Los resultados de las elecciones del domingo en Costa Rica fuerzan una segunda vuelta por cuarta vez en la estable democracia centroamericana, en un nuevo intento de cambiar el rumbo político, pero con el dilema de hacerlo por las vías tradicionales o con propuestas desde afuera inspiradas en la frustración popular. Cada uno de los rivales del balotaje representa una de esas opciones.
La incierta campaña electoral deparó la segunda ronda de abril entre el expresidente José María Figueres (1994-1998) con el veterano Partido Liberación Nacional (PLN, centrista) y de Rodrigo Chaves, un exfuncionario del Banco Mundial que llegó al país dos años atrás a ocupar el cargo de ministro de Hacienda y tras salir a los seis meses rodeado de conflicto emprendió una ambición electoral con agrupación recién fundada. Era un desconocido y ahora es el rival político más conocido de todos.
Atrás quedaron sin posibilidades la incombustible candidata conservadora Lineth Saborío, del tradicional Partido Unidad Social Cristiana (PUSC) y también el predicador Fabricio Alvarado, que en esta vez no era ya la sorpresa que sí fue en las elecciones de 2018, cuando hizo de ‘outsider’ con discurso religioso.
Ahora en 2022 Figueres y Chaves plantean de maneras distintas un cambio en la deriva del país centroamericano después de mayo, cuando acabe el gobierno de Carlos Alvarado en el segundo mandato del progresista Partido Acción Ciudadana (PAC). El oficialismo obtuvo 0,7% de los votos y ningún diputado, en un ambiente de críticas por el desempleo de 14%, la percepción de corrupción y el aumento de la desigualdad. El PAC está liquidado y cambio habrá, pero la pregunta está abierta.
Recibe nuestro boletín semanal
“Figueres, pese a cuestionamientos del pasado, representa el cambio desde dentro del sistema mismo y Chaves propone una vía por fuera, respaldado por la protesta popular contra los partidos tradicionales”, identificó el politólogo y sociólogo Constantino Urcuyo, catedrático de la Universidad de Costa Rica.
Figueres, presidente entre 1994 y 1998, es hijo de José Figueres Ferrer, caudillo y tres veces gobernante en el siglo XX, mientras Rodrigo Chaves era un desconocido en el país hasta que hace dos años puso fin a una larga carrera como tecnócrata en el Banco Mundial, con funciones en Asia y Europa del Este. Retornó después de haber recibido sanciones por conductas sexuales inapropiadas contra jóvenes colegas suyas, que lo denunciaron por acoso sin saber que sus acusaciones se convertirían en tema de campaña en Costa Rica y, más aún, que tampoco le impedirían avanzar a la fase final para presidir al país.
Pero más allá de las denuncias por acoso sexual, tema que no faltará en los dos meses hasta el balotaje del 3 de abril, las preguntas inmediatas ahora son básicas: quién es él, qué representa y cómo llegó aquí.
“Es un hombre que viene de afuera y ofrece cambiar todo lo que enoja a la gente. Llega diciendo que tiene una alta capacidad intelectual y valentía para enfrentar lo perverso de la política. Viene como el salvador fuerte que domina las leyes de la economía”, agregó Urcuyo, asemejándolo al expresidente de Estados Unidos Donald Trumpo o Nayib Bukele en El Salvador. Una especie de mesías sin las invocaciones religiosas que sí encarnaba Fabricio Alvarado en 2018.
Cuando las formas son el fondo
Las diferencias ideológicas son difíciles de precisar entre los contendientes de la segunda ronda, pues ambos evitan los extremos para tratar de captar a una población mayoritaria que resta importancia a las doctrinas y a las banderas partidarias. Costa Rica es un país que se autodefine mayormente de centro y a veces de centro extremo o centro profundo, bromean algunos.
El dilema versa sobre gestión política, no sobre derecha o izquierda, Estado o mercado. Por eso no percibió el lunes una reacción inmediata de los bonos de deuda o sectores empresariales, explica el economista José Luis Arce, de la firma consultora FCS Capital.
“Siendo Chaves un tecnócrata internacional y Figueres la cabeza de un partido tradicional, los mercados comprenden que, en principio, la condiciones macroeconómicas seguirán el camino de recuperación”, dijo en referencia a una economía que creció 7,6% en 2021 después del golpe de -4,5% en el 2020 de la pandemia.
