha indignación. Mucho coraje.

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María Teresa Blandón es una destacada líder feminista y directora La Corriente, oenegé cancelada por el régimen Ortega-Murillo. Foto de Carlos Herrera | DIVERGENTES.
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Finales de junio de 2022. La Tere Blandón evitaba viajar desde finales de 2018 para esquivar la treta que el régimen Ortega-Murillo impone a críticos y opositores: impedirles el regreso al país, cerrarles la puerta de su casa y dejarlos en el exilio forzado. Pero viajó: ella volvía de Chile, donde participaba en una reunión de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Hizo escala en El Salvador y le comunicaron que Migración y Extranjería de Nicaragua vetaba su ingreso a su país. Fue cuando tuvo “mucho coraje”, pero para ser honestos, fue cuando –en buen nicaragüense– se encachimbó. Pasó varias semanas en El Salvador con una idea fijada por su conocida terquedad, esa que le hace fruncir el ceño cuando se obstina con algo o una idea: volver a Nicaragua, a su país, de cualquier forma, a pie o por vereda, como diese lugar. Sobró quien trató de desalentarla. A todos y todas (familia, amigas y conocidos) los envió por el caño. Ella quería volver porque sentía –ciertamente– que era su derecho. 

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Pero cuando las circunstancias de una dictadura abyecta le ablandaron la obstinación, sobre todo porque le hicieron entender –digo entendió– que su voz era más preciada en libertad, fue cuando se enfermó. Una feroz amigdalitis la hizo perder el habla por semanas. Había recién llegado a Costa Rica y seguía furiosa. Después vino lo de la tutela del apartamento. Y reinventar el trabajo con La Corriente, esa obsesión que siempre ha estado allí para ella: su activismo, su compromiso de vida.

***

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La feminista María Teresa Blandón es una lectora empedernida. Foto de Carlos Herrera | DIVERGENTES.

Antes de ser revolucionaria, activista y feminista de calado regional, María Teresa Blandón fue una muchacha, que hasta sus 17 años, poco había salido de su entorno familiar. Pero no se engañen, instintivamente siempre le estorbaron las convenciones, lo dado por sentado. Fue niña en una familia numerosa: seis hermanas y cuatro hermanos. Ella es la penúltima del clan. Fueron criados en Matiguás, un municipio rural situado en el departamento de Matagalpa. El pueblo fue fundado en 1920 y cuando la Tere Blandón nació, en 1961, no había energía eléctrica siquiera. 

Una de las pocas diversiones que existían en Matiguás eran las películas que los curas franciscanos proyectaban en una salita, gracias a un pequeño generador eléctrico. Sucedía los domingos y, al día siguiente, la Tere Blandón se calzaba sus botas de hule –ya fuese por el fango o el polvo– para asistir a la escuela primaria José Santos Zelaya que su mamá, María Josefa Gadea, dirigía.

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–Era maestra y yo la amaba– me aclara la Tere Blandón.
Ese amor explica porqué ella siempre estuvo cerca de su mamá. En Matiguás la vida era, hasta cierto punto, anodina. Todo cambió cuando terminó primer grado y la familia se mudó a Matagalpa, una ciudad más desarrollada, donde existía un instituto de secundaria para los hermanos mayores.
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–Era maestra y yo la amaba– me aclara la Tere Blandón.
Ese amor explica porqué ella siempre estuvo cerca de su mamá. En Matiguás la vida era, hasta cierto punto, anodina. Todo cambió cuando terminó primer grado y la familia se mudó a Matagalpa, una ciudad más desarrollada, donde existía un instituto de secundaria para los hermanos mayores.

–Fue un cambio muy importante– recuerda la Tere Blandón. Su madre se llevó a la prole porque el papá se quedó en Matiguás trabajando la finca. Mi papá llegaba de vez en cuando a Matagalpa, cuando podía. Pero cotidianamente mi mamá fue la que se hizo cargo de nosotras. Ella siguió dando clases allá en Matagalpa, en un colegio de monjas; una escuela para niñas, pero yo nunca quise estudiar allí. Era un ambiente que no me gustaba. Y así fue: en secundaria me bachilleré en uno de los institutos públicos más prestigiosos del país, uno de los primeros que hizo Somoza. Tenía unos profesores extraordinarios. 

Una de ellas era la profesora Yolanda Tellería, quien le impartía a Tere Blandón literatura. Una enseñanza bien inculcada porque, hasta el día de hoy, sigue consumiendo literatura, al margen de textos especializados en feminismo. Cuando la entrevisté andaba leyendo “El infinito en un junco” de Irene Vallejos, una obra que se remonta a explicar el origen del libro, el alfabeto, las bibliotecas, los lectores y los bibliófilos. Tere Blandón es una mujer, coinciden quienes la conocen, de márgenes amplios, contra el dogma y muy partidaria de la racionalidad. 

