La vida loca de Ricardo Mayorga

El boxeador Ricardo Mayorga será exaltado al Salón de la Fama del Deporte Nicaragüense este 21 de mayo. En DIVERGENTES compartimos un perfil del controversial púgil nicaragüense. Hablador, extravagante, vulgar, despilfarrador, adulador de Daniel Ortega, o simplemente “El Loco” que peleó y perdió contra los mejores de su época. Sus inicios, sus combates más duros, las caídas en el ring y en las drogas

Ilustración de Ricardo Mayorga por DIVERGENTES.

En las calles de Managua, Ricardo Mayorga fuma el décimo cigarrillo del mediodía, mientras maneja un sedán a 80 kilómetros por hora. Cruza otro semáforo en rojo, toca fuerte el claxon. “¡Hijueputa!”, grita, cuando un carro le bloquea el paso. Las llantas rechinan en el pavimento. Frena. Invade un carril y vuelve a pisar el acelerador hasta el fondo.

Estaciona el Scion 2010 en el Instituto Miguel Bonilla Obando de la Colonia Primero de Mayo. El reloj del tablero marca la una de la tarde, justo la hora en la que Ana Ruíz, una vecina del excampeón mundial de boxeo, debe entrar a las clases del tercer año de secundaria. Todos los días, Mayorga hacía el favor de llevar al colegio a la niña de 15 años de edad, mientras encendía un cigarrillo, le subía el volumen al radio y zigzagueaba por las avenidas atestadas de vehículos.

“Ya perdí la cuenta de cuántas veces he chocado”, me dijo Mayorga esa tarde de mayo de 2016, cuando lo entrevisté para este perfil. Sus carcajadas se mezclaban con las cumbias que iban sonando en el auto, mientras se ufanaba: “todos los choques los he ganado. ¿Cómo voy a perder si tengo al presidente y a los dos mejores abogados de Nicaragua conmigo? Nadie me gana”.

Hace 20 años, Mayorga manejaba autos Mercedes Benz y BMW. Antes de pelear contra Óscar de la Hoya, arrebató las llaves del Rolls Royce de su ex apoderado, Don King, y lo llevó hasta una estación de trenes, donde lo dejó tirado. Fue al aeropuerto y regresó a Nicaragua porque extrañaba a su familia.

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Al día siguiente, King llegó en persona al barrio Laureles Sur, donde Mayorga vive desde hace más de 20 años. El apoderado vino para convencerlo de regresar a los entrenamientos. Ese día el boxeador lo fue a recibir al aeropuerto, junto al alcalde de la capital, Dionisio Marenco. Llevó a King a su casa y le ofreció un banquete. Estuvo hospedado un día entero en la casa de Mayorga.

El reconocido apoderado–cabello afro, risa chillona, gafas oscuras– le dijo que le iba a dar $600 mil dólares en efectivo si regresaba de inmediato a entrenar en Cleveland. “Ese mismo día me regresé con el viejo (King)”, me dijo Mayorga, recordando ese capítulo de su vida con añoranza. 

La vida loca de Ricardo Mayorga
2010. El boxeador nicaragüense Ricardo Mayorga (d) intercambia puños con el estadounidense Michael Walker. EFE | Archivo.

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Laureles Sur es uno de los barrios bravos de Managua. Callejuelas de tierra irregular y polvo fino, bordeadas de casas sin pintar. Hay algunas edificaciones de dos pisos, tiendas de productos a menudeo y moto taxis tocando los timbres para atraer pasajeros. Dos perros ladran justo en una esquina donde se levanta una casa crema con verjas blancas en forma de puñales. Hay un garaje abierto y al fondo está el cuarto de Ricardo Mayorga.

Una mañana de 2016, cuando lo entrevisté, el boxeador estaba sentado en un sofá viendo un programa mexicano en un televisor curvo de 40 pulgadas. Tenía 42 años–este año cumple 49– y se veía cansado, sucio. Llevaba puesta una camisa de algodón azul y una gorra del mismo color, con un pantalón estilo buzo negro. En sus manos tenía un plato con gallo pinto, queso, huevos fritos y tortilla.

