Mientras esperábamos en Houston a abordar el avión de regreso a San José, escuchamos tres conversaciones de distintos viajeros que estaban entusiasmados de ir a Costa Rica de vacaciones. Sonaban algo eufóricos y, para ser más precisa, hablaban como si iban al país de la fantasía, a un paraíso… Y es que en realidad este país tiene lo suyo, tanto así que el cantante Shawn Mendes va con frecuencia a playa Nosara en Guanacaste; y una amiga de mi hija se lo ha encontrado tres veces caminando sobre la costa… y claro que sí, la Sabi se hizo fotos con él.
Dicen que en Guanacaste las playas son bellas –yo no he ido aún–, pero conozco bien de lo que hablan: se que la arena es gris y muy caliente cuando se pone el pie descalzo; se que son playas de costa ancha llenas de conchas, de 80 o más metros si la marea está baja. Tengo grabado en mis oídos cómo cantan las aves que las habitan; se que las olas tienen determinación, son altas, fuertes y me revuelcan, por eso enloquecen los surferos del mundo; y ese sol tan intenso es mío porque viví días de vacaciones eternos bajo su luz en playas iguales, pero en Nicaragua: en Pochomil, en San Juan del Sur, en Poneloya, en San Diego, en Guasacate, en Gueguete, en Iguana, en El Coco.
La distancia entre Guanacaste del lado tico y Rivas del lado nica es en promedio de cuatro horas. Esa faja costera es la misma de un lado y del otro. Entre las capitales conduciendo sin parar desde Managua hasta San José tomaría unas ocho horas, pero hay que parar en la frontera por los trámites fronterizos. Como vemos estamos muy cerca, pero la historia nos tiene en sentidos opuestos.
Soy de Nicaragua… Un pueblo sencillo, como la palabra Juan, canta Luis Enrique Mejía Godoy. El país de las eternas luchas sociales y políticas, muy pobre y a la vez bendecido por su naturaleza volcánica, caliente y su gente confianzuda; alegre, de casa abierta. Ahí crecemos con un orgullo patrio algo estridente, oyendo que “el río San Juan es nica” y el gallopinto también; que Costa Rica nos robó Guanacaste. En fin, para bien o para mal nos creemos el ombligo del mundo, porque recordando el título de aquel documental sobre mi país, un día el mundo nos miró.
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Mi generación nacida en los años setenta creció atrincherada, politizada, en medio de la guerra fría global y al mismo tiempo en medio de la guerra sangrienta dentro de nuestro país que dejó más de 50 000 muertos. Por eso aprendimos a estar siempre en un bando u otro. Mientras algunos coreaban consignas tipo “el que no brinca es contra”, otros ensayábamos la contracultura de embebernos de la música pop y la moda gringa con Michael Jackson, Kiss, Madonna y quizá, los menos suerteros, comían McDonald’s en Miami sintiendo nostalgia de sus familias entre cada bocado. También somos personas curtidas en el desarraigo familiar por la emigración y el exilio. En la actualidad millones de jóvenes aspiran a irse lejos para hacer sus vidas en otro país, pero de igual forma, millones quisieran hacer sus vidas en Nicaragua.
En contraste, cuando llegué acá en 2021 reparé en que jamás había leído noticias de los problemas profundos de Costa Rica, solo sabía que no tienen guerras ni hay ejército; que el tráfico es mega denso, que a la comida le echan salsa Lizano, que el país es rico en biodiversidad, que reciben mucho turismo y a miles de nicas.
Yo pensaba que acá solo pasaban cosas “pura vida”. Desconocía de su carácter, sus luchas, no sabía que hacen protestas y que también hay injusticias, corrupción, crimen organizado. Pronto supe que la biodiversidad está amenazada por la contaminación y la gentrificación, que el sistema de salud público es bueno pero lento; que los ciudadanos esperan meses para ser atendidos incluso por enfermedades graves, y que hay personas sin hogar en el centro del San José que duermen dentro de las cloacas.
