Sanar las heridas de la violencia, el desafío de las sobrevivientes nicaragüenses en Costa Rica

Costa Rica es el segundo país más violento para las mujeres nicaragüenses, indican los registros de Católicas por el Derecho a Decidir. Según la organización, la migración vuelve a las mujeres más vulnerables ante la violencia y las expone a situaciones en las que incluso su vida está en riesgo

Sanar las heridas de la violencia, el desafío de las sobrevivientes nicaragüenses en Costa Rica
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Sanar las heridas de la violencia, el desafío de las sobrevivientes nicaragüenses en Costa Rica
DIVERGENTES 08 DE MARZO 2024

Madeleyni Hernández se coloca frente al espejo de su cuarto, observa sus ojos unos minutos y se pregunta: “Madeleyni ¿este brillo de dónde lo estás agarrando? ¿este brillo dónde se había perdido?”. La respuesta es clara: ese brillo había desaparecido por la violencia. 

Después de medio año de haber denunciado a su expareja por maltrato físico y psicológico, Madeleyni de 21 años, todavía continúa juntando partes de sí misma cercenadas en su noviazgo, tales como la confianza y seguridad en sí misma.

Aunque ha pasado poco tiempo desde que decidió separarse y romper el silencio por primera vez, habla de su historia con resiliencia y determinación. “Sigo pensando en todo lo que sobreviví y en cómo me perdí a mí misma. Ahora me siento bien conmigo”, expresa.

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Mientras habla, conserva en sus manos dos objetos elementales para su relato: un cartel con las señales de la violencia machista, que le ayudaron a identificar lo que estaba viviendo; y unas gafas violetas que representan el feminismo, el cual ella asegura que la salvó.

Madeleyni es originaria de Jinotepe, Carazo, y tuvo que exiliarse a Costa Rica con su familia en julio de 2018, debido a que su mamá y su papá sufrieron persecución política por participar en las protestas contra la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo en ese mismo año.

Cuando llegó a Costa Rica terminó su educación secundaria en un internado cristiano y al finalizar sus estudios, se reencontró con alguien que ya conocía desde Nicaragua. “Me gradué en el internado. Después conocí a alguien, ya lo conocía desde pequeña porque es del mismo lugar de donde soy. Ahí todo cambió”, cuenta.

“Ese alguien” con el que se reencontró, con el tiempo se volvió su novio. Seis meses después de estar en relación, se fue a vivir a la casa de él. Como todos los agresores, ocultó sus comportamientos violentos a primera vista. 

“Al principio todo iba bien. Me trataba bien y era muy atento conmigo”, dice. Mientras él se iba a trabajar, ella se quedaba en casa, ya que su trabajo no era diario.

La primera agresión

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Madeleyni Hernández cuenta su experiencia como sobreviviente de violencia para advertir a otras mujeres que pueden estar en una situación similar | Divergentes

No tardó mucho tiempo en agredirla por primera vez. Le dio una cachetada por borrar una foto de su celular y como fue una situación tan imprevista para Madeleyni, no supo qué hacer. “Conforme pasó el tiempo, él iba cambiando todo. Me pegó una cachetada. Obviamente me asusté, pero no hice nada. Después de eso se disculpó”, expresa.

La situación se fue empeorando cuando el hermano de su pareja llegó a la casa, y la mamá de ellos salió de su trabajo para estar tiempo completo en el hogar. Madeleyni no solo tenía que lidiar con las agresiones de su novio, sino también con las de su cuñado y su suegra.

Después de una discusión en la que su cuñado casi la golpea, ella y su novio decidieron irse a vivir solos con la esperanza que todo mejorara. Por el contrario, las agresiones llegaron al punto de que él la amenazó con un cuchillo. “Yo no hallaba qué hacer en ese momento. Solo le decía: si tenés el valor de hacerlo, hacelo”, relata.

Violencia machista sin fronteras geográficas

La violencia machista no tiene fronteras para las mujeres nicaragüenses, señala a DIVERGENTES la organización feminista, Católicas por el Derecho a Decidir (CDC).