“Yo me di todos los gustos del mundo y no me puedo quejar. Si hubiera actuado de otra forma, no me hubiera perdonado”, me dijo Mayorga ese día, mientras saboreaba el queso y meneaba una cucharada de azúcar en el café con leche.

Ricardo Mayorga saltó a la fama en 2003, cuando derrotó al estadounidense Vernon Forrest con un nocaut inesperado. Forrest era el mejor boxeador del momento y fue fulminado por el nicaragüense en tres asaltos.

De inmediato se arregló la revancha y la escena que mejor captura al personaje quedó plasmada en la memoria: en el cuarto asalto de aquella revancha, Mayorga le pidió a Forrest que lo conectara en la cara. El boxeador afroamericano dudó, pero enseguida aprovechó para lanzarle puñetazos. Mayorga sonrió y le gritó pidiendo más golpes. Al final, el combate se fue hasta el último asalto y el nica ganó por decisión.

El título que le quitó a Forrest lo consagró como “Súper Campeón”. Antes había derrotado por la vía rápida a Andrews “Seis Cabezas” Lewis, convirtiéndose en el décimo nicaragüense en conquistar una corona mundial y el primero en peso Welter.

La vida loca de Ricardo Mayorga
2004. Ricardo ‘El Matador’ Mayorga se prepara para pelea con el Puertorriqueño Félix Tito Trinidad. EFE | Archivo.

Aunque venció al mejor del mundo, no se le podía nombrar como tal, por su estilo alocado y desordenado de lanzar golpes. Ni por cerca gozaba con la defensa escurridiza de Floyd Mayweather o la técnica de Muhammad Alí; ni existe punto de comparación con la velocidad de Manny Paquiao. Sin embargo, los mejores contrincantes lo buscaron para enfrentarlo: Felix “Tito” Trinidad, Óscar de la Hoya, Shane Mosley y Fernando Vargas.

Antes de la pelea contra Trinidad, Mayorga conoció a su actual esposa, Herenia Silva Pérez. En aquel momento dice que lo enamoró ver a una muchacha morena muy hermosa, de faldas cortas y sonrisa coqueta. Era finales de 2004 y aunque perdió la pelea por nocaut técnico en el sexto round, ganó una bolsa que ascendía a los $4 millones de dólares.

Para esa pelea King le pidió que entrenara concentrado en un gimnasio en Las Vegas. El nicaragüense aceptó, pero los millones ya se le habían subido a la cabeza. “Por las noches contrataba limosinas y hacía orgías con acompañantes”, me dijo Mayorga ese día, a carcajadas, moviendo su cuello de un lado a otro. “Dos veces alquilé un avión privado para volar desde la Costa Oeste hasta Miami y cumplí mi fantasía sexual de hacer un trío con dos mujeres en el aire”.

Y me contó otra historia que ocurrió después de la pelea contra Óscar de la Hoya: “me tuve que quedar una semana más, porque una muchacha que modelaba con los carteles, me estaba haciendo ojitos y vos sabés que no podía fallarle”.

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“Pobre loco, cómo quedó”, “al pobre lo mangonea la mujer”, “ya Mayorga no mueve a nadie”, responden los vecinos cuando se pregunta por el boxeador. La nostalgia se explica porque Mayorga nunca dejó el terreno que lo miró crecer, a pesar de que hubo pasajes de su vida en los que dice que gastó $100 mil dólares en una noche de sexo y alcohol, y regalaba carros a sus aduladores.

Hace más de 20 años una serpentina de acero empezaba a surcar justo detrás del cuarto donde Mayorga acostumbra a desayunar viendo televisión. La casa donde vive era un solar de piso de tierra, al igual que las demás viviendas vecinas. La mañana que hablamos, Mayorga encendió el único aire acondicionado que tenía en su casa y lo puso a 17 grados centígrados. Me dijo que no podía vivir en paz con el calor de Managua.

