(Sobre)-vivir bajo crisis económica y dictadura en Nicaragua

Bailar bajo la dictadura

DIVERGENTES realizó un recorrido nocturno por los principales puntos de diversión que visitan los managuas para observar el impacto de la crisis y la migración en ese sector. Gran parte de los propietarios de bares, restaurantes y discotecas están notando la disminución o escasez de público, aunque algunos locales, considerados “nichos” tradicionales, y otros de moda se llenan. En estos es posible bailar y escuchar música, siempre que no sea de protesta. Apenas hay estadísticas oficiales que permitan saber con certeza cómo ha disminuido el nivel de consumo y ocio nocturno. Lo único fiable es lo que pudimos constatar con nuestros ojos y las impresiones que nos compartieron los dueños de los lugares de ocio. Este artículo no pretende realizar una crítica a quienes salen del ajetreo para despejarse en un bar o un restaurante. Es más bien una mirada acerca de cómo es la vida nocturna bajo una dictadura

Los que se quedan... (Sobre)-vivir bajo crisis económica y dictadura en Nicaragua
Ilustración de Divergentes

El mesero se acerca a la barra y pide cuatro cervezas para la mesa número cinco. Las acomoda en sus manos y se hace paso entre la gente que abarrota la discoteca ‘El Patrón’ hasta llegar donde los clientes. Entrega el pedido y, de inmediato, levanta la cabeza para atender el llamado de otro grupo: “Dos seltzers y tres clásicas”. El mesero vuelve a la barra con la orden y, así, repite el ritual unas cinco veces más en menos de quince minutos. Es el primer viernes de enero de 2023, el reloj marca las 9:30 de la noche y en ‘El Patrón’ la fiesta apenas empieza.

El ambiente en este establecimiento, en la Zona Rosa de Managua, es similar al de otras seis discotecas que se encuentran sobre la misma avenida: luces despampanantes, música a todo volumen, y jóvenes y adultos bailando y bebiendo en espacios reducidos. Casi no se ve en estos lugares el rastro de la Nicaragua sumida en la crisis social, política y económica. 

Adentro, en las mesas y la pista de baile, no se habla del régimen sandinista ni de los presos políticos. No hay policías ni paramilitares, al menos no visiblemente. Adentro se baila al ritmo de Bad Bunny y música electrónica. Se beben cervezas, las clásicas, toñas o las nuevas seltzers, una bebida carbonatada con alcohol. “Todos los fines de semana están a reventar”, afirma Tadeo, un administrador de una discoteca bastante reconocida en la capital, que tiene más de quince años en este negocio. “Son nichos de esparcimiento que siempre han existido, que la gente reconoce y hace suyos”.

Tadeo no es ajeno a la realidad del país. Está al tanto de la migración masiva de nicaragüenses y de la represión desatada por la dictadura sandinista en contra de las voces que se oponen a su régimen. Para él la fiesta no es sinónimo de indolencia ni de normalización. Al contrario, es una “terapia” para los que quedan todavía en el país. “La gente necesita desconectar, salir, divertirse”, comenta.

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En la ruta de la diversión

Managua tiene varios nichos de diversión. El más popular es el que está ubicado en la Zona Rosa. En ese sector hay unos trece establecimientos que permanecen abiertos todos los fines de semana, desde las seis de la tarde hasta las cinco de la mañana del día siguiente. A las 10:50 de la noche, el tráfico en la Zona Rosa es complicado. Además de los vehículos que están estacionados sobre la avenida, muchos taxistas se detienen en medio de la calle para buscar pasajeros que regresan a sus casas temprano o se mueven a otros locales de esparcimiento.

Que algunos atraigan más clientes que otros depende, según Tadeo, del DJ, de los precios de la comida y bebidas, y de la “vibra” del lugar. ‘El Patrón’ es una de las discotecas con más público esta noche. Atrae el juego de luces en la entrada del establecimiento y, aún más, la jaula de metal que sobresale hasta la calle. Entre sus rejas, baila una joven con ropa corta, de colores fluorescentes, que no pasa desapercibida a los transeúntes.

