El pastor evangélico Manuel Ríos pesaba aproximadamente 260 libras antes de que la Policía de la dictadura Daniel Ortega y Rosario Murillo lo arrestara por colaborar durante años con la iglesia Puerta de la Montaña (Mountain Gateway), de origen estadounidense, que se convirtió en blanco de la represión de Daniel Ortega y Rosario Murillo a partir de diciembre de 2023.
Después de casi nueve meses en las cárceles de Nicaragua, el pastor Ríos, de 54 años de edad, perdió unas 90 libras debido a las condiciones a las que fue sometido en prisión. Durante siete meses y medio estuvo aislado en una celda, sin poder hablar con otra persona. A sus familiares les negaron información sobre él y no les permitieron visitarlo desde que fue encarcelado el 17 de diciembre de 2023.
Los otros 12 miembros de la iglesia Puerta de la Montaña —10 pastores evangélicos y 2 abogados— capturados en esos días, tampoco fueron visitados por sus familiares, quienes supieron de ellos hasta el pasado 5 de septiembre, cuando fueron desterrados hacia Guatemala como parte de un grupo de 135 presos políticos del régimen.
“Era una situación compleja, difícil… Son condiciones extremas en las que estuve preso en una galera de máxima seguridad, donde no tenés acceso a nada, ni a nadie. Completamente aislado”, dijo Manuel Ríos, con 38 años de vida pastoral, a DIVERGENTES en el lobby de un hotel de Ciudad de Guatemala.
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El pastor Ríos, junto a los otros 134 excarcelados y desterrados por la dictadura orteguista, fueron despojados de su nacionalidad nicaragüense y sufrieron la confiscación de sus bienes, por una resolución de la Corte Suprema de Justicia, basándose en las leyes que el régimen utiliza para reprimir y judicializar a opositores: Ley 1055 (Ley de Defensa de los Derechos del Pueblo a la Independencia, la Soberanía y Autodeterminación para la Paz) y la Ley 1145 (Ley Especial que regula la pérdida de la Nacionalidad Nicaragüense).
La CSJ califica a los desterrados como “personas, condenadas por hechos delictivos que atentaron contra la Soberanía, Independencia y Autodeterminación del Pueblo Nicaragüense, incitando y promoviendo la violencia, el odio, terrorismo y desestabilización económica, alterando la Paz, Seguridad y el Orden Constitucional”.
La represión contra Puerta de la Montaña
La iglesia Puerta de la Montaña fue fundada en Nicaragua por unos misioneros de Texas, Estados Unidos, en 2012. Hasta diciembre del año pasado habían establecido iglesias en 15 comunidades rurales. El pastor Manuel Ríos colabora con ellos con la iglesia Ejército de Dios, que dirigía en Managua.
En medio de la embestida del régimen sandinista contra la Iglesia católica en Nicaragua desde la crisis política de 2018, Puerta de la Montaña, era una de las pocas organizaciones religiosas que recibía permisos por parte del régimen para realizar convocatorias multitudinarias. El año pasado celebraron 15 eventos en ocho ciudades del país, para lo cual destinaron 4 millones de dólares. Para este año, ya tenían aprobados 13 eventos similares.
Los líderes de Puerta de la Montaña tenían buenas relaciones con los operadores sandinistas. Llegaron a orar en 2019, un año después de la crisis, con oficiales de la Policía Nacional, institución sancionada por el Departamento del Tesoro por las violaciones a los derechos humanos que cometió contra los manifestantes y ciudadanos opositores. Incluso, los medios oficialistas realizaban amplias coberturas a sus eventos religiosos.
Eventos masivos “provocaron malestar”
El pastor Manuel Ríos dice que trabajaban con permisos del Gobierno, “con conexiones con alcaldes, policías y políticos (sandinistas)” para organizar las cruzadas evangelísticas.
Su último gran evento se realizó en Managua, en las noches del 10 y 11 de noviembre, como parte del cierre de las “Cruzadas buenas nuevas Nicaragua 2023”. Se calcula que asistieron unas 325 000 personas. Puerta de la Montaña gastó 800 000 dólares y contrató 3000 autobuses para transportar a los asistentes, según una nota de The New York Times.
Cuatro semanas después, se ejecutaron los arrestos contra los 13 miembros de la iglesia Puerta de la Montaña. La organización fue cancelada y sus bienes, por un valor de cinco millones de dólares, fueron confiscados por la dictadura orteguista.