Su familia, los Mayorga Pérez, fue una de las fundadoras del barrio Laureles Sur. Cayeron en Managua después de perder una casa en Granada –un departamento al este de la capital de donde eran originarios– por una deuda. Su papá era taxista y su mamá hacía los pasteles que Mayorga se encaramaba–recién calientitos en una pana grande– en la cabeza para irlos a vender a las calles.

A la familia del boxeador se le conoce por trabajadora. Fueron de los primeros en el barrio que tenían oficio: limpiaban terrenos, cortaban césped, pintaban casas y vendían reposterías. Pero su especialidad era demarcar los solares instalando serpentina de acero. Eran los únicos que lo sabían hacer y a las personas recién asentadas les urgía poner límites. Por un tiempo ganaron buen dinero, pero una vez todos los espacios ya tenían alambres, se les acabó el negocio.

Para los vecinos les resultaba extraño que casi ninguna persona de esa familia trabajara. El único que conseguía plata en la casa era el boxeador.

“Mayorga ya no tiene nada. El pobre lo perdió todo. Incluso, esa casa que tiene se la construyó el gobierno hace unos cuantos años”, me dijo un vecino. En otras publicaciones dicen que esta casa se la había construido a su mamá y fue la única propiedad que le quedó. 

La vida loca de Ricardo Mayorga
2006. El boxeador Oscar de La Hoya (dcha.) se aleja de Ricardo Mayorga quien está caído en el suelo durante el primer asalto de su combate del Campeonato de la WBC. EFE | Archivo.

Lo cierto es que después de atravesar una carrera de desenfrenos, Mayorga se quedó sin dinero. Hasta incursionó en las Artes Marciales Mixtas (AMM) donde peleó por unos cuantos dólares, pero sufrió 3 derrotas en 4 combates.

Luego se convirtió, así como otras figuras deportivas, en adulador del presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, quien de vez en cuando lo mostraba en las plazas populares y en concentraciones partidarias. Allegados afirman que el partido político le daba una mensualidad para sus gastos.

En la entrevista me dijo que Daniel Ortega a veces lo recibía en su casa. Comió alguna vez con él y le pidió que le contara historias de los combates.

“Al comandante (Ortega) le gusta que le hable de mis locuras”, recordó, y se levantó para mostrar cómo hacía su show frente a la familia Ortega Murillo. “Yo he aprendido a esconder y aparecer las cartas con las manos. Siempre me piden que lo haga. Ellos gozan con los trucos”, expresó.

Mayorga me dijo que Ortega le ofreció ayudarlo con el financiamiento de una promotora de boxeo para que la manejara. Dijo que fue el mismo trato que aceptó su amigo, el excampeón mundial, Rosendo Álvarez, quien ahora tiene una promotora que se llama “Búfalo Boxing”. 

“Siempre le dije al Loco (Mayorga) que ahorrara y no se confiara de Don King”, me dijo Rosendo Álvarez, mientras bajaba las escaleras del segundo piso de su casa. Álvarez era conocido como “El Búfalo” del boxeo nicaragüense en los años noventa. Pelón, bajito y regordete, con el rostro bonachón, fue pugilista de la escuadra de Don King, en sus tiempos dorados.

“El Búfalo” ganó, al igual que Mayorga, dos coronas mundiales, en los pesos mínimos de 105 libras y 108 libras. Y se le hincha el pecho cuando recuerda que fue el único que tumbó al mexicano Ricardo “Finito” López, boxeador invicto en 52 peleas disputadas. El único empate del mexicano fue contra el nicaragüense.

“En mi peso (105) las bolsas eran bajas, apenas $100 mil dólares. Pero en peso Welter, donde peleaba Mayorga y los rivales que enfrentaba, el pago era grueso. Mayorga ganó bolsas de $4 millones de dólares, quizás con la pelea contra ‘Tito’ Trinidad”, me dijo Rosendo, asintiendo con la cabeza. “Aunque difícilmente King se los dio. Ese viejo era malo, a todos los boxeadores nos engañaba y robaba. A mí me robó y me dejó sin plata”, agregó.

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2004. El boxeador nicaraguence Ricardo “El Matador” Mayorga (i) junto al promotor Don King. EFE | Archivo.

