Negocio en el aeropuerto internacional de Managua: “Fifty and (I’ll) take you to Honduras”

Los migrantes africanos que arriban a Nicaragua desde El Salvador, Panamá y Europa representan un negocio no solo para el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, sino para taxistas, conductores particulares y vendedores ambulantes que trabajan cerca del Aeropuerto Internacional Augusto C. Sandino de Managua. DIVERGENTES recorrió durante varios días la terminal aérea para hablar con los involucrados de esta nueva forma de negocio avalado por la dictadura sandinista desde hace un par de años

aeropuerto Managua
Ilustración de Divergentes

El Aeropuerto Internacional Augusto C. Sandino es un caos. La presencia de migrantes africanos que arriban al país provenientes de vuelos desde El Salvador, Panamá y Europa, generan un desorden adentro y afuera del aeródromo. En los cubículos de los oficiales de migración, las enormes filas superan la rapidez con la que pueden ejecutar su trabajo.  

Es un miércoles de febrero de 2024, pero podría ser un jueves o un viernes o un lunes. Desde hace algunos meses, esta escena es recurrente. “Es que desde que dejan entrar a los ‘negritos’ la cosa cambió. Es un atraso y un negocio. Un solo alboroto”, dice uno de los más de diez taxistas que esperan pacientemente a los africanos cuya ruta es hacia el norte, específicamente Estados Unidos.

Por la mañana, el calor penetra la estructura del aeropuerto con facilidad. El cambio de los tradicionales aires acondicionados por enormes ventiladores de piso que no refrescan el ambiente, provocan que el sofoque en las oficinas de migración sea extenuante. En las filas, los africanos no respetan el orden, se adelantan y desesperadamente exigen ser atendidos. Un viajero que esperó ese día en la fila, comentó que los funcionarios del aeródromo abrieron un par de ventanillas para “dar abasto”. 

Taxistas “a la caza” de migrantes africanos 

Negocio en el aeropuerto internacional de Managua: “Fifty and (I’ll) take you to Honduras”
Conductores de taxis esperan afuera del aeropuerto a los migrantes africanos que van rumbo a la frontera con Honduras | Cortesía

A la salida del aeropuerto el desorden continúa. Aquí emergen otros protagonistas que están muy interesados en entablar plática con los migrantes africanos. Uno de ellos es Gonzalo, taxista de veintitantos años que usa su teléfono para repetir una y otra vez una frase en inglés: “Fifty and (I’ll) take you to Honduras”. Durante los casi sesenta minutos que estuve junto a él, ningún extranjero se montó en su vehículo, pese a que cada vez salían más de la terminal aérea. “Es que aquellos están ‘ojo al Cristo’, nos quitan el bocado, y los otros se salen a la carretera”, sentenció.

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Solo en el mes de octubre de 2023 en la pista del aeropuerto internacional de Managua, aterrizaron un promedio de 18 aeronaves al día, la mayoría provenientes de Puerto Príncipe, Haití; República Dominicana y de la isla Providenciales. También de Europa, vía El Salvador y Panamá.

Los aviones venían con un número importante de migrantes haitianos, sudamericanos y africanos, quienes han encontrado en Nicaragua un trampolín migratorio para alcanzar Estados Unidos. 

La apertura del régimen sandinista, que no exige visa a estos extranjeros para ingresar al país, representan un negocio rentable, debido a los cobros que las autoridades realizan de manera oficial y extraoficial a cada extranjero.

En la escala más alta del negocio sin duda se encuentra el régimen sandinista. La dictadura encontró en el tránsito de migrantes la oportunidad perfecta para superar la crisis financiera en la Empresa Administradora de Aeropuertos Nacionales e Internacionales (EAAI). Un informe sobre el balance de esta institución de Gobierno en 2022 reportó utilidades por 150 millones de córdobas, pero en 2023 experimentó un notable incremento del 386%, es decir, más de 700 millones de córdobas.

El “arancel” no oficial establecido en el aeropuerto de Managua

Negocio en el aeropuerto internacional de Managua: “Fifty and (I’ll) take you to Honduras”

En la escala intermedia, están los funcionarios de migración que de forma ilegal, según fuentes aeroportuarias consultadas por DIVERGENTES, realizan cobros irregulares a los migrantes para permitirles su ingreso al país. Este “arancel” puede rondar entre los 50 y 250 dólares por cada persona, y depende de si identifican un grupo familiar o no entre los migrantes.

