El reto de las microempresas: sobrevivir a la pandemia

Los propietarios de dos pequeños negocios nos cuentan lo que están haciendo para sobreponerse al impacto de la crisis sanitaria. El entusiasmo es el principal aliado, aunque el panorama para 2021 avizora un panorama desolador.

Génesis Hernández Núñez
Rotsen López y Ramón Potosme propietarios del Vivero Nambume, ubicado en El Rosario, Carazo. Archivo/DIVERGENTES

El Hostal Familiar “Casita San Payo” tiene once habitaciones. Inició operaciones en 2005 en San Rafael del Norte, municipio de Jinotega, en la frontera norte de Nicaragua. Resistió la fuerte contracción económica de 2018 y, a finales de 2019, empezaba a recuperarse, pero recibió un nuevo e inesperado golpe: la COVID-19.

La pandemia provocó que las ocupaciones se cayeran completamente. No cerraron en marzo, pero redujeron el personal y su dueña tuvo que preparar un horario alterno para los colaboradores. Lo que sostuvo este negocio familiar fueron los ahorros de emergencia que durante años Naraya Zelaya, propietaria del hostal, cuidó con mucho recelo.

“Pude cubrir los costos fijos, aunque quedé con saldo rojo. Pero no cerré. Logré tener agallas para enfrentar la situación”, cuenta con mucho orgullo Zelaya.

En el hostal no se quedaron de brazos cruzados. Continuaron adoptando estrategias que ayudaran a salvar el negocio y por tal razón, para mantener vivo el restaurante, implementó la entrega a domicilio de comida, promoviendo un excelente manejo de las medidas sanitarias.

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“También fuimos los primeros que pusimos protocolo de ingreso, alfombras pediluvio, lavado de manos. No atendíamos sin mascarilla ni que fuera una sola persona, fuimos exigentes desde el inicio, aunque hay gente que se molestaba por eso e igual ahora se molesta, es parte de nuestra cultura desafortunadamente”, expresa Zelaya.

Las estrategias están permitiendo que el hostal salga a flote. Zelaya se resiste a perder su negocio y quedar en quiebra. Si bien el entusiasmo es un aliciente que le invita a reinventarse constantemente, el panorama en Nicaragua luce desalentador.

Según el informe de coyuntura de la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social (FUNIDES) presentado en agosto de este año, el rumbo socioeconómico del país es “incierto”. El 59.7% de los nicaragüenses considera que la situación económica de su familia es peor o mucho peor en comparación al año pasado y el 53.1% de quienes reciben un salario están muy preocupados de quedarse sin empleo.

El escenario se agrava si tomamos en cuenta la encuesta realizada en junio por el Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep) a 206 empresas de diversos sectores económicos. Esta revela que el 7% dejó de operar debido al COVID-19 y que un 10% consideran el cierre.

Aunque la realidad es cruda, la situación en Casita San Payo es un poco distinta este mes. Para este fin de semana del 12 y 13 de septiembre el 80% de las habitaciones están reservadas, algo que Zelaya comenta que “no ocurría desde diciembre”.

Los meses que decidimos cerrar para que la propagación del virus no aumentara, a nuestros dos colaboradores les pagamos igual.

Entender el cambio del mercado

El reto de las microempresas: sobrevivir a la pandemia

 

Un joven utiliza una careta para recibir a sus clientes. Hasta hace pocos meses los protectores faciales eran objetos extraños, pero la pandemia de coronavirus, provocó que estén entre los accesorios más buscados en las tiendas de Nicaragua. EFE/ Jorge Torres

En el Vivero Nambume la estabilidad se terminó. Ramón Potosme y Rotsen López, propietarios del negocio, tuvieron que dejar varios proyectos de lado porque entendieron que debían cambiar su forma de operar para sobrevivir.

Nambume, de origen chorotega, está ubicado en la Comunidad Cañas Blancas, en el municipio de El Rosario, Carazo. Antes de la pandemia trabajaban con establecimientos abiertos como el Green Market en Carretera a Masaya. Ahí tenían ingresos fijos todos los fines de semana.

También asistían al mercadito de Granada, que es un espacio de aglomeración y que antes de la crisis sanitaria era un sitio seguro e idóneo para vender sus productos. Tenían proyectos de instalar huertos en colegios, pero todo eso se suspendió. En un abrir y cerrar de ojos la COVID-19 les hizo cancelar y dejar de ir a varios lugares. “Lo que hicimos fue modificar”, dice López, copropietaria de Nambume.

Las modificaciones de este negocio fundado hace siete años fueron implementar el retiro pick up y el delivery. Este último fue el más difícil de ejecutar pues como explica López “no es lo mismo que contratés a un motorizado para llevar una comida a que le des tres o cuatro plantas. Además, el cliente no va a pagar un delivery alto por una menta. Eso fue algo que no nos funcionó muy bien”, detalla.