El foco está en el flanco político, advierte Arce en Costa Rica: “Chaves no ha demostrado tener equipo. Así es difícil asegurar que la política macroeconómica siga un curso estable, porque los mercados leen eso como señales de posible inestabilidad en un gobierno suyo”, añadió. El barrio centroamericano sabe bien de qué habla Arce.
Carlos Alvarado se marchará el 8 de mayo del poder y difícilmente logre aplicar antes medidas fiscales que permitan cumplir un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) a cambio de financiamiento por 1.778 millones de dólares por tres años, para alcanzar así un mejoramiento del perfil de la deuda. Tanto Figueres como Chaves han propuesto ajustes a esa agenda, pero lo que se diga en campaña antes de primera ronda puede ser distinto a los que se diga antes de la segunda o antes de lo que se anuncie en un gobierno. O distinto a lo que se intente hacer, o distinto a lo que se pueda ante una Asamblea con seis bancadas donde predominarán diputados opositores, sea que gane Figueres o Chaves. Se trata de gobernabilidad y por eso resultará clave el estilo de gestión política.
La propuesta fiscal de Alvarado incluye medidas de austeridad y aumentos de impuestos que han acentuado el malestar popular y la sensación de que el gobierno beneficia a unos pocos, señalan analistas basados en encuestas. La medicina fiscal nunca es dulce y el gobierno 2018-2022 ha pagado la factura de proponer dos paquetes de reformas fiscales para lograr bajar el déficit primario a 0,28% del PIB, el más bajo en 13 años, y evitar los peores escenarios de crecimiento de la deuda, que ahora está en 70,4%, alta pero inferior a la que se temía. Alvarado dice que deja la casa ordenada, pero está llena de quejas.
La mayor abstención electoral
Ese malestar popular -ligado a la mayor abstención electoral en décadas, 40% – permitió a Chaves convertirse el domingo en la sorpresa de las elecciones, aunque el investigador y politólogo de la Universidad de Costa Rica (UCR) Ronald Alfaro explica las cosas echando mano a una frase usual: “en la política no hay sorpresas, sólo sorprendidos”.
El Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP-UCR) que coordina Alfaro realizó desde agosto encuestas que permitieron ir viendo el terreno apto para un ascenso abrupto como el que parece benefició a Chaves en la semana previa a las elecciones. Hubo una masa grande de indecisos incluso una semana antes, con una proporción cercana al 32% de probables votantes, apoyos resbalosos, y la ausencia de una polarización por temas de fondo. El talante, el estilo de liderazgo, el historial o la manera de hablar de las candidaturas acabaron siendo elementos relevantes en vísperas de la elección, cuando la emocionalidad importa. El aire de soberbia de Chaves y su poco disimulado sentido de superioridad por ser “doctor en Economía” resultaron visibilizados, pero los votos indican que a unas 300 mil personas eso no los inhibió de otorgarle el voto para llevarlo al balotaje. Tampoco lo hizo la acusación por acoso. Algunos temen que eso incluso lo haga percibirse poderoso, puede ser.
Chaves era entonces una sorpresa esperable, si bien no esperada. Las elecciones de 2014 y 2018 ya habían mostrado esta misma película de un candidato que intenta romper al sistema y toma protagonismo al final, aunque con algunas particularidades. En esta ocasión interviene una periodista llamada Pilar Cisneros que resultó electa diputada este domingo y que ha llevado sobre sus hombros la campaña del Partido Progreso Social Democrático que un grupo de desconocidos creó en 2018. Hace dos años nada unía Chaves, Cisneros y la estructura del PPSD, pero ahora son tres cabezas de un mismo toro que amenaza con cornear al sistema.
Parece haber calado el discurso de Chaves anti establishment, su verbo de barrio mezclado con tecnicismos de las ciencias económicas, el desprecio por las buenas formas y la promesa de bajar el costo de la vida mediante decretos ejecutivos que limitarían los beneficios de sectores empresariales, dice. “Se les acabó la fiesta”, repite de manera desafiante y eso gustó a un grupo suficiente para alcanzar la segunda plaza y clasificarse al balotaje. Figueres, en cambio, intenta moderar sus ímpetus, aunque le cueste, porque también siente agrado por el estilo duro, pero entiende que la usanza costarricense es de menos voltaje.