En 1978, la Tere Blandón era una chica de 16 años y en Matagalpa, en septiembre de ese año, explotó la insurrección sandinista. La madre decidió llevarse a los Blandones de regreso a Matiguás para protegerlos. Sin embargo, la madre no pudo evitar que en sus hijos mayores surgieran simpatías con el sandinismo. La familia estaba dividida: la familia paterna nunca tuvo nada que ver con el somocismo y la otra rama, la materna, era conservadora. Lo más cercano que la familia tuvo que ver con el sandinismo fue cuando el Frente Sandinista ni siquiera existía como organización guerrillera ni partidaria. Doña Úrsula Gadea, abuela de la Tere Blandón, fue correo del general Augusto C. Sandino –figura fundacional del sandinismo– por aquellos parajes norteños. 

En 1979, siguiendo el ejemplo de sus hermanos mayores, la Tere Blandón tuvo su primera “vinculación muy puntual” con el sandinismo: una huelga en el colegio que no tuvo mayor repercusión en Matiguás. Era el tiempo de la insurrección final contra el somocismo y los hermanos mayores se habían ido a Managua y Matagalpa a participar en el levantamiento. La Tere Blandón se quedó acompañando a su mamá por iniciativa propia.

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–Yo me quedé con un sinsabor en Matiguás por no haber participado en algo más relevante.
Entonces con el triunfo de la Revolución Sandinista decido sumarme a trabajar. En ese momento todo era un maremagnum y había flexibilidad, es decir no existían todavía estructuras rígidas. Me quedé siempre trabajando en Matiguás organizando los primeros grupos de campesinos.
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–Yo me quedé con un sinsabor en Matiguás por no haber participado en algo más relevante.
Entonces con el triunfo de la Revolución Sandinista decido sumarme a trabajar. En ese momento todo era un maremagnum y había flexibilidad, es decir no existían todavía estructuras rígidas. Me quedé siempre trabajando en Matiguás organizando los primeros grupos de campesinos.

La vida rural en Matiguás marcó para siempre a la Tere Blandón. De manera muy temprana formó en ella una conciencia social que la caracteriza no sólo en el feminismo, sino en espacios políticos y sociales en los que participa. No desdeña las élites, pero las ve bajo un lente muy crítico. Es bien difícil entender la sociedad y su configuración bajo otro prisma cuando creciste viendo un sistema feudal en Matiguás. 

–Crecí viendo a un campesinado muy pobre, comunidades muy pobres y con cero noción de derechos. La única presencia en Matiguás era la Iglesia católica. Los campesinos se organizaban alrededor de tareas religiosas. Entonces nosotros formamos un grupo de trabajo con ellos.
–¿Era trabajo político? – le pregunto.
–Era una mezcla, aunque creo que no era exactamente trabajo político. Les hablábamos de lo que había significado el somocismo para mantener la pobreza en el campo, pero la mayoría del discurso tenía que ver con decirles que los campesinos tenían derechos: que tenían derecho a tener un salario, a tener tierra o a venderla… La gente no entendió cuánta esperanza despertó la Revolución Sandinista en el campo, en unas circunstancias en la que predominaban estructuras casi feudales. Es decir, las posibilidades de salir adelante para un campesino pobre eran nulas. O se metían a los feudos o a las empresas cafetaleras en las que las condiciones de trabajo eran miserables. Y los dueños de esas fincas y plantaciones se aprovechan de eso. Yo tenía 18 años y empecé a tomar conciencia de esa Nicaragua desgraciada, de esas barbaridades.

El Frente Sandinista trasladó a Tere Blandón a San Ramón, en Matagalpa, un año después de iniciado el grupo de trabajo en Matiguás. San Ramón era una zona cafetalera, con amplias haciendas y miles de trabajadores agropecuarios. La joven revolucionaria encontró que en el campo la palabra “sindicato” era desconocida. De modo que la tarea que le fue encomendada fue crear un sindicato de trabajadores agrícolas, de campesinos.

–Aquello era una tarea titánica. Nos tocaba ir de empresa en empresa. En las estatales no había problema porque éramos la revolución, pero en las privadas era terrible. Los empresarios nos miraban como enemigos. O sea, decían allí vienen estos sandinistas a organizar y levantar a los trabajadores. La verdad yo nunca hice trabajo político como tal, sino que siempre estuve en la parte organizativa.
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María Teresa Blandón en 1990 en un viaje a Ámsterdam, Holanda. Foto Cortesía.

A mediados de los años ochenta, con la guerra en su apogeo, la Tere Blandón junto a otros colegas fundaron la Asociación de Trabajadores del Campo, “la ATC”, que se convirtió en uno de los sindicatos más grandes de Nicaragua, y que hoy aún existe, pero sometidos a la actual dictadura Ortega-Murillo. En ese interín, podría decirse, ella descubrió el feminismo de una manera muy espontánea, golpeada por la realidad…

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–Trabajar con los más abandonados, los más vapuleados, los más desorganizados digamos que me hizo abrir los ojos. Y a medida que ibas relacionándote con la gente, veías que lo que le pasaba a las mujeres era terrible.