Según CDC, las mujeres nicas se encuentran más vulnerables a la violencia en países ajenos, porque muchas veces no tienen redes que las protejan. Dependen económicamente de sus parejas masculinas y desconocen sus derechos en los países a los que llegan, así que no saben cómo pedir ayuda cuando se encuentran en una situación que atenta contra sus vidas.

“La violencia no se detiene para las mujeres, ya sea física, económica o sexual. Las mujeres tienen que dejar su país para darle mejor vida a sus hijos, se van por la persecución política o porque tienen el sueño de encontrar una mejor vida, pero sus agresores le arrebatan eso y algunos casos, incluso la vida”, indica la organización en respuesta a la consulta a DIVERGENTES.

Migración agrava riesgo de violencia

Los factores que vuelven vulnerables a las mujeres ante la violencia en sus propios países, se acrecientan cuando migran. Por ejemplo, la carestía de la vida en los países de destino y la falta de acceso a empleos bien remunerados, hace que las mujeres tengan que vivir con sus parejas para compartir gastos, y eso complica la posibilidad de  separarse.

En otros casos, la dependencia económica que tienen las mujeres es total y es más común cuando sus parejas no las dejan trabajar. Asimismo le ocurrió a Madeleyni cuando se fue a vivir sola con su novio. El control que tenía sobre su vida, llevó a que le prohibiera trabajar. 

“Él no me dejaba trabajar. Siempre me decía ‘¿para qué vas a trabajar si yo te doy todo?’, pero era, porque no quería que me relacionara con nadie. Yo no podía hacer nada”, cuenta Madeleyni.

El segundo país más violento para las mujeres nicas

De acuerdo con CDC, Costa Rica es el segundo país más violento para las mujeres nicaragüenses, y el segundo que registra más femicidios de nicas.

De los 73 femicidios de nicaragüenses registrados en 2023 por el Observatorio de violencia de CDC, 22 ocurrieron en el extranjero. Solo en Costa Rica se reportaron 12 femicidios de nicas. En Estados Unidos se reportaron cinco, en Guatemala se reportaron dos y Honduras, España y México se reportaron uno en cada país.

La organización señala que los datos registrados doblan el número de femicidios ocurridos en el extranjero en años anteriores. “En 2023 hubo 11 casos más de femicidios contra nicaragüenses en el extranjero. Vemos como la violencia contra las mujeres se exacerba, dentro y fuera del país”, señala la organización. 

Impunidad presente en femicidios de nicas en el extranjero

La impunidad acompaña estos femicidios, ya que solo 5% de ellos alcanzaron el acceso a la justicia internacional en 2023, de acuerdo con los registros de CDC. Es decir, que solo en dos casos, los femicidas fueron procesados: Jared Dicus, un estadounidense que asesinó a su esposa nicaragüense en Estados Unidos; y un ecuatoriano cuyo nombre no fue revelado por las autoridades, que asesinó a una nicaragüense en España, pero el resto de los casos, incluyendo los ocurrido en Costa Rica, continúan impunes. 

CDC expone que dicha situación es “preocupante”. Los asesinatos de mujeres nicaragüenses corresponden al 15% de las muertes violentas de mujeres en Costa Rica durante 2023, de acuerdo con el Observatorio de Género del Poder Judicial de Costa Rica

“Las autoridades de Costa Rica siempre dicen que los asesinatos de las mujeres nicas fueron ejecutadas por sicariato. Te dicen que hay una banda de sicarios y son desconocidos. Así han quedado la mayor parte de los femicidios en Costa Rica”, expresan las feministas de la organización.

“Pero no todos los asesinatos de mujeres nicas en Costa Rica son por sicariato. Vimos que el año pasado un femicida mató a una mujer en Nicaragua y después mató a otra en Costa Rica. Ese hombre sigue libre, ni las autoridades nicaragüenses y costarricenses lo han detenido”, continúan.

