México, la condena de los migrantes nicas que huyen de Ortega y Murillo

A partir de 2021, el número de personas que huyen de la crisis sociopolítica de Nicaragua ha aumentado sustancialmente, en especial los que intentan llegar a Estados Unidos a través de México. Este país se ha convertido en la verdadera prueba a superar para estos migrantes, quienes han sido identificados por las mafias fronterizas como un nuevo blanco. Nunca antes se había reportado sobre tantos nicas viajando hacinados, al borde de la asfixia, abandonados por coyotes, secuestrados por cárteles o ahogados en el Río Bravo. La Patrulla Fronteriza registra un récord de 63.046 nicas detenidos en 2022

Migrantes centroamericanos descansan en el albergue la Casa del Peregrino, en la Basílica de Guadalupe en Ciudad de México. EFE | José Méndez.

Nicaragua huye. Lo hace de forma masiva y sin tapujos. Desde 2018, el éxodo del país centroamericano se ha multiplicado. Lo dicen los datos; lo dicen los protagonistas. En las caravanas de migrantes, tradicionalmente integradas en su mayoría por personas del triángulo norte —Honduras, Guatemala y El Salvador— cada vez abundan más las caras nicas. En la frontera estadounidense la detección de ciudadanos del país centroamericano aumenta mes a mes. Pero para llegar a la tierra prometida, Estados Unidos, primero hay que pasar por ese país históricamente hostil y homicida, donde la desaparición, el hambre, el secuestro y la violación conforman la realidad diaria del migrante: México. 

La miseria de la migración que pasa por México no es novedad. Forma parte ya de la historia e idiosincrasia del país. El horror está tan asimilado al día a día que pocas noticias logran romper la barrera de lo cotidiano. Solo algunos casos saltan a las primeras planas de los periódicos. Y en los últimos meses, cada vez hay más protagonistas nicaragüenses. La semana pasada, 250 personas centroamericanas fueron abandonadas por sus coyotes en el interior de un tráiler en Monclova, una ciudad de Coahuila a menos de 300 kilómetros de la frontera de Texas, de acuerdo con el subsecretario de Seguridad mexicano, Ricardo Mejía Berdeja. 

Entre ellas, una mujer nicaragüense embarazada, que murió horas después en un hospital “con un embarazo al que se diagnosticó muerte fetal”, informó el Instituto Nacional de Migración (INM). La causa oficial de la muerte fue un síndrome de disfunción multiorgánica, una afección a menudo causada por una infección mal curada. Junto a ella, otras catorce personas fueron hospitalizadas, en su mayoría por deshidratación. Según el INM, “viajaban hacinadas, presumiblemente junto con decenas más, sin agua ni ventilación y a una sensación térmica de cuarenta grados centígrados”. 

México, la condena de los migrantes nicas que huyen de Ortega y Murillo
Los trailers se han vuelto uno de los principales peligros para los migrantes. En diciembre de 2021, en Chiapas, 49 centroamericanos perdieron la vida en este accidente. EFE | Carlos López.

Cuando la policía y migración quisieron llegar, la mayoría —unas 160 personas, según Mejía Berdeja—habían huido en desbandada. Cualquier cosa antes que ser “rescatados”, el eufemismo legal que utiliza el INM cuando quiere decir que ha detenido a migrantes a los que, probablemente, acabará deportando o devolviendo a Tapachula, una ciudad de Chiapas convertida en cárcel a cielo abierto. Más de 120 mil personas permanecen retenidas por las autoridades en esta ciudad a la espera de que se regularice su situación. Solo 64 permanecieron en el camión; 47 eran nicaragüenses.  

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Una familia nicaragüense formada por cuatro adultos y dos niños fue secuestrada en febrero pasado por un cartel mexicano cuando intentaban llegar a Estados Unidos, y ahora piden un rescate de 5.000 dólares. No son casos aislados. Son parte de una realidad mucho mayor que crece por momentos. 

Según datos de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos, 3.164 ciudadanos nicaragüenses fueron detenidos en el año 2020. En 2021, 50 mil 109 personas procedentes de Nicaragua fueron arrestadas al intentar cruzar. Y los números de 2022 vuelven a superar la marca: 63.046 nicaragüenses (los años se calculan de octubre a septiembre, por lo que ahí se incluyen los datos de los últimos meses de 2021). La tendencia es al alza y solo cabe esperar que a lo largo de este año siga creciendo. 