***

Durante esos años revolucionarios, la Tere Blandón jura que no conocía “la palabra feminismo”. No había leído ni un solo libro de feminismo, nada pero de nada. Dice que “estaba en blanco” en esa materia. Sin embargo, la realidad de las obreras agrícolas no sólo la conmovió, sino que la “obligó a pensar”. Sostiene que la violencia machista era tenaz en el campo: las mujeres se morían por enfermedades prevenibles, como infecciones de transmisión sexual y cáncer. 

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–El tema también era que las mujeres, además de trabajar en los cortes de café, tenían que lavar ropa y cuidar a los hijos.Digamos que allí empezó mi historia con el reconocimiento de los derechos de las mujeres. Fue una experiencia de una enorme indignación. También había compañeros que primero te cortejaban y si no les hacías caso te acosaban o te violaban. Era una práctica muy común y silenciada.

La Tere Blandón se tomó de manera muy personal la defensa de los derechos de las mujeres porque, resalta, a nadie en la Revolución Sandinista le interesaba de verdad defenderlas. El Frente Sandinista creó la Asociación de la Mujer Nicaragüense Luisa Amanda Espinoza (AMNLAE) y tuvo una línea de trabajo inicial por las mujeres, pero dice la Tere Blandón que pronto la organización fue controlada y sometida por el partido rojinegro.

–Desde la ATC habíamos hecho una investigación sobre la situación de las obreras agrícolas y el resultado fue terrible –recuerda la Tere Blandón–.Las mujeres ganaban menos que los hombres, estaba el tema de la violencia contra ellas, o que las empresas no tenían ninguna infraestructura para el cuidado de los hijos. Las mujeres muchas veces ni aparecían en las planillas y eran los hombres los que recibían su salario, como si fuese un pago familiar. Y después los hombres se iban a beber guaro y las criaturas y las mujeres no tenían para comer. O sea que con esta investigación vimos lo de las brechas salariales, la violencia y los embarazos múltiples ante la falta de una política de prevención o anticonceptivos.
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Fotograma Archivo ENAC (CUEC)

A finales de los ochenta, la Tere Blandón tenía algo claro: que la perspectiva de la revolución fue muy distinta para quienes estuvieron en el campo en comparación a quienes la experimentaron en las zonas urbanas. Lamenta que el cambio de empoderar a los más pobres se cortó abruptamente debido a la guerra financiada por Estados Unidos. Todo el trabajo organizacional en las comunidades fue supeditado a las necesidades bélicas.

–Todo lo que veníamos haciendo para que la gente más pobre transformara su realidad se cortó abruptamente. Todo lo que veníamos haciendo, que era tan valioso y necesario para poder cambiar ese país y esas estructuras tan brutalmente desiguales, se rompió. Nos reunían para ver cuánta gente se iba a movilizar a la batalla y ya no era para resolver demandas, cómo componer los caminos o abastecer de medicinas a los centros de salud. Era defender la revolución en un escenario que no te ofrecía esperanzas. Vos podías decir: es un logro que la reforma agraria le haya dado títulos a los campesinos pobres, pero luego los mandaban al servicio militar y regresaban muertos. Era todo muy límite, muy doloroso.

Desde la ATC, la Tere Blandón notó que quienes se quedaban trabajando en el campo eran las mujeres, porque los hombres eran movilizados al frente de guerra. Vio en ello una oportunidad para incidir en las condiciones de ellas.

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María Teresa Blandón descubrió el feminismo mientras trabajaba con trabajadores agrícolas durante los ochenta. Foto cortesía
–Ahí fue cuando nosotras, la Secretaría de la Mujer del Sindicato de la ATC, aprovechamos para decirle a los empresarios y al Estado: bueno, si las mujeres son las que están levantando la cosecha, hay que hacer algo para reducir el trabajo doméstico. Pongamos guarderías infantiles. Por primera vez en la historia, por lo menos en las empresas estatales, logramos que hubieran guarderías… pero incluso en algunas empresas privadas, en las que habían algunos empresarios digamos conscientes, se hicieron algunas guarderías. Se pusieron incluso lavaderos colectivos para que las mujeres no tuvieran que ir al río.

Eran tiempos de muchos entierros. De enterrar a diario a los caídos en la guerra. La Tere Blandón enterró a muchos conocidos. Fue cuando sostener la esperanza le fue imposible, a menos que te volvieras cínico, repara. Ella fue trasladada a la zona de Pantasma, en Jinotega, donde los enfrentamientos eran cruentos. Pero también se enteró de violaciones masivas de mujeres por parte de ambos bandos en guerra: de los sandinistas y los de la Contra. Vio torturas y asesinatos de ambos lados. La brutalidad de la guerra: los límites de los derechos humanos traspasados, violados. La deshumanización absoluta.