El caso al que CDC se refiere es al de Gabriel Antonio Guadamuz Orozco, alias “Colombiano”, el principal sospechoso del asesinato de Brenda del Carmen Hernández Escoto, ocurrido en León durante 2022; y de la nicaragüense Aura Lilly Velasquez Rocha en Nicoya, Costa Rica, en mayo de 2023. Pese a que este hombre está acusado de ambos femicidios, sigue en libertad.

Obstaculos a investigaciones de femicidios

El acceso a la justicia se complica para las familias de las víctimas, ya que uno de los requisitos para que las instituciones estatales desplieguen esfuerzos para capturar a los femicidas y agresores, es que un familiar realice las diligencias en el país donde se cometió el delito. 

“Como hemos dicho, muchas de las mujeres se van del país solas y sin redes, así que muchas no todas tienen familiares en los países donde migraron que exijan justicia por ellas, o que al menos, las ayuden cuando están en vida”, expresan.

CDC señala que los femicidios son un índice que también muestra el incremento de los otros tipos de violencia contra las mujeres nicaragüenses. No solo se trata de violencia femicida, dicen, sino de también como las mujeres se enfrentan cada vez más a la agresión física, psicológica, sexual y económica.

Factores como la crisis migratoria son una de las razones de este incremento, sumado al aumento de la violencia en Costa Rica y la falta de políticas estatales especializadas en la prevención de la violencia contra las mujeres, tanto del Estado nicaragüense, como el costarricense.

El 2023 fue uno de los años más violentos para todas las mujeres radicadas en Costa Rica. El Observatorio de Género del Poder Judicial registró 72 muertes violentas de mujeres, de las cuales 18 fueron clasificadas como femicidios acorde a la Ley de Penalización de la Violencia contra las Mujeres, 17 fueron clasificadas como homicidios y 37 siguen sin clasificar.

“El Gobierno no protege a las mujeres, ni dentro, ni fuera del país. Estamos desprotegidas totalmente y la cultura patriarcal sigue con deuda con las mujeres. Las mujeres continuamos siendo víctimas de este sistema, donde nuestra vida cuesta hasta 500 dólares simplemente”, dice una de las integrantes de CDC.

Abuso continuó, pese a estar embarazada

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Las agresiones físicas y la falta de atención a la que su empareja la sometió, hicieron que Hernández perdiera su embarazo de ocho semanas | Divergentes

“Viví situaciones bien difíciles con él”, continúa relatando Madeleyni. La joven había quedado embarazada de su pareja, pero este, lejos de responsabilizarse, la continuó agrediendo y le prohibió hacerse chequeos obstétricos.

Cuando finalmente pudo ir a consulta, le informaron que había perdido el embarazo y que debía de realizarse un legrado. “Fue horrible, una de las cosas más horribles que me han pasado en la vida. No lo puedo describir y estuve sola”, relata. 

“En el hospital me hacían dicho que no podía tener relaciones sexuales hasta por lo menos 30 días. Sin embargo, él no respetó eso. Me obligó a tener relaciones sexuales y fue horrible”, añade.

La violencia que vivía también iba cargada de insultos, malos comentarios sobre su cuerpo, prohibiciones para hablarse a su familia y un control absoluto sobre todo lo que hacía.

De manera inesperada, su novio tuvo un grave accidente que lo dejó inmovilizado temporalmente y Madeleyni lo vio como una oportunidad para regresar a su hogar con su familia. “Le dije que nos fuéramos a vivir a mi casa, que ahí iba a ser más fácil. Estaba buscando la forma de estar en mi casa, porque pensaba que aquí no me iba a hacer nada”, comenta. “Pero no se calmó, seguían los golpes, pero calladitos”, continúa.

Las señales de violencia: “Yo sobrepasé todo esto”

En ese tiempo unas amigas la invitaron a unos espacios feministas, en los que se hablaba sobre vidas libres de violencia, autocuidado y empoderamiento. En uno de los talleres le entregaron un librito que mostraba las señales de violencia y los grados de peligros de cada una. “Yo ya sobrepasé todo esto”, se dijo así misma.