Mucha gente busca mesa pero el sitio está a reventar. Adentro, la música retumba en todos los parlantes. Un grupo de adolescentes comparten una botella de tequila que se bebe al “shot”. Hablar aquí es misión imposible sin tener que gritar hasta rasgarse la garganta. 

Los meseros caminan entre todos los clientes que bailan reggaetón y música electrónica para entregar las bebidas y la poca comida que piden. Los que no bailan mueven la cabeza de arriba abajo. Sin poder hablar, algunos voltean con gesto aburrido hacia otros lados para observar el ambiente. 

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Una de las discotecas más concurridas de Managua, Wynwood. Foto de Divergentes.

Afuera, en ‘El Gara’, el ‘Embassy’ y el ‘Pipas’ la música continúa a todo volumen, independientemente de que no estén llenos. En ‘Ron Kon Rolas’ el ambiente es un poco distinto. El rock suena a un volumen que permite a los que están allí hablarse con menos esfuerzo entre cervezas.

Aquí, hasta hace unos pocos meses, se organizaban conciertos de bandas de rock nacionales, que tenían, entre su repertorio, temas de protesta contra el régimen sandinista. Esto se acabó en abril de 2022, cuando la dictadura desató una redada contra muchos músicos por lo que, finalmente, tuvieron que exiliarse.

Tadeo explica que, en aquel momento, la Policía Nacional advirtió a los dueños de los bares de esta zona que si permitían más toques de bandas críticas, iban a cerrar sus establecimientos. Fue un golpe duro para estos, pero lograron recuperarse con el paso de los meses, aunque no como querían.

“Ahora tocan bandas, pero solo música comercial. Yo creo que afectó más a los negocios que estaban empezando y recurrían a tener entre su repertorio a estos músicos con los que muchos jóvenes se identificaban”, asegura Tadeo.

El lado “b” de la fiesta: bares y restaurantes 

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Un bar en Linda Vista, en Managua. Foto de Divergentes.

La temporada navideña y la coincidencia del mundial de fútbol de Catar en estas fechas fue una especie de salvavidas para muchos dueños de bares y restaurantes de la capital. Los que no tenían en sus locales televisores, instalaron varios aparatos para atraer a los fanáticos de este deporte.

Joaquín, propietario de uno de estos establecimientos, aprovechó el revuelo futbolero para hacer caja en su negocio. El resultado, sin embargo, no fue el que esperaba. No es que su establecimiento estuviese vacío, al contrario, era uno de los más populares por su comida y promociones. Lo que ocurrió es que no llenó sus expectativas, como las que tenía antes del estallido de la crisis sociopolítica de 2018.  

“Este diciembre no ha sido como el de otros años. Ahorita hay buen ambiente pero no es como antes, en esta misma fecha, que no alcanzaba la gente. La verdad es que todo este segundo semestre, desde julio para acá, ha sido muy malo”, confesó el empresario, quien tiene otros negocios que también han mermado.

Llegamos al negocio de Joaquín el 6 de enero a las 7:30 de la noche. El ambiente estaba un poco apagado para esa hora, en la que se suponía que tenía que haber más gente. Apenas algunas mesas estaban ocupadas; unos pedían comida y otros un par de cervezas.

Al igual que Tadeo, Joaquín considera que la situación es compleja y cambiante. Cree que las personas que salieron de Nicaragua, el año pasado, incidieron en la disminución del consumo. “Pero, a mediano plazo, toda esta gente debería significar un mayor ingreso económico al país, es decir, una inyección y, quizá, una leve recuperación para nosotros”, afirma esperanzado.

Según los datos oficiales publicados por el Banco Central de Nicaragua (BCN), hasta el mes de diciembre de 2022, las remesas sumaron 3,224.9 millones de dólares, registrando un crecimiento de 50.2% con respecto al mismo período del año previo (2,146.9 millones de dólares).

“Pero ahorita no estamos viendo (la inyección económica). Solo la disminución del consumo. Lo interesante es que en la ciudad no se nota tanto porque ves los bares de la Zona Rosa llenos y el ambiente de fiesta”, afirma Joaquín.

