El 26 de mayo de 2020, el matrimonio de Marco Castillo y Rodrigo Campos se convirtió en noticia mundial: fue la primera unión igualitaria celebrada ante los juzgados ticos. Aunque esta pareja de activistas creyó que la vida no les daría la oportunidad de presenciar ese hito en Costa Rica, su lucha por lo igualdad dio resultado, y los situó en una posición histórica. La demanda que interpusieron, junto a otra pareja, le ganó la partida al conservadurismo y los prejuicios sistémicos. “La boda fue un acto político”, dicen. Pero más allá de eso, en realidad abrió una puerta de esperanza para la diversidad tica y centroamericana

LuisSas
Por Karla Pérez
@Karly_Sut98

SAN JOSÉ, COSTA RICA–. Marco Antonio Castillo Rojas pensó que no iba a vivirlo. Que no vería la aprobación del matrimonio igualitario en Costa Rica, un derecho por el que había luchado durante toda su vida adulta. Hace una década, cuando recibió el premio al ‘Mejoramiento de la Calidad de Vida’ que otorgan las universidades públicas costarricenses, este activista de 76 años se mostró muy escéptico, aunque no perdía el optimismo.

“Pensé que no iba a verlo, porque el asunto estaba muy difícil... pero estaba seguro que mis nietos sí lo iban a ver, y dirían que su abuelo peleó por eso”, expresó el hombre en su discurso. Diez años después, el 26 de mayo de 2020, él y su novio Rodrigo Campos se convirtieron en la primera pareja tica en casarse ante los oficios de un Juzgado de Familia en San José, luego de la entrada en vigencia del matrimonio igualitario en Costa Rica.

Precisamente fue Marco Castillo Rojas, junto a la pareja de Jazmín Elizondo y Lalay Flórez-Estrada, quienes presentaron una acción de inconstitucionalidad contra el artículo 14 inciso 6 del Código de Familia que prohibía estas uniones en Costa Rica. En una sesión maratónica de 13 horas, el 8 de agosto de 2018, la magistratura tica apoyó la acción con 6 votos a favor.

“La norma impugnada es inconstitucional por violación al derecho constitucional y convencional a la igualdad”, reza la famosa sentencia de la Sala Constitucional de Costa Rica. Dieciocho meses después, las parejas del mismo sexo pudieron casarse tutelados por la ley.

Fue una sentencia pionera que removió los estamentos conservadores de Costa Rica, un país con la democracia más sólida de Centroamérica, pero que tampoco ha escapado del ascenso del fanatismo religioso y evangélico. De hecho, el matrimonio igualitario tuvo un papel preponderante en las pasadas elecciones presidenciales. El contrincante del actual presidente Carlos Alvarado, el candidato Fabricio Alvarado, basó su campaña contra las uniones del mismo sexo.

Fabricio, un cantante y líder evangélico, rechazó la decisión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) sobre la necesidad de legalizar el matrimonio igualitario, algo que lo catapultó en las encuestas. Fabricio perdió y los ticos lograron consolidar un sistema democrático líder en la región con la posterior aprobación de los matrimonios igualitarios.

Una boda como “acto político”

El sociólogo Rodrigo Campos, esposo de Castillo Rojas, no cree en el matrimonio como institución. Para él, está en “decadencia debido a sus raíces profundamente patriarcales”. Sin embargo, asegura que lograr la unión del matrimonio igualitario fue más bien un acto político.

“La boda fue una acumulación de emociones. Un pandemónium aquello. Sabíamos que por ser Marco Castillo quien es, sí tendríamos una cobertura mediática increíble y así fue. Cuando llegamos al Tribunal aquello estaba abarrotado de periodistas nacionales e internacionales. Uno entra en una especie de shock. Fue tremendo eso de ser protagonista de un hecho histórico; que tu nombre está ahí y siendo transmitido al mundo”, dice Campos a DIVERGENTES.

Lo que más le gusta a Marco Castillo de Rodrigo Campos es su acompañamiento constante en las luchas por la equidad. “Todos los días hablamos de eso, todos los días nos orientamos. Eso me gusta mucho”, afirma. También confiesa que hace años no cocina porque su compañero lo hace maravillosamente. “Cocina riquísimo, y entonces ya tengo años de no hacerlo. Hace recetas muy originales. Siempre ve programas sobre comidas e inventa mucho”, agrega.

