Hace unas semanas, un fanático de Sheynnis Palacios se le acercó para entregarle una bandera de Nicaragua. La reacción de la Miss Universo 2023, que se encontraba de gira por Filipinas, fue conmovedora. Tomó el pedazo de tela azul y blanco, lo llevó a su pecho con sus dos manos y soltó un llanto amargo.
Una simple bandera, insignificante, quizá, para muchos ciudadanos de otros países, es el sentido de propiedad que tenemos de nuestra nación los nicaragüenses que vivimos en el exilio desde cualquier latitud del planeta. Por eso entiendo el llanto de Palacios y lo que significa para ella un retazo de tela teñido con ese bicolor.
En el apartamento donde vivo en Madrid tengo una bandera azul y blanco que un amigo español me regaló en 2019. Cuelga en una esquina, justo al lado de mi escritorio. Para mí representa todo de Nicaragua, ese país de 130 000 kilómetros cuadrados al que deseo volver todos los días de mi vida, pero no puedo.
Más de una vez me han preguntado por qué tengo una bandera de Nicaragua en casa. La respuesta que doy es que cuando dejás tu país para exiliarte en otro que no es el tuyo buscás algo que te conecte con tu cultura, con tu gente, y en mi caso la bandera azul y blanco es lo que me genera esa conexión. Y aclaro, no es un nacionalismo “malo” que por estos lados de Europa suele verse mal, extraño…
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Alguna vez leí en un artículo de opinión de un medio español que las banderas suelen volver imbéciles a las personas al hacer creer que “bajo su paraguas somos mejores”. Disiento de ese planteamiento porque en Nicaragua la bandera nacional representa la unidad de un país entero que anhela la justicia, la democracia y la libertad.
Y eso lo vimos en las protestas masivas de 2018 a las que acudimos miles de nicaragüenses de diferentes ideologías, credos… La bandera azul y blanco ha sido el estandarte de nuestra lucha por un mejor país. No es casualidad que el régimen de Daniel Ortega criminalice portar el emblema nacional en cualquier sitio y pretenda sustituirla por la rojinegra del Frente Sandinista de Liberación Nacional, que representa lo peor de la dictadura. Esa bandera del FSLN es para mí lo mismo que la bandera nazi representó en la Alemania de Hitler en el siglo pasado.
Así que es comprensible que Sheynnis Palacios se haya echado a llorar cuando vio una bandera de su país en otro lugar tan lejano. Además, por esos días ya estaba por trascender que su familia —su abuela y su hermano— había dejado Nicaragua para vivir con ella un exilio indefinido, como lo catalogó la propia dueña de Miss Universo, la tailandesa Anne Jakrajutatip.
“Me estoy haciendo súper fuerte. Es bella, es bella (en alusión a la azul y blanco)”, dijo también en Filipinas cuando el mismo chico que se le acercó durante el pomposo recorrido le entregó el emblema nacional al día siguiente en su habitación de hotel. Esta vez se contuvo, pero la nostalgia por tu país es uno de los sentimientos que aflora una simple bandera.
ESCRIBE
José Denis Cruz
Periodista nicaragüense exiliado en España. Actualmente, es fact-checker del verificador español Newtral.es. En 2019 fundó el medio digital DESPACHO 505. Inició su carrera periodística en 2011 y pasó por las redacciones de La Prensa y El Nuevo Diario. También colaboró para El Heraldo de Colombia y la revista ¡Hola! Centroamérica.