Hace unos días en el diario La Nación decía: “Fiscal decomisa prueba clave para causa sobre financiamiento a Chaves”; otra noticia: “Nos están desplazando, dicen guanacastecos contra gentrificación en el país”; otra más: “Microbiología resultó la carrera con mayor nota de ingreso a la UCR este año”…

Tampoco sabía que en Costa Rica hay mucha creatividad, miles de emprendedores, bandas de música excelentes, mucho cine, teatro; cultura de parques, de picnics, adoran a las mascotas, hay clubes de baile, mucha gente hace senderismo en montañas, bicicleta, nadan y viajan por turismo. Hay ferias verdes cada fin de semana que llevan organizadas décadas; hay lujo, hay fútbol, hay mucha variedad alimenticia, la comida local es rica y no todo lleva salsa Lizano. Hay venezolanos y colombianos; hay excelentes médicos; el tico es muy amable aunque al conducir saca el mal genio; es un país caro y casi todos los jóvenes saben inglés; la universidad pública es progresista y los graduados de colegios aspiran a quedarse en su país.
Por cierto, resaltar que Nicoya y Guanacaste no fueron exactamente robados a Nicaragua, puedes leer más en Wikipedia…y hoy en día es una de las zonas azules del mundo, es decir donde la población es longeva y saludable. Costa Rica es un país con muchos vericuetos internos, igual que en Nicaragua.
Cuando llegué tampoco sospechaba que los ticos en general conocieran muy poco de Nicaragua. Por ejemplo, saben que hacer turismo allá vale la pena pero no saben mucho de la represión de los últimos años. Son una comunidad cuya última guerra civil fue en 1948, jamás ha padecido la vulneración extrema de sus derechos humanos, por lo cual es un tema incomprensible para ellos. Mi pregunta retórica es, ¿cómo podemos estar tan cerca y a la vez tan lejos? Eso hace que la distancia de ocho horas entre ambas capitales se multiplique en años luz.
Aún así, es un hecho que las raíces entre nicaragüenses y costarricenses van en los árboles genealógicos. Es común que me comenten “mi abuelo era nica”. A pesar de ello, usualmente me dicen que “no parezco nica” y eso ofende a muchos de mis paisanos –yo comprendo que saben poco de nosotros–. Me dicen venezolana y hace poco me llamaron colombiana. El colmo fue que me preguntaron si era de las Islas Canarias.
No intento llevar mi nacionalismo con fanatismo porque cada vez más me siento una ciudadana global a través de enriquecer mi paladar con los sabores de acá, de la uchuva, del pozol, del agua de sapo. También adapto mi tacto al aire más frío y aprendo expresiones nuevas como “upe” al llegar a una casa o camino en romería hacia Cartago para saludar a Nuestra Señora de los Ángeles… Les digo un secreto –pero no lo cuenten a nadie–, a veces hasta imito el acento tico cuando dicen con alegría, “¡hola, buenos días!”; y otras veces hablo de “tu” en lugar del “vos” para hacer más divertida mi experiencia del exilio. Considero enriquecedor reírme de mis circunstancias personales y aprender la vida con actitud de exploradora.
Tanto Nicaragua como Costa Rica son países hermosos en sus historias de emancipación y en lo que tienen para compartir al mundo. Hablamos español y nos encanta la comida sencilla de carne mechada o desmenuzada con arroz y caldillo. No importa que el gallo pinto nica o el pinto tico sea original, de aquí o de allá, ambos lo comemos y nos define. De seguro el arroz se mezcló con los frijoles en los salveques de los viajeros cuando cruzaban las fronteras de ambos países, décadas atrás.
Y para despedirme, cierto que Costa Rica tiene al futbolista Keylor Navas y al Chirripó, pero Nicaragua tiene al Momotombo, los bailes solemnes de San Jerónimo y a una Miss Universo espectacular: Sheynnis. Solamente hace falta que nos conozcamos más.
ESCRIBE
María Xavier Gutiérrez
Comunicadora social y creadora del Blog Mujer Urbana desde 2012. Actualmente estudiante de maestría en Escritura Creativa por la Universidad de Salamanca, España.