Solo en Macondo y Nicaragua:
Los absurdos del régimen Ortega-Murillo

Durante la gestión de Daniel Ortega han sucedido verdaderos hitos que quedarán en la historia por ser tan increíbles pero a la vez tan reales. La gestión del Frente Sandinista no sólo ha estado cargada de escándalos de corrupción y terremotos políticos, sino de acciones que no tienen parangón con otro gobierno del mundo: desde un meteorito que la NASA no registró, cocaína convertida en talco, la eterna navidad, un muerto presidiendo la Asamblea Nacional y otros insólitos dignos de una distopía o del realismo mágico de Gabo.


19/07/2021

En la última década han ocurrido cosas insólitas, casi increíbles. La Nicaragua de Daniel Ortega se ha vuelto en el país de lo impensable. En una mezcla de tragicomedia y distopía, en este país se ha instaurado una Navidad eterna, han caído meteoritos que ni la propia NASA ha logrado identificar, y las ciudades se han llenado de eclécticos colores que sólo cabrían en una exposición de arte contemporáneo de esas que aparecen cada tanto en Nueva York, y cuya complejidad –o absurdo– deja a todos perplejos.

Los actores de estos hechos son Daniel Ortega y Rosario Murillo, cuyo mandato no solo está plagado de polémica, sino de verdaderos hitos irrisorios. El último de ellos lleva su marca personal: en medio de una crisis sociopolítica y de derechos humanos, los dictadores nicaragüenses decretaron la creación de una Secretaría para Asuntos del Espacio Extraterrestre. Nicaragua es un país empobrecido, cuyas aspiraciones históricas han sido salir del embudo de la pobreza. Pero con estas disposiciones sus mandatarios han preferido ver las estrellas.

No es el único, y probablemente no sea el último absurdo.

I

La toma de posesión

El regreso de Ortega fue accidentado, como un presagio del desorden y el control absoluto que representaría a su gobierno en los años siguientes. El comandante había dejado aquellos trasnochados trajes militares de los ochenta y las gafas gruesas que le daban un aire intelectual. Todo eso lo cambió por una camiseta blanca y unos pantalones jeans.

Circo y caos. Así describió el cuerpo diplomático el día que Daniel Ortega se abanderó como mandatario de Nicaragua en un cable divulgado por WikiLeaks. Solo una persona, según los embajadores, fue tratada por honores diplomáticos: Hugo Chávez, quien parecía “hermano siamés de Ortega”. Los embajadores tuvieron que esperar varias horas bajo el sol hasta que el difunto presidente venezolano hiciera su entrada triunfal en el Centro de Convenciones Olof Palme, lugar donde fueron convocadas las misiones diplomáticas.

La situación fue tal, que las delegaciones no sabían ni siquiera dónde sentarse. Los representantes de Washington confundieron sus lugares con los de Palestina. Rosario Murillo, que años después se convertiría en vicepresidenta, ya mostraba sus dotes como coordinadora, organizadora y vocera.

La campaña de Ortega no pasó desapercibida en los cables diplomáticos de ese entonces, que acusaban al caudillo sandinista de haber recibido financiamiento del narco y dinero proveniente de Venezuela. Curiosamente, el comandante acabaría aprobando muchos años después una polémica ley que prohíbe no solo a los partidos políticos, sino a cualquier organización de la sociedad civil recibir financiamiento internacional para usos políticos.

Tras estar como segunda fuerza después de la aplastante derrota de 1990, Ortega retornó a la presidencia gracias a un pacto hecho con sus adversarios. La raquítica democracia de Nicaragua sufriría las consecuencias y con ello se iniciaría un capítulo convulso, una nueva dictadura de corte familiar, en una tierra donde apenas ha conocido la paz.