Pero a Rodrigo Campos lo que le atrajo más de Marco fue su consecuencia “con lo que hace y piensa. No tiene una doble moral como muchos y eso me agrada”.

Preludio de discriminación

Castillo nunca pudo sentarse con sus padres para decirles que era gay. “Les dije que no me iba a casar, que era por un asunto personal y nunca se los iba a contar”, recuerda el abogado. Todo fue de golpe.

Fue a mediados de los años 80 que Castillo rompe ataduras. Aunque sin militar públicamente, se une a movimientos de la diversidad sexual en Costa Rica. Al joven homosexual lo marcan los recuerdos del siglo anterior. “Los llevaban presos y los rapaban antes de soltarlos. También se invadieron bares gay y se cerraron. Para el año 85 con el auge del VIH, se volvieron a revivir las redadas”, afirma.

Campos pertenece a una generación más joven, y al salir del clóset en la década del ochenta no sufrió tanto estigma, al menos de su entorno familiar.

“Cuando mi familia se dio cuenta no trascendió mucho, porque me aceptaron y nunca se habló más del tema. En el caso de otras personas fue complejo por las redadas, el acoso. Yo no viví esa etapa pero recuerdo a amigos contar las persecuciones. No ha cambiado mucho porque, aunque existen leyes y normas, siguen habiendo casos de crímenes de odio, persecución y exclusión. No se ha cambiado el ideario colectivo y la mentalidad de la gente. Hasta que eso no suceda, seguiremos expuestos a la discriminación”, dice Campos.

Hasta 1882, si las autoridades ticas sorprendían públicamente a una pareja del mismo sexo, podían llevarlos a la pena de muerte. Entonces, ese año, bajo la administración Guardia, se abolió la pena en todos sus extremos. Pero la homosexualidad quedó como un delito hasta 1970. Luego se convirtió en contravención llamada “sodomía” que terminaría por eliminarse del Código Penal en 2002.

La lucha por el matrimonio igualitario inició con el siglo XXI en Costa Rica. En estos 20 años se presentaron cuatro proyectos de ley ante el Congreso, sin ningún éxito, y dos acciones de inconstitucionalidad ante el Alto Tribunal del país: la última fue la vencida.

Finalmente Campos y Castillo presentaron una solicitud de matrimonio ante un Juzgado de Familia. Les dijeron que no, entonces apelaron y presentaron la acción de inconstitucionalidad ante la Sala Constitucional. La querella fue resuelta en agosto de 2018.

Alrededor del Alto Tribunal hubo gran expectativa ese día de agosto. Un pedazo de esperanza para la comunidad diversa del país, que ya había esperado demasiado. Pasaban las horas y los magistrados no se ponían de acuerdo. En la noche comenzaron a llegar personas a los edificios. Castillo y Campos no fueron, pues uno de ellos estaba resfriado. Esperaron la sentencia en casa.

“Nos produjo una felicidad a medias, porque sabíamos que al mandar eso a la Asamblea podía salir mal. Ya cuando leímos la sentencia completa vimos que los diputados no podían hacer cambios, que el matrimonio iba de todas maneras y eso nos alegró”, relata Castillo Rojas.

Vida en matrimonio: sigue la lucha

Esta pareja se conoció en la Iglesia Luterana, donde Marco Castillo fue invitado para la celebración de los 500 años del nacimiento de Martín Lutero. Rodrigo Campos era el presidente del grupo de diversidad sexual de la iglesia.

Tienen 7 años de convivir como pareja.

-¿Ahora qué sigue?

“Sigue una lucha más interseccional que involucre a adultos mayores, infancias, personas de la tercera edad, indígenas, migrantes... todo grupo social colocado en una situación de vulnerabilidad. Hay que empoderarlos para que hagan demandas efectivas en su condición de ciudadanía. Ahora la población trans está en el ojo del huracán porque no son considerados ni ciudadanos. Las mujeres trans tienen una vida bien compleja. Es una sociedad misógina y patriarcal que considera lo femenino como algo de lo que se puede prescindir”, señala Campos.

*Karla Pérez, es periodista cubana radicada temporalmente en Costa Rica. Tras su expulsión en 2017 de la Universidad Central "Marta Abreu" por criticar al régimen de la isla, continúa sus estudios en la Universidad Latina. Interesada en política regional, género y poblaciones vulnerables.

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