El recuento de las bolsas que ganó Mayorga asciende a unos $10 millones de dólares. Pero sus allegados dicen que una de las razones por las que el boxeador se quedó sin plata fue porque King nunca le pagó lo que debía. Le daba adelantos de miles de dólares (entre $200 y $400 mil dólares) que, en ese entonces, Mayorga sentía que no se iba a lograr gastar, y después el promotor no le terminaba de pagar por completo. Sus amigos recuerdan que Mayorga tuvo una quinta en carretera a Masaya, con piscina y cancha de tenis, ubicada a la par de la casa del expresidente Enrique Bolaños. El valor de la propiedad ascendía a casi $200 mil dólares, pero el exboxeador la perdió porque no terminó de pagarla y el banco se la embargó. 

Después de la entrevista que le hice, Mayorga me dio un aventón al periódico en el que trabajaba por ese entonces. Con las manos sobre el volante, mientras esperaba el cambio de luces en el semáforo de la colonia Villa Progreso, Mayorga lanzó la mirada hacia la izquierda donde estaba ubicado un auto-lote y se percató de que ya habían vendido un Porsche blanco que, dice, regaló al dueño del negocio. Luego tocó fuerte el pito del auto cuando advirtió que la luz verde del semáforo se encendía, y en ese momento, mientras pisaba el acelerador sin reparos, me dijo que la quinta de carretera a Masaya la vendió a uno de sus abogados.

“Eran cosas que no ocupaba”, dijo con seguridad. “¿Para qué las iba a tener?”.

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2004. El boxeador puertorriqueño Félix “Tito” Trinidad (d), y el nicaragüense Ricardo “El Matador” Mayorga. EFE | Archivo.

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Mayorga se ganó a pulso la fama de hablador y charlatán. Antes de cada pelea acostumbraba a escupir un chorro de bascosidades a sus contrincantes. Él dice que era para subirle el ánimo a las peleas. Pero lo cierto es que de esa forma se ganó cientos de detractores y personas que sólo encendían el televisor para verle el rostro destrozado sobre el ring.

“Te voy a meter el puño en el cielo de la boca y tu papá va a saltar a socorrerte en el ring”, le dijo a “Tito” Trinidad, en la pelea que perdió en ocho rounds. “Voy a partirte esa cara de maricón que tenés. No sabés a lo que te has metido, payaso”, le dijo a Óscar de la Hoya, antes del combate en el que cayó en seis asaltos. 

“Ese hombrecito no es hombre para mí… ni tiene lo que yo tengo de huevos (testículos)”, le dijo a Shane Mosley, boxeador que lo derrotó dos veces por nocaut.

Fuera del ring no era diferente. Cuando yo le pregunté de qué vivía o cómo generaba dinero, Mayorga me respondió: “congelé $3 millones de dólares en el banco y vivo de los intereses”. Con una mirada retadora, como la que usaba en el frente a frente de sus peleas, me preguntó: “¿Para qué necesito trabajar si me generan como $20 mil dólares mensuales?”.

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2017. De izquierda a derecha: El excampeón mundial de boxeo puertorriqueño Félix “Tito” Trinidad (i), Daniel Ortega (c,i), y el exbicampeón mundial de boxeo Rosendo “Búfalo” Álvarez. EFE | Archivo.

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Una de las peleas más famosas de Ricardo Mayorga fue contra el puertorriqueño, Félix “Tito” Trinidad, en el año 2004. Mayorga estaba en su mejor momento y “Tito” regresaba de un retiro corto. Esa pelea es recordada porque el nicaragüense en el primer round cumplió lo prometido durante los meses previos: le puso la cara al descubierto al boricua para demostrar que sus golpes no lo lastimaban. Sin embargo, los tres volados de zurda que “Tito” le conectó fueron letales en la pelea. Al nicaragüense se le aguaron las piernas. Segundos antes, Mayorga había logrado, con un golpe, que Trinidad tocara la lona con uno de sus guantes. Fue una caída técnica. “El Loco” lucía confiado, en su salsa, y de repente, como un poseso, bajó la guardia para dejarse golpear.