II

La eterna Navidad, los rezadores y los árboles de la vida

La gente los empezó a llamar rezadores. Aparecieron en 2009, cuando Ortega cumplía tres años en la presidencia y no le gustaba que se manifestaran en contra de su gobierno. En su mayoría, eran personas de la tercera edad que recibían dinero por apostarse en las rotondas de Managua a invocar oraciones por la paz. Estaban ahí 24 horas al día, tenían resguardo y los tres tiempos de comida estaban garantizados.

Los rezadores de Ortega tenían una misión que no lo decían abiertamente, pero que todos lo sabían. Estaban ahí para impedir que las personas protestaran contra las disposiciones del sandinismo. Mediante un eufemismo, el espacio público fue contenido a través de “rezos”.

Para ese tiempo, Managua también vivía una Navidad de más de un año. Bajo las órdenes de Rosario Murillo, la ciudad se llenó de luces navideñas que permanecieron en las avenidas hasta seis meses después de la temporada. Murillo se ha encargado de darle forma al espacio urbano a su antojo. Con un gusto por lo ecléctico y lo kitsch, en la capital convive una extraña estética de colores chillantes.

Sumada a la imposición de una eterna Navidad, Murillo mandó a colocar un centenar de Árboles de la Vida por toda Managua. La construcción de esas estructuras metálicas rondaban los 25 mil dólares cada una, según investigaciones periodísticas de entonces, y medían entre 17 y 21 metros.

Cuando estallaron las protestas de abril se convirtieron en el blanco de la furia de los manifestantes, que derribaron más de una decena de los que estaban ubicados en la carretera a Masaya. Para muchos representó la caída de los símbolos del despilfarro y el capricho de Murillo en el segundo país más pobre de Latinoamérica.

III

El país con más asesores

Existe un término para los malos y más ineptos gobiernos. Es “kakistocracia”. Con esta palabra se describe a los gobernantes más cínicos y menos capaces. El tiempo se ha encargado de demostrar, con el sustento de un sinnúmero de absurdos, que Nicaragua vive en una perfecta kakistocracia. Tan perfecta en su definición, y tan ilógica por sus hechos.

El camino hacia la kakistocracia fue tan lento que muchos no lo vieron venir. La llegada de Daniel Ortega, máximo y único líder del Frente Sandinista, es un ejemplo de ello. Desde el 2006, el país está gobernado por un hombre que nunca ha pensado retirarse de la política, y cuyo relevo lo ha depositado en su esposa, Rosario Murillo. Ambos han despejado el camino de adversarios, periodistas y cualquier marco legal que les impida eternizarse. Ya sea con leyes represivas, con el apoyo de grupos al margen de la ley, o con sobornos, se han hecho con el control de todo.

En Nicaragua, lo irreal se termina convirtiendo en asunto político. Ejemplo de ello han sido el sinnúmero de asesores que tiene Daniel Ortega, cuya cifra asciende a 20, entre ellos varios de sus hijos. El resultado de ello, según especialistas, ha sido un gobierno tan burocrático como ineficiente.

IV

Los lujos del gobierno de los pobres

El Frente Sandinista se describe a sí mismo como un partido de izquierda, que está del lado de la lucha social, el bien común y los más desposeídos. Lo cierto es que esta filosofía dista mucho de los lujos que sus dirigentes han lucido, y que no intentan ocultar.

En 2013, Daniel Ortega llegó a una cumbre presidencial realizada en Costa Rica a bordo del segundo avión más grande de todos los mandatarios que asistieron, seguido solo del Air Force One de Barack Obama. Era una nave privada, de la aerolínea Air Panamá con placa HP 1763 PST.

Los excesos del comandante no terminaron ahí. En 2015, cambió su flota personal por los nuevos Mercedes Benz G63 AMG valorados en 178 mil dólares cada uno, con un blindaje que tiene un costo extra de cien mil.

Como si fuera poco, el comandante destinó una millonaria partida presupuestaria para su seguridad. Solo en 2020, se designó cinco millones de córdobas para servicio de seguridad y vigilancia de su despacho y casa presidencial ubicada en el reparto El Carmen. A pesar de que Ortega se presenta como un presidente que pertenece al pueblo, lo que ha mostrado su mandato es un profundo temor del país que dice gobernar. Se ha convertido en un ermitaño que apenas sale de su casa, fuertemente custodiado en todos sus accesos por un pelotón permanente de fuerzas especiales.