Madeleyni comenzó a cuestionarse la violencia que sufría y si era justo que su pareja la tratara de esa manera. Según la joven, ella se creía todo lo que él le decía, incluyendo que merecía todos esos golpes e insultos. “Si él me decía que yo era fea, yo me creía eso. Si me decía que una camisa me quedaba mal, yo me cambiaba la camisa, porque le creía”, cuenta.

Las agresiones alcanzaron su punto máximo cuando Madeleyni descubrió que su novio le estaba siendo infiel y ella le reclamó. Aunque en ocasiones anteriores su novio había atentado contra su vida, esa fue la primera vez que Madeleyni pensó que de verdad la iba a matar.

“Le reclamé por la foto con esa muchacha, se levantó super agresivo y me iba a dar con el abanico, pero no me logró golpear. Comenzamos a forcejear, le tiraba cosas y él agarró una botella de aluminio y me golpeaba. Yo me cubría la cabeza porque decía: si él me logra golpear la cabeza, me va a matar”, narra.

“Me tiró a la cama y me comenzó a ahorcar. Ese momento fue horrible. Yo solo pensaba en mi mamá, porque me sentía fatal y miraba hasta borroso. Yo solo lloraba y pensaba en mi mamá. Decía ‘me va a encontrar muerta’. Es lo único en que pensaba”, confiesa.

Después de una larga lucha, Madeleyni logró zafarse de su novio y una tía de ella llegó a la casa, así que con su ayuda, lo sacaron de la casa. Hasta entonces, ella no le había contado a nadie lo que había estado viviendo por un año y medio, pero decidió que era momento de separarse y denunciarlo.

Empezar de nuevo

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Hernández es actualmente una activista feminista y promotora de la prevención de la violencia machista | Divergentes

Madeleyni nuevamente se coloca al espejo, esta vez para contar su historia frente a otras personas. Se coloca el pañuelo feminista y se observa un rato. Dice que si no hubiese sido por esos espacios de mujeres, probablemente continuaría en esa relación violenta o en el peor de los casos, muerta.

Después de aquel fatídico día, se atrevió a ir en agosto de 2023 a los Juzgados de Violencia Doméstica de Costa Rica a exigir una orden de alejamiento contra su expareja. Las personas que la atendieron la refirieron a Medicina Legal para evaluar y atender sus heridas. Le asignaron a una abogada que la asesorara y por un momento pensó que todo iba bien.

Sin embargo, a los días llegaron unos oficiales del Poder Judicial a dejarle una orden de alejamiento contra ella: su exnovio también la había denunciado y los Juzgados de Violencia programaron una audiencia. 

“Estaba asustada porque no sabía qué era una audiencia. Y cuando me llegaron a dejar la orden, no la dejaron en mi casa, sino donde yo estaba estudiando. Yo lloraba porque tenía pena, no quería que nadie se diera cuenta de lo que estaba pensando”, expresa.

“La directora me mandó a llamar y me preguntó qué estaba pasando. Le conté todo y sentí que ella, para ser monja, se quitó el hábito conmigo. Me dijo: para esto no hay que tener pena, porque vos no sos ni la primera, y por desgracia, ni la última mujer que vas a recibir violencia”, añade.

El día de la audiencia, Madeleyni se encontró a todas las amigas que había hecho en el movimiento feminista fuera de los Juzgados, esperándola junto con su mamá, su tía y la abogada. La acompañaron, la apoyaron y lloraron juntas.

Al final de la audiencia, se determinó que su expareja no se podía acercar a un  kilómetro cerca de ella. El juez le dijo a Madeleyni que si quería apelar a la denuncia de él, tendrían que hacer nuevamente otra audiencia y otro proceso judicial, por lo que ella no aceptó. Entonces, se estableció que ella no podía acercarse a 100 metros de él.

Siete meses después, Madeleyni piensa en todo lo que atravesó y se queda sorprendida de continuar viva. En la actualidad, continúa recibiendo asistencia terapéutica en el Instituto Nacional de las Mujeres (INAMU), y sigue sanando esas heridas que le quedaron externa e internamente. “Hoy estoy para mí y para sanar todo lo que viví”, manifiesta.