Los fundadores de la iglesia tenían una finca de café que era exportado a Texas, donde es originaria la familia Hancock. En Managua, la capital, compraron una casa valorada en 600 000 dólares para que la ocuparan los misioneros, y eran propietarios de 47 vehículos.
Para Jon Britton Hancock, fundador y presidente de Puerta de la Montaña, la embestida contra ellos pudo deberse a la gran capacidad de convocatoria que tenían en Nicaragua, lo que fue percibido como “una amenaza” tanto para Ortega como Murillo.
El pastor Manuel Ríos piensa lo mismo: “Los eventos masivos de la iglesia provocaron, aún con permisos y con el aval del Gobierno, algún malestar”.
“Me metieron a una celda y ya no vi el sol”
Uno de los 47 vehículos de Puerta de la Montaña estaba asignado al pastor Manuel Ríos, por ser coordinador de las cruzadas evangelísticas. El 14 de diciembre recibió una llamada del jefe de la Dirección de Auxilio Judicial (DAJ) de Managua, Victoriano Ruíz, para que entregara el carro como parte de la confiscación. El pastor llegó a dejar el vehículo y le pidieron firmar unos documentos.
Sin embargo, 72 horas después, a las 12:15 del mediodía del domingo 17 de diciembre, recibió otra llamada por parte de la Policía mientras él se encontraba predicando en Matagalpa. Le dijeron que llegara a la estación de Matagalpa para hacerle una entrevista que demoraría unos 20 minutos. “Fueron 20 minutos que se convirtieron en nueve meses de prisión”, dice Ríos, indignado, y explica: “Sin orden de captura, sin ningún tipo de cuestionamiento válido… simplemente me metieron a una celda y ya no vi el sol más”.
A las nueve de la noche de ese mismo día fue trasladado a la Estación de Policía del Distrito III de Managua. Fue interrogado desde que llegó a las 11 de la noche, hasta las 6 de la mañana. “Nos acusaron de varias cosas: primero nos dijeron que estábamos reclutando personas y armándolas”, dice Ríos, que aún recuerda que le causó gracia esa acusación, porque él asegura “que sí convocamos a personas, pero para hablar del evangelio de Jesucristo, organizando con pastores de cada región, y las armas es la palabra de nuestro Dios, ni siquiera utilizamos cortauñas”, apunta el religioso.
Menos de 12 horas después del intenso interrogatorio, Ríos y los demás pastores fueron trasladados a los juzgados de Managua, donde les dijeron que quedaban detenidos durante 90 días por procesos de investigación.
Horas después los llevaron a la cárcel La Modelo, donde metieron a siete pastores en una misma celda, mientras otros tres eran confinados a calabozos separados y aislados, los cuales eran rodeados por agentes y perros policías que los asediaban todo el tiempo. En una de esas tres celdas estuvo Ríos durante siete meses y medio.
“Jamás me permitieron que me visitaran, o recibiera paquetería (provisión de alimentos), ni comunicación con nadie, ni defensa (legal)… absolutamente nada”, denuncia Ríos.
“Armar a gente” en contra del régimen Ortega-Murillo
Según el pastor evangélico, durante el juicio los acusaron de “armar gente en contra del Gobierno”, pero cuando “no hallaron de qué acusarnos, nos acusan de lavado de dinero”, agrega. “Eran acusaciones absurdas, fuera de orden”.
La Policía de Nicaragua finalmente imputó a los miembros de la iglesia Puerta de la Montaña por captar campesinos del norte del país, a quienes designaban como pastores evangélicos “con la finalidad de hacer creer que son organizaciones que están ayudando al pueblo nicaragüense”.
La Policía aseguró que esta era una fachada para “adquirir vehículos, fincas en residenciales y hacer negocios”. Además, que la iglesia movía grandes cantidades de dinero de origen desconocido.
Los condenaron a penas de entre 12 y 15 años de prisión y multas por más de 80 millones dólares cada uno, por supuesto lavado de dinero y fraude.
Congreso de EE. UU. gestionó excarcelación de miembros de Puerta de la Montaña
El fundador de la iglesia negó las acusaciones y las calificó de “falsas”. Dijo que el régimen había supervisado de cerca las transacciones de la iglesia desde que llegaron a Nicaragua. Explicó que los bienes, en su mayoría, los adquirieron con donativos de Estados Unidos y otros países.
