Soy uno de esos ciudadanos que siente que la diplomacia no funciona en estos días. No es culpa mía completamente pertenecer a esa legión de desilusionados. En Nicaragua aprendimos a fuerza de golpes desde 2008 que la tiranía reduce las elecciones al acto rutinario de votar, sin poder decidir.
Las noticias del fraude electoral en Venezuela han causado dolor y rabia a todos los latinoamericanos. Resulta, sin embargo, que Brasil, Colombia y México acordaron buscar una negociación y sus líderes políticos parecen muy orgullosos de la misma. Demandan al líder del chavismo, Nicolás Maduro, que muestre las actas de las elecciones que dijo ganar el 28 de julio de 2024 con el 51%.
Esa exigencia está bien, pero ya ha pasado una semana desde aquel resultado electoral ficticio y conveniente para Maduro. Al no presentar las actas, lo más razonable es entender que todos presenciamos el atraco del siglo en América Latina.
Permítanme palabrearles una historia: A cierto tipo pendenciero lo atraparon infraganti haciendo sus fechorías en el barrio. En vez de denunciarlo, los testigos de sus delitos prefirieron darle la oportunidad de demostrar su “inocencia”. Eso ocurrió, a pesar de que la convivencia se ha vuelto difícil en la vecindad, dado que son incontables sus “muertes y daños” …
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Lula, Petro y López Obrador dijeron sobre las votaciones venezolanas que “las controversias sobre el proceso electoral deben ser dirimidas por la vía institucional. El principio fundamental de la soberanía popular debe ser respetado mediante la verificación imparcial de los resultados”.
Sin embargo, la vía institucional es la que aseguró el hurto de los votos, porque es controlada por el chavismo. La oposición ganó con el 67%, según las actas que recuperaron sus fiscales.
De acuerdo con la prensa internacional, los tres líderes de la izquierda latinoamericana se dieron un plazo de una semana el 1 de agosto de 2024 para buscarle una salida “diplomática” a la crisis. Siguen esperando la fecha.
Maduro elogió a Petro calificándolo como “un hombre honorable, serio”. En esta situación de crisis, el tirano llamó “drogadictos” y “narcotraficantes” a los miles de manifestantes que protestan en su contra. No bastando con eso, 22 personas fueron asesinadas y otras 1 072 fueron arrestadas.
A medida que avanza el tiempo, el dictador recurrirá a la violencia de Estado para permanecer en el poder. Así lo hizo Daniel Ortega en Nicaragua y lo han hecho otros canallas de la historia, a quienes lo único que les importa es seguir al mando, aunque sus países sean reducidos a cenizas.
A los tres presidentes de izquierda, que dicen actuar de buena fe en el caso de Venezuela, habría que recordarles que una de las premisas esenciales de los Estados modernos es el respeto a los derechos humanos. No se trata de izquierdas y derechas, ¡es la gente, a quien dicen servir! Maduro debe abandonar el Palacio de Miraflores y responder por sus crímenes, los de ahora y los de vieja data.
Sociedad Orwelliana. Es una columna que aspira a contar Nicaragua y a veces Centroamérica a los lectores de Divergentes. Esas cosas que a veces son vistas como exageradas, pero que son pura literatura de la realidad en el terruño regional. Me pueden escribir a [email protected] si tienen ideas que sugerirme.
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Octavio Enríquez
Freelance. Periodista nicaragüense en el exilio. Escribo sobre mi país, derechos humanos y corrupción. Me gustan las historias y las investigaciones.