En la escala más baja están los nicaragüenses como Gonzalo, es decir, los dueños o cadetes de taxis que aguardan en el estacionamiento del aeropuerto para trasladar a los migrantes a la frontera con Honduras. También hay conductores privados que, con la complicidad de los oficiales de la Policía y de la misma terminal aérea, hacen viajes a la frontera. Y por debajo, otros conductores de taxis, que están en las afueras del aeródromo, a espera de que los extranjeros salgan a la carretera para obtener un precio más bajo que el ofrecido adentro.

La cooperativa de taxis del aeropuerto

En el estacionamiento del aeropuerto trabajan un grupo de unos diez taxistas, que a diario llegan alrededor de las cinco de la mañana a esperar a viajeros para trasladarlos a su destino en Managua o en la frontera con Honduras. Ellos trabajan con la venia de las autoridades del aeropuerto, a quienes deben pagar una cuota por su permanencia en el sitio.

A las 9:50 de la mañana, todos se amontonan en la salida de la terminal aérea. No están pendientes de los viajeros usuales. Ellos aguardan por los migrantes africanos, haitianos y sudamericanos, cuyo siguiente destino es Honduras. A Gonzalo, el taxista veinteañero que habló conmigo durante casi una hora, le basta un viaje de estos para hacer el día.

“Si yo me llevo a cuatro africanos, le cobro a cada uno cincuenta dólares. El viaje les sale en 200 y yo me gano 130 porque le meto al carro 70 de gasolina. Lo menos que he cobrado es 180, porque a ellos les gusta regatear bastante”, afirma el joven taxista, quien en algunas ocasiones le ha tocado irse del aeropuerto sin ningún viajero.

Junto a Gonzalo, están otros conductores de taxis que se acercan a los migrantes africanos para ofrecer sus servicios. “¿Go Honduras?”, dicen algunos con un acento a veces inentendible. “Four in 200, baratus”, replican, mientras la mayoría de haitianos pasan de los choferes y se dirigen a otro espacio del parqueo.

Mientras los migrantes pasan de taxistas, un colega de Gonzalo se acerca a él y con un gesto señala al parqueo donde están otros conductores que no son de la misma cooperativa, sino privados que están trabajando bajo la dirección de un oficial de la Policía que camina de un lado a otro.

Intermediarios protegidos por la Policía

Negocio en el aeropuerto internacional de Managua: “Fifty and (I’ll) take you to Honduras”
Un oficial de la Policía Nacional coordina algunos traslados de migrantes africanos hacia la frontera con Honduras en vehículos particulares | Cortesía

Los conductores privados, además de trabajar con este oficial de la Policía, también lo hacen con un hombre que podría pasar como migrante africano, de no ser porque este todos los días llega al aeropuerto a recoger a extranjeros que previamente arreglaron su traslado con él. 

El costo, según Gonzalo, es más alto. Sin embargo, los migrantes no se percatan de esto y “por seguridad” se montan en el vehículo del tipo con el que acordaron desde días atrás su llegada hasta la frontera con Honduras.

“Es una doble vía. Nosotros les decimos que les cobramos 200 y que es más barato, y el negrito les dice que no se vengan porque somos peligrosos. Pero los otros son los peligrosos que los sangran y les meten el viaje hasta 100 cada uno”, cuenta el joven taxista.

Gonzalo agrega que cuando el intermediario se mete a traer a los migrantes al aeropuerto, o cuando los particulares jalan a un grupo para llevarlos consigo, no hay forma de competir porque están respaldados por la Policía. “Lo mejor es verlos de largo y trata de ‘pichar’ a tu grupo”, refirió.

Después de haber recorrido la terminal aérea durante varios días DIVERGENTES pudo comprobar que la mayoría de africanos, haitianos y sudamericanos son hombres, son pocas las mujeres o niños entre los migrantes. A diferencia de los grupos de venezolanos que atraviesan Nicaragua a pie y en compañía de toda su familia, estos grupos viajan con poco equipaje y visten bien.

También pudimos constatar que a diferencia de los migrantes africanos o haitianos, los grupos de cubanos o ecuatorianos que viajan a Nicaragua no se trasladan de inmediato a la frontera con Honduras, sino que esperan algunos días para continuar con su viaje hacia Estados Unidos. Gonzalo, que ha trasladado a estos extranjeros, dice que tienen un poco más de dinero y prefieren dormir en hostales el día de su llegada al país. Algunos hasta hacen un poco de  turismo en la capital.

