Carolina Ovares-Sánchez
10 de agosto 2023

Pensar las sendas autoritarias y democráticas en y desde América Central


Ciudad de Panamá fue sede del X Congreso Centroamericano en Ciencia Política “Centroamérica y la búsqueda de Estados incluyentes”. Por tres días —del 13 al 15 de septiembre— quienes asistimos al congreso tuvimos la oportunidad de pensar la región, sus problemas, sus retos y cómo abordarlos. El hecho de que la comunidad politológica, incluidas las y los estudiantes, se reúnan en el istmo centroamericano constituye una oportunidad para pensar nuestra región, analizarla, conocerla y entenderla, pero también para brindar soluciones: si estudiamos ciencia política es porque nos interesa profundamente la política.

La política de América Central ha sido y es convulsa. Hace tres décadas la región transitaba el periodo de paso de regímenes autoritarios y no democráticos a regímenes políticos democráticos. En ese momento gran parte de los conflictos políticos giraban en torno al eje paz-guerra. Los Acuerdos de Paz de Esquipulas I y II, firmados en 1986 y 1987, los Acuerdos de Paz en El Salvador en 1992 y los Acuerdos de Paz en Guatemala en 1996 dieron paso a una senda que parecía ser democrática en la región. A lo anterior se le agrega el caso de Honduras y Panamá, cuyos procesos de democratización iniciaron en 1994 y en el país más al sur del istmo se dieron las primeras elecciones nacionales competitivas desde la irrupción del régimen autoritario en 1968.

Se puede argumentar que en ciertos aspectos la región ha avanzado: los conflictos políticos-militares-guerrillas ya no son la constante, las elecciones están institucionalizadas como el medio para llegar al poder y hay alternancia en la mayoría de los países, la inclusión política de las mujeres ha aumentado —al menos en términos numéricos en órganos de representación popular— y se ha dado crecimiento económico, en comparación a la convulsa década de 1980 e inicios de los años 90. Al llegar al siglo XXI nunca en el istmo —desde Guatemala hasta Panamá— se había logrado un periodo de continuidad democrática tan importante. Sin embargo, este argumento ya no es suficiente para analizar y comparar la región, a casi cuarenta años de la firma de los primeros Acuerdos de Paz.

Dos preguntas que estuvieron presentes los tres días del congreso fueron: ¿se está deteriorando la democracia en la región? y ¿cómo sabemos si se está deteriorando? Los diversos índices de democracia dan pistas para conocer dónde está la región en términos de su institucionalidad democrática y su resultado es diverso. Esto nos lo relató en la sesión inaugural del congreso la académica Dinorah Azpuru. El deterioro democrático y la deriva autoritaria se han vuelto una constante en el istmo, en particular en los países del centro-norte de Centroamérica (Guatemala, El Salvador, Honduras que son regímenes híbridos, y Nicaragua, este último es un régimen autoritario). Panamá y Costa Rica mantienen un grado de institucionalidad que permite que la dimensión electoral de la democracia esté presente, y en particular el caso costarricense cuyo estado de la democracia es tal que se mantiene en los primeros puestos de los diversos índices.

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Lo descrito anteriormente no significa que en los países al sur del istmo estén ausentes de indicios de deterioro de cierta institucionalidad democrática, sino lo contrario y con mayor intensidad en el centro y norte de la región. En palabras del reconocido politólogo Manuel Alcántara, quien también estuvo presente en el congreso: de entrada la región no es excepcional, estamos en un escenario de democracias fatigadas, en el sentido de crisis que afecta a las instituciones representativas, lo político-institucional y sumado a un malestar en la sociedad con la democracia. 

Estamos viviendo una superposición de crisis: cambio climático, sanitaria, migratoria, criminal (en Costa Rica se está viviendo el año más violento en la historia del país), que provoca mayores declives democráticos en la opinión pública y que la ciudadanía deje de considerar que con “la democracia se come, se cura y se educa” (aludiendo a la famosa frase en un discurso del entonces presidente argentino Raúl Alfonsín). 

La cultura política democrática como atributo de las sociedades es otro factor que se analizó en el congreso. La discusión giró en torno de la siguiente pregunta: ¿cómo construir un “colchón democrático” si por ejemplo en Nicaragua el gobierno ha confiscado y cerrado de manera arbitraria las universidades, que constituyen centros de pensamiento crítico? Estos mismos jóvenes universitarios han tenido que huir de sus países y llegar a otros con esperanzas de al menos obtener el estatus de refugiado y continuar sus estudios. En los estudios de opinión pública, que precisamente sirven para medir el estado actual de esta,  señalan que más de la mitad de la población en los países del istmo están muy de acuerdo o de acuerdo con la afirmación de que no importa si llega al poder un gobierno no democrático si resuelve los problemas (solo Costa Rica presenta un porcentaje menor —43%— que no deja de ser alarmante) conforme a los datos de Latinobarómetro.

La interrogante planteada al inicio del texto y en el congreso fue si las democracias del istmo se están deteriorando. La respuesta es sí. Persiste una diferencia entre la calidad de la institucionalidad democrática y de las culturas políticas entre los países de la región, empero sí se puede afirmar con datos que las sendas democráticas han disminuido y han aumentado las sendas autoritarias, tal y como  diversos informes en clave regional lo analizan. Dos ejemplos dan cuenta de ello: intervenir en las elecciones con proscripciones políticas o buscar la reelección en clara contraposición a lo prescrito a nivel constitucional. 

En conclusión, hace cuarenta años la cuestión en la región giraba en torno a la idea de cómo conseguir la paz, sin embargo hoy persiste la cuestión de cómo conseguir la democracia y cómo conseguir la equidad: esto lo reseñó en la charla de clausura Salvador Martí i Puig.

ESCRIBE

Carolina Ovares-Sánchez

Politóloga y socióloga centroamericana, docente de la Universidad de Costa Rica. Es candidata a doctora en Ciencia Política por la Universidad Nacional de San Martín en Buenos Aires. Colaboradora del Observatorio de Reformas Políticas en América Latina. Se desempeña en el área académica y en el análisis político y electoral. Sus áreas de investigación son instituciones democráticas, la intersección entre justicia y política y sobre mecanismos de democracia directa. Es parte de la Red de Politólogas.