Los golpes de Trinidad marcaron la pelea. Desde el segundo hasta el octavo asalto, el boricua le dio una paliza como nunca la había recibido. Las fotos de Mayorga con el rostro destrozado, recibiendo los golpes de “Tito”, son espectaculares. 

El día que le pregunté por qué había bajado la guardia en esa pelea, me dijo que en los meses previos se había dedicado a la fiesta y a duras penas había visitado el gimnasio para entrenar. Es decir, sabía que no tenía oportunidad de ganar, pero si bajaba la guardia todos iban a recordar que había sido “valiente” al aguantar los golpes de uno de los mejores boxeadores latinos de todos los tiempos. 

No entrenó durante meses. Le faltaron kilómetros para correr, sacos que golpear. Un buen sparring le pudo ayudar, pero Mayorga se la pasaba en fiestas, acostándose con varias mujeres y en carreras de autos. “No quise que tuvieran que detener la pelea porque me faltaba el aire”. La pelea, sin embargo, fue detenida en el octavo round, después que Mayorga fue derribado tres veces seguidas. 

Ese día Mayorga se levantó del sofá, empezó a hablar alto y recordó que sólo se había preparado a cabalidad en las dos primeras peleas de su carrera. El resto se las había pasado comiendo de más, bebiendo alcohol y fumando cigarrillos.

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2004. El nicaragüense Ricardo Mayorga (c), ex-campeón mundial de boxeo celebra junto con hermanos y amigos el ser declarado inocente de una acusación por delito de violación. EFE | Archivo.

“Mi metabolismo es así: siempre subía a la báscula y daba el peso”, dijo Mayorga. En algunos pesajes llegó masticando una pizza o una pieza de pollo frito. Siempre exhalando humo mientras los flashes se disparaban en su cara.

De la bolsa del buzo sacó una cajetilla de cigarrillos Windsor: entre más rojo y fuerte mejor. Toda su vida ha fumado cuatro paquetes al día, pero cuando toma licor se fuma ocho, dice.

Cogió el cigarro y le dio una calada prolongada. En ese momento tenía 6 meses sin probar una gota de licor. Los vecinos lo confirmaron, ya que lo habían visto calmo en los últimos meses.

“Porque cuando ‘El Loco’ bebe es un escándalo”, dijo un vecino. “Todos nos damos cuenta”. 

Mayorga salía de su casa borracho y empezaba a caminar en las aceras, abrazaba a todos. Lloraba mucho, como cuando regresaba al perder las peleas de título mundial.

En la sala de su casa tenía una vieja mesa de billar. El forro abollado, las bandas gastadas y percudidas. En esta mesa amanecía jugando. Es muy bueno jugando “Bola 8”. Dice que en Miami apostaba hasta dos mil dólares por cada mesa. El billar, el juego de cartas, el derroche, las mujeres y el alcohol, eran los vicios de Mayorga. Pero sus allegados dicen que desde hace pocos años probó el crack con un familiar. Y eso lo terminó de hundir.

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2003. El campeón mundial de boxeo de las 147 libras, Ricardo Mayorga (c), brinda declaraciones a la prensa después de comparecer ante un Juez en Managua. EFE | Archivo.

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Una noche, en agosto de 2020, Ricardo Mayorga tomaba licor con otros dos amigos, Yesner “Cuajadita” Talavera, un exboxeador; y el ex diputado Everth Cárcamo. Una vez que Mayorga estaba tomado, “Cuajadita” llevó engañado a su amigo al centro de rehabilitación para adictos, Las Águilas. No fue fácil. El periodista Eduardo Cruz narra en un reportaje para LA PRENSA que fue necesaria la intervención de cuatro hombres para meterlo en un cuarto. Enfurecido, el boxeador sacudió los barrotes y rompió un candado. 

Así terminaban varios meses en que Mayorga tocó fondo. Sus videos en los que se le miraba borracho por las calles, pidiendo dinero o golpeado se hicieron virales en redes sociales. En esos meses recibió una golpiza en la que le quebraron varias costillas y le rompieron la boca de una pedrada. 