Hancock pasó estos meses presionando a miembros del Congreso, el Departamento de Estado, otras agencias y grupos religiosos en favor de los pastores encarcelados.
Luego de la excarcelación, Hancock dijo que “este es el día por el que hemos estado orando y creyendo en Dios”. Recordó que miembros del Congreso, del Departamento de Estado y del Departamento de Seguridad Nacional “trabajaron incansablemente para lograr su liberación de su injusto encarcelamiento”.
El Consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, declaró que el Congreso de Estados Unidos mantenía gestiones para la liberación de los 13 miembros de la organización cristiana Puerta de la Montaña, y en una decisión unilateral, el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo sumaron a la lista a otros 122 presos políticos.
“No tuve trato especial por mi estado de salud“
Manuel Ríos camina por el hotel apoyándose de unas muletas. Encuentra una silla para sentarse, mientras acomoda las muletas frente a él y estira un poco los pies. Dice que padece de necrosis en la pierna izquierda, pero usa muletas desde 2016 cuando se cayó de una tarima mientras predicaba en una iglesia.
Ríos dice que fue diagnosticado de un cáncer metastásico en el hígado. Durante meses recibió radioterapia, pero los efectos del tratamiento y la lesión por la caída le afectó los huesos de la espalda baja. “Durante un tiempo me daban de comer como un niño y ya no tenía fuerzas, no podía levantarme de la cama”, dice el pastor.
Luego de varios exámenes no le encontraron presencia de cáncer. “Me curó Dios”, asegura. Libre de los tratamientos contra esta enfermedad se fue recuperando de sus problemas de espalda. En su página de Facebook, en algunas fotos aparece predicando en una silla de ruedas o apoyado en sus muletas.
En la cárcel dice que no tuvo “ningún tipo de consideración” por sus padecimientos. “Esta gente (el régimen Ortega-Murillo) no ve estado de salud, ni condición, ni edad… No tuve ningún tipo de trato especial, ni creo que exista con otro preso de La Modelo, ahí pude ver a ancianos que perdieron sus extremidades inferiores y que ahí están presos”, apunta el religioso.
En la celda donde estuvo durante siete meses había solamente un hueco para defecar y otro por el que salía el agua, generalmente sucia, para bañarse o beber. Por esa razón cree que adquirió una bacteria estomacal que todavía le provoca vómitos, pues no pudo curarse en la cárcel. Por la suciedad del espacio donde estaba se le infectó la nalga derecha, y para curarlo le extrajeron la pus con jeringas.
Los tres tiempos de comida eran arroz y frijoles, algunos días le servían unas hilachas de pollo con chayote o trocitos de hígado.
Luego de siete meses aislado, lo trasladaron a una celda junto a los otros 10 pastores evangélicos. Lo que mejoró fue la compañía y había un poco más de espacio, pero las condiciones siempre “eran difíciles”.
Para sobrellevar los días, los religiosos hacían ayunos, oraciones, matutinos diarios para fortalecer a otros presos, y compartían testimonios esperanzadores. “El amor a Cristo y la fe en Jesucristo fue lo único que me sostuvo… La fe te sostiene, la fe te ayuda, la fe te libera; la fe es la que hace que no te doblegues ante situaciones como esta”, remarca el pastor.
—¿Nunca se quebró su fe?— le pregunto.
—Te voy a ser honesto. No me quebró el cáncer. No me quebró la cárcel. Pero algo sí que me dolió profundamente: ser separado de los derechos, de por lo menos, de ver a mi familia aunque sea a distancia. Eso me dolió más que estar nueve meses preso.
En el hotel de Guatemala, Manuel Ríos luce envejecido si se compara con las fotografías de antes de la cárcel. Habla pausado, pero sin titubeos. Dice que está confundido de ver cómo de un momento a otro sus condiciones de vida cambiaron radicalmente. Incluso, en los primeros días del destierro no durmió bien porque se está adaptando nuevamente a vivir en “un lugar digno”: una cama con sábanas limpias, un inodoro sólo para él, una ducha con agua caliente.
La alimentación es otro de los cambios que experimenta en estos días. Debido a que las raciones de comida en la cárcel eran pequeñas. Ahora no puede acabarse un plato completo de un buffet de hotel. Cuando ve y siente el olor que despiden las bandejas quisiera comer de todo, pero queda saciado con facilidad.