La noche del 10 de enero de 2007, Daniel Ortega Saavedra prometió acabar con la pobreza en Nicaragua ante miles de personas en la Plaza de la Fe, en Managua. Tras enfundarse la banda presidencial, en otra plaza cercana, el entonces nuevo Presidente de la República apareció por uno de los costados de la extinta Concha Acústica con la camisa remangada y los puños en alto al ritmo de Trabajo y paz, una desabrida adaptación de Give peace a change de John Lennon.
“Ahora tenemos el reto de abrir un nuevo camino, que permita a las familias nicaragüenses vivir con dignidad”, dijo en medio de la ovación. Meses antes de ganar las elecciones presidenciales en noviembre de 2006, Ortega recorrió el territorio nacional pronunciando eternos discursos en los que eran recurrente las palabras “dignidad”, “trabajo, “progreso” y “paz” y, tras asumir la jefatura del Ejecutivo en 2007, mandó a colocar por todos los rincones de Nicaragua carteles gigantes con una foto suya y la leyenda “Arriba los pobres del mundo”.
Casi 18 años después de la promesa de Ortega nada ha cambiado en términos de pobreza. No fue más que un discurso demagógico. Nicaragua sigue ocupando el mismo puesto de entre los países más pobres del continente americano: el segundo, solo superado por Haití. El Producto Interno Bruto per cápita de la nación pasó de US$1,203 en 2006 a US$2,698 en 2023, un incremento de apenas US$1.155,6 que demuestra el escuálido crecimiento económico -incapaz de generar desarrollo- de las últimas tres administraciones a cargo de Ortega. En ese mismo período, el PIB per cápita de Costa Rica pasó de US$5,188 a US$12,604, es decir que la riqueza de los ticos, teóricamente hablando, aumentó unos US$7,416.
Un informe de la Agencia Sueca para el Desarrollo Internacional (ASDI) señala que el fallecido expresidente Enrique Bolaños dejó a Ortega “una casa mucho más bien arreglada” que la que encontró al inicio de su mandato. Pese a que Ortega recibió un país con una deuda inferior al 55% del PIB y administró más de 2,000 millones de dólares de Venezuela, entre 2008 y 2012, no fue capaz de lograr un crecimiento y desarrollo económico suficiente para sacar a los nicaragüenses de la pobreza.
En el primer período presidencial de Ortega la economía apenas creció en promedio 3.42%; en el segundo, 5.16% (el mejor dato), y en el tercero un raquítico 1.18%. Para que un país como Nicaragua salga de la pobreza se necesita un crecimiento económico sostenido del PIB de 8% en al menos una década. Sin crecimiento económico, no hay desarrollo, y sin desarrollo (acompañado de inversión en políticas sociales efectivas) la pobreza se mantiene.
La situación de pobreza de los nicaragüenses también se ve reflejada en otros indicadores como el desempleo galopante del que no se conocen cifras reales y los bajos salarios que no logran sufragar el costo de la canasta básica.
Los datos que Ortega proporcionó al Banco Mundial apuntan a que la pobreza ha disminuido al 12.5% en 2023, pero economistas independientes dudan de los datos oficiales y estiman, más bien, que cerca del 40% de la población la sufre. En otras palabras, Ortega no ha cumplido con su promesa de darle dignidad, progreso y paz a los nicaragüenses. Los Ortega, en cambio, se han convertido en una de las familias más adineradas de Nicaragua a costa de los pobres.
ESCRIBE
José Denis Cruz
Periodista nicaragüense exiliado en España. Actualmente, es fact-checker del verificador español Newtral.es. En 2019 fundó el medio digital DESPACHO 505. Inició su carrera periodística en 2011 y pasó por las redacciones de La Prensa y El Nuevo Diario. También colaboró para El Heraldo de Colombia y la revista ¡Hola! Centroamérica.