Rosendo Álvarez, el bicampeón mundial y amigo suyo, le ayudó a rehabilitarse. La leyenda del boxeo, Julio César Chávez, le ofreció costear una clínica de rehabilitación en México. 

El primer paso era permanecer entre tres a seis meses en Las Águilas. Sin embargo, Mayorga estuvo dos meses. Cruz relata en este reportaje que, pese a que el boxeador asegura que no siguió consumiendo drogas, él dijo a sus compañeros del centro de rehabilitación que lo seguiría haciendo en su casa. “En la sala de billar, para ya no dar lástima en las calles”, les dijo Mayorga.

El día que llegó a Las Águilas, los testigos aseguran que llegó hediondo, barbudo, demacrado. Llevaba un anillo grande de campeón mundial de boxeo, cinco mil córdobas (138 dólares) y como 150 piedras de crack. 

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2013. Enfrentamiento Artes Marciales Mixtas entre Ricardo Mayorga y el peleador Level Martinez | Carlos Herrera.

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Mayorga no solo ha hecho bravuconadas, sino que también ha cometido delitos. En 2004, antes de la pelea contra Trinidad, una muchacha de 22 años de edad lo acusó de haberla violado. La joven, para probar el hecho, mostró el carro que Ricardo le había dejado para que ella se callara. Él nunca pisó la cárcel a causa de la denuncia.

Un año después, el dueño de un concesionario de vehículos lo demandó por $200 mil dólares, suma total de 20 vehículos que Mayorga había adquirido y repartido entre sus amigos. Al final hizo un arreglo de pago y resolvió el problema.

Luego de sufrir la derrota contra el costarricense, Sergio Ortiz, en Artes Marciales Mixtas, Mayorga tuvo que regresar a Nicaragua por veredas, ya que una mujer lo estaba demandando por la pensión alimenticia de una supuesta hija de él.

Otro de los gestos más repulsivos que se recuerdan fue durante la promoción de su última gran pelea, contra Shane Mosley. Mayorga le tocó las nalgas a la novia de su rival. 

“Siempre hice esas cosas para levantar el ánimo de las peleas”, dijo como defensa. “Aunque a la gente no le gustara, ¿qué iba a hacer? la gente a mí no me da la comida. Yo soy el que busco cómo ganarme el dinero, y Don King y los demás apoderados me decían que lo hacía bien”. 

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2004. Ricardo Mayorga (c), ex-campeón mundial de boxeo junto a su madre, Miriam Pérez. EFE | Archivo.

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La familia es primordial para Mayorga. Dice que lo mejor que le pasó fue llevar a sus padres a las peleas de título mundial que disputó en Las Vegas o Nueva York, con las estrellas de cine y cantantes famosos en las butacas gritándole.

Su madre, Miriam Pérez, dice que es lo más valioso de su vida. Pérez es una señora recia, alta y con el pelo triturado de tintes extravagantes. Para las peleas, la señora de más de 60 años de edad, subía animándolo con el pelo pintado del mismo color de su hijo: rojo, amarillo, purpura. Sin embargo, los allegados dicen que era todo lo contrario: en realidad Mayorga se teñía el pelo para tratar de imitar el look de su mamá.

Sus allegados dicen que su madre también tenía buenos gestos. En lo mejor de su carrera, Mayorga llevaba a su casa dos buses repletos de niños que deambulaban en las calles y los invitaba a almorzar. Compraba decenas de “pacas” de ropa usada y se las regalaba. También regalaba dinero para reparar puertas, comprar camas y televisores en los asilos de ancianos de las comunidades de El Sauce y Granada, donde nació.

“’El Loco’ regalaba dinero cuando tenía. Les daba a los vecinos como nosotros”, dijo Griselada Ruíz, vecina de Mayorga y madre de Ana, la niña que el pugilista iba a dejar todos los días a su colegio. “Traía a niños pobres y les daba de comer. Ahora no tiene nada, todo lo perdió”, dijo Ruíz. 