–Yo no solo estaba alejada de la nomenclatura sandinista, sino que adversaba a esa nomenclatura– me dice la Tere Blandón cuando le pregunto de su implicación en el aparataje revolucionario –. A mí la élite sandinista me rechinaba los dientes porque ellos vivían la versión romantizada de la revolución. O sea, ellos andaban por el mundo siendo los héroes de la revolución o recibían a grandes pensadores intelectuales de América Latina y se codeaban con la más exquisita intelectualidad, mientras el resto de la militancia estaba haciendo un sacrificio enorme en condiciones súper difíciles. Yo no tengo una imagen romántica de la revolución. Tengo una mirada crítica. Nunca tuve una mirada complaciente. Siempre tuve una apuesta clarísima por la gente que estaba en condiciones de muchísima desigualdad, de muchísima pobreza.
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A pesar de todas sus críticas, la Tere Blandón me dice que debe ser “honrada”: cuando el Frente Sandinista perdió el poder en las urnas ante la expresidenta Violeta Barrios de Chamorro en 1990, dice que “le dolió”. La tomó por sorpresa. Y vinieron esas preguntas que una generación lastrada por el conflicto, en especial los sandinistas, se hacían: “¿Qué va a pasar? ¿Ahora cómo? ¿Los pocos derechos alcanzados, porque sí los habían, de reforma agraria y de las mujeres los va a acabar la derecha?”.
–Estábamos tristes, desencantados y yo pensaba para mí: ¿y para esto me sacrifiqué de una manera casi…? O sea, demasiadas veces estuve a punto de perder la vida. ¿Cómo puede ser que esto nos haya ocurrido? Claro, no tenía las claves para entender a fondo, porque teníamos un discurso muy ideologizado, muy maniqueo, muy, digamos, con poco sentido crítico de todo lo que andaba mal en la revolución. Sí sabíamos, pero tal vez no lo habíamos logrado ponderar la gravedad de no solo de la guerra, sino de la crisis económica, del autoritarismo que ya se había instalado en el Estado y de los abusos del partido.

Lo que terminó de distanciar a la Tere Blandón del sandinismo fue la “piñata”, cuando los dirigentes revolucionarios se robaron propiedades y saquearon al Estado después de perder las elecciones en 1990. Desde la ATC lo vivieron, recuerda ella: les “robaron” el dinero que tenían para trabajar con las mujeres agrícolas. O sea, dinero proveniente de la cooperación que fue vaciado de las cuentas de la ATC.

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De izquierda a derecha: Humberto Ortega, Tomás Borge, Sergio Ramírez Mercado, Daniel Ortega, Bayardo Arce y Luis Carrión, parte de los comandantes y miembros de la Junta de Gobierno en Nicaragua. Foto de archivo.
–Nosotros teníamos un trabajo extraordinario con las mujeres agrícolas, hacíamos talleres de capacitación. Cada año hacíamos una Asamblea Nacional de Obreras del cual sacábamos un plan de acción buenísimo. Teníamos montadas unas clínicas de salud sexual y reproductiva para las obreras del campo. Teníamos una línea de trabajo de capacitación para tener líderes sindicales, pero nos quitaron absolutamente todo. Y cuando nosotras protestamos, nos amenazaron. A mí incluso me amenazaron de muerte. Un tipo que se llama José Adán Rivera, que sigue estando en la ATC.

Tres años antes de la derrota en los noventa, la Tere Blandón inició a estudiar una licenciatura por encuentros en Ciencias Sociales. Tras ver la “Piñata” el “duelo” se le “pasa rápido”. Empezó una época de reinvención personal y política, cruzada por las posturas críticas.

–Como te dije antes, en ese momento decidí romper radicalmente, absoluta y totalmente, con todo lo que tuviera que ver con el Frente Sandinista. Fue una decisión consciente, clarísima. No me arrepiento. Creo que para mí era mejor haber estado de ese lado de la historia. No me veo puesta en otro lado. Siempre lo he dicho: la verdadera derrota fue la debacle moral del Frente Sandinista y de toda su estructura. O sea, no fue haber perdido las elecciones, fue haber perdido la decencia, la propuesta inicial... Fue haber construido una estructura corrupta, elitista y cínica también. Por un lado tenían encendidos discursos revolucionarios, y cuando llegué a Managua supe de cosas que uno no se entera en el monte: el famoso tema de la Diplotienda cuando el resto de la gente, las mujeres por ejemplo, no teníamos ni para comprar toallas sanitarias.

Tantos años después, la Tere Blandón dice esto con cierto desprecio, como quien sufre una traición irreparable a los principios. Una traición que se masculla, pero no se olvida porque en ella se descifran las claves de la actual dictadura que empujó a la líder feminista a un exilio forzado en Costa Rica.

***

Después de 1990. La guerra dejó tantos hombres muertos, que las mujeres eran la mayoría de la población de Nicaragua: 52%. El país estaba en plena transición, una muy compleja, y las mujeres decidieron organizarse. Una de las primeras acciones fue organizar el “Festival de las 52”: se reunieron en Managua mujeres de diversos sindicatos, las que trabajaban en temas de salud sexual y reproductiva, en temas de desarrollo comunitario, todas las que estaban organizadas  en Nicaragua: todas, todas. Casi 900 mujeres. Mientras el festival se realizaba, el periodista sandinista (ya fallecido, digo asesinado a mansalva después de criticar la deriva autoritaria de Daniel Ortega) Carlos Guadamuz, comenzó a arremeter contra las mujeres en Radio Ya.