Tadeo coincide con el punto de vista de Joaquín. El administrador de una de las discotecas más populares de Managua explica que la supuesta “bonanza” solo beneficiaría a unos pocos. “Los bares y discotecas que siempre están llenos son los mismos. Los otros apenas se sostienen y otros, quién sabe cómo es que siguen abiertos porque a veces ni un cliente los visita”, indicó Tadeo.

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Algunas tradiciones nocturnas, como los Agüizotes en Masaya, se han retomado después de la pandemia. Foto de EFE.

El informe del índice mensual de actividad económica (IMAE) del Banco Central de Nicaragua, correspondiente a octubre de 2022, mostró dinamismo al registrar un crecimiento interanual de 5.4%, en la variación promedio anual.

Entre las actividades que registraron mayor crecimiento se encuentran hoteles y restaurantes con un 20.3% (21.7% en el acumulado enero-octubre). La estadística oficial señala que el incremento se debe a la demanda de dichos servicios. Sin embargo, los datos referentes al consumo interno no reflejan incremento.

Los datos del BCN detallan que el consumo individual de hogares e Instituciones Sin Fines de Lucro que Sirven a los Hogares (ISFLSH) o consumo privado, este registró un crecimiento de 6.6% respecto al mismo trimestre del año anterior y de 6.2% en el acumulado al tercer trimestre; debido, en parte, al aumento de las remesas procedentes del exterior, así como por la tendencia de recuperación del empleo.

“Es normal que exista un crecimiento después de dos años de pandemia”, dijo un economista consultado para este artículo, quien resaltó la importancia de las remesas en los próximos años para entender el incremento o no del consumo.

“Que un sitio esté más lleno que otro depende de los mismos nichos que se han creado. En los próximos años será crucial el impacto de las remesas”, explicó un economista consultado por este medio de comunicación.

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Un bartender sirve una cerveza artesanal en un bar de Managua. Foto archivo de Divergentes.

Durante el recorrido realizado por DIVERGENTES, pudimos constatar que, en algunos bares de Bello Horizonte, sólo estaban los meseros y, en otros, muy pocos clientes. En el Puerto Salvador Allende –uno de los complejos turísticos estrellas del régimen Ortega-Murillo– a eso de las 8:30 de la noche, el número de locales vacíos superaba a los que tenían clientes en su interior.

No obstante, aunque el consumo continúa disminuyendo en negocios como el de Joaquín, aún no está dentro de sus planes irse del país para recuperar su inversión, ahora que todavía es posible. Dice que no es sencillo empacar, marcharse y dejar en el aire a sus trabajadores.

“Después de lo que vivimos en 2018, la pandemia y la actual situación política del país, fui adquiriendo una enorme capacidad de serenidad y autocontrol. Y de creatividad para salir a flote. La realidad es que para los empresarios es complicadísimo crecer. La carga fiscal te aprieta con fuerza y no podés decir nada porque tenés que manejarte al margen de la política para evitar más problemas”, lamenta Joaquín.

De regreso a la discoteca

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Una fiesta de disfraces en la discoteca The Reef, en Managua. Foto tomada de redes sociales del comercio.

Un grupo de jóvenes apura el paso dentro del edificio Centroamérica, ubicado en la colonia del mismo nombre. Suben las escaleras eléctricas y caminan hasta la entrada de una de las discotecas más exclusivas de la capital. El jefe de seguridad revisa a los dos varones que acompañan al grupo de mujeres y, finalmente, los dejan avanzar. Se ubican en una mesa y piden cuatro seltzers.

En el complejo, se encuentran además varios establecimientos donde la música y el trago tiene un costo un poco más elevado que en otros bares de la ciudad. Una de las diferencias aquí, con otras discotecas de la Zona Rosa, es el aire acondicionado, que permanece encendido durante toda la noche ya que las discotecas están en un edificio cerrado, además de sofás más cómodos y finos. El reloj marca las 11:30 de la noche.

Carmen es una joven de 24 años que, de vez en cuando, sale de fiesta a estas discotecas ubicadas en el edificio Centroamérica. Le gusta bailar aquí porque se siente más segura que en la Zona Rosa. “En redes he visto cómo se arman pleitos y robos; entonces, prefiero venir aquí”, afirma.