La mañana que lo entrevisté, la mamá del boxeador estaba acostada en su cuarto. Dos días antes la habían llevado de emergencia al hospital. En el rostro de Mayorga se miraban las ojeras del desvelo por acompañarla.

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Ricardo Mayorga siempre quiso pelear. De niño jugaba a la lucha libre. De adolescente se peleaba con todos. Cuando creció y el futuro se le hacía desolador, encontró en los puños la última esperanza para salir de la pobreza. Entró a la academia deportiva del Ejército Sandinista. 

Luego hizo carrera de boxeador en Costa Rica. Peleó en territorio tico hasta que ganó el título mundial. En ese combate llevó la bandera de Costa Rica, junto a la de Nicaragua. Sin embargo, una vez la fama lo embebió, olvidó al país vecino y se declaró “más nicaragüense que el gallo pinto”.

En Costa Rica dice que perdió sus primeras dos peleas por pura imprudencia o por la vida dura que llevaba. Trabajaba como seguridad en un club nocturno. En las noches previas a los combates se duchaba con agua fría, lo que le provocaba calambres sobre el ring. Comía lo que tenía a mano y a la hora del enfrentamiento sufría dolores estomacales. Lo mejor que le pudo ocurrir fue salir vivo de sus primeras riñas profesionales. El resto de su historia se ha contado dentro y fuera de los encordados. 

Al final, su carrera no fue nada mala. De hecho, fue bicampeón mundial de boxeo en las 147 y 154 libras. Ganó tres de las ocho peleas por título mundial que disputó. Logró 32 victorias, 26 de ellas por nocaut, y perdió en 12 ocasiones, seis de ellas por la vía rápida.

Estas fueron las razones deportivas para que Mayorga resultara seleccionado para el Salón de la Fama del Deporte Nicaragüense, cuya ceremonia está prevista a realizarse este domingo 21 de mayo de 2022.

La vida loca de Ricardo Mayorga
2006. Ricardo Mayorga campeón súper Welter del CMB posa para una foto durante una conferencia de prensa en Managua. EFE | Archivo.

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A Mayorga le emociona recordar el pasado. Siempre vuelve a vivir cuando recuerda que cumplió su sueño de tirarse de un bungee, o la vez que dice que contrató por varias horas una avioneta en Miami y se lanzó en paracaídas. 

Siendo campeón mundial dice que fue desafiado por un tipo recio de casi dos metros de altura. El reto consistía en pelear a puño limpio hasta que alguno de los dos pusiera cualquier parte del cuerpo en el piso. El ganador se llevaría $15 mil dólares. La pelea empezó y su contrincante le metió como 20 golpes en el estómago. Mayorga se sacudió y le conectó una puñetazo que lo hizo ganar el dinero.

Seis años después se volvieron a encontrar en un bar de las isletas de Granada. El hombre volvió a retar al boxeador.

 – No jodás, de gratis te turqueo, pendejo—dice Mayorga que le respondió.

En seguida le conectó una combinación de un jab y dos cruzados, y el hombre cayó sobre una mesa desmayado. La gente asustada vio la escena de aquella pelea, mientras él se terminaba una botella de tequila. “Y el hijueputa seguía dormido”, dijo Mayorga, con una carcajada. 

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La última vez que lo miré, Mayorga estaba en el sillón de su cuarto. Con el antebrazo se limpiaba la boca llena de manteca y se sacudía las migajas. Decía que se sentía aliviado de haber cumplido todos sus deseos. Que era una de las enseñanzas de su suegro, que cada vez que miraba pasar por su casa un cortejo fúnebre de una persona pobre decía: 

–Ahí va un deseara. Pasó la vida deseando todas las cosas y nunca las consiguió por ser pobre.

Mientras se recostaba en el sillón, Mayorga dijo: “Gracias a Dios no soy un deseara porque yo me dí todos los lujos”, y agregó con una sonrisa franca: “y no me arrepiento de nada”. 

(*Hemos omitido el nombre del autor de este perfil periodístico por motivos de seguridad en Nicaragua).

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