V

Cae un “meteorito” y la cocaína que se convierte en talco

El gobierno de Ortega es hermético y ha hecho todo lo posible por controlar la información. Desde su llegada al poder, el FSLN ha impuesto su verdad mediante un esquemático sistema de comunicación diseñado por Rosario Murillo, que primero se impuso como ministra de las telecomunicaciones y luego como la segunda al mando.

Hay dos hechos que confirman la realidad orwelliana del país. El primero de ellos es la caída de un supuesto meteorito que la misma NASA tacha de imposible, y el segundo es un famoso caso de portación de drogas que, mágicamente, se convirtió en talco.

En una noche de septiembre, un poderoso estruendo despertó a media Managua. La explosión ocurrió en la base de la Fuerza Aérea, en las afueras de la capital. Murillo dijo en televisión que se trataba de un meteorito que se había desprendido del asteroide 2014RC cuya trayectoria pasó cerca de la Tierra. Pero inmediatamente los portavoces de la NASA pusieron en duda la información, alegando que los datos obtenidos apuntaban a otro motivo. En los cielos no se registró ninguna bola de fuego que precede al impacto de estos cuerpos celestes.

Pero más asombroso aún es la transformación de un paquete de cocaína en talco. Ese mismo año, Milton González, hermano del boxeador Román “Chocolatito” González, fue procesado por el Ministerio Público por tráfico de drogas, al encontrarle 1,569 gramos de cocaína, según el peritaje inicial. Otro peritaje químico de la Policía Nacional determinó que la mezcla era talco. González fue puesto en libertad y el caso fue archivado. Mientras tanto, el Chocolatito mantiene una lealtad inmensurable a Daniel Ortega.

VI

Un año irrisorio

A partir de aquí hay que ajustarse los cinturones, porque viene fuerte. 2016 fue el año donde más excentricidades se constataron en Nicaragua. La primera gran noticia fue que Rosario Murillo, vocera omnipresente de Ortega, correría como Vicepresidenta de la República en los comicios de ese año, en los que el régimen ya se había hecho con todo el poder. Así, la fiel compañera del comandante se convirtió en su heredera.

Nicaragua también adquirió 50 tanques de guerra rusos ese año, una adquisición que incluso elevó las alarmas en países vecinos como Costa Rica. De nuevo, el segundo país más pobre de Latinoamérica hacía gala de una desproporcionada adquisición sin ningún fin específico.

Las rarezas del régimen en el campo político no murieron ahí: la Asamblea Nacional mantuvo durante varios meses a un presidente fallecido. Santos René Núñez Téllez ocupó ese puesto durante nueve años, hasta su muerte por afectación pulmonar el 10 de septiembre de 2016. Fue hasta enero del año siguiente, con el inicio de un nuevo año legislativo, que fue removido del cargo.

VII

La negación de la masacre

En 2018 estalló una crisis sociopolítica de grandes dimensiones, la más grande en la historia reciente de Nicaragua. Después de todo este recorrido, no es de sorprenderse por qué decenas de miles salieron a las calles y lo primero que hicieron, además de pedir la dimisión del gobierno y exigir justicia, fue derribar los símbolos del poder.

La protesta y la represión fue documentada por la ciudadanía que hizo uso de las redes sociales para narrar en tiempo real lo que estaba sucediendo en todos los puntos del país. A pesar de ello, Ortega y Murillo fabricaron su propia versión de los hechos, negando así las violaciones a los derechos humanos ordenadas por ellos. La narrativa se ha extendido hasta entonces mientras el país sigue sumido en una crisis que solo se agudiza con el paso del tiempo.

