Recuperarlo todo
El destierro no sólo significó una nueva vida, sino entrar a una realidad que apenas comprendía. El mundo, y la correlación de este con el régimen Ortega-Murillo, había cambiado. Muchos entraron a la cárcel cuando en Nicaragua se podían hacer pequeñas muestras de rebelión contra la dictadura. Salieron cuando en el país, nadie podía hablar en contra de Daniel Ortega y Rosario Murillo.
La forma de encarnar el activismo tenía que ser diferente. Así lo sintió Tamara Dávila, integrante de la Unión Democrática Nicaragüense (Unamos) y parte del grupo de los 222 desterrados.
“El principal reto para mí tiene que ver con hacerle entender a los distintos Estados y funcionarios públicos que no debe haber competencia entre los conflictos de materia humanitaria y de derechos humanos que se viven en el mundo, que todo debe ser priorizado”, remarca Dávila, quien de a poco se ha integrado nuevamente a su activismo.
Dávila pertenece todavía a Unamos y recientemente participa de Monteverde, un proyecto político del que forman parte diversos actores y movimientos de oposición. “Las acciones de mi parte han estado enfocadas en cabildeos, lobbies, reuniones para seguir manteniendo a Nicaragua en la agenda política de Estados Unidos, pero también de otros países en Europa”, agrega.
Pero llegar a este punto significó todo un proceso para Dávila, debido a la adaptación que representó salir de la prisión. Para ella, salir del cautiverio fue aprender nuevamente a adaptarse a los ruidos de afuera, la luz, la comida, la libertad.
“El reto y parte de nuestro activismo es estar sanos Y para mí ha sido fundamental el apoyo psicológico que yo sigo teniendo”, comenta Dávila, cuya secuelas de la prisión han sido acompañadas a través de terapias.