La angustia de los presos políticos desterrados por encontrar una familia de acogida en Estados Unidos

De los 222 encarcelados, al menos 104 llegaron a Estados Unidos sin tener una familia que los reciba. Este sábado, en una maratónica sesión, oenegés y los reos mismos encontraron casas de apoyo en diferentes estados, antes que se terminen los tres días de tutela bajo el Departamento de Estado. “En nuestro país ni nacionalidad tenemos, ya no existimos allá. Así que esperamos que en Estados Unidos nos ayuden”, dice Gabriel Sequeira

El preso político Gabriel Eliseo Sequeira García en una calle de Virginia, cerca del hotel donde los acogió el Departamento de Estado. Foto: Miguel Andrés | Divergentes.

Larry Reinaldo Méndez Duarte tiene una cama amplia en la habitación del hotel que el Gobierno de Joe Biden proporcionó por tres días a los presos políticos desterrados por la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Pero la madrugada de este viernes no la usó. El encarcelado de 44 años se arrodilla en el piso; llora, se siente desesperado y pide a Dios una intercesión: encontrar una familia que lo acoja en Estados Unidos antes del domingo, cuando concluye la tutela del Departamento de Estado. 

“Le doy gracias al Gobierno de Estados Unidos porque nos rescató del infierno, pero ahora que nos trajeron a la libertad, ¿qué hacemos? ¿Nos van a volar a la calle sin nada, en un país que no entendemos su idioma?”, se preguntaba Méndez Duarte. Ha sido una madrugada angustiante para él, condenado por “traición a la patria”. 

La preocupación de Méndez Duarte no es ajena al grupo de 222 presos políticos desterrados. Al menos 104 de ellos no tienen una familia de acogida. El parole humanitario que los está cobijando no establece como requisito una familia de apoyo, pero sí registrar una dirección. La mayoría de los encarcelados que están en esta situación son quienes estaban recluidos desde 2018 en el sistema penitenciario La Modelo, es decir que no son líderes ni figuras reconocidas. De hecho, muchos de ellos nunca habían salido de Nicaragua y el avión del destierro fue el primer vuelo de sus vidas. 

El Departamento de Estado ha instalado despachos improvisados en un enorme auditorio del hotel en Virginia. Los funcionarios y voluntarios van resolviendo temas logísticos, de salud y migratorios de los desterrados. Hay oenegés que también han instalado sus mesas para ayudar expresamente a quienes no tienen familia de acogida. La pastora Ada Valiente, una nicaragüense afincada en Estados Unidos desde hace décadas, trabaja en una fundación de la Iglesia Bautista y asegura que ha encontrado hogar a unos 40 presos políticos. 

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“El problema está en identificar quiénes son los que necesitan”, dice Valiente. La pastora dice que las casas de acogida no son necesariamente diáspora nicaragüense, sino que “hay muchos nicas en casas de gringos (estadounidenses) en diferentes estados”. De hecho, calcula que incluso desde antes de la existencia del parole humanitario su organización ha ubicado a unos 300 migrantes nicaragüenses en familias de acogida. 

La angustia de Méndez Duarte mermó la tarde de este sábado cuando la pastora Valiente le comunicó que encontró a una familia nica dispuesta a recibirlo. “¡Voy para Los Ángeles!”, dice a DIVERGENTES el preso político. Está muy aliviado. “Ya los tres días en el hotel se acaban y es bueno tener adónde ir. Uno está sin nada aquí, en la libertad. También el Departamento de Estado nos dio otra buena noticia hoy: los 410 dólares que vale el permiso de trabajo lo asumirán ellos también. Ahora nos toca enfrentarnos a otra barrera: no hablo inglés; yo no soy un profesional, pero soy trabajador. Y trabajando espero salir adelante”, agrega. 

Algunos encuentran por su cuenta 

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Hay otros presos políticos desterrados que por su cuenta han conseguido familias de acogida. Gabriel Eliseo Sequeira García va para California gracias a otro encarcelado que tenía “amistades” en ese estado del Oeste estadounidense. “Cinco vamos juntos y esa familia nos prestará por un tiempo un apartamento, para mientras conseguimos trabajo”, cuenta el muchacho de 24 años.

“El plan es progresar, mi hermano. No hay de otra”, me dice Sequeira, un muchacho flaco, algo tímido. Lleva un traje deportivo que le regalaron los nicaragüenses residentes en Washington, quienes han traído al hotel ropa y calzado de regalo para los presos políticos. “Nosotros ya no tenemos adónde volver, porque en Nicaragua son capaces de matarnos… En nuestro país ni nacionalidad tenemos, ya no existimos allá. Así que esperamos que aquí en Estados Unidos nos ayuden, porque si no tenemos nada en Nicaragua ni aquí tampoco nos ayudan, somos nada”. 

Al caer la noche del sábado, la lista de 104 presos políticos sin lugar de acogida se redujo a 40. El domingo deben dejar el hotel de acogida. Algunos ya han partido a sus destinos en otros estados, cargando las pocas pertenencias en bolsas plásticas negras o bolsos de tela. De los 222 presos políticos, algunos van con más certezas y seguridad que otros, pero al final para todos la nueva vida en el destierro inicia al salir de la puerta de este hotel en Virginia. 

“Yo te voy a decir algo”, añade tajante el preso político Denis García Jirón, originario de Managua y veterinario de profesión, “el que quiere a su familia no desea esto. Y creo que todos nosotros, sin importar que tengamos casa o no aquí, no queremos esto. Todos dejamos atrás padre, hijos, esposas, tíos, y hermanos que nos aman y amamos. Este régimen ha desunido a la familia nicaragüense. Un buen líder no desune ni destierra y eso es lo que ha hecho Daniel Ortega. Se repite la historia nefasta en nuestro país, pero toca salir adelante aquí. No sé cómo será y ni el tiempo que tome, pero por eso antes de subir al avión toqué con la palma la pista del aeropuerto, mi tierra, y me puse a llorar”. 


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