Cuando le preguntamos cómo se siente divirtiéndose en un país en dictadura, Carmen dice que antes sentía un poco de culpa porque se solidarizaba con el dolor de los familiares de las víctimas de abril de 2018. Ahora no es indiferente a la situación del país, pero su terapeuta le recomendó que debe aprender a vivir en un contexto tan complejo por cuestión de “salud mental”.

“Mis amigos pensaban lo mismo. La primera vez que vine a una disco después de 2018 fue extraño. Me sentí bien, aunque un poco rara. La terapia me ayudó a comprender que estar encerrado no es sano, que debo salir y que eso no va a cambiar mi forma de pensar sobre lo que está pasando en Nicaragua”, explica.

Al entrar a las discotecas del edificio Centroamérica, notamos un buen número de clientes en los establecimientos, pero ninguno estaba a reventar. Los meseros tenían poco trabajo, y les resultaba fácil ir y venir entre las mesas. La situación cambió unos minutos antes de la medianoche. A partir de esa hora, empezaron a llegar más clientes que fueron ocupando mesas y espacios de baile hasta que ya no alcanzó casi nadie.

Aquí, el ambiente es más ordenado que en ‘El Patrón’ y las demás discotecas de la Zona Rosa. No hay que lidiar con el tráfico, la música es alta pero permite platicar con los amigos, la seguridad es más cuidadosa con quién entra y sale del lugar. Llegan muchos “influencers”, para promover las fiestas de fin de semana. Se toman fotos, bailan y caminan entre las demás personas para hacer historias que luego suben a sus redes sociales.

El último fin de semana de octubre, en pleno Halloween, estos negocios no dieron abasto. Muchas personas se quedaron relegadas en el parqueo a la espera de un espacio para poder entrar a la discoteca. “Yo no pude entrar y me conformé con ir a El Gara”, nos dijo una universitaria, que vino aquel día con su disfraz para participar en el concurso que realizaron las discotecas del Edificio Centroamérica.

Tadeo mencionó que, en estos negocios, se ha sentido menos el impacto de la crisis, que empezó en 2018. Son estos a los que se refiere como “nichos”. Y es evidente que, cada fin de semana, jóvenes y adultos abarrotan ‘The Reef’, ‘Downtown’, o ‘Wynwood’, en Camino de Oriente.

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Una fiesta de disfraces en la discoteca Wynwood, en Managua. Foto tomada de redes sociales del comercio.

En ‘Wynwood’, por ejemplo, aunque la capacidad esté a su máximo, los encargados de seguridad permiten la entrada de todo el que quiera ingresar. Y no importa si no hay una mesa disponible. Para quienes llegan a discotecas populares como estas, lo importante es estar en el ambiente hasta que la administración decida cerrar.

Esto lo agradece José Larios, que suele salir de fiesta con sus amigos y se marcha hasta que la discoteca cierra sus puertas. A diferencia de Carmen, este joven de 21 años nunca dejó de salir de fiestas, ni siquiera en pandemia, cuando visitó algunos bares que tampoco tomaron medidas de protección.

José no desconoce la situación del país. Hace unos meses, un familiar que trabajaba en una institución del Gobierno tuvo que emigrar a Estados Unidos después de que lo despidieran “porque pensaba diferente”.

“Es difícil la situación en Nicaragua. Lo hablo con mis amigos pero no es que le dediquemos horas y horas al tema. Se habla porque, de una forma u otra, nos afecta. Pero eso no nos puede limitar a la hora de querer vivir como lo que somos: jóvenes”, responde con confianza.

Hasta las tres de la mañana todavía había muchas personas en el establecimiento. De hecho, una conocida “influencer” recién llegaba a ‘The Reef’, pidió una mesa y una bebida. Muchos de los que salían del lugar no se iban a sus casas sino que caminaban unas cuantas cuadras, por Camino de Oriente, para visitar los dos karaokes de la zona, que cierran hasta las seis o siete de la mañana.


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