Los que están afuera del aeropuerto

A las 10:15 de la mañana un oficial de migración, acompañado de una colega, recorre la salida de la terminal aérea. No les interesa saber el destino de los migrantes africanos, tampoco ordenar a los taxistas o conductores privados que trabajan junto con el oficial de la Policía para trasladar a los viajeros. A la pareja lo que les importa es “desarticular” a los conductores que no están avalados por las autoridades del aeródromo para recoger migrantes.

Gonzalo me alerta de la presencia de los oficiales de migración. “Andan buscando a ‘piches’ que no pagan su coima”, dice entre risas. El agente se acerca a una mujer que está cerca del estacionamiento. Le pregunta a quién espera y de qué nacionalidad es esa persona que aterrizará en pocos minutos en el país. La respuesta lo tranquiliza, porque la mujer le dice que son nicaragüenses.

El oficial continúa con su recorrido, pero esta vez, se acerca a la malla que protege del acceso de vendedores al estacionamiento del aeropuerto. De inmediato, saca su teléfono y comienza a tomar fotografías de taxistas que están parqueados sobre la carretera Panamericana y vendedores ambulantes que están próximos a este grupo de conductores.

El objetivo del oficial es incierto. Gonzalo no me logra dar una respuesta de por qué toma fotos. El joven taxista interpreta la medida del agente del aeropuerto como una forma de intimidación para conductores y vendedores que quieren trasladar a migrantes africanos hasta la frontera. “Quizá no quieren que les maten el negocio adentro”, repite.

Afuera, frente al Hotel Las Mercedes, siempre ha habido taxistas a la espera de viajeros. Se estacionan en este lugar, porque no tienen permiso de las autoridades del aeropuerto para estar adentro. Pero ahora, el grupo es mayor,  porque en ocasiones les va bien haciendo los viajes hasta la frontera. 

Durante el tiempo que estuvimos visitando la terminal aérea, pudimos notar que estos se apoyan de vendedores ambulantes, que esperan en el portón de salida del aeropuerto a los migrantes africanos. 

Algunos de los vendedores ambulantes, que no hablan inglés, logran llevar a algunos grupos de migrantes hasta los taxistas. “Taxi. 150 Honduras”, repiten a cada migrante africano que ven en la salida del aeropuerto. “Si coronan un grupo les dan sus 200 pesos”, me cuenta Gonzalo, quien observa a lo lejos que la forma de intimidación del oficial de migración no surte efecto.

Llegan en avión y se van a pie

El tránsito de migrantes cuyo destino final es Estados Unidos pero que usan a Nicaragua como trampolín ha venido en aumento durante los últimos años. Una nota publicada por el diario La Prensa el año pasado informó que entre 2022 y gran parte de 2023, Nicaragua recibió a más de 600 000 migrantes cuyo rumbo era Estados Unidos. Por día el aeródromo de Managua reportó hasta 50 vuelos cargados de pasajeros quienes, en su mayoría, no abandonaron el país de la misma forma.

“En 2022 entraron al país por la terminal aérea 634 800 pasajeros, pero solo se fueron por este medio 312 400, por lo que se presume que 322 400 siguieron por tierra su viaje hacia Estados Unidos. El año pasado, entre enero y noviembre, 791 100 personas entraron por el Aeropuerto de Managua, pero solo 517 700 salieron en avión, por lo que 273 400 se habrían ido por tierra hacia el norte”, detalla la nota informativa.

El colega de Gonzalo que se quejó de cómo un policía les quitó el viaje de migrantes es optimista frente al negocio. Dice que a diario vienen más y más africanos, y que si un día no se agarra a nadie, al día siguiente se podrá ganar.

“Lo importante es estar en la jugada, no pelearte con la gente del aeropuerto y saber hablarle a los negritos, o sea, lento pues, y en inglés, porque algunos hablan inglés”, afirma el taxista.

En la próxima media hora el colega de Gonzalo se irá con un grupo de cinco migrantes africanos. A cada uno le cobrará cincuenta dólares. Su ganancia, apartando los 80 de gasolina, será de unos 170 dólares. Por su parte, el joven taxista se irá sin haber hecho un solo viaje. Hoy no tuvo suerte, quizá mañana o el siguiente día podrá “coronar” su gira a la frontera.


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