Costa Rica ya no es destino

Los expertos coinciden en que la raíz de este aumento migratorio se encuentra en la represión que el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo ejerció contra la población a partir de 2018. El antiguo revolucionario sandinista, hoy reconvertido en una figura dictatorial, golpeó con brutalidad unas protestas sociales que surgieron a raíz de una polémica reforma del sistema de pensiones que no contaba con apoyo popular ni de la patronal. La policía y grupos paramilitares asesinaron a 355 personas, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Solo en Costa Rica, desde entonces se han producido más de 120 mil peticiones de refugio de exiliados nicaragüenses, según la oficina de migración de ese país. 

“A partir de 2018 se produjo un aumento de la migración nicaragüense principalmente hacia Costa Rica. Fue una cuestión dual, se dio la crisis sociopolítica y con ello se vino una crisis económica muy fuerte”, desarrolla María Amalia Amador Fournier, investigadora sobre migración y refugio de la Universidad de Costa Rica y autora del trabajo Hacia la persecuciòn política en Nicaragua: un análisis del cambiante perfil migratorio. Pero Costa Rica sufre una importante crisis de desempleo y la población nicaragüense exiliada allí “ha tenido problemas y dificultades muy grandes para conseguir trabajo”. La llegada de Joe Biden al poder en Estados Unidos, “que por lo menos retóricamente se mostró con una política más abierta a la migración que Donald Trump”, contribuyó a que el éxodo empezara a volver su vista hacia el norte del continente. 

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Un grupo de migrantes camina bajo los rayos del sol en el municipio de San Martín Texmelucan, en la autopista Puebla-México. EFE/Hilda Ríos

“Estados Unidos ha sido históricamente el principal país de destino de las personas migrantes centroamericanas, el segundo para el caso nicaragüense, y ya se ha asentado una importante comunidad. Al tiempo que este país se ha posicionado en el imaginario social como un ‘destino de oportunidades’”, amplía Jenyel Contreras Guzmán, compañera de Amador Fournier en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales de Costa Rica y experta en migración, refugio y género. “Se combinan causas como la violencia política, la pobreza y la desigualdad social, los conflictos armados, la presencia del crimen organizado y el narcotráfico, la afectación climática y el extractivismo ambiental”, explica la académica. 

Amador Fournier añade que en los últimos cuatro años el perfil del migrante nicaragüense ha variado: “Hay clase media, media alta, acomodada: médicos, periodistas, universitarios, activistas por los derechos humanos, mujeres de colectivos feministas. Eso no significa que también haya personas que cumplan con el perfil más tradicional del migrante centroamericano, pero también está este nuevo componente”.

Con el endurecimiento de políticas migratorias en México, la criminalización que han sufrido las caravanas y las actuaciones en la frontera de Estados Unidos —como la del pasado septiembre en Texas, cuando las imágenes de la policía estadounidense apresando migrantes haitianos con un lazo como en una película de cowboys dieron la vuelta al mundo— ha obligado a las personas que migran a emplear “nuevas, más largas y peligrosas rutas, lo cual les expone a altos niveles de vulnerabilidad”, señala Contreras Guzmán. 

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Integrantes de la caravana de migrantes centroamericanos en Ciudad de México. EFE | Madla Hartz.

“Sufren un continuo de violencia y desprotección desde el momento de salir de sus lugares de origen, durante el tránsito y en el destino”, continúa la investigadora. “La discriminación, xenofobia y naturalización de las distintas situaciones que deben enfrentar son también formas de violencia y vulnerabilización. Siendo las mujeres, la niñez no acompañada y  los mayores grupos poblacionales particularmente vulnerables”.

El horizonte no es alentador. A la crisis que está sufriendo Nicaragua, considera Amador Fournier, todavía le quedan capítulos por escribir. Puede que haya momentos más intensos y otros más tranquilos, “sin embargo, es indudable que cuando Ortega y Murillo sientan que su poder está amenazado, van a activar todas las medidas de represión, lo que va a llevar a las personas a desplazarse”. 

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