Wilfredo Miranda Aburto
1 de marzo 2023

La patria de un reportero es el periodismo

arios agentes antidisturbios realizan un cordón de seguridad frente a varios periodistas que cubren el allanamiento de la casa de la aspirante presidencial Cristina Chamorro en 2021. Foto archivo de EFE.

Seymour Hersh es uno de los reporteros que más admiro. En sus memorias tituladas “Reportero” llega a una conclusión que –desde la dicotomía de periodista y reportero– es la que me mueve personalmente: “a lo largo de toda mi trayectoria profesional, lo importante ha sido siempre contar verdades importantes e incómodas y hacer de Estados Unidos un lugar mejor informado”, dice. ¿Cuánta sordidez ignoraría el mundo de la guerra de Vietnam sin reporteros como Charles Mohr, Morley Safer o Nicholas Tomalin con su corta pero potente crónicaEl general sale a exterminar Charlie Cong”? 

La vocación y la energía investigadora de ellos nos han servido de inspiración y guía para documentar los horrores en nuestros propios países. Extrapolando el asunto, ¿se imaginan la masacre de 2018 en Nicaragua sin reporteros que la documentaran, que identificaran los patrones de las ejecuciones extrajudiciales de ciudadanos desarmados? En ese momento no sólo se trataba de necesaria e inminente información y denuncia sino que, como plantea Albert Camus, los reporteros se convirtieron en “historiadores del momento”. El periodismo como “primer borrador de la historia”, como dice otro apotegma, que trasciende en el tiempo y queda como prueba de los crímenes de lesa humanidad de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Es nuestro aporte a un país mejor informado y con mejores recursos para recurrir, por ejemplo, con argumentos inequívocos, a la justicia internacional cuando sea el momento. 

La pareja dictatorial lo entendió muy pronto y, por eso, empezó a avasallar y a tratar de desarticular al periodismo en Nicaragua. Para impedir la documentación de la barbarie. Una espiral perversa que lacera hasta lo insospechado: despojar de la nacionalidad nicaragüense a una docena de periodistas y directores de medios de comunicación. Antes, fue el asesinato del colega Ángel Gahona, la confiscación de redacciones (La Prensa, Confidencial y 100% Noticias), el robo de equipos, el arresto de muchos periodistas, las torturas en las prisiones, el exilio, la persecución, el hostigamiento a nuestras familias, la criminalización del oficio a través del sistema judicial y la Fiscalía, y la instalación de un Estado de terror que obliga a muchos reporteros a no firmar sus notas y ocultarse. 

A pesar de ello, el periodismo no ha claudicado. Se reinventa ante los embates de la dictadura. Y ahora que nos despojan de la nacionalidad, en otro intento más de desacreditarnos o desalentarnos, es cuando más periodismo de Nicaragua haremos. 

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En DIVERGENTES hemos aprendido todo este tiempo que el mejor antídoto contra la picadura de Ortega y Murillo es el rigor y el contraste de la información, a pesar de un contexto cerrado en extremo. La defensa a ultranza de nuestras fuentes y reporteros es un principio inamovible. Todo ello mezclado con la creatividad para romper la censura y para que los reporteros lleven el periodismo más allá de lo obvio, por encima de las pasiones que a todos nos atañen, investigando, ya no como sabuesos solitarios, sino en manada. Olfato colectivo que construye investigaciones más allá de la convulsa coyuntura, en aquellos sitios oscuros en los que yacen los pilares que sostienen a las dictaduras y los poderes autoritarios de Centroamérica. Contar en formatos novedosos y plataformas sociales plagadas de jóvenes que consumen información en otras claves. Toca estar en las páginas de siempre y en estos nuevos sitios para exhibir la corrupción, los negocios, los entresijos palaciegos de El Carmen (residencia presidencial de los Ortega-Murillo), mostrando así un oficio con vocación y método, que escucha y trabaja con las víctimas de las violaciones de los derechos humanos. 

Este día nacional del periodismo en Nicaragua lo asumimos como una redacción joven que, debido a la represión, funciona de manera descentralizada en Costa Rica, México, Reino Unido, España y Nicaragua. Hay muchos retos que, a diario, vamos solventando y asumiendo. Pasamos tiempos complejos porque el periodismo que pretendemos demanda recursos en muchas áreas, sobre todo la resiliencia emocional y económica. Sin embargo, hoy, primero de marzo refrendamos un oficio con voz rigurosa, sin cruzar nunca la raya hacia el activismo, necesario en otras aceras. Huimos del tremendismo y luchamos sin descanso contra los adjetivos que brotan del mero instinto humano cuando los poderosos golpean una y otra vez, con la pretensión de dañarnos el alma al despojarnos de nuestra nacionalidad. 

Los recursos los sacamos de una lección capital que Seymour Hersh tuvo en sus inicios como reportero en City News de Chicago: “Que ser el primero no es tan importante como acertar y ser cuidadoso con la información”. Algo parecido sentenció Gabo cuando pensó que no consiste en ser el primero en contarlo sino en contarlo mejor. 

Los reporteros somos humanos pero también animales raros, porque en este oficio (“el más hermoso del mundo”, sentencia otra vez Gabo de manera tan románticamente equivocada), hay veces que te juegas la vida. Pero también desarrollamos muchos sostenes, alicientes, chalecos protectores para bracear contra la marea represiva. Llevo casi quince días practicando el oficio como apátrida, en el exilio en Costa Rica, y el despojo de mi nacionalidad lastima, pero no ha paralizado –ni por un segundo– el pulso de investigar e informar porque, de cierta manera y sin poder explicarlo mejor, los reporteros encontramos patria en el periodismo. 

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Wilfredo Miranda Aburto

Es coordinador editorial y editor de Divergentes, colabora con El País, The Washington Post y The Guardian. Premio Ortega y Gasset y Rey de España.