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–Carlos Guadamuz empezó a decir que en el festival estábamos un montón de putas, lesbianas, imperialistas, vendepatrias… entonces nosotras decidimos que eso no lo podíamos soportar y nos fuimos a tomar la radio. Entramos como 100 mujeres y durante una hora discurseamos todo lo que quisimos en las cabinas de la emisora. Hay fotos incluso de varias de nosotras echándonos los discursos para responderle a Carlos Guadamuz que era un misógino, pero de pe a pa.

En 1992, las mujeres organizaron otro encuentro nacional en el que el movimiento feminista declaró su independencia ante las pretensiones del Frente Sandinista de instrumentalizar el capital social de ellas. Las mujeres gritaron “¡no más Dirección Nacional!”.

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Collage realizado por DIVERGENTES
–Nadie tiene que ordenarnos nada. Somos un movimiento autónomo, autoconvocado y somos nosotras, a partir de ahora, las que vamos a decidir hacia dónde vamos. Ahí empezó la formación de redes temáticas: la Red de Mujeres contra la Violencia, la Red de Mujeres y Economía, la Red de Mujeres y Sexualidad… redes que empezaron a trabajar no solo en Managua, sino a nivel nacional.

A partir de ahí se empezaron a crear distintas plataformas. Yo por ejemplo, con otras compañeras de Las Malinches, nos dedicamos a crear un grupo que fue el Comité Nacional Feminista, que fue como la primera escuela de formación feminista que tuvimos en en Nicaragua. Ese fue un proyecto que hicimos con mujeres como Sofía Montenegro y  entre otras.

La Tere Blandón no dejó de moverse, porque como, hasta el día de hoy, no sabe estar quieta. En 1994, después del sexto Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, varias organizaciones centroamericanas crearon el Programa Feminista La Corriente. La organización que hasta la fecha ella dirige en el exilio, y cuya personería jurídica fue cancelada por el régimen Ortega-Murillo en mayo de 2022. Al  mismo tiempo, las mujeres lograron incorporar los estudios de género a la academia, en específico en la Universidad Centroamericana (UCA). La academia estatal mostró sobradas reticencias. La misma Tere Blandón estudió un máster de género y desarrollo con la Universidad de Barcelona gracias al reconocimiento que las académicas españolas tenían del movimiento feminista nicaragüense. Otro logro de las mujeres en ese período fue la aprobación de la Ley 230, que establecía reformas al Código Penal para reconocer la violencia contra las mujeres y la violencia intrafamiliar.

–Nosotras fuimos las únicas que nos rearticulamos inmediatamente después de la derrota electoral de 1990, porque teníamos ya una red. A pesar de todo, teníamos una agenda de trabajo. O sea que no dependía del Frente Sandinista, aunque nos hicieran la vida imposible. Teníamos una perspectiva de lo que debíamos de hacer con revolución o sin revolución. Era nuestra propia revolución –dice la Tere Blandón–. Pero creo que el logro más importante fue crear conciencia de un problema que al Frente Sandinista nunca le importó, porque eran cómplices y perpetradores también de esa violencia.

1997. Una conferencia de denuncia de Zoilamérica Ortega-Murillo cimbró Nicaragua. en especial a la familia Ortega-Murillo. La mujer denunciaba haber sufrido abuso sexual recurrente por parte de Daniel Ortega desde los 11 años de edad. De inmediato se suscitó un debate muy intenso a lo interno del movimiento feminista. La conclusión fue rotunda: crear una estrategia para apoyar la denuncia de la Zoilamérica.

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Collage realizado por DIVERGENTES
–Esa estrategia de apoyo no solo fue dentro de Nicaragua, sino fuera. Empezamos a pedir el apoyo a otras organizaciones y redes feministas para denunciar. No fue la única denuncia, fue la más famosa, porque era Daniel Ortega, quien había sido el gran líder revolucionario y el presidente de la República… pero inmediatamente después, una alemana va a una reunión a La Corriente, a una asamblea feminista que teníamos ahí, y denuncia que ella también había sido violada por Tomás Borge.

A partir del apoyo decidido a Zoilamérica, la actual pareja presidencial, en específico Rosario Murillo, desarrolló un odio enconado contra las feministas. Pero también destrabó la puerta del silencio.

–La reacción de la dirigencia del Frente Sandinista fue que era un plan orquestado por las feministas. Primero porque ya les habíamos dicho que no los íbamos a apoyar en las elecciones de 1996. Eso fue un golpe también, como una bofetada para ellos, y luego apoyamos a Zoilamérica en su denuncia. Entonces ahí ya deciden que este movimiento social es un movimiento adversario. Y voy a decirte una cosa interesante: el gobierno de Arnoldo Alemán fue muy hostil con las demandas de las mujeres. La dirigencia del PLC (Partido Liberal Constitucionalista) estaba convencida de que las organizaciones feministas éramos aliadas del Frente Sandinista. O sea, ¡no entendieron una mierda!