El vivero permaneció cerrado mayo y junio. En esos dos meses López y Potosme trazaron una estrategia cuyo principal objetivo era adaptarse en medio de la pandemia. Una de sus ideas fue ofrecer paseos familiares a la milpa tomando las medidas sanitarias correspondientes. Publicaron en redes sociales y los fines de semanas lograron consolidar hasta cuatro visitas en el día.

También adoptaron la venta de plantas solo por encargo. Pero la idea que mejor resultado tuvo fue la instalación de huertos en casas. La idea tomó fuerza porque sus clientes, que permanecían en sus casas por temor al contagio, se lo solicitaban con bastante entusiasmo.

Rotsen manifiesta que no han dejado de vender, han entendido el cambio de mercado y se han adaptado bastante bien, aunque paralelo a eso, hubo sacrificios en cuanto a inversión y cuentas de ahorro en rojo.

“Los meses que decidimos cerrar para que la propagación del virus no aumentara, a nuestros dos colaboradores les pagamos igual”, dice López, quien agrega que uno de los fenómenos que más le sorprendió en estos meses fue el incremento del público en Facebook e Instagram. Gracias al contenido genuino que publican han logrado “generar empatía y atraer ventas”.

Préstamos no llegan a las microempresas

El reto de las microempresas: sobrevivir a la pandemia

 

Los pequeños negocios sobreviven a base de ingenio y creatividad. Pero necesitan recursos y los fondos no llegan a ellos. Algunos se han visto obligados a cerrar sus negocios. EFE/Jorge Torres

Marina Stadthagen, Directora Ejecutiva de la Red Empresarias de Nicaragua (REN) está preocupada y molesta. Preocupada porque las deudas son “el pegón más grande” que tienen los microempresarios, y molesta porque afirma que los 28,1 millones de dólares que el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE) dio para apoyar en la recuperación a las micro, pequeñas y medianas empresas (MiPymes) afectadas por la pandemia del coronavirus, se están quedando solo entre las pequeñas y medianas, olvidando a las micro.

“Las empresarias lloran por las deudas, estamos sumamente preocupadas. Todas están renegociando en la medida que pueden. Por ejemplo, una decía que ella siempre ha pagado, siempre ha sido buena clienta, pero que ahora por 1,500 dólares el banco le quiere quitar su casa, emocionalmente debe ser algo espantoso”, comenta Stadthagen.

La dirigente coincide con el informe de coyuntura de la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social, pues indica que el 25.3% de los hogares nicaragüenses se están endeudando para llegar a fin de mes lo que repercutirá en la tasa de pobreza general que FUNIDES proyecta que aumente a un rango de entre 32.2% y 36.9% en 2020.

La Directora Ejecutiva de la REN señala que la crisis de los negocios se ha venido arrastrando desde 2018 y que ha afectado principalmente al rubro turístico. “Se trata de reinventarse, morir o bajar al mínimo. Por ejemplo, los talleres de costura ahora están haciendo mascarillas porque ahí hay una gran demanda y no es una demanda que vaya a bajar así de fácil porque se usan diario, ellas se han readaptado bastante bien, hacen turbantes, mascarillas y otras ahora venden pediluvios, productos de limpieza, varias socias nuestras los hacen”.

Stadthagen es clara al decir que no cree que la situación mejore en 2021. “Tal vez no va empeorar, pero no creo que mejore” y en este particular señala que la creación del Fondo de Garantías del BCIE “es para las pequeñas y medianas empresas, no para las chiquitas, entonces no hay de dónde sacar plata para estimular las economías de la micro. A pesar de que se dijo que ese programa es para micro, pequeñas y medianas, no están accediendo las micro, hay poco acceso”.

Y aunque el régimen orteguista anunció con bombo y platillo una exoneraración del impuesto al valor agregado (IVA) a los negocios de alimentos, bebidas y hospedajes que participen en las ferias patrias gubernamentales del 14 y 15 de septiembre, la Directora Ejecutiva de la REN no cree que esto sea un verdadero respiro.

Esta medida suscrita por el Ministerio de Hacienda y Crédito Público junto al Instituto Nicaragüense de Turismo (INTUR), también ha sido criticada por economistas, catedráticos y por el exdirector general de ingresos Róger Arteaga por no haber pasado antes por la Asamblea Nacional como parte de una reforma a la Ley de Concertación Tributaria.

“Yo no creo que sea un gran alivio, es por un par de días, lo veo medio absurdo. Si lo hubieran hecho por tres meses, ahí sí estaríamos hablando de algo, pero no por dos días”, puntualiza Stadthagen. La medida adoptada por el Gobierno, entonces, solo es un distractor que agobia en mayor medida a las empresas más pequeñas del país en pleno sexto mes de pandemia. Entre la incertidumbre y el esfuerzo diario por salir adelante. Naraya Zelaya lo resume en dos palabras: “Se trata de tenacidad y fe”.


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