Para el gobierno y sus simpatizantes, la masacre nunca existió. En vez de evitar más muertes, Ortega puso a su consuegro como director de la policía en agosto de 2018. De esta forma, aseguró que todas sus órdenes represivas se ejecuten a cabalidad. Francisco Díaz ha sido sancionado por Estados Unidos y es señalado de cometer violaciones a los derechos humanos durante las protestas de abril. La Policía en Nicaragua está partidizada y vive una de sus mayores crisis como institución. Los nicaragüenses viven sin amparo.

VIII

Un paraíso para prófugos

Las amistades del comandante suelen ser prófugos de la justicia, mafiosos y corruptos. Nicaragua se ha convertido en un lugar atractivo para sujetos que huyen de la justicia en sus países. Un ejemplo de ello es el expresidente salvadoreño Mauricio Funes, a quien Ortega le dio una ciudadanía nicaragüense para blindar su extradición. Funes es acusado por corrupción en El Salvador y tiene varios procesos en su contra.

Pero no es el único amigo con pasado oscuro. En 2008, a solo un año de estar en el poder, Ortega protegió a una colombiana conocida solo como “Esperanza” que estaba en un campamento de las FARC, la guerrilla más poderosa de Latinoamérica. La mujer herida tras un ataque del ejército colombiano llegó a Nicaragua a través de medios desconocidos.

En la lista de prófugos que han sido asilados en el país está Thaksin Shinawatra, un funcionario tailandés acusado por corrupción; Maurizio Gelli, acusado de tener relaciones con la mafia y la Cosa Nostra en Italia; Alessio Casimirri, acusado de asesinar al primer ministro Aldo Moro. A algunos de ellos se les ha dado roles diplomáticos y pasaportes de embajadores.

IX

La pandemia de covid-19, un asunto de ricos y burgueses

La nueva cepa de coronavirus que puso al mundo de cabeza ha sido tratada con hermetismo por el gobierno. Nadie sabe las cifras reales de muertes y contagios, pues el Ministerio de Salud ha maquillado los informes o atribuido los decesos a otras enfermedades.

Mientras el mundo se encerraba, los mandatarios nicaragüenses convocaron a una manifestación titulada “Amor en tiempos del Covid”. De esta forma expusieron a centenares de personas del personal sanitario y a trabajadores del Estado. En el país no se ha decretado ni una sola cuarentena o medida para evitar más contagios. Más bien, el Ministerio de Turismo comparte cada mes un completo calendario de actividades en todos los departamentos de Nicaragua.

X

El poder absoluto 

Con 14 años en la presidencia, Daniel Ortega y Rosario Murillo coronan el mayor absurdo, el de tener tanto poder. Después de centralizar todos los poderes del Estado hasta el punto de convertirse en las dos únicas figuras centrales del Gobierno, casi nada se mueve en dichas esferas sin su aprobación.

En Nicaragua se ha desarrollado una nueva etapa represiva que agudiza más la crisis sociopolítica que atraviesa el país. Incluso, la hace ver como si no tuviera fin. El gobierno Ortega-Murillo se sostiene mediante la fuerza policial y la violencia. Desde junio han sido encarcelados una veintena de opositores, entre ellos periodistas, activistas, precandidatos a la presidencia y empresarios. Todo esto ocurre en un año que para los nicaragüenses pudo haber marcado la diferencia. En 2021 se celebran unas elecciones generales que a menos de cuatro meses de su realización son tachadas de carecer de garantías de competitividad y transparencia.

La mayoría de estas detenciones se han hecho bajo la invocación de la Ley 1055, “Ley de defensa a los derechos del pueblo”, cuyo contenido dicta que cualquier ciudadano puede ser acusado de “traición a la patria” por “menoscabar la soberanía nacional”. Analistas tacharon esta norma como un discurso ideológico que hace referencia a términos nacionalistas más acorde a los regímenes fascistas del siglo pasado.

Nicaragua vive una pesadilla distópica, en la que se conjugan la represión y el miedo. Una que nadie sabe cuándo acabará, pero todos esperan que sea pronto.

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