Hay otro dato que no se debe olvidar en la historia del país: el caso de Zoilamérica fue emblemático, un hito en el análisis de la relación entre poder político y machismo, mediado por la violencia. Aunque muchos casos no salieron a luz pública, un montón de mujeres del Frente Sandinista a partir de esa denuncia empezaron a hablar en grupos más cerrados de lo que les había pasado. Empezaron a hablar de los abusos y de las violaciones que fueron víctimas por parte de dirigentes de la revolución, de dirigentes del Frente, de dirigentes del Ejército, de la Policía, o sea, de todas las estructuras sandinistas y del Estado.

Otra cosa que la Tere Blandón resalta fue el nivel de complicidad de muchos poderes fácticos con Ortega, tras la denuncia de Zoilamérica. Fustiga que no hubo un solo dirigente político que se pronunciara, ni de izquierda, ni de derecha, ni de centro, ni conservadores, ni liberales…

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Rosario Murillo y Daniel Ortega junto a el Cardenal Miguel Obando y Bravo (q.e.p.d.) en una foto de archivo. Collage fotográfico por DIVERGENTES
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–Todos guardaron un silencio cómplice. El cardenal Miguel Obando y Bravo, que en ese momento era obispo, cuando fue entrevistado por La Prensa, dijo que no iba a opinar porque eso era un problema de familia. Eso hay que decirlo porque todos fueron cómplices.

Rosario Murillo fue clave para que su esposo regresara al poder. Después del pacto político con Arnoldo Alemán, que rebajó el techo electoral para ser electo mandatario a 35%, la futura primera dama reconvirtió a Ortega. Le quitó la casaca verde olivo y lo tiñó con los colores rosado chicha y fucsia. La campaña electoral tenía como ejes centrales la “reconciliación” y el “amor”. Sentimientos que no duraron mucho… Las primeras en ser embestidas fueron las feministas, quienes criticaron abiertamente la derogación del aborto terapéutico en Nicaragua ejecutada por el gobierno entrante de Ortega para congrasiarse con la Iglesia católica y, por ende, obtener apoyo político y lograr la presidencia en 2006.

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Collage fotográfico por DIVERGENTES
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En octubre de 2008 la Policía allanó el Movimiento Autónomo de Mujeres (MAM) y la Fiscalía formuló una “investigación” de lavado de dinero. Era un tiempo de ataque desde los medios de comunicación oficialistas contra las mujeres, como la periodista Sofía Montenegro, quien en febrero de 2023 huyó de Nicaragua porque la declararon apátrida y confiscaron todos sus bienes. 

El rencor de Murillo contra las feministas quedó patente en un extenso artículo publicado el 27 de agosto de 2008 en los medios oficiales del régimen. Un ataque contra “el feminismo de baja intensidad”. “El feminismo, que quiso ser ruta de derechos de las mujeres, si hubiese postulado un feminismo humano e incluyente, degeneró hasta convertirse en un peón más del Imperio, que lo dispone en sus articulados programas y operaciones ‘perfectas’, de ajedrez político, para desprestigiar, dividir, y supuestamente vencer”, escribió la primera dama. 

Cada párrafo del artículo está cargado de improperios y argumentos antiimperialistas que, con el paso de los años, fueron subiendo de tono hasta las protestas de 2018. 

“A través de sus tiranías electrónicas, las agentes descobijadas han desatado un terrorismo político sin precedentes contra liderazgos, honras, reputaciones y contra la más elemental dignidad humana de personas y familias enteras (…) En su perturbado afán de destrucción política, desintegración familiar, a las afanadoras de las oligarquías, no las detiene nada. No tienen escrúpulos ni corazón, para conmoverse ante niñas tiernas, o niñas adolescentes, a quienes agreden y violentan, precisamente a nombre de su cada vez más falaz, lucha contra la violencia (…) Estamos frente a una prostitución política, con vozarrón de macho cabrío, y sombrero de Tío Sam”. 

Antes del estallido social de 2018, el régimen Ortega-Murillo desarticuló los partidos políticos, las organizaciones sociales, sindicales y estableció una alianza corporativista con los empresarios. Las mujeres, afirma la Tere Blandón, fue el único movimiento social que nunca logró neutralizar el oficialismo.

–A las feministas fue al único movimiento social que no lograron arrinconar. Es verdad que no podíamos incidir en el Estado ni en las políticas públicas, pero muchas de las organizaciones aprovechamos para otra cosa: desarrollamos estrategias para trabajar no solo con jóvenes mujeres, sino con jóvenes hombres, con grupos de la diversidad sexual y grupos rurales. Y yo creo que eso les molestó muchísimo: que las organizaciones, como La Corriente, el Colectivo de Venancia, el Colectivo de Mujeres de Matagalpa, entre otras, desarrollaron estrategias que nos dieron muy buenos resultados. O sea que lejos de desaparecer, mantuvimos la denuncia por la violencia. Mantuvimos la demanda para restituir el aborto terapéutico y eso les ha pesado un montón, porque la izquierda latinoamericana tampoco le perdonó a al Gobierno de Daniel Ortega y de la Chayo (Rosario Murillo) que hayan penalizado el aborto. O sea que pagaron un costo.

En una entrevista que tuve con Zoilamérica Ortega-Murillo hace un par de años en Costa Rica, ella me contó cómo crispaba a Daniel Ortega y a Rosario Murillo que en todo viaje a países de Latinoamérica, las feministas los recibían con pancartas que tildaban de violador al caudillo sandinista. En 2019, durante un viaje a Bogotá para el Festival Gabo de periodismo, una fuente argentina, cercana a la Casa Rosada, me contó otra cosa: que a la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner le repugnaba Ortega por abusador sexual.

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Collage fotográfico por DIVERGENTES
María Teresa Blandón o la revolución de ellas

Más o menos resumo así la larga plática con la fuente argentina: “Si bien Cristina fue una presidenta nefasta y muy corrupta, lo único auténtico que tiene es su compromiso feminista. Por eso siempre evitó reunirse con Ortega o saludarlo muy de cerca, aunque no siempre podía evitarlo. Por ejemplo, los abrazos en la CELAC eran inevitables por eso que obliga la diplomacia. Pero ella le llamaba abusador sexual”. 

Esos relatos, de alguna manera, confirman lo que dice la Tere Blandón: que el movimiento feminista siempre ha sido indeseable para la pareja Ortega-Murillo. Ese mismo feminismo que se volcó en las protestas sociales de 2018 con un alto grado de madurez política, marchando incluso a la par de católicos y sectores muy conservadores.

–Daniel Ortega no pagó ante la justicia– lamenta la Tere Blandón, pero de inmediato explica algo que, sin duda, la satisface–. Pero pagó un alto costo en términos, digamos, de esa pretensión estúpida que tenía de seguir siendo el gran líder revolucionario. O sea que decirle ladrón no era ninguna novedad, porque ladrones han sido todos. Que haya sido un violador, que haya penalizado el aborto, y que haya retrocedido como hizo retroceder los derechos básicos de las mujeres, pues ahí está. Eso es una cuenta demasiado grande.

Abril de 2018. Las protestas contra las reformas a la seguridad social pronto se convirtieron en un reclamo nacional autoconvocado por justicia y democracia. Entre los primeros grupos que salieron a las calles estaban las feministas. Ana Quirós fue la primera en ser agredida con brutalidad por las turbas sandinistas el 18 de abril de ese año. Si bien la Tere Blandón reconoce la espontaneidad del levantamiento cívico, asegura que para las feministas respondieron a la emergencia con más celeridad.

–¿Y qué significó articularnos? Para empezar articular un discurso de denuncia que fue el primero que circuló. Nosotras no tuvimos dificultades para que las feministas de América Latina, de Europa y de otras partes del mundo se pronunciaran inmediatamente, porque nos creían; porque sabían lo que ya habíamos denunciado antes. No teníamos que convencer a nadie. Eso no pasó con el movimiento campesino. La vía campesina sigue defendiendo a Daniel Ortega, por ejemplo... Algunas organizaciones indígenas en Centroamérica también. Algunas organizaciones estudiantiles en Centroamérica han apoyado al régimen Ortega-Murillo.

Después que el régimen Ortega-Murillo desarticuló con violencia letal las protestas, y empezó a criminalizar los liderazgos sociales y opositores, la Tere Blandón siempre tuvo claro que podían venir por ella. Aún así se mantuvo firme en su activismo en Nicaragua. Sin embargo, todo se tornó sin retorno cuando en mayo de 2022 confiscaron La Corriente y cancelaron su personería jurídica. Antes de desalojar las oficinas de la oenegé feminista, ubicada a pocos kilómetros de la casa presidencial, las mujeres dejaron las paredes del edificio marcadas con pintas de protesta al régimen. Lejos de autoexiliarse como muchos, la Tere Blandón siguió ejerciendo el activismo desde su casa en Managua.

–Yo tenía 18 años cuando empecé en esto. Soy una mujer, como tantas otras feministas, de mucha convicción: he estado dispuesta a pagar costos... O sea, he pagado costos toda la vida y lo mío no es quejarme de eso; lo mío es intentar enfrentarlo de la mejor manera posible.

***

Costa Rica, junio de 2024. La Tere Blandón ama la playa, pero apenas un par de veces ha ido a una desde que está exiliada en Costa Rica. Su vida transcurre de reunión en reunión. Inmersa en el trabajo de La Corriente y en los espacios políticos en los que participa, como una voz beligerante que siempre aboga por los derechos de las mujeres. Quienes la conocen muy de cerca, y que conversaron conmigo para este perfil, coinciden en que “le hace falta descanso y menos obsesión laboral para reconocerse en su humanidad y disfrutar de la vida”.
María Teresa Blandón o la revolución de ellas
Costa Rica, junio de 2024. La Tere Blandón ama la playa, pero apenas un par de veces ha ido a una desde que está exiliada en Costa Rica. Su vida transcurre de reunión en reunión. Inmersa en el trabajo de La Corriente y en los espacios políticos en los que participa, como una voz beligerante que siempre aboga por los derechos de las mujeres. Quienes la conocen muy de cerca, y que conversaron conmigo para este perfil, coinciden en que “le hace falta descanso y menos obsesión laboral para reconocerse en su humanidad y disfrutar de la vida”.
María Teresa Blandón o la revolución de ellas

“Ella disfruta de su trabajo pero le falta más tiempo para ella misma, aunque ella no lo reconoce de tal manera”, me dice otra allegada a la feminista. Es verídico que la Tere Blandón disfruta de su trabajo. La apasiona y también es mentira que van a lograr que trabaje menos. Es terca y obstinada con lo que se propone. Pero ella misma tiene una explicación para eso, sobre todo de lo que ha implicado en el exilio.

Estaba indignada porque no me dejaron regresar a Nicaragua. Pero digamos que yo sé que la indignación, la rabia, si se queda solo en eso, te destruye. Si se convierte en acción, te ayuda a resistir. Y eso fue lo que yo hice: convertirlo en acción. Y entonces no dejé de trabajar un solo segundo. Primero para exigir la liberación de los presos y las presas políticas. He aprovechado cualquier espacio regional para denunciar lo que está pasando en Nicaragua y aquí, en el exilio, hemos aprovechado, con apoyo de feministas costarricenses, rearticular el trabajo que venía haciendo La Corriente. O sea que a mí eso me gratifica porque porque yo estoy aquí, pero con la mirada puesta en Nicaragua.

Los primeros seis meses de exilio fueron de errante: en una pequeña maleta andaba los mismos tres pantalones y cuatro camisas que alternaba en los viajes de denuncia que hacía por Latinoamérica y Europa. Fue cuando decidió instalarse en Costa Rica que tuvo de frente, tras mucho tiempo, un perchero: sintió una sensación extraña. Era una mezcla de nostalgia, tristeza y tranquilidad. Por fin la Tere Blandón iba a tener un lugar donde colgar su ropa, donde llegar a diario por las noches. Un perchero propio otra vez. Nunca en sus 61 años de vida había sentido esa sensación de incertidumbre y ese perchero terminó de asentarla en Costa Rica. 

Hace más o menos un año, cuando asumió la tutela del apartamento, la Tere Blandón lo mantuvo frugal, con lo básico y necesario para vivir. Creo que su rabia por el exilio impuesto ha ido menguando y se ve en el espacio que habita: los cuadros recién colgados, los sofás, los libros y sus sartenes –que tanto extrañaba– en los que prepara un gallopinto que amerita aplausos. No obstante, creo que para ella la indignación sigue allí… o siempre ha estado allí para esta feminista insobornable. La indignación la ha movido para fomentar y heredar una sociedad más equitativa para las mujeres. 

Hago una pausa adrede en la conversación. 

Le pregunto si ha conseguido eso que se plantearon en los años noventa: la revolución propia, la revolución de las mujeres. Y no titubea para responder.

–En parte sí, porque es una revolución cotidiana. Hay una generación ahora de mujeres, pero también algunos hombres que no son muchos, que tienen otra manera de ver las cosas, de ver la vida, de ver las relaciones, de ver la sexualidad, de ver la paternidad, de ver la política y eso nos da esperanza.
María Teresa Blandón o la revolución de ellas
María Teresa Blandón participa en una marcha por el día internacional de la mujer en San José, Costa Rica. Foto de Carlos Herrera | DIVERGENTES
–Esperanza pero también un legado personal que vos aportás. Es decir la revolución de la Tere o podría decir algo similar: la revolución de ellas– le digo.
–Si me muriera mañana, puedo decir que he aportado a esta revolución y que me siento súper satisfecha con esta revolución cotidiana. Satisfecha de haber invertido la mayor parte de mi vida en este empeño, que ha sido fructífero y que no me deja, a diferencia de la Revolución Sandinista, que es la revolución desde arriba, porque no fue la revolución desde abajo que prometieron, una decepción irreparable. ¡Esta sí es una revolución encarnada!... Esta sí creo que ha tenido éxito. La otra no tuvo éxito, tuvo una derrota moral monumental. La revolución nuestra sí tiene mucho éxito y por eso me siento contenta.

DEFENSORES es una serie multimedia producida por DIVERGENTES

Texto por Wilfredo Miranda Aburto
Fotografías de Carlos Herrera
Versión en inglés por Alicia Henríquez
Conceptualización gráfica por Ricardo Arce
Desarrollo de News Lab Experience